martes, noviembre 27, 2012

VIDA INTERIOR/105: CORRIGIENDO


¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará. Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.

¿Por qué no escribo? De vez en cuando trabajo. Pero, intento que solo sea de vez en cuando.

martes, noviembre 20, 2012

CARIDAD Y JUSTICIA SOCIAL


Ante la reciente huelga general se hizo una campaña buscando desincentivizarla basada en una llamada a la caridad. La vieja huchita con carita china del Domund volvió a salir a través de una petición, incluso apoyada por un diario tan equilibrado y fuera de toda sospecha sectaria como es La Razón –curioso nombre para quien debería llamarse El Dogma-,  que señalaba que mejor que hacer huelga era donar el dinero a un banco de alimentos o a, cómo no, Caritas. Y acababa señalando su rechazo a los sindicatos. Así lo que la campaña planteaba era la primacía moral  de la acción caritativa frente a la política. O tal vez, lo que en realidad señalaba era una defensa extrema del statu quo actual.

Por esta doble posibilidad, parece conveniente analizar la idea de caridad no tanto como ejercicio estrictamente individual sino como modelo social a imponer. Y al analizarla, desmontar esta visión de privilegio moral que luce la caridad presentando no solo su insuficiencia frente a la acción política por la justicia social, que resulta así superior moralmente, sino también su carácter integrador con el statu quo actual. A partir de ahora analizaremos la caridad como hecho social.

¿Qué es la caridad? Por supuesto, la caridad implica, y esa es su única verdad, una capacidad de sentir con el otro,  una compasión. Efectivamente, quien es sincero en su caridad lo es por su capacidad de empatizar con el otro en, al menos, un cierto grado. Pero sería erróneo identificar sin más la caridad con la compasión porque la primera es solo una forma de resolución, de varias posibles, de la segunda. Y no precisamente, como veremos,  la más moral.

La caridad se fundamenta sobre una acción individual exclusiva –aunque no por ello, por supuesto, ajena al análisis social- más o menos encomiable, que incluso permite ir al cielo. Como tal acción individual se corresponde con una interactuación determinada con el mundo desde una perspectiva subjetiva en un doble sentido: como acción y como fundamento teórico

Como acción, quien es caritativo pretende cambiar un momento de realidad pero no busca cambiar con ello, en su acción caritativa, ni el momento anterior que produjo este ni los momentos posteriores acaecidos por el mismo. Así, la acción caritativa soluciona el momento, lo cual por cierto individualmente no es poco, pero no soluciona la situación estructural. De esta forma, la caridad como solución resulta insuficiente, aunque pueda ser necesaria evidentemente en casos concretos.

Y ahí entra el problema del fundamento intelectual de la caridad cuando se quiere presentar como un proceso social. Efectivamente, para la caridad no existe la injusticia sino exclusivamente la situación de pobreza porque solo se puede hablar de injusticia cuando existe un discurso social sobre la realidad. Y para dicho discurso es necesario entender la realidad como una estructura interrelacionada de causas y efectos con una temporalidad de sucesión. Con este discurso, en el que se tiene en cuenta la estructura social, la partícula que une es porque como nexo causal; sin este discurso, como hace la caridad, es y como mera sucesión de datos. Para la caridad, hay pobres y ricos, y nada más que decir. Si acaso exclamar: ¡¡pobres pobres!!

Y precisamente en esto se inscribe su defensa del status quo. No se da esta defensa porque la caridad mitigue el sufrimiento de los derrotados por el proceso objetivo de la precarización, como clama cierta izquierda que parecería preferir su muerte por inanición para sacar fotos de pobres, preferentemente en blanco y negro que siempre luce más aquí, y esperar  así un levantamiento social por cierto improbable. Esta crítica, efectivamente, equivoca su objetivo por un doble motivo. Primero, porque deshumaniza precisamente a aquellos que presume defender al utilizarles como medios, que sufran más para que su situación sea insostenible, arrebatándoles su presente: bien está quien les ayude a seguir viviendo. Segundo, porque los pobres nunca han sido elemento revolucionario alguno y menos ahora: el capitalismo es más complejo que una lucha, o luchita, de ricos y pobres.

La defensa del statu quo, eso sí, está en el discurso implícito de la caridad como modelo social. Y con esto, y no curiosamente, la caridad se convierte en una garantía de la realidad de dominación en un doble sentido. Efectivamente, al presentar el mundo como ajeno a un proceso y solo como un perpetuo presente, la caridad genera una mentalidad de fatalidad: la pobreza es vista como una forma de ser sin conexión con circunstancias objetivas socioeconómicas. La pobreza es así una manera de existencia y la riqueza otra. La caridad, de esta forma, no desarrolla discurso explicativo sobre la realidad, un discurso filosófico explicando por qué hay lo que hay, sino meramente un catálogo de buenas acciones. De hecho, por eso el evangelio únicamente es un conjunto de anécdotas bienintencionadas de Jesús y hay que esperar primero a S. Pablo y luego a la patrística para que surja algo parecido a una doctrina explicativa.

Pero algo más, y aquí está lo segundo: la pobreza como forma de ser es vista como santa. Efectivamente, la forma de la pobreza es presentada, por ejemplo en el cristianismo, como el ideal de vida. Si no hay una explicación de la realidad como un desarrollo, esta se presenta como un esencialismo: cada cosa cumple lo que debe ser. Así debe haber ricos y pobres y, a través de la compasión, se está con los pobres porque son los que sufren, pero no porque sea lo justo. El pobre Lázaro irá al cielo y el rico Epulón al infierno, pero eso es venganza postrera y no justicia social: lo actual es lo que debe ser.

Sin embargo, la justicia social es al contrario. Y lo es tanto por la acción como por su discurso. En su discurso porque para ella es necesaria, precisamente para dotarla de sentido, la existencia de una racionalidad que sitúe razones y causas para poder definir esa justicia. Efectivamente, frente al criterio subjetivo de la caridad, la justicia social pretende un hecho objetivo: hay pobres y ricos por algo y al descubrir sus causas se puede actuar. Por ello la realidad no se presenta como momento sino como historia, como proceso de causas y efectos.

Pero, también la justicia social es contraria a la caridad en su acción. Esta, la caridad, realiza una acción concreta e individual, la justicia social busca cambiar la realidad injusta de forma global. Y por eso, quienes nos consideramos, tal vez también de forma autoproclamada, de izquierdas estamos contra esa idea de solidaridad que cubre el, escaso, panorama intelectual de los actuales movimientos progresistas: no queremos solidaridad, queremos justicia social. No queremos ser subjetivos, queremos ser, nada más y nada menos, objetivos.

Pero,no deseamos acabar este artículo -¿hay alguien ahí?- sin reponer objetivamente una injusticia. Jesús no es una figura que intelectualmente nos resulte atrayente: bueno, tampoco está mal pero vaya... Sin embargo, aún hay algo en él contemporáneo. Recientemente se anunciaba a bombo y platillo que Amancio Ortega había donado 20 millones a Caritas: un ejemplo, se nos decía. Es ingenuo pensar que Jesús, hace dos mil años, podía pensar en la caridad como actualmente pensamos. Pero, también es ingenuo que una figura fundamental de la historia de occidente en este problema nada tuviera que decir. Mucho del evangelio está pasado, pero sin embargo pervive aquello que aparece cuando la caridad es estrictamente personal y hay compasión –lo único cierto que pervive de Jesús-. Y también, sobrevive un pasaje sobre la caridad como hecho social. Un pasaje extraño para el autobombo. Dice Jesús que cuando deis limosna no seáis como los fariseos  que mandan tocar la trompeta para que así se conozca su acción; cuando vosotros deis limosna, remarcó, que no sepa vuestra mano derecha lo que hace la izquierda. Es sin duda, actual; tal vez, por eso, ningún obispo se lo remarcó a Amancio Ortega. 

miércoles, noviembre 14, 2012

VIDA INTERIOR/104: DE HUELGA GENERAL (antes de que acabe)

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará. Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.

Por cierto, un recuerdo imprescindible. Igual que hay derecho a hacer huelga lo hay a trabajar. Y quien coacciona en uno u otro lado es un fascista (e igual la próxima vez debo cambiar el orden de las entradas).


VIDA INTERIOR/103: DE HUELGA GENERAL

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará. Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.




Una lección diferente.


lunes, noviembre 12, 2012

MOTIVOS DE OTRA HUELGA


EL próximo día 14 de noviembre está convocada una huelga general. La pregunta es entonces evidente: ¿debemos o no hacer huelga? Obsérvese que la pregunta tiene un verbo determinado: deber. Es decir, no nos planteamos ya solo si hay que hacer huelga o no sino algo más. Efectivamente, nuestra pregunta es si debemos hacerla y nos habla de un compromiso que va más allá del interés.

Si nuestro análisis es cierto -bueceeno, lo es- estamos asistiendo a la precarización del sur de Europa y con ella de España. Desde este blog, como ya hemos señalado antes, defendemos que existe un proceso de precarización: la conversión del sur europeo, y tal vez del mundo, siguiendo el modelo chino (modelo BRIC). Este proceso no es una necesidad propia del desarrollo del capitalismo, lo que es muy importante de saber para poder actuar contra él, sino una acción de la oligarquía que busca con ello aumentar aún más su ganancia a costa de la depauperación socioeconómica de la mayoría de la población y de la pérdida de derechos. Así este proceso implica un cambio absoluto en el modelo social vigente del mundo desarrollado y con ello de España.

En España, en concreto, esto implica un nuevo modelo constituyente pues una parte fundamental del proceso de la transición -hoy tan denostado y como atestiguan los pactos de la Moncloa, el estatuto de los trabajadores o el propio artículo primero o el 128 de la constitución- estuvo fundado en ese modelo de bienestar social –que resultó siempre menor que el europeo, por cierto-. Así lo que está haciendo el actual gobierno, y que ya inició el anterior, es cambiar ese proceso constituyente bajo el mandato de la oligarquía social. Efectivamente, mientras los autoproclamados izquierdistas claman por hacer una nueva constitución, la oligarquía política y económica ya la está haciendo. El nuevo proceso constituyente, que comenzó con el artículo constitucional sobre el déficit pactado por el PP y el PSOE y ha continuado con todas las reformas y recortes, implica un nuevo marco de relación entre el estado y los ciudadanos. En la constitución original de 1978, surgida de la transición, la relación era de soberanía por parte de los ciudadanos y de garantía de derechos por parte del estado. Sin embargo, el nuevo proceso de la oligarquía implica una depauperación doble: los ciudadanos pierden soberanía y el estado se convierte en subsidiario.

Efectivamente, toda la política de Rajoy y del PP no es sino eliminar el estado social y democrático de derecho en aras de un nuevo estado al total servicio de la oligarquía y de su proyecto de precarización. Por eso, porque no se trata del enfrentamiento entre dos opciones de política económica sino entre dos configuraciones del estado y de la sociedad, esta huelga es tan importante. Se quiere imponer un nuevo modelo social y político sin pasar por la soberanía popular ya desterrada. Así, todo este proceso de cambio social y político no ha sido legitimado ni a través de su presencia en un programa electoral ni tampoco en un referéndum que se pueda considerar constituyente: el nuevo modelo, que niega al anterior que sí fue legitimado por elecciones y referendos, se impone a la población.

Por eso evidentemente y como no podía ser de otra forma, esta huelga es política. Pero lo es en un sentido distinto, mucho más noble, que la acción electoral. Nosotros, los huelguistas, no pretendemos imponernos a la fuerza sino mantener el único proceso constituyente actualmente legítimo que hay y defender la soberanía popular y nuestro modelo de convivencia como un estado social y democrático de derecho. El gobierno, sin embargo, rompe el modelo no solo en lo social, la precarización económica, sino también en lo político, con la pérdida de derechos y la reducción de la democracia. Puede que no haya nunca buenos absolutos pero demasiadas veces está claro quienes son los peores.

Hay un discurso indispensable. Lo hizo Abraham Lincoln tras la batalla de Gettysburg y apenas duró dos minutos. En él se responde a nuestro deber sobre la huelga ¿Por qué hacer huelga? No es solo porque me hayan quitado la paga extra o me suban impuestos. Es por algo más. Nuestra tarea el próximo día 14 es menos épica, menos arriesgada que una batalla. Sin embargo, en ambos lugares luchamos por lo mismo. Y esto por lo que luchamos es simple: para que un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la tierra.

martes, noviembre 06, 2012

NACIONALISMO E INTERÉS SOCIAL


El sentimiento de amor patrio es tan ridículo que de haber nacido unos kilómetros pa'llá se tendría otro. Sin embargo, aquello que sirve de coartada a acciones políticas relevantes no debe desdeñarse. Amar a Cataluña es tan idiota como amar a España -bueno siempre hay gente, como aquellos osos, llenos de amor- pero el hecho de que eso sea tema fundamental en un país con seis millones de parados y con deshaucios diarios debe llevarnos al análisis ¿Qué se esconde detrás de los nacionalismos en España? ¿Qué hay detrás del clamor por la independencia de Cataluña?

Alguien cándido podría pensar que el tener una lengua propia y una idiosincrasia particular. Pero hay ahí una trampa intelectual. Todo individuo, incluso aunque no quiera, tiene una lengua propia y una idiosincrasia con lo cual no es este el motivo. Pero el nacionalista nos señalará que él habla de pueblo patrio –oh, el pueblo patrio- y no de particulares. Y ahí empieza la trampa pues lo que es una abstracción intelectual de la filología -gente que habla una misma lengua- se convierte -por mor del romanticismo, el interés geopolítico prusiano y la burguesía alemana decimonónica- en sujeto político. Se puede hacer sin duda, pero también se puede negar. De hecho, si la lengua propia y la idiosincrasia fuera la causa última del nacionalismo este habría existido desde siempre y aún con más fuerza antes que ahora cuando las condiciones de aislamiento eran mayores. Sin embargo, no se tiene noticia de que los cavernícolas fueran nacionalistas patriotas –hasta ahora-.

Así, la causa última del nacionalismo no es lengua y patria sino algo más prosaico. Vengamos a España -uy, perdón, al estado español- y pongamos el caso, paradigmático, de Cataluña -uy, perdón de Catalunya mientras pienso en London- ¿A qué viene la cuestión independentista?

Los datos sociales son interesantes, los datos sociales son básicos. Y hay un dato muy curioso en la cuestión catalana: qué apoyos explícitos y claros tiene la aventura independentista. Resulta curioso, en primer lugar, que la idea de catalanidad como hecho relevante traspase las fronteras ideológicas. Efectivamente, el antiguo tripartito catalán, colmo de la izquierda en aquellos tiempos de ZP, se presentó a sí mismo, con la simpatía de la autoproclamada izquierda nacional, como catalanista y de izquierdas - ¿alguien se imagina algo así como españolista y de izquierdas? Pues eso, sin duda, es importante-. Efectivamente, mientras que el ferviente sentimiento nacional español ha quedado reducido, justamente, a la derecha y al fútbol, sin embargo el sentimiento patriótico de provincias escapa a una definición política precisa: todos compiten por ser catalanes –y por supuesto, del Barça-

De esta forma, hay algo en el nacionalismo catalán que va más allá de la ideología política. Alguien podría decir que es un sentimiento. Pero los sentimientos con implicaciones políticas y sociales, como el fascismo, deben ser explicados. Y como en el fascismo, detrás del sentimiento late el interés.

Pero cuando hablamos de interés en sociología no nos referimos a algo consciente individualmente, sino al interés objetivo de un grupo que puede ser explícito en un individuo o no. Así, un integrante de dicho grupo puede defender esas ideas por altruismo personal, incluso en emocionante amor patrio, pero lo importante es por qué su grupo social lo defiende como tal grupo. Por esto, hay que conocer qué grupos defienden el independentismo de una forma desaforada para desentrañar el sentimiento.

Además, lo citamos como quien no quiere la cosa, durante cuatro años el tema estrella de Cataluña fue el estatuto. La cosa parecía fundamental políticamente y un hecho básico para la población y de una magnitud popular sin precedentes: uno se imagina al pueblo catalán emocionado. Al final, ni el 50% fue a votarlo.
Unamos cabos sobre ese espíritu de independencia ¿Quién puede estar interesado en ella?

El grupo social que más gana con la independencia es, no curiosamente, una oligarquía: la clase política. Efectivamente, tal y como ya demostró el estatuto, quien está detrás del triunfo independentista, o de su amenaza, es la oligarquía política catalana. Esta sabe que, como en los virreinatos, en España tiene un techo de poder regional mientras que en un presumible estado independiente, o con su amenaza, su cuota de poder, y lo que ella implica, aumenta. Así, la clase política ama una Cataluña independiente -o su amenaza- que la permite multiplicar su poder. No es la razón de un sentimiento sino de algo más prosaico: una Cataluña independiente implicaría inmediatamente una subida de escalafón.

El segundo grupo social que más ganaría es la pequeña y mediana empresa. Efectivamente, el proteccionismo económico realizado por las administraciones catalanas, y eso y no otra cosa está detrás de las políticas lingüísticas que han servido para convertir Cataluña en un campo económico cerrado a la competencia a través de una lengua minoritaria como el catalán, ha generado un interés en la pequeña y mediana empresa sobre cuánto aumentaría este proteccionismo con un estado independiente. Así, el sueño del tendero de un país catalán se cimenta sobre la base de que la pequeña empresa no nacional no pueda competir: no sabrá decir calcetín en la lengua adánica. Y esto explica que, sin embargo, la gran empresa dude del fervor patrio. Por ejemplo, el presidente del Barca ya ha anunciado que su club, bueno más que un club, jugaría la traidora liga española aunque desde la catalanidad de Messi –por cierto, ¿hablará Messi, sin duda actualmente el mejor jugador del mundo, catalán?-. El Barça sueña con España y Europa mientras, la pequeña empresa sueña con un Hospitalet luchando por un puesto para la Champion desde la liga catalana.

Pero, ¿esta sucesión de ideas marxistas puede explicar tanto interés por la independencia? ¿Y la gente que acude a manifestaciones? ¿Y, descreído traidor marxista, el pueblo catalán? Dejando de lado que imagino que la mayor manifestación habida en Barcelona debe seguir siendo la celebración de la Champion 2011, por supuesto hay ahí una aparente dificultad. Resulta difícil de creer que todos y cada uno de los patriotas catalanes tengan un interés pecunario concreto: incluso imagino que ni tan siquiera se han parado a preguntarse la causa de su patriotismo. Pero, tampoco, hay que olvidar algo. Todo este estallido patrio se produce, como el fascismo, en época de crisis. Así, la gente cree que la culpa de los hospitales cerrados en Cataluña por el gobierno independentista, ya este ya el anterior, la tiene sin duda la población de Extremadura a la que también le cierran sus hospitales. Al fin y al cabo, lo que la izquierda no desea permitir y con razón socialmente, que quien más tenga más reciba, sin embargo sí parece que quiera permitirlo folclóricamente –en su, eso sí, sentido alemán, que cuando me pongo pedante me pongo pedante; o sea, sí se admite si se trata ya no de un individuo sino de un presunto pueblo-. Así, el catalán medio piensa que sus impuestos solo deben servir para su comarca del mismo modo que el rico medio piensa que sus impuestos deben contribuir a la subvención del caviar. Y eso en España tiene un nombre: cupo vasco (o navarro). Y ahí se encierra todo el problema: la oligarquía catalana quiere ser como la navarra o la vasca y como no ha tenido un grupo terrorista pues tarda un poco más en conseguirlo –uy, lo que he dicho-.

Efectivamente, detrás de todo el ferviente nacionalismo catalán y el somos una nación solo hay una unidad de destino en lo universal: ser una entidad financiera a servicio de la oligarquía como cualquier patria. Ya lo señaló Mas: si Rajoy hubiera aceptado el pacto fiscal… Cataluña, oh el pueblo, quiere pagar menos impuestos. Traduzco del catalán: la oligarquía provinciana quiere pagar menos impuestos a la chusma universal que incluye a los trabajadores que viven en Cataluña.

Ser marxista tiene un componente triste: la teoría se aplica también a uno mismo. España es una unidad de destino en lo financiero, es cierto. Por eso, también Cataluña: cualquier nación. Hoy, intentaba explicar qué es el bosón de Higgs en Filosofía y acababa diciendo que cuando se confirme su descubrimiento un grupo pensamos ir a Cibeles –la fuente donde en Madrid se celebran los triunfos de la selección- para celebrarlo. Una alumna ha señalado educadamente que iremos tres frikis y yo he dicho que si va tanta gente a celebrar un mundial o una Eurocopa sin duda irán millones a celebrar algo más importante: ¿o no?. Y un alumno, entonces, ha preguntado que si yo no me alegraba del triunfo de España. Me da igual, he contestado con sinceridad. Y él, costernado, ha añadido,
pero es que es España,
pero es que es España…

jueves, noviembre 01, 2012