La
diferencia entre la izquierda y la derecha está en la jerarquía de sus valores.
Por ejemplo, para la izquierda un valor superior será la igualdad mientras que
para la derecha un valor superior será la libertad económica. Si estos dos
valores entran en contradicción, y por esa misma jerarquía, la derecha escogerá
la libertad económica y la izquierda la igualdad. Así, se puede señalar que la
pertenencia o no a una determinada doctrina política guarda relación con la
forma en la cual se jerarquizan estos valores señalando unos más importantes
que otros. De esta forma, la diferencia entre la izquierda y la derecha en
política no es sólo sobre una forma de hacer las cosas, la gestión, sino
también, y de manera muy importante, sobre las prioridades dentro de la acción
política y para qué se hace.
Todo
esto, viene al caso por el problema de gobernabilidad que actualmente existe en
España tras las elecciones generales.
Efectivamente, existe un problema para formar gobierno y hay dos
opciones claras: o un gobierno dominado por el Partido Popular o un gobierno en
el cual el Partido Popular no esté presente. Todo lo demás, conduciría a nuevas
elecciones y con ellas, probablemente, a un gobierno del Partido Popular. Lo
cual nos lleva a las dos únicas oportunidades anteriormente descritas.
Pero
alguien, y con razón, podría preguntar si es tan importante que gobierne o no
el Partido Popular. Hay un viejo chiste sobre PPSOE. Es ingenioso sin duda pero
a su vez incorrecto. Solo hay que ver la perspectiva histórica para confirmar
que no es lo mismo el gobierno de uno y otro. Cuando ha gobernado el PSOE la
cuestión ha sido si se habían logrado todos los derechos que se habrían podido
conseguir. Sin embargo, cuando gobierna el Partido Popular, el resultado
implica cuántos derechos se nos han recortado. No se trata por tanto de que el
PSOE sea el infatigable paladín del progreso, pero a veces en política se trata
del mínimo colectivo positivo o la resta negativa. Y la anterior legislatura ha
sido de resta negativa.
Efectivamente,
en política hay cuatro maneras fundamentales de ejercer.
La
primera es de forma conservadora y consiste en gobernar para mantener lo que
hay.
La
segunda es de manera revolucionaria cuya finalidad seria realizar un cambio
sustancial no sólo de ciertos hechos sino de todo el sistema económico y el
modelo social.
La
tercera es la progresista que sería incrementar derechos pero sin cambiar
sustancialmente el statu quo.
Y,
por último, estaría la reaccionaria que pretendería volver a una situación
anterior que implicaría, y eso es fundamental, la pérdida de derechos ganados
anteriormente.
El
gobierno del PP ha sido, aplicando las categorías anteriores, un gobierno
reaccionario pues enmarcado en un Proceso
de Precarización todo su empeño ha estado en reducir derechos económicos,
sociales y políticos. Por ello, es tan importante que el PP no vuelva a
gobernar ya que lejos de abandonar esta agenda la mantendrá: todavía podemos
perder más derechos.
Pero,
ahora es también fundamental que no haya un gobierno conservador pues este sólo
mantendría la actual situación de precarización. Así, la presencia de
Ciudadanos en el gobierno como pieza fundamental no sería una buena noticia
para el desarrollo de los derechos sino para la consolidación de los recortes.
Como ya hemos defendido aquí,
Ciudadanos surgió como una forma de rentabilizar para la derecha los votos
perdidos por el PP y, de hecho, la agenda social del partido de Rivera es la
del PP.
¿Debería
ser entonces un gobierno revolucionario? Si bien a pequeña escala, siempre
siguiendo su modelo Apple y el lanzamiento cada año de un nuevo y un poquito más revolucionario iphone,
Podemos pretende hacer una legislatura constituyente –aunque poco-. Eso pasa
por cambiar aspectos básicos de la constitución, especialmente los referentes al
factor territorial. Dejando a un lado que no se entiende que gente autodenominada
de izquierdas crea que existan identidades colectivas y nacionales, esa cosa
tan paleta como es el pueblo catalán, lo interesante verdaderamente aquí es si
esto sería hoy posible en España y si sería bueno desde un punto de vista de
ganar derechos. Cualquier reforma
constitucional, salvo tal vez si se sigue un método bolivariano, implica la
mayoría del Senado y del Congreso.
Claramente no lo hay. Entonces se descarta.
Desde
una perspectiva progresista solo queda, entonces, la idea de un gobierno que genere
nuevos derechos. Y ahora, ¿cuáles? España está en una situación de emergencia
como estado. No tanto por el paleto desafío catalán como por su desintegración
como estado social y democrático de derecho, tal y como la define la
constitución. Todo el proceso de precarizacion necesita la destrucción de esta
definición. Una verdadera legislatura constituyente, por tanto, no debe buscar
ahora cambiar sustancialmente la constitución para hacerla progresista sino
restituirla en tanto en cuanto ya es progresista. Si el PP ha sido un gobierno
de reacción corresponde en aras de lo social un gobierno no conservador sino
progresista y es urgente.
¿Pero
sobre qué base lograr el pacto?
Un
pacto se realiza en un acuerdo beneficio colectivo. Algo en que todo individuo
que se considere progresista estará de acuerdo es que ha habido durante la
última legislatura recortes en derechos sociales, políticos y económicos. Por
tanto, resulta claro que todos estaríamos de acuerdo en que, por ejemplo, los
españoles estábamos mejor a nivel de derechos, y eso es a nivel de democracia
real, por ejemplo en 2007 o 2008.
Si
esto es así, la base del pacto más sencilla y segura, para su realización y
verificar su grado de cumplimiento, sería situar su objetivo en volver a los
derechos de 2008 o 2007. Y eso implicaría
derogar todas aquellas leyes que el PP hizo para reducirlos. Es sencillo y es
posible.
¿Y
quienes deberían formar el pacto? Si se trata de un pacto progresista hay tres
formaciones minimo que deberían estar presentes: PSOE, IU y Podemos.
¿Y
políticamente hay interés por el pacto? En realidad el gran problema del pacto
es la política interna de los partidos.
Pedro
Sánchez sabe que su única posibilidad de seguir al frente del PSOE es llegar a
la presidencia del gobierno: está deseando pactar. El problema es que también
lo saben los barones y quieren, especialmente Susana Díaz, conseguir ellos el
poder del partido lo que implica boicotear el acceso de Sánchez al gobierno.
Así que, por ahora pero hay prisa, el PSOE desea pactar.
Pero
aquí la clave es Podemos. Podemos tiene un doble problema, como el PSOE, pero
piensa que no le interesa pactar, al contrario que a Pedro Sánchez. Su primer
problema es sus grupos paletos -perdón: plurinacionales del “país de países”-
que le llevan a situar en primer plano las aldeas. Su segundo problema, y más grave, es su idea de convertirse,
cumpliendo el sueño del PP –otro día lo explicamos-, en el partido de la
oposición desbancando al PSOE: y para eso necesita nuevas elecciones.
Así,
la diferencia con el PSOE no es de partido, ambos como instituciones y por
motivos de poder anhelan que no haya pacto, sino de personas. Mientras que
Sánchez necesita el pacto, Iglesias, en sus ensoñaciones mesiánicas, piensa que
sin él ascenderá.
Creer
que las instituciones políticas actúan por el exclusivo interés de los ciudadanos
es ingenuo. Pero también es cierto que probablemente yo no daría clase si no me
pagaran. Trabajar con el interés personal para el beneficio colectivo forma
parte esencial de la política.
Hoy
está claro el beneficio colectivo.
Es
un beneficio colectivo que no gobierne el PP.
Es
un beneficio colectivo que se pare el proceso de precarización.
Es
un beneficio colectivo derogar la Reforma Laboral, la LOMCE, la Ley Mordaza y
todas las leyes que han recortado derechos.
Es
un beneficio colectivo que España vuelva a ser un estado social y democrático
de derecho.
Todo
lo demás, vamos a ser serios, son chorradas.