jueves, abril 18, 2019

VOLVEMOS: SOBRE LAS PRUEBAS EXTERNAS

Volvemos a hablar (y dense prisa que igual nos queda poco).
¿Quieren saber para qué existen las pruebas externas realmente?
La clave real es el dominio social en una nueva sociedad autoritaria.
Y voy a ver si se lo explico


lunes, abril 08, 2019

ANALIZANDO VOX/y 2: CHINA, RUSIA Y EL FUTURO POLÍTICO DEL NUEVO CAPITALISMO.

En el artículo anterior, analizábamos que VOX no es fascista, ni franquista ni tampoco la extrema derecha europea tradicional. Hora es ya de analizar qué es VOX y cómo se pretende utilizar para imponer un nuevo modelo social acorde con el interés de la oligarquía occidental en el Nuevo Capitalismo.

En el título de esta serie se hace, como pueden ver, referencias a China y Rusia.  Pero no es en cuanto a potencias extranjeras que intenten socavar los pilares patrios, sino como modelos en los que se mira la jerarquía occidental en su pretensión de precarizar Europa. Y para entender esto es necesario analizar siquiera someramente qué tienen como modelo estos dos regímenes autoritarios: China como gran modelo y Rusia como su más aventajado alumno.

¿Qué tiene China, y que Rusia pretende copiar con fruición, para atraer tanto a la oligarquía occidental?
Lo primero de todo, y lo más importante, la identificación plena y total entre la oligarquía política  y la económica. El estado, como institución separada, desaparece y se convierte en un negociado atento exclusivamente a los intereses de la oligarquía.
Lo segundo es una consecuencia de lo anterior. Si hay que identificar poder político, y estado, con oligarquía económica, la democracia, donde la clase política tiene otra clientela al menos cada cuatro años, se ha convertido en enemiga de esta pura identificación, pues obliga a tener presente otro elemento de poder siquiera cada cuatro años como es el electorado. Por tanto, habría que minimizar la democracia como sistema político.
La tercera característica es que el crecimiento económico no se distribuye entre la población.  El crecimiento económico se mide por el incremento del PBI y no tiene ningún carácter distributivo ni en salarios ni en derechos sociales. Pero sí lo tiene en los propios intereses de la oligarquía cuyo ritmo de enriquecimiento aumenta año tras año. 
La cuarta, consecuencia de la anterior, es que la acción política explícita y presentada como tal   no se ejerce de manera alguna sobre la economía, que se presenta como independiente, sino exclusivamente sobre el control social. VOX no habla de economía sino de cuestiones costumbristas, es una política costumbrista, algo en lo que por cierto se parece a la propia autoproclamada izquierda encerrada en discursos identitarios.

Así, VOX surge para ayudar a conformar el ideal social de la oligarquía. Un ideal que tiene, a su vez, una serie de puntos prioritarios a imitación del modelo chino.
El primero, que ya se cumple, una política absolutamente subalterna de una determinada concepción económica. Una política que ni interviene en economía ni habla de ella.
El segundo, que todavía no está por el problema de las elecciones democráticas, sería la identificación plena de los intereses de la oligarquía política y económica en favor de la económica.
El tercero se presenta como una sociedad donde crece la desigualdad, pues no habría freno político a la misma.
El cuarto, sería una política que ya no trata temas económicos, sino que se convierte en una política costumbrista de normas y modelos sociales –algo en que coincide con la autodenominada izquierda-.
Y el quinto sería una sociedad autoritaria no tanto a nivel político, seguirá habiendo elecciones, como a nivel social, con una pérdida irreparable de la libertad, especialmente la de expresión y pensamiento que son la clave de una auténtica democracia.

Y ahora, ¿y VOX qué pinta aquí?

VOX es el último intento, y el más brillante, de llevar esto al terreno político. Y lo hace de una forma doble. Por un lado, con la idea política que defiende; por otro, por lo que implica su irrupción para el resto de partidos y para el debate político como culmen de la política posmoderna. VOX no es un partido de gobierno, sino de clima. La idea fundamental es que VOX no es un modelo clásico de partido político que busca el poder, sino un mecanismo de creación de un nuevo clima social para, a través de su influencia, transformar la sociedad en aquello querido por la oligarquía. VOX no quiere el poder, porque lo tendría la oligarquía, sino generar el clima preciso para reconvertir el modelo social.

De esta forma, la clave del modelo VOX es doble. Una clave por presencia y otra por ausencia. La presencia es la política costumbrista y la ausencia es del debate económico.  

La primera de ellas es la presencia, abusiva incluso, del modelo costumbrista político. Este consiste en sacar una serie de temas sin auténtica repercusión social –desde el aborto hasta la tenencia de armas pasando por la ideología de género- y convertirlos en ejes de campaña.  Funciona de un modo similar a como ha hecho la izquierda posmoderna –pero ella, por ejemplo, con la memoria histórica o el techo de cristal del feminismo-, buscando una serie de objetivos.

Se trata, prioritariamente, de ocultar otros problemas. Se recoge un tema, importante o no, y sobre él se reconstruye un discurso, aparentemente rompedor, que inunda el debate e impide hablar de economía y de los problemas realmente fundamentales. VOX funciona así  como mascarada.

El segundo aspecto es derechizar aún más a la derecha. Tanto PP como Ciudadanos se sienten obligados a ir derechizando su discurso para intentar evitar la pérdida de voto. El Partido Popular radicalizando su discurso costumbrista, citando ya a los pobres neandertales y situando todo en torno a ETA –nota: por cierto, Casado es un miserable-; Ciudadanos proclamando su fidelidad a España y que nunca, nunca y nunca pactará con el PSOE, o al menos hasta después de la campaña electoral. La idea es así situar precisamente a la derecha en la órbita VOX. Y funciona.

El tercero es hacer que la izquierda recurra a toda su retórica cursi, por puro marketing electoral, para diferenciarse diciendo tonterías sin freno en su afán de ñoña y ñoño corrección. Las emociones sustituyendo a la racionalidad.

Y así, y esto es lo importante, el costumbrismo político hace que nadie hable de la globalización o de economía de verdad, quedándose todo en la conversación de bar donde el cuñadismo de VOX mejor se mueve. Y el guión lo lleva VOX, que va sacando los temas a su antojo.

Pero, en segundo lugar, además hay un interés de construcción social detrás que sin duda lo fundamental. La idea clave aquí es la creación de una sociedad con un modelo autoritario que la oligarquía considera, con razón, que resulta mejor para sus intereses. El bullicio armado por VOX provoca a la otra parte política, si es que es realmente otra parte, y genera una situación social que es la victoria principal de VOX. Las propuestas de VOX y la respuesta a VOX tienen un modelo formal común que es la limitación de derechos.  Efectivamente, ambas partes se responden pretendiendo limitar la libertad de la otra: si unos proponen prohibir los partidos marxistas, otros proponen prohibir la ideología franquista. De esta forma, lo más  importante del fenómeno VOX  es comprender que su acción principal es precarizar la acción política y para ello limitar los derechos fundamentales de las democracias, fundamentalmente la libertad de pensamiento y de expresión. Y lo importante aquí no es el contenido de la prohibición, prohibir canciones machistas o ideas feministas, sino el mismo formato de respuesta: limitar el derecho a pensar diferente que es limitar el derecho a pensar.

VOX no es sólo un partido, es un síntoma. Su pretensión es la destrucción de la forma social democrática hasta ahora vigente que, sin ser perfecta, desde luego es mejor que su sustituta. La oligarquía no busca que triunfe VOX, cosa casi imposible, sino que el modelo triunfe, cosa más que probable. Por eso, quienes creemos todavía en el ideal de que la emancipación es el elemento fundamental de vivir el progreso no estamos con VOX, pero tampoco con el modelo de recortar derechos como los de pensamiento o expresión. No somos, en definitiva de VOX, ni de una manera ni de otra.