¿Colegios bilingües para mejorar la educación? Empecemos por la pedagogía real, o sea: la que se hace fuera de las universidades. ¿Es posible que los colegios bilingües sean una forma de mejorar la educación de los alumnos, que sería el objetivo último del sistema? Pues parece ser que no. Analicemos esto despacio. En primer lugar vayamos con el profesorado. ¿Quiénes van a dar clase en los colegios bilingües? Aquellos profesores que, lógicamente, se habiliten, es decir: tengan los conocimientos suficientes de inglés. Obsérvese que no hay ningún requisito pedagógico –por ejemplo, ser seleccionados por su valía- sino uno meramente instrumental como es saber otro idioma: pueden dar la clase tan bien, o tan mal, pero eso sí en otra lengua. Es el mismo sistema de las autonomías paletas –saberse el idioma regional como condición indispensable- pero aquí con ínfulas planetarias: saber inglés. Así, el centro bilingüe en ningún caso asegura que los mejores profesores vayan a ir a ellos –aunque acabaran yendo por lo que explicaremos en otro punto-. Pero, ¿y los alumnos? El embrollo promete ser interesante. En primer lugar, el centro bilingüe no refleja una realidad social, en su casa no será común hablar inglés, así que el niño tendrá unos conocimientos de la lengua remitidos a lo aprendido en la escuela. ¿Serán estos suficientes para entender una clase de historia, de ciencias o de tecnología dada en inglés? Parece claro que no. Si hay un 30% de fracaso escolar y un 40% de inadecuación entre la edad y el curso –o sea: de tasa de repetición-, ¿es la solución la enseñanza bilingüe donde el niño encima oirá aquello que ya de por sí en alto grado no entiende en un idioma que encima no controla?
Surge así la sorprendente paradoja de cómo una medida auspiciada especialmente por la derecha, Esperanza Aguirre como paladín, es el mayor triunfo de la basura LOGSE. La idea de una clase de cualquier materia de la ESO dada integramente en inglés implica necesariamente la bajada de los contenidos curriculares de la misma, o sea: la bajada de nivel cultural, hasta aspectos ya bastante ínfimos, que puedan ser explicados con vocabulario y estructura gramatical de nivel bajo en otra lengua. Así, los alumnos que vayan a estos centros recibirán necesariamente menos contenidos, pues el instrumento para los mismos será mas deficitario por su bajo conocimiento frente al español. Sin embargo, y esto es la clave, saldrán sin duda sabiendo más inglés, un saber instrumental, y menos conocimientos intelectuales. Pura LOGSE y como tal puro dislate educativo. Se aprenderá menos, se sabrá menos, pero sabrán decir lo poco que saben en inglés.
Está guay: it´s cool.
Entonces, ¿por qué se abren colegios públicos bilingües? ¿Por qué ningún sindicato ni partido de la autoproclamada izquierda está en contra? Porque hay un contexto social fuera de lo educativo donde sí interesa la educación –en realidad tras lo visto su ausencia- bilingüe.
Por un lado, el profesorado sabe que los alumnos que irán a los centros bilingües estarán más motivados familiarmente y por tanto su comportamiento será mejor que el de los alumnos que no vayan. Al fin y al cabo, el profesorado está harto -aunque eso no quiere decir que sea inocente de una situación a la que se ha llegado por su complicidad- de unos institutos donde reina la indisciplina generalizada y de una enseñanza que las sucesivas leyes educativas han convertido en basura. Y sueña ya con una salida individual a su situación como es la plantilla del bilingüe: un lugar donde poder jubilarse –aunque no pueda dar clase realmente- tranquilo.
A su vez, los padres más preocupados, paradójicamente, por la educación notan como las aulas públicas son cada vez peores y, en cuanto pueden, envían a sus hijos a la concertada. Pero, si hubiera una pública que siguiera la política concertada –o sea: seleccionar alumnos- no cabe duda de que volverían a ella. Así, la educación bilingüe en los públicos realizará esa selección. No es por tanto, como pudiera pensarse, que haya una maldad en padres o profesores al escoger la bilingüe, sino que la propia administración pública -empezando por la autoproclamada izquierda que ha hecho las leyes destructivas y continuando por la derecha de toda la vida que apoya la segregación por principio- les ha empujado a ello. Por supuesto, no son inocentes, ellos mismos han permitido esto con su silencio, pero tampoco son los más responsables.
Socialmente, así, la educación bilingüe funciona. Permite una segregación del alumnado y con ello una tranquilidad para la clase sociales más favorecidas y para el sector del funcionariado. Es, políticamente, perfecto. Además, no produce desafectación entre las clases bajas pues sus hijos seguirán asistiendo a la escuela como siempre para que los padres, que tampoco son inocentes y olviden ustedes el espíritu de caritas, puedan librase de ellos un rato y luego ir a protestar. De esta forma, la educación bilingüe tiene una finalidad última no educativa sino de respuesta a una petición social: la generacion de una doble vía educativa. Por un lado, la enseñanza privada –pura o concertada- y bilingüe pública para las clases sociales sociales más favorecidas que muestran una preocupación por la educación de sus hijos y que conseguirán no mezclarse; por otro, la enseñanza pública pura que será reservada para los alumnos menos motivados y los inmigrantes.
La diferencia fundamental entre la educación pública y la privada no es, como pudiera parecer a simple vista, que una sea gratuita y la otra no, sino algo más profundo. La diferencia fundamental entre una y otra es la función que cumplen y el objetivo que buscan. La enseñanza privada es una enseñanza reservada a ciertas élites, que cumple la función de formar a sus alumnos en cuanto pertenecientes a dicha casta y con el objetivo de perpetuar su poder. Por ello, la enseñanza privada es selectiva, ya sea con un matiz económico, ya sea con un matiz ideológico o bien con una razón del rancio abolengo –como por ejemplo en ciertos colegios privadísimos o en determinadas escuelas inglesas-. Además, la enseñanza privada es una constante en la historia pues la necesidad de educar a la élite va unida al sometimiento social: el conocimiento tiene la función social del control y la dominación de los unos, los letrados, frente a los otros, los iletrados. Por eso, por ejemplo, en toda la historia de la humanidad, hasta la Ilustración, la educación no aparece como obligatoria o con pretensión de universalidad sino como minoritaria: las iglesias en occidente eran mucho más numerosas que las escuelas porque en las primeras se adoctrinaba en la fe de la sumisión y en las segundas se educaba, pero solo a la élite. Sin embargo, la enseñanza pública tiene un doble matiz ilustrado: por un lado, su universalidad compatible con los derechos del ciudadano; por otro, la vieja idea de que la adquisición de la cultura es una necesidad de la emancipación.
La segunda idea, aquella de la cultura, fue destruida por la LOGSE y sus sucedáneos posteriores como la LOE. Pero, quedaba, maltrecha, la segunda. Y para eso, precisamente, está la creación de esa doble vía antes citada donde quienes puedan irán a las escuelas de élites -no por su contenido cultural ya desfasado sino, logsianamente, por el mero hecho de aprender el procedimental inglés y actitudinalmente para librarse de los problemas de indisciplina- y el resto seguirán en la –auténticamente- educación pública, o sea: una educación basura.
My tailor is rich, sin duda. Bueno, también porque yo pago mis trajes.