lunes, septiembre 28, 2009

ELOGIO DE LA BUENA EDUCACIÓN

Voy en el metro sentado. Entra una señora a la que le asoma una tripa prominente. Surge el dilema: ¿está gorda o embarazada? La cuestión parece tonta -hay sin duda otros más importantes como: ¿por qué algo en lugar de nada? o ¿ser o no ser?- pero es duro. Si está embarazada y me levanto actúo de forma tal que ayudo al otro; si me levanto y, sin embargo, está gorda, al cederle mi asiento le hago saber que su tripa me ha hecho creer que está embarazada. Y seguramente eso la humille. Quizás todo este problema suene a ridículo. Quizás sea un estúpido síntoma de pensar en el otro. Es, en definitiva, la buena educación.

La buena educación es efectivamente pensar en el otro. La cortesía consiste precisamente en ser capaz de comprender que existe alguien más que uno mismo y que en ese existir no solo está implícita su individualidad sino también la nuestra. Nos preocupamos por él y hacemos algo por él: dejarle pasar, prestarle la chaqueta, levantarnos del asiento,… No es desprenderse de uno mismo, lo cual sería profundamente reaccionario pues el yo es una conquista para la emancipación, sino algo mucho más racional y progresista: es dotar al extraño de un yo de forma independiente a nuestros pensamientos sobre él e incluso a nuestro conocimiento sobre su persona. Quien está bien educado, quien tiene cortesía, se preocupa del bienestar del otro en la situación social concreta en que se hallan dando así pie a su reconocimiento como sujeto.

Pero, ¿no es la cortesía un principio de dominación social? ¿No es la norma de urbanidad una negación de la espontaneidad de las relaciones humanas -ah la espontaneidad tan querida por los animales- y un principio de desigualdad?

Comencemos por la desigualdad. Precisamente la buena educación, la cortesía, es un principio básico de igualdad pues concede al otro un estatus de importancia tal que implica cuidar nuestros propios actos por él y hacia él. La persona cortés considera tan importante al otro que incluso está dispuesto a realizar actos gravosos para él mismo, y a mi edad ya me cuesta levantarme en el metro, y a favor de aquel desconocido independientemente de su categoría social. Y en esa independencia de la categoría social se distingue la urbanidad del protocolo. Las sociedades donde las divisiones sociales establecen rígidos grupos de separación, como las castas indias o la sociedad estamental, presentan esa misma división en la cortesía: no se trata a todos los miembros de la sociedad como iguales sino a través de reglas, un protocolo, que lo que buscan precisamente es distinguir a sus miembros y dejar claras las diferencias. Hay así unas normas para los poderosos, que deben ser tratados mejor y con más respeto, y otra para los socialmente débiles, que pueden ser tratados como casi animales. Esto se vería reflejado, por ejemplo, en el amor cortesano donde las aristócratas son princesas y el resto de las mujeres son chusma o piernas abiertas, algo de esto sabe El Quijote. O en el magnífico discurso en que Patrice Lumumba, luego asesinado, señalaba la diferencia en el uso entre el tú (para los negros) y el usted (para los blancos) en el Congo. Y así, de hecho, la persona bien educada no se descubre en el trato al superior jerárquico social sino, precisamente, cuando se relaciona con individuos que desarrollan en su trabajo una posición de servicio hacia él: en el bar con el camarero, con la dependiente de la tienda o con la persona que, por ejemplo, le limpia la casa. No es el usted y el tú, sino la igualdad en el respeto. Así, lejos de ser como pretendió cierta izquierda un principio de estratificación social la buena educación es lo contrario: es un principio de igualdad. ¿Por qué? Porque la urbanidad auténtica es el trato igual más allá de las diferencias que la división social del trabajo ha generado entre los individuos. Y existe, al tratar así, la idea latente de que el sujeto es más que su condición social concreta.

Pero, ¿no es la cortesía una hipocresía social, una perdida de autenticidad en las relaciones? Sin duda, la autenticidad está excesivamente sobrevalorada. Y la gente tiene una, cuando menos, muy condescendiente imagen de su propia personalidad. Tan condescendiente es esta imagen que cree que su forma de ser sería más agradable para todos, y no solo para aquellos que eligieron ser sus amigos, presentada tal cual que mediada tras las normas de urbanidad puestas para el trato. Y en esta creencia late el egocentrismo adolescente. El sujeto que actúa así, siempre de forma auténtica y que se debe definir socialmente como el pesado o el imbécil, busca imponer su propio yo sin respetar el derecho de los otros a no vislumbrarlo. Porque hay que respetar que a los otros no les interesemos. Es decir, falta al respeto. Efectivamente, la invasión de la esfera privada del otro -que pasa desde el tuteo masivo en cualquier circunstancia social, y esto se ve en el spot televisivo como ejemplo máximo donde todos somos ya colegas, hasta contar a desconocidos todos los aspectos de la vida privada- no es sino faltar al respeto que merece todo el mundo en cuanto preservar una faceta de su intimidad como propia y solo darla a conocer a aquellos a los que se desea. Así, detrás de aquel que habita en la autenticidad está el egocéntrico: su yo se considera tan importante que a todo el mundo debe interesar. Sin contar, precisamente, con el deseo de todo ese mundo tan ajeno.

Hay una historia que suelo contar y que unos atribuyen a Alfonso XIII y otros a algún otro personaje histórico. Se cuenta que en una comida con alcaldes de pueblo, y lo que aquello significaba entonces, de primer plato se puso marisco y al acabar sirvieron a cada uno un cuenco con rodajas de limón para limpiarse los dedos. Y, al parecer, uno de aquellos individuos ni corto mi perezoso cogió el cuenco, lo acercó a los labios y se lo bebió creyendo que era otro plato. Las risas comenzaron a aflorar: tan ridículo. Y aquel anfitrión, para unos Alfonso XIII para otros cualquier otro porque no es de buena educación alardear de lo que se hace bien, cogió su cuenco y también lo bebió obligando así a los que se reían a hacer lo mismo por servilismo. Ese es la buena educación: pensar en el otro.

domingo, septiembre 27, 2009

V de VENDETTA

Un recuerdo. Era el nueve de marzo de 2009. Decía yo hablando sobre las empresas y el paro en España:
Pero el problema surge de que en el juego de alianzas inherente a esa situación unos siempre ganan, pues tienen más fuerza, y otros pierden. Y ya el BBVA ha conciliado la postura de los dos grupos más fuertes: bajar las cotizaciones sociales al empresario –¡yupi!- y subir el IVA, el impuesto indirecto por excelencia, para beneficiar a la clase política –¡que guay!-. El perjudicado queda claro.


Ahora dice el gobierno esto: el IVA subirá dos puntos, las cotizaciones de las PYMES bajarán en cinco puntos.

Y vuelvo a decir yo. ¿Todos esos que me decían indignados que yo era un fascista y que Zapatero era de izquierdas, reconocerán ahora su error?

Por cierto -y esto quizá es lo más importante de este escrito- gran película, mejor que el cómic sin duda, V de Vendetta.

lunes, septiembre 21, 2009

EL UNIFORME O LA DIVISIÓN SOCIAL DEL TRABAJO

La selección de baloncesto gana el Europeo. Y el rey les recibe. Y como mandan los cánones en los bailes de disfraces, cada uno acude vestido paradójicamente de los que es. Los superiores con traje y corbata. Los medios, en mangas de camisa. Y los jugadores, pues eso, de jugadores: con chándal. ¿No tienen traje?

Recientemente se presentó Cayo Lara ante el rey. Iba sin corbata porque para algo, imagino, él es de izquierdas: iba también de uniforme.

Voy al instituto siempre en traje y corbata. No sé, igual soy el único que no va de uniforme. O igual es solo un uniforme más elegante.

viernes, septiembre 18, 2009

AGAMENÓN O SU PORQUERO

Aquí no somos muy amigos de Esperanza Aguirre, personaje siniestro donde los haya, pero nunca hemos dicho que sea tonta. Como Zapatero, es sólo miserable. Su reciente propuesta de convertir a los profesores en autoridad pública está cargado de razón. Que la autoproclamada izquierda, la misma por cierto que ha destrozado lo que podía haber sido la educación en España, se meta con ella incluso debería ser un argumento a favor de la lideresa ( en autoproclamación).

Sin embargo, que un amplio grupo de periodistas tertulianos consideren que ese reconocimiento de autoridad -que aunque necesario sólo serviría para procesos judiciales en cuanto a mayor pena por agresiones o, algo aún más necesario y menos publicitado, que el testimonio valga más en juicio- es un remedio para la educación española, y en concreto para el problema real de la disciplina en los centros escolares, sólo demuestra su ignorancia del problema y, paradójicamente, el porqué les pagan para (uni)formar opinión pública. Los males de la educación tienen, en realidad, más que ver con una gestión administrativa de la enseñanza, de la que por cierto la lideresa debe estar muy orgullosa pues hace poco les subió el sueldo a sus directores de centro escolar mientras exigía la congelación del sueldo del (resto) funcionariado, que de leyes, necesarias repetimos, que sólo poseen ámbito judicial. Pero por supuesto ni la derecha real ni la autoproclamada izquierda tienen interés en esto.

Hay un dicho clásico: la verdad es la verdad la digan Agamenón o su porquero. Y aquí pretendemos un compromiso con la verdad. Por eso consideramos que la ley que promueve Esperanza Aguirre es buena y mostramos nuestro apoyo. Sin embargo, dudamos que Aguirre se reconozca en un porquero –ossssea, no-. Así que es bueno recordar que el mismo Agamenón sacrificó a su hija Ifigenia por la gloria.

miércoles, septiembre 16, 2009

LIBROS DE TEXTO: EL ROBO QUE NO CESA

Comienza el nuevo curso escolar, que me lo digan a mí, y los padres corren a gastarse, o a gastárselo el estado a través de subvenciones, una vergonzosa cantidad de dinero en unos libros de texto que nunca volverán a ser releídos. Ante este hecho de asalto a las economías, tal vez robo a mano armada, cabe al menos un análisis sosegado, o sea que se aburrirán. Pero es un tema, creánlo, más serio de lo que parece.

La primera cuestión sobre los libros de texto debe ser sobre su utilidad o inutilidad educativa y su eficacia. ¿Son útiles los libros de texto para la educación? ¿Son útiles a ese escandaloso precio? La utilidad es un concepto confuso en abstracto, siempre debe pues trasladarse a lo concreto. Y para ello lo mejor es referirse a los componentes de eso que de forma cursi se denomina comunidad educativa.

Empecemos por los profesores. ¿Por qué los profesores mandan libros de texto? Parece claro que debería formar parte de la labor docente el generar materiales propios y personales para dar las clases. Ello es así porque se supone que es el profesor quien mejor conoce qué deben saber sus alumnos, la selección y forma del currículo oficial, y como adaptar esta selección. Así, la creación de un material curricular propio debería, pues se puede presuponer que el profesor sabe qué necesitan sus alumnos mejor que una editorial ajena, ser un hecho incluido en la tarea docente. Sin embargo, y a pesar de lo anterior, la inmensa mayoría del profesorado prefiere, y ha preferido, mandar un producto estándar de dudosa valía para el alumnado concreto.

En segundo lugar, estarían los alumnos: ¿necesitan un libro de texto? Normalmente se sule responder a esta cuestión con algo real: los alumnos necesitan un soporte ya establecido sobre el cual comenzar. Es, generalmente, cierto. Sin embargo, que los alumnos necesiten un soporte no implica que el origen de ese mismo soporte tenga que ser un libro de texto pues bien podría ser el propio material del profesor colgado, por ejemplo, en una página web. Así, el alumno tendría ese material, pero al tiempo lo tendría gratis y adaptado a sus condicones. ¿No sería más eficaz tanto en su cuestión pedagógica como económica?

En cuanto a los padres está claro. Si resulta mejor la adaptación del propio profesor en sus apunte propios y además es gratuita, ¿para qué libros de textos?

Pero, ¿por qué entonces los profesores mandan libros de texto?

La respuesta tiene varias variables. En primer lugar, por supuesto, está la vaguería pura y dura: es infinitamente más cómodo mandar un libro de texto que hacerlo. Pero esta vaguería bien podría ser a priori o sobrevenida. Por supuesto, hay un tanto por ciento de funcionarios que son unos golfos auténticos, como en cualquier otro trabajo. Pero para aquellos que han llegado a la comodidad sobrevenida se debe analizar sus causas. Y el problema es que las causas son estructurales.

Como primera condición estriba el hecho de que en la función pública en general, y la docente en particular, trabajar más o menos da lo mismo absolutamente. No existe ningún tipo de incentivo, ni económico ni profesional, que motive a un perfeccionamiento de la propia tarea. Hacer apuntes cuesta esfuerzo, incluso vacaciones de esos tres meses que disfrutan los profesores -o al menos el sector que no usa dos para trabajar-, y el hecho cierto es que es más cómodo no hacerlo. Si ese esfuerzo no recibe reconocimiento alguno lo que acabará resultando será que nadie lo haga. Además, si la editoriales comienzan a regalar ordenadores y otros aparatos informáticos como ya hacen a los profesores por mandar sus carísimos libros, un escándalo del que nadie habla, el que siga manteniendo sus apuntes es idiota integral.

Pero hay más. Como la movilidad es una característica típica de este trabajo, un año se está en un centro y otro en otro, y el nombramiento de dicho puesto se da a finales de julio, es imposible que el profesor sepa qué materias va a dar hasta, como mucho, una semana antes de empezar el curso en septiembre. Así, lógicamente, uno se puede haber preparado un curso en verano y encontrarse con otro en septiembre. ¿Solución? 30 euros para los padres.
¿Y en la privada? La presencia de libros de texto es un negocio a priori: o bien el colegio manda una única editorial, que a cambio les premia, o bien él mismo vende los libros sacando un porcentaje. El profesor, por tanto, es el último en la elección.

Es falso, por tanto y a pesar de las apariencias, pretender que la culpa máxima es de los profesores, aunque culpa tienen. La privada es empresa para todo, incluido para explotar a sus trabajadores, y es la propia administración la que ha generado, con su desastre de gestión, el problema en la pública. Al fin y al cabo, sin ningún incentivo para producir su propio material curricular, ni económico ni de promoción, con el hándicap añadido de no saber hasta una semana antes que cursos dará y con los apoyos materiales que las editoriales dan a los profesores, o sea los regalos, el profesor que tiene sus propios materiales o es un idiota o no tiene vida propia –mi caso es el segundo, aunque no descarto el primero-.

Pero, ahora viene la otra pregunta: ¿por qué la administración pública no va en contra de una medida que le cuesta millones de euros en becas o material gratuito al año y que se podía ahorrar con algo tan simple como apoyar el material propio de sus profesores? ¿Por qué las asociaciones de padres como CEAPA, la autoproclamada progre, y CONCAPA, la de la derecha de toda la vida, no claman al cielo ante este hecho y sólo piden más becas o material gratuito, es decir: gasto público a favor de empresas privadas prescindibles? Tal vez la causa esté en que la administración pública, tan fiel a sus lobbys según vista a la derecha o vista a la izquierda, no se atreva a actuar con un negocio tan floreciente que implica a una clientela cautiva aunque entre esa clientela esté ella misma. Efectivamente, si ustedes revisan los grandes grupos editoriales educativos -¿educativos?- en España notarán que no falta de nada: multinacionales –Anaya, por ejemplo-; autodenominados progresistas –Santillana del grupo PRISA, por ejemplo-; y, por supuesto, la mayor industria educativa -¿educativa?- de este país, la Iglesia Católica –con SM, por ejemplo-. Así, el espectro poítico con poder de decisión está dominado de forma clara: vista a la derecha o vista a la izquierda. Por supuesto el futuro, no crean, es que el estado pague también los libros de texto a través de algo así como una ley autodenominada progresista o de apoyo a la familia, depende si es del PSOE o del PP, que solo favorecerá a esos grupos de presión pero que sin duda será presentada como democrática, solidaria y toda esa ñoñería.

Acabo de llegar a un nuevo instituto porque me tuve que ir, ¿o me echaron?, de aquel en que estaba fijo. Los profesores anteriores, que no podían saber si iban o no a repetir en el centro, pusieron sin embargo libro de texto para el nuevo curso: eso que no falte. Yo, imagino que ya saben, tengo una página web gratuita
-pringado, que eres un pringado-
desde la cual mis alumnos se descargan los apuntes. Ya no podrá ser, porque ahora no puedo decirles a gente que se ha gastado 30 euros en un libro de texto
-pringados también-
que no vale para mis clases.

La educación siempre gana. Ya saben.

domingo, septiembre 13, 2009

UN HOMENAJE (pequeño, pronto vendrá otro grande) A LA CIENCIA

Corren malos tiempos para la investigación científica. Son tiempos de mito, de ñoño ecologismo -hay uno verdadero- y de pijos verdes. Al fin y al cabo, es fácil concebir la naturaleza como una madre cuando se vive de la tecnología y se graba el mundo salvaje con el iphone.
Norman Borlaug era un científico. Y muy serio. Logró que más gente comiera en el mundo mejor y más abundante comida de la que nunca hubo sobre la tierra.

Hoy en día, cuando se discute en sí mismo el transgénico -otra cosa es discutirlo en sus condiciones de uso de mercado capitalista concretas- o se cierran plantas nucleares mientras se siguen abriendo aquellas basadas en petróleo y gas, es bueno recordar que la técnica es, también como el arte y la filosofía, esencialmente humana. Y que la ciencia, como el mismo arte y la filosofía, es el máximo ejemplo no sólo de la racionalidad sino de aquello que debe considerarse como emancipatorio.

Norman Borlaug ha muerto. Y para siempre –desterremos otro mito-. Pero deberíamos hacer algo para que la idea de que lo racional debe guiar nuestro pensamiento no muera, y para siempre, con él. Porque lo racional y lo emancipatorio van juntos. Y así, esto es solo un pequeño homenaje.


Nota: el vínculo al nombre del Sr. Borlaug ha sido cambiado por uno nuevo que creemos explica mejor su labor.

viernes, septiembre 11, 2009

ALGO DE COHERENCIA

Hoy imagino que todo el gobierno catalanista y de izquierdas -eso que no falte- esperaba lo de siempre: a los paletos aplaudiendo. Sin embargo, se le han presentado trabajadores víctimas de las ERE. Lo curioso del caso es que IU y el PSOE los utilizaron aquí en Madrid, esa es la palabra, contra el repugnante gobierno, la palabra es repugnante y no gobierno, del PP. Entonces estaban CCOO y UGT. Hoy, curiosamente, no. Entonces estaba la autoproclamada izquierda orgullosa, hoy veremos: esperamos heroicas reacciones.

Ya saben, gobierno catalanista y de izquierdas.
Y sobre todo, coherencia.


miércoles, septiembre 09, 2009

VIDA INTERIOR/34: UNA DESPEDIDA

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará. Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz

John Wayne, en Centauros del desierto, de John Ford (1956)


Último día en el instituto Federica Montseny, de Fuenlabrada. Fui a firmar actas. He podido despedirme de gente que ha cumplido con su trabajo. No he podido despedirme, porque no la he visto, de gente que cumple con su trabajo.
De otros, no me he despedido.
Pero lamentablemente no me he podido despedir de los alumnos de una forma definitiva. Que esto sirva de despedida.
Y ahora a estudiar. Y a cumplir con el deber (al fin y al cabo, Kant siempre vive).


viernes, septiembre 04, 2009

MIL CIEN

El discurso político se divide tradicionalmente entre derechas e izquierdas –aunque casi todos en la cotienda electoral sean de centro-. Nosotros sin embargo, y no solos, hemos defendido que la politica profesional ha generado una oligarquía que ya lo único que busca es perpertuarse al margen de las ideologías: mantenerse en el poder por miserable que sea este. E incluso hemos defendido algo más: que este proceso es independiente a la voluntad de los individuos como elementos aislados que participan de la política profesional. Por supuesto esta hipótesis hay que demostrarla.

En ciencia existe el concepto del experimento crucial: consiste en generar o esperar que ocurra una situación que o bien demuestre que la teoría es falsa o bien, al predecir lo que iba a ocurrir y que esto acontezca, verdadera. Hay un ejemplo famoso con el descubrimiento de Neptuno. Hay otro con la relatividad. En nuestra pequeña hipótesis sociológica sería que un hecho social relevante por su importancia en cuanto a indicador de la situación del país no tuviera la repercusión que se merece.

El hecho de que a algo no se le preste atención puede deberse a dos motivos. Tal vez, no sea importante. Pero, también, tal vez no interese que sea importante. Es decir, no siempre es el objeto el que prescribe su propia importancia sino que hay veces, muchas, que es el propio sujeto que tiene el poder de difundir el tema el que decide qué sí es importante y qué no. La información diaria está llena de casos así, pero este verano ha ocurrido uno que consideramos paradigmático. Efectivamente, se ha publicado un informe, con muchos visos de seriedad, que señala que el 63% de los asalariados españoles ganan menos de 1100 euros al mes brutos -y brutos ni tan siquiera es neto-. Esto quiere decir que el 63 % de los trabajadores españoles ganan una miseria con la que les es imposible vivir en condiciones aceptables de comodidad. De hecho, yo gano el doble netas -y netas no son brutas- y no llego a fin de mes. Incluso a Esperanza Aguirre -que gana mucho más y es de derechas- le cuesta.

Pero esto que es sangrante no es aquí lo fundamental. Lo que más interesa a nivel informativo es que toda esta gente, el 63% de los asalariados, están desaparecidos informativamente. Pero no solo para la prensa, ocupada en Belén Esteban y en caso Gurtell que acaban siendo lo mismo, sino tambien para el discurso político. Y sin embargo tal magnitud de dato debería verse reflejado en la actividad política si fuera cierto que estos partidos tienen, al menos, una misión social. Pero si fuera, al contrario, cierta la hipótesis que presentábamos al principio de este aburrido texto, la noticia debería haber sido recogida efectivamente con absoluta indiferencia pues en ella nada fortalecería el poder que las propias organizaciones políticas persiguen. Es científico pues preguntarnos qué ha pasado.

Repasemos primero a eso que se llama agentes sociales. Lógicamente las organizaciones empresariales no se caracterizan por la defensa de sus trabajadores. de hecho ellas pagan esos miserables 1100 euros, así que el verano lo han dedicado a pedir el despido (aún más) barato y poco más. Pero esto no es grave pues aquí sí cumplen su función corporativa en la defensa de sus mezquinos intereses que consiste en la gente cobre, aun, menos de 1100 euros brutos mensuales. Es más grave, sin embargo, la actitud de los sindicatos ante este hecho y que ha consistido en el silencio. Mientras los sindicatos orquestan desde el privilegio de los trabajadores de la administración pública una campaña contra el gobierno del PP en Madrid, son sin embargo incapaces de realizar acción alguna ante los salarios que desde 1995 pierden poder adquisitivo. Al fin y al cabo, los sindicatos se han convertido, y tras el cambio en CCOO más, en un agente peronista del PSOE y del gobierno Zapatero. Al carecer de relevancia social auténtica, por su baja afiliciación que en gran medida se debe a su escaso trabajo, los sindicatos tienen solo relevancia por su etiquetado institucional como agente social, a priori de cualquier realidad empírica. Así su supervivencia pasa ya por asumir ese papel político a expensas incluso de su auténtico deber en el conflicto laboral. Los sindicatos no son ya organizaciones sociales y se convierten en políticas: su finalidad es mantener su parafernalia organizativa.

¿Y los partidos políticos? Distingamos entre la derecha real y la autoproclamada izquierda.

El PP cree haber vislumbrado un filón con un mito: la clase media como mayoritaria. En aras de este mito todo hecho social desaparece si puede hacerle sombra: es lo que tienen los mitos. En España la clase media o no existe mayoritariamente o hay que asumir que el sueldo de 1100 euros y empleo precario es clase media con todas sus consecuencias. Como el PP no está dispuesto a lo segundo, porque debería enfrentarle a una determinada concepción económica, imagina una idílica clase media en barrio residencial y chalet adosado que se presenta falsamente como la imagen pública y más numerosa de España. Así, para el PP el 63% de la población asalariada está desaparecida.

El PSOE, a su vez, es un títere del que seguramente sea el peor gobierno de toda la democracia española. En seis años han logrado aumentar el paro hasta el récord y el número de personas que cobra esta miseria. No está mal.

¿Pero y la autoproclamada izquierda? Tal vez un ejemplo paradigmático nos sirva. En Cataluña gobierna una alianza que se autotitula catalanista y de izquierdas. Su espíritu paleto no vamos a discutirlo aquí. Pero sí su presunto espíritu izquierdista. Paradójicamente en esa misma Cataluña los asalariados que ganan 1100 euros han subido un 5% en los últimos dos años, bueno quizás antes ganaban aún menos, y el paro sigue aumentado. Sin embargo, ¿cuál ha sido la máxima preocupación de dicho gobierno regional? El estatuto. Mejorando las condiciones sociales, sin duda. Y por si alguien cree que nos dejamos llevar por un espíritu antinacionalista, que como personas que leemos libros anida sin duda en nosotros, valga una anécdota sobre ese gran referente de la izquierda nacional que es IU. Recientemente su coordinador general Cayo Lara asistió, con su uniforme y todo, a un encuentro con el rey -no el mago sino el de España-. ¿Y de qué le habló? Pues según él mismo contó luego de sus planes para instaurar la III República: un estadista sin duda, un hombre de proyección histórica. Alguien que salva su puesto.

Así, a nadie le ha importado el dato porque a nadie le importa la realidad social sino la interpretación oligarca de dicha realidad que les mantiene en el poder: cada uno el suyo. Y así, esos partidos políticos que están hoy en espacio público no son sino máquinas de perpetuación institucional. El experimento crucial está cumplido.

Pero incluso aún queda un fleco ¿Y ese 63% de asalariados, dónde estan socialmente? ¿Dónde protestan? Si políticamente están en el limbo de los justos, donde ni pinchan ni cortan para los partidos, socialmente son inexistentes como lobby por ellos mismos. Ese 63% está callado. Una vez estaba con mi hermana en el fútbol y 70.000 personas se pusieron a gritar al árbitro. Ella comentó: si todos estos hicieran lo mismo ante su situación laboral, esto sería otra cosa. Revisen ustedes en los últimos 10 años cuáles han sido las grandes manifestaciones populares donde la gente ha acudido en masa. Y echénse a temblar cuando descubran qué es el limbo.