miércoles, febrero 27, 2013

VIDA INTERIOR/111: CANDIDATURA (quiero ser papa -sin acento-)


¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará. Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser  feliz.

Yo soy un tío con una gran espiritualidad. A veces, incluso, consigo desarrollar mi vida interior y no dormirme. Aunque no siempre.

Siempre he sido un tío,además, volcado en la mística. Hay ocasiones en que oigo algo sobre ella y no me río: ah, el anhelo de la unión con el absoluto.
  
En fin, que creo que doy el perfil.

Por todo ello, desde aquí presento mi candidatura a que el Espíritu Santo, o en su defecto el cónclave de Roma, me nombren papa (sin acento, no nos hagamos líos). Al fin y al cabo, si no me puedo dar de baja de la empresa me gustaría entrar en el organigrama.

miércoles, febrero 20, 2013

SUPLANTADO EN TWITTER

Se ha suplantado mi personalidad en twitter a través de la cuenta @EnriquePMesa. Lo he reportado a twitter para que se suspenda la cuenta y, aparte, veré qué medidas legales se pueden tomar. Hago este aviso para que nadie crea que estoy en twitter en esa cuenta. 

Y sí, siempre hay alguien que lo estropea.


lunes, febrero 18, 2013

DERECHOS Y SOPA BOBA: SOBRE LA RENTA BÁSICA.


Entendemos por renta básica ciudadana el hecho de que todo ciudadano cobre un sueldo por este motivo, ser ciudadano, como un -presunto- derecho social. Por ello, cuando aquí hablemos de esto nuestro último objetivo será analizar exclusivamente este significado y no otros tipos de subsidios o pagas que tienen necesariamente un análisis distinto. Así, nuestra crítica, en su doble sentido de análisis y desacuerdo, a esta idea de la renta básica tiene una triple dirección: pragmática social, política y de índole moral.

El primer motivo es el pragmático. Aquí hay tres elementos a analizar.

El primero de ellos, y el más anecdótico, sería el criterio a seguir para  conceder la renta. Efectivamente, se podría dar por motivos de ciudadanía restringida, ciudadanos con derecho a voto, o con ideal extenso, incluyendo además a aquellos que tienen la residencia, e incluso con ideal guay: también a los inmigrantes ilegales. En cualquiera de los tres casos sería problemático pues al aceptar el primero o incluso el segundo se realizaría una discriminación que no parecería muy social, si la sanidad o la educación deben ser universales como creemos, pero en el caso de aceptar el tercero la cosa tendría evidentes consecuencias que no vamos a relatar aquí.

Pero esto es anecdótico en comparación con el segundo problema: ¿de dónde saldría el dinero? Lo gratis no existe: generar una renta mínima implicaría una inversión millonaria y un gasto real. Pero, alguien podría decir que siguiendo la regla de tres -nota: ¿por qué los profesores de matemáticas odian la regla de tres?-: se debería entonces quitar la educación o la sanidad pública. Y aquí viene otro punto interesante. La educación o la sanidad gratis implican, económica y socialmente hablando, una inversión respecto al futuro y no un gasto: no se vive de ella sino que te prepara para vivir en unas condiciones en las que el sujeto va a devolver esta inversión a la sociedad. Sin embargo, la renta básica no funciona así sino al contrario.

Efectivamente, aquí viene el tercer punto básico del pragmatismo. Generar una renta básica ciudadana implica dar dinero mensual por el hecho de ser alguien, un ciudadano, aunque no se haga nada. Así, un sujeto puede vivir de ella exclusivamente sin hacer nada más. En el concepto roussionano, malentendido con respecto a la teoría del autor –nota: que tampoco es santo de nuestra devoción-, la bondad natural hará que todos busquen cooperar. En el hecho social real, no. Y además serán las clases bajas las que en mayor proporción actuarán así pretendiendo vivir de la sopa boba. Efectivamente, con menos expectativas sociales que otros grupos, y menos ambición, un amplio sector de las clases bajas convertirá la renta básica en una forma de vida: vivir de las rentas del estado. La ciudadanía no será su ejercicio sino su derecho a la pereza.

Y aquí, y por esto y más importante, entra el factor político: ¿qué función debe tener un derecho desde una perspectiva de izquierdas? Un derecho debe servir para desarrollar una vida pero nunca debe transformase en una forma de vida. La sociedad debe generar las condiciones previas para permitir a los individuos desarrollar la vida autónoma y por eso defendemos los derechos políticos y también los sociales. Sin embargo, el problema de la renta básica es que se trata de un derecho que puede convertirse en una forma de vida: la generación de un grupo social que viva de la caridad pública.

Y esto conlleva, a su vez, dos problemas políticos.

En primer lugar está el problema de la integración absoluta y perfecta. Efectivamente, la existencia de un colectivo social que vive de ser meramente social, de la sopa boba, implica la integración perfecta de dicho colectivo como fuerza conservadora de la sociedad que le mantiene. Es decir, el colectivo implicado estará contra cualquier cambio social excepto aumentar su limosna y defender a las almas caritativas que se las ofrecen: la señora marquesa, la señora duquesa,…

En segundo lugar, es el sueño perfecto de la dominación totalitaria. Un derecho social cuya existencia no implica la autonomía personal sino la dependencia absoluta es el sueño de toda sociedad autoritaria. Y la renta básica ciudadana, como ya sabía la Roma imperial, va por tal camino.

Y así, enlazando con lo anterior entramos de lleno en el problema moral que aquí es el más importante. La moral no debe confundirse  necesariamente con la política en todas y cada una de sus manifestaciones pero no nos cabe duda de que el ideal político debe tener contenido moral. El ideal político de la izquierda debe ser la autonomía de los individuos. Obsérvese que no hemos puesto ni la igualdad ni la libertad. No debe ser la igualdad porque esta se puede conseguir, como lo hicieron los regímenes comunistas, sin necesidad de la autonomía personal: la pura heteronomía del estado dictador. Tampoco debe ser la libertad porque esta solo implica una capacidad formal. La libertad no implica necesariamente una situación social que permita al sujeto llevar una vida autónoma: los pobres pueden ser perfectamente libre.

De esta manera, la autonomía implica algo más que la libertad al ser no solo formal sino también práctica: la idea de autonomía -como demuestra el hecho de su sentido moral- implica obrar. La autonomía es la libertad de obrar. Así, pedir autonomía es pedir la existencia de unas condiciones sociales para ese obrar. Y por eso la izquierda debe defender los derechos sociales que no son por ello un fin sino un medio. Pero, ¿no sería la renta básica la creación definitiva de esas  condiciones para obrar? Al revés, es su traición.

La renta básica es la pura heteronomía en un sentido doble. En primer lugar, porque la condición de posibilidad del desarrollo de la propia vida es ahí la dependencia social. En segundo lugar, porque el derecho ya no se concibe como una condición para la vida propia  sino como una forma de vida ya escrita. La renta básica permite vivir de la renta básica y nada más: la vida ya escrita en la sopa de letras pero boba.

La izquierda debe defender los derechos sociales no como un fin en sí mismos, tal y como se defiende la caridad, sino como un medio para lograr el auténtico fin: la autonomía de los sujetos. Los derechos sociales deben cumplir este objetivo y por eso se defiende, entre otros, la educación o la sanidad. Sin embargo, la renta básica no es sino la conversión de la sopa boba al ñoño laicismo. Un derecho sirve para desarrollar la vida, una cadena la ata.  

jueves, febrero 07, 2013

LA TRAGEDIA (menos) Y LA FARSA (más)

Cuentan las crónicas históricas que María Antonieta al ser advertida de que el pueblo de París pedía pan sentenció: ¿Que no tienen pan? ¡Pues que coman pasteles! 
Acabó en la guillotina.

Cuentan las crónicas rosa que Ana Mato ha señalado su momento preferido del día: Por la mañana, cuando veo cómo visten a mis hijos. 
Está de ministra de Sanidad.
Bueno, de ministra del PP, ossssea.

lunes, febrero 04, 2013

¿SEGUIRÁ SIENDO ESPAÑA UNA DEMOCRACIA?


1.- En el artículo anterior nos preguntábamos si España era o no una democracia. Hablábamos así de la actualidad, todavía ahora, y nuestra respuesta era afirmativa: España es una democracia.
Además, en nuestro escrito, para analizar la cuestión, dábamos tres definiciones de democracia: exclusivamente política; política y con derechos sociales; y por último, una como ideal. Y comparando con las dos primeras, España era una democracia homologable al resto de Europa.
Pero tal vez era solo aún una afirmación. Porque el hecho de que un país sea en la actualidad una democracia no implica que lo vaya a seguir siendo para siempre.

2.- Tesis: la democracia española está en peligro de desaparecer como tal democracia. Y su principal enemigo no son los que cantan lo llaman democracia y no lo es, sino dos factores interconectados entre sí: uno nacional y otro, que es el principal,  internacional. El verdadero enemigo de la democracia es, así, la condición real que permite a la oligarquía comprender que puede aumentar, con la nueva situación económica, su rapiña social y que, para ello, debe acabar con la democracia.

3.- ¿Cuál es esta nueva situación? Hay dos enemigos fundamentales de la democracia: el proceso de precarización y la repercusión concreta que este proceso tiene en nuestro país (que, por cierto, es España). Obsérvese, es importante, que no hablamos del capitalismo como sistema sino de dos hechos no necesarios en él. Porque, sin duda, el Capitalismo es explotación, y la mayor explotación, pero el proceso de precarización implica una explotación específica y concreta.

4.- Efectivamente el factor fundamental de riesgo para la democracia es el proceso de precarización: la conversión del sur de Europa, y tal vez del mundo, en una realidad socioeconómica cuyo ejemplo son los BRIC (Brasil, Rusia, India y, especialmente, China) . Se trataría así de crear un modelo social con una reducción sustantiva de derechos sociales y políticos, una disminución de la democracia como participación de los ciudadanos en el poder político y una importante reducción del nivel de vida. Y el responsable principal de este proceso es la oligarquía económica.
Resumen: este proceso es un enemigo de la democracia porque genera un nuevo modelo social y político que ya es incompatible con aquella.

5.- ¿Qué pretende el proyecto de precarización? Es un proyecto centrado en la reconquista absoluta del poder social, económico y político por parte de la oligarquía económica y social, a imitación de los BRIC y en concreto China, aprovechándose del ensanchamiento del mercado de consumo con la incorporación de esos países y la no necesidad actual, por ello, de un alto nivel de vida en occidente para crear mercado -aquí pueden ver un resumen-.

6.- ¿Qué modelo social propone el proyecto de precarización y por qué es contrario a la democracia? Propone un doble modelo. Hasta ahora las democracias europeas, especialmente aunque no de forma exclusiva, se han cimentado sobre un modelo social característico que se puede resumir en dos ideas interconectadas: estado del bienestar y emergencia de la clase media hasta hacerse hegemónica. Sin embargo, la clave social del proyecto de precarización es la depauperación de la clase media, expandida antes por la necesidad de mercado del nuevo capitalismo, y la desaparición del estado como contrapoder ante la oligarquía económica –en el sentido de impedirle campar a sus anchas-. Este nuevo modelo implica una sociedad basada en la depauperación social y económica de la mayoría de la población y una reducción del estado a mero gestor de los intereses de esa misma oligarquía desapareciendo como protagonista social y político.

7.- La clase media, mal que le pese a tanto revolucionario a la violeta, es la clave de esa democracia social todavía vigente porque su interés de medrar va unido a la existencia de derechos sociales. Efectivamente, para medrar, y de forma egoísta, necesita la existencia de servicios públicos -sanidad, educación, pensiones y otros- que la sitúen en unas condiciones de partida lo más parecidas posible a las que tiene la oligarquía. La existencia de un estado social es así la clave de la existencia de la clase media pues sin él pierde su capacidad de rivalizar frente a la oligarquía. Pero, también funciona en sentido contrario la conexión: la clase media es la garantía de la defensa de un estado social. Así, la clase media y la democracia social van unidas.
Alguien podría articular que la clase baja debería estar más interesada en este mismo estado del bienestar, y es cierto y un error. Es cierto de forma, aparentemente, evidente: a menor capacidad social mayor interés en aspectos compensadores. Pero es falso a nivel objetivamente social. Efectivamente, en sociología un factor objetivo son las expectativas del grupo. Si no se espera nada más que la mera repetición de la vida, entonces la condición que permita esa repetición es el interés de clase: la caridad, ya pública ya privada, cuidaría por ello de sus intereses pues como colectivo social, otra cosa evidentemente es cada individuo, no existe el interés de medro. Y esto es, aunque suene extraño, Marx puro. Podríamos ser más correctos, pero nos llevaría a ser más falsos.
Así, la precarización de la clase media implica la pérdida de una línea de defensa de la democracia social en cuanto a que su principal interesado desaparece.

8.-Además, y unido a lo anterior, el proyecto internacional de precarización lleva a la desaparición del estado como poder político, social y económico.
Como poder político porque la conversión de Europa en un supermercado único no va unida a una democracia única. Así, la UE dicta condiciones macroeconómicas que afectan a las poblaciones nacionales sin que exista un poder democrático legitimado para ello: la UE es incontrolable en términos democráticos. De esta forma, el estado nacional se convierte solo en correa de transmisión del poder de Bruselas no elegido.
Primero, porque se impone la idea del déficit público como la clave de la política económica. Curiosamente, rescatar a los bancos con dinero público es inversión pero recortar en educación o sanidad es reducir el escandaloso déficit: cuestión de oligarquía.
En segundo lugar, como poder social, por dos motivos.
Segundo, y unido a lo anterior, porque la ruptura del modelo social característico de las democracias implica la pérdida de los servicios públicos. Esta pérdida no se da no porque estos servicios dejen de ser regentados por funcionarios, eso es lo de menos, sino porque dejan de ser realmente públicos. Ocupada su explotación económica por la misma oligarquía que pretende acaparar el poder, su fin lógicamente no será el servicio social sino el beneficio económico. De esta forma, la cada vez mayor presencia de la oligarquía económica en un terreno de derechos sociales, pues eso son los servicios públicos, implica la conversión de esos mismos derechos en razón del beneficio económico de esa misma oligarquía. El pacto social no solo se rompe por la precarización del nivel de vida de la parte socialmente más débil –pregúntense por su sueldo mermado y sus impuestos aumentados para peores servicios- sino fundamentalmente por esta conversión del derecho social en beneficio económico.
Así, la ausencia del estado, su mutis por el forro de la oligarquía –buen juego de palabras, ¿eh?-, implica la pérdida de un contrapoder básico en democracia. Precisamente, el gran hallazgo de la socialdemocracia fue construir un estado que sin ser una dictadura fuera un poder social, económico y político. Y la oligarquía sabe que hay que destruirlo.

9.- Así, la situación internacional que es el proyecto de precarización busca imponer un vacío social y político. Y este vacío de poder  no va a ser llenado por la calle -oh, el pueblo- sino por la oligarquía.

10.- Pero, ¿y España? España, como Grecia, es el conejillo de indias del proyecto de precarización. Y lo es, como Grecia, por dos motivos: por su crisis económica y, principalmente, por su oligarquía política y su tejido social. La oligarquía política española es completamente ineficaz como respuesta al proyecto de precarización porque su poder social y político en realidad está íntimamente relacionado con ese mismo grupo social. Pero, eso no la diferencia del resto de la europea. Lo que sí la diferencia es que al acentuarse aquí la crisis esa dependencia resulta más gravosa pues la única posibilidad de mantener sus privilegios como casta es cumplir fielmente las indicaciones de esa misma oligarquía. Además, encima, la oligarquía política española tiene el problema del provincianismo nacionalista, especialmente gravoso para la presunta izquierda, que le lleva a juntar su interés de casta con el proyecto de mi pueblo es lo primero que pa’ eso semos diferentes, dándole aún más poder a la oligarquía económica nacional(ista).

y 11.-  ¿Se puede hacer algo? Por supuesto. Pero para eso primero hay que entender el problema -que es lo que hemos pretendido aquí- y luego fijar un objetivo. Y dicho objetivo debe formar un discurso social hegemónico: un ideal socialmente mayoritario. El objetivo debe ser así, al menos en la aceptación de un mínimo común, algo que una amplia base social acepte. Y eso sería una realidad de estado de bienestar como la que había antes de 2008 –obsérvese: tampoco pedimos tanto-. Pretender ahora en la acción política otra cosa, no así discutirlo, es suicida. La situación absoluta es de guerra y el botín que se quiere repartir la oligarquía no es solo nuestro bienestar sino aquello que lo ha permitido: la democracia.
Yo seguiré escribiendo artículos contra el capitalismo y pretendiendo hacer filosofía política –pero de la profunda, ¿eh?-. Seguiré analizando, como ya lo hago,que el alto nivel de vida de occidente no es sino explotación. Pero, al tiempo, y también porque hago filosofía, no dejaré de ver que prefiero esto a una sociedad explotada en todo. Es ingenuo pensar que cuanto peor mejor. Lo real es que lo peor limita condiciones para lo que algún día podría ser mejor. Y el ideal de democracia sigue vivo solo si nosotros seguimos vivos.