El sentimiento de amor patrio es tan ridículo que de haber nacido unos kilómetros pa'llá se tendría otro. Sin embargo, aquello que sirve de coartada a acciones políticas relevantes no debe desdeñarse. Amar a Cataluña es tan idiota como amar a España -bueno siempre hay gente, como aquellos osos, llenos de amor- pero el hecho de que eso sea tema fundamental en un país con seis millones de parados y con deshaucios diarios debe llevarnos al análisis ¿Qué se esconde detrás de los nacionalismos en España? ¿Qué hay detrás del clamor por la independencia de Cataluña?
Alguien cándido podría pensar que el tener una lengua propia y una idiosincrasia particular. Pero hay ahí una trampa intelectual. Todo individuo, incluso aunque no quiera, tiene una lengua propia y una idiosincrasia con lo cual no es este el motivo. Pero el nacionalista nos señalará que él habla de pueblo patrio –oh, el pueblo patrio- y no de particulares. Y ahí empieza la trampa pues lo que es una abstracción intelectual de la filología -gente que habla una misma lengua- se convierte -por mor del romanticismo, el interés geopolítico prusiano y la burguesía alemana decimonónica- en sujeto político. Se puede hacer sin duda, pero también se puede negar. De hecho, si la lengua propia y la idiosincrasia fuera la causa última del nacionalismo este habría existido desde siempre y aún con más fuerza antes que ahora cuando las condiciones de aislamiento eran mayores. Sin embargo, no se tiene noticia de que los cavernícolas fueran nacionalistas patriotas –hasta ahora-.
Así, la causa última del nacionalismo no es lengua y patria sino algo más prosaico. Vengamos a España -uy, perdón, al estado español- y pongamos el caso, paradigmático, de Cataluña -uy, perdón de Catalunya mientras pienso en London- ¿A qué viene la cuestión independentista?
Los datos sociales son interesantes, los datos sociales son básicos. Y hay un dato muy curioso en la cuestión catalana: qué apoyos explícitos y claros tiene la aventura independentista. Resulta curioso, en primer lugar, que la idea de catalanidad como hecho relevante traspase las fronteras ideológicas. Efectivamente, el antiguo tripartito catalán, colmo de la izquierda en aquellos tiempos de ZP, se presentó a sí mismo, con la simpatía de la autoproclamada izquierda nacional, como catalanista y de izquierdas - ¿alguien se imagina algo así como españolista y de izquierdas? Pues eso, sin duda, es importante-. Efectivamente, mientras que el ferviente sentimiento nacional español ha quedado reducido, justamente, a la derecha y al fútbol, sin embargo el sentimiento patriótico de provincias escapa a una definición política precisa: todos compiten por ser catalanes –y por supuesto, del Barça-
De esta forma, hay algo en el nacionalismo catalán que va más allá de la ideología política. Alguien podría decir que es un sentimiento. Pero los sentimientos con implicaciones políticas y sociales, como el fascismo, deben ser explicados. Y como en el fascismo, detrás del sentimiento late el interés.
Pero cuando hablamos de interés en sociología no nos referimos a algo consciente individualmente, sino al interés objetivo de un grupo que puede ser explícito en un individuo o no. Así, un integrante de dicho grupo puede defender esas ideas por altruismo personal, incluso en emocionante amor patrio, pero lo importante es por qué su grupo social lo defiende como tal grupo. Por esto, hay que conocer qué grupos defienden el independentismo de una forma desaforada para desentrañar el sentimiento.
Además, lo citamos como quien no quiere la cosa, durante cuatro años el tema estrella de Cataluña fue el estatuto. La cosa parecía fundamental políticamente y un hecho básico para la población y de una magnitud popular sin precedentes: uno se imagina al pueblo catalán emocionado. Al final, ni el 50% fue a votarlo.
Unamos cabos sobre ese espíritu de independencia ¿Quién puede estar interesado en ella?
El grupo social que más gana con la independencia es, no curiosamente, una oligarquía: la clase política. Efectivamente, tal y como ya demostró el estatuto, quien está detrás del triunfo independentista, o de su amenaza, es la oligarquía política catalana. Esta sabe que, como en los virreinatos, en España tiene un techo de poder regional mientras que en un presumible estado independiente, o con su amenaza, su cuota de poder, y lo que ella implica, aumenta. Así, la clase política ama una Cataluña independiente -o su amenaza- que la permite multiplicar su poder. No es la razón de un sentimiento sino de algo más prosaico: una Cataluña independiente implicaría inmediatamente una subida de escalafón.
El segundo grupo social que más ganaría es
la pequeña y mediana empresa. Efectivamente, el proteccionismo económico realizado por las administraciones catalanas, y eso y no otra cosa está detrás de las políticas lingüísticas que han servido para convertir Cataluña en un campo económico cerrado a la competencia a través de una lengua minoritaria como el catalán, ha generado un interés en la pequeña y mediana empresa sobre cuánto aumentaría este proteccionismo con un estado independiente. Así, el sueño del tendero de un país catalán se cimenta sobre la base de que la pequeña empresa no nacional no pueda competir: no sabrá decir calcetín en la lengua adánica. Y esto explica que, sin embargo, la
gran empresa dude del fervor patrio. Por ejemplo, el presidente del Barca ya ha anunciado que su club, bueno más que un club, jugaría la traidora liga española aunque desde la catalanidad de Messi –por cierto, ¿hablará Messi, sin duda actualmente el mejor jugador del mundo, catalán?-. El Barça sueña con España y Europa mientras, la pequeña empresa sueña con un Hospitalet luchando por un puesto para la Champion desde la liga catalana.
Pero, ¿esta sucesión de ideas marxistas puede explicar tanto interés por la independencia? ¿Y la gente que acude a manifestaciones? ¿Y, descreído traidor marxista, el pueblo catalán? Dejando de lado que imagino que la mayor manifestación habida en Barcelona debe seguir siendo la celebración de la Champion 2011, por supuesto hay ahí una aparente dificultad. Resulta difícil de creer que todos y cada uno de los patriotas catalanes tengan un interés pecunario concreto: incluso imagino que ni tan siquiera se han parado a preguntarse la causa de su patriotismo. Pero, tampoco, hay que olvidar algo. Todo este estallido patrio se produce, como el fascismo, en época de crisis. Así, la gente cree que la culpa de los hospitales cerrados en Cataluña por el gobierno independentista, ya este ya el anterior, la tiene sin duda la población de Extremadura a la que también le cierran sus hospitales. Al fin y al cabo, lo que la izquierda no desea permitir y con razón socialmente, que quien más tenga más reciba, sin embargo sí parece que quiera permitirlo folclóricamente –en su, eso sí, sentido alemán, que cuando me pongo pedante me pongo pedante; o sea, sí se admite si se trata ya no de un individuo sino de un presunto pueblo-. Así, el catalán medio piensa que sus impuestos solo deben servir para su comarca del mismo modo que el rico medio piensa que sus impuestos deben contribuir a la subvención del caviar. Y eso en España tiene un nombre: cupo vasco (o navarro). Y ahí se encierra todo el problema: la oligarquía catalana quiere ser como la navarra o la vasca y como no ha tenido un grupo terrorista pues tarda un poco más en conseguirlo –uy, lo que he dicho-.
Efectivamente, detrás de todo el ferviente nacionalismo catalán y el somos una nación solo hay una unidad de destino en lo universal: ser una entidad financiera a servicio de la oligarquía como cualquier patria. Ya lo señaló Mas:
si Rajoy hubiera aceptado el pacto fiscal… Cataluña, oh el pueblo, quiere pagar menos impuestos. Traduzco del catalán: la oligarquía provinciana quiere pagar menos impuestos a la chusma universal que incluye a los trabajadores que viven en Cataluña.
Ser marxista tiene un componente triste: la teoría se aplica también a uno mismo. España es una unidad de destino en lo financiero, es cierto. Por eso, también Cataluña: cualquier nación. Hoy, intentaba explicar qué es el bosón de Higgs en Filosofía y acababa diciendo que cuando se confirme su descubrimiento un grupo pensamos ir a Cibeles –la fuente donde en Madrid se celebran los triunfos de la selección- para celebrarlo. Una alumna ha señalado educadamente que iremos tres frikis y yo he dicho que si va tanta gente a celebrar un mundial o una Eurocopa sin duda irán millones a celebrar algo más importante: ¿o no?. Y un alumno, entonces, ha preguntado que si yo no me alegraba del triunfo de España. Me da igual, he contestado con sinceridad. Y él, costernado, ha añadido,
pero es que es España,
pero es que es España…