domingo, agosto 30, 2015

OLIVER SACKS: EN MEMORIA

porque se trata de pacientes que no tienen conciencia de que les haya sucedido nada, pacientes que han perdido su propia realidad, y que no lo saben siquiera, pacientes que quizás no sufran, pero que son los más olvidados de Dios.


Una cuestión de identidad, en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.  

Ha muerto Oliver Sacks.
Dios había abandonado a aquellos pacientes, tal vez nos haya olvidado a todos.
Oliver Sacks nunca los abandonó.

jueves, agosto 20, 2015

VIDA INTERIOR/141: ¡¡¡¡¡¡¡ROBO!!!!!!!!!

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará. Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser  feliz.

Una vez más, me han robado el Nobel de Filosofía.
Y se lo dan a un tal Habermas y a otro que se llama Taylor.
Millón y medio de dólares.
Como dijo el filósofo: filosofar es prepararse para morir.
Pero, al menos morir rico...
¡¡¡¡¡¡¡¡Ladrones!!!!!!!!

miércoles, agosto 19, 2015

¿VIOLENCIA DE GÉNERO? ¿VIOLENCIA MACHISTA?

Nota: este artículo se publicó originalmente el 26-08-2008. Por las circunstancias actuales se vuelve a publicar cambiando los datos de actualidad.

Treinta y tres personas muertas son muchas en ocho meses. Máxime cuando estamos hablando de asesinatos que se repiten, en sus rasgos característicos, desde hace años. Y precisamente por estos rasgos característicos se ha decidido, de forma errónea y es lo que pretendemos analizar, que se trata de una violencia de género o de una violencia machista. Es decir, de hombres que de acuerdo al machismo o al género deciden matar a sus mujeres. Y es aquí donde está en realidad la clave del asunto: en ese adjetivo posesivo –ahora, creo, que se llaman determinantes-. Porque lo cierto es que esos hombres machistas y genéricos no matan a cualquier mujer sino a la que con ellos conviven: a su, de nuevo el adjetivo posesivo, mujer.

Para paliar este grave problema se realizó incluso una ley especial que se llamaba de manera explícita contra la violencia de género y que llegaba al esperpento, avalado por el Tribunal Constitucional, de diferir en la pena por el hecho de que quien hiciera el mismo acto fuera hombre o mujer. Así, en dicha ley se juzga y condena el acto no de acuerdo a las acciones del propio sujeto actuante sino de acuerdo a su pertenencia a un sexo determinado. De esta manera el mismo hecho, exactamente el mismo, recibe distinto tratamiento judicial según quien lo cometa sea hombre o mujer. Pero resulta que ser hombre no es una acción del sujeto, nadie es hombre o mujer porque lo haya decidido, sino un mero darse biológico. Y es ahí donde la ley supera el concepto de agravante. Porque el agravante, como su propio nombre indica, marca una característica de la acción que podía haber sido evitada (nocturnidad, alevosía, premeditación o, para dar una idea, ser cónyuge), pero nadie puede evitar ser hombre o mujer. Así, la ley supera el campo que debe tener una ley en democracia, juzgar las acciones delictivas, para pasar a ser ley de un estado dictatorial: juzgar condiciones de nacimiento como hicieron las leyes nazis sobre los judíos. Y cuando se juzgan estas condiciones se juzga fuera de la democracia.

Pero además, la denominación violencia de género transforma un acto individual en un acto de pertenencia a un sexo. Efectivamente, es, como se dice frecuentemente, la violencia de los hombres contra las mujeres y de hecho hasta parecido se llama el tribunal especial que juzga estos delitos. Y así hasta en la ley su propio nombre indica esto: es la “ley contra la violencia de género” (en una mala traducción del inglés). Sin embargo, aquí se comunica algo erróneo cuando no simplemente discriminatorio. Porque no existe violencia de género, violencia de “los hombres” sobre “las mujeres”. Efectivamente habrá violencia de este hombre o aquel, o incluso existirá una violencia de dominación y posesión, ahora hablaremos de esto que para nosotros es la clave, pero no habrá violencia de “el hombre” contra “la mujer” en cuanto a universal o esencia. Así, ni el género masculino (por seguir con la mala traducción) pega ni el género femenino es golpeado. Aunque aquí se podría argüir que sí es mayoría, en el maltrato doméstico, la violencia de hombres sobre mujeres (obsérvese que hemos eliminados “los hombres”) y sería cierto. Pero del mismo modo que es también cierto que la mayoría de los terroristas de ETA son vascos y a nadie se le ha ocurrido una ley sobre “Terrorismo vasco”, no comprendemos la causa de que sí se les haya ocurrido una sobre violencia de género (¿o sí?, ya veremos).

Pero, ¿es una violencia machista? El machismo se podría definir como la teoría que defiende la inferioridad intelectual de la mujer sobre el hombre. Sin duda, hay machismo en la violencia doméstica contra mujeres pero no es esta la clave del problema. Y se ve bien cuando se comprende que el machismo tradicional español, que no se debe confundir con la necesaria cortesia, ha sido siempre tratar mucho mejor a las mujeres que a los hombres por considerarlas incapaces y tener la idea clara de que nunca se podía pegar a una mujer. Así, el machismo español, violento frente al otro hombre que si no pegaba era un afeminado, era sin embargo cuidadoso con la dama. Aunque no por ello dejara de ser repugnante moralmente.

Pero es que encima, y en tercer lugar, la violencia no tiene su causa en el género ( o sea, el sexo socializado) ni en el machismo sino que en la idea de propiedad. Efectivamente, el hombre que pega a su mujer no lo hace porque sea mujer o porque la considere inferior, sino porque es su mujer, es decir: le pertenece para su conciencia primitiva. Si la violencia fuera de hombre sobre mujer sería sobre cualquier mujer pues la relevancia estaría, precisamente, en el sexo. Sin embargo, no se ejerce de forma indiscriminada sobre el sexo femenino sino sobre personas concretas que mantienen lazos familiares determinados (es decir, sobre el cónyuge o la pareja). Por ello, la idea clave del asunto no es el sexo (hombre/mujer) sino la idea de propiedad y dominación. El agresor piensa: si es mi mujer me pertenece y debe obedecerme. Es precisamente ese concepto de propiedad privada, y que está detrás a su vez en la defensa de la idea de que los padres son los únicos que tienen derecho a educar moralmente a sus hijos, el que está detrás de todo el asunto. El individuo mata a su mujer como quién se deshace de un mueble viejo o hace con su perro o sus hijos lo que quiere porque para eso son suyos.

Y aquí es donde usted, lector, espera la diatriba contra el malvado capitalismo que es, en el fondo, el culpable de esto. Pero, no. Sino al contrario en esta ocasión. Pues entonces, y si de acuerdo al capitalismo, la propiedad privada es la clave de la producción, ¿por qué el maltrato no está más extendido? Pues por dos motivos.

El primero es porque hay que negar la mayor: la propiedad privada no es la clave del capitalismo sino uno de sus componentes, y no el más importantes. El segundo, porque no hablamos aquí, en el tema de la violencia doméstica, del concepto de propiedad privada del capitalismo actual sino de la propiedad privada de las sociedades atrasadas cuyo ejemplo paradigmático sería la propiedad de la tierra. Efectivamente, la propiedad capitalista es una propiedad de especulación, de aumento de producción y acumulación de riqueza: de proyecto. En cambio, la propiedad de la tierra implica la posesión personal del terruño y su explotación para la supervivencia en la absoluta subsistencia: sin cambios. Así, las relaciones de posesión en la economía precapitalista son de dominio sobre el objeto tal y como ya es, generalmente sobre recursos naturales o sector primario, mientras que en el capitalismo son de desarrollo del mismo, cuyo ejemplo sería la fábrica o el deseo de que los hijos sean más que los padres –incomprensible para un individuo anterior y que sin embargo tiene mucho de hermoso-. Y esta forma primera de posesión ramplona y primitiva es la que ronda la cabeza del maltratador y su ideal de familia. Así, el problema real no es el machismo, pues el machismo autóctono de hecho sería el del caballero español siempre gentil con su dama por considerarla incapaz, ni el género, sino la dominación por la idea de propiedad. Y por ello, precisamente porque la propiedad de estructuras precapitalistas es la que funciona aquí, son las mujeres inmigrantes, las más amenazadas estadísticamente. El atraso social en el desarrollo capitalista trae sus consecuencias en la socialización.

No es pues el machismo el que mata ni el ridiculo tema del patriarcado, que más tiene que ver con la fuerza productiva en sociedades no tecnológicas que con oscuros elementos machistas atávicos, sino la idea de propiedad precapitalista. Así, mientras que las relaciones personales actuales son líquidas, como bien señala Bauman, de acuerdo al propio auge del mercado permanente y ya no requieren la consistencia y la perpetuación, las relaciones personales anteriores son de propiedad en su sentido más primitivo: No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo (Éxodo 20, 17). Es decir, la posesión, como cualquier otra cosa, en las relaciones personales. Porque aquí el capitalismo, como siempre cuando se compara con el pasado, no es opresor sino liberador y superior moralmente a las formas pretéritas. Y ello no quiere decir que las formas de relación personal actuales sean buenas, puro flujo de mercancías, pero sí que no se es anticapitalista por el pasado sino por el porvenir.

Pero, por último aunque no menos importante (en mala traducción del inglés para seguir la moda) queda un factor clave: ¿y por qué llamarla violencia de género o machista? Pues porque interesa la farsa a determinados lobbys, en este caso concreto ciertos grupos feministas, que al presentar todo como un entramado machista solo defienden sus intereses de élite. Y es este, efectivamente, un tema preocupante en la democracia. Porque estas agrupaciones de intereses formadas por grupos de presión, que pueden ser útiles en su lucha concreta, sin embargo comienzan a olvidar algo fundamental: que los intereses particulares no pueden situarse por encima de los derechos generales. Y así, los derechos de la mujer no se pueden defender sobre la base de una mengua de derechos no ya de los hombres (por testículos y ante la ley) sino de los derechos humanos (por racionalidad). Así, el lobby lo que puede acabar buscando no es la liberación sino que las condiciones de privilegio permanezcan pero cambiadas y beneficien su propio elitismo frente a la chusma (que la conforman el resto de hombres y, también, el resto de mujeres. O dicho de otro modo: entrar en el status quo sin que este cambie, aunque ahora tenga cierta mirada femenina (854.000 entradas en Google).

lunes, agosto 03, 2015

TENER PERRO

Es interesante que el primer animal domesticado por el ser humano haya sido el perro. Efectivamente, si hemos de hacer caso a las investigaciones y debemos hacerlo porque saben más que nosotros, el perro convive con los seres humanos desde hace más de 15.000 años. Y decimos que es interesante porque puede comprenderse desde el ámbito puramente utilitario que hubiera animales que fueran domesticados con la finalidad de la ganadería y para conseguir productos alimenticios. Pero no es la utilidad, o al menos no es la única razón, por la cual ser humano y perro conviven desde hace tanto tiempo y siguen haciéndolo.

¿Por qué tener perro? Es absurdo pensar que la gente que tuvo perro  durante siglos no tuvo también una razón utilitaria. Sin embargo, resulta a su vez interesante que una vez ha pasado esa necesidad, en la inmensa mayoría de los casos, la gente siga teniendo perro. Por tanto, la pregunta mantiene su sentido.
                                              
Evidentemente, y en primer lugar, el perro significa compañía. Día a día, en los parques o en las calles se puede ver a ancianos cuyo único compañero es su mascota y cuya única obligación para levantarse y salir a la calle sin quedarse para siempre en su piso es tener que bajar a un cuadrúpedo a hacer sus necesidades y pasear juntos. El perro así no es ya sólo un complemento de la vida, como podría ser el coche o un bolso, sino un compañero en la misma.  

Pero hasta aquí parecería que aún perdura el interés para tener perro: me acompaña. Y, sin embargo, hay algo más.  Efectivamente, deberíamos preguntarnos, y preguntarme, por qué nos da más lástima un perro abandonado que un vagabundo. Tal vez sea porque consideremos, equivocadamente o no, que un ser humano podría ampararse por sí mismo mientras que un perro es un animal que nos necesita. Y tal vez en la idea de que el perro nos necesita, en ese pensamiento de que hacemos falta al animal, radique la clave de toda la relación de convivencia entre los perros y los humanos. Mientras que el gato se nos presenta como un animal independiente, el perro se nos figura como un animal dependiente, como un niño que nunca va a crecer y que por eso mismo necesita nuestro cuidado. El perro nos pide ayudarle en su desamparo.

Sí nos pusiéramos filosóficos podríamos señalar que en el perro vemos la propia limitación de la realidad, vemos la naturaleza como algo inconcluso y que sólo puede ser terminado por nuestra propia racionalidad dotándole de un sentido. En la mirada del perro al inclinar la cabeza hacia un lado demostrando no haber entendido nada de lo que ha pasado no podemos sino ver la idea de que sólo la racionalidad puede darle sentido a la realidad y que por esa idea de desamparo en lo natural nos sentimos llamados a ir al auxilio del ser que está desamparado. Superar lo que para la naturaleza sólo es selección natural para ayudar al desamparado está también en tener perro. Tenemos perro para ir más allá de la naturaleza. Tenemos perro para, también, humanizar el mundo.

Pero, a veces, filosóficamente debemos no ser filosóficos. Tener perro es también sentarte, que alguien venga hasta ti y se tumbe a tu lado. Porque sí. Porque el mundo es así un lugar mejor: más humano. Y volvimos a filosofar.

Hay gente que dice que los perros son mejores que las personas. Se trata sin duda alguna de un error doble. Por un lado, es un error en la esencia de la propia relación pues los dos elementos de la misma son incomparables. Efectivamente, es equivocado intentar comparar la bondad de un ser humano, que viene dada por el empleo de su propia libertad al menos en una gran parte, con la fidelidad del perro, que viene dada por su propio instinto. El segundo error es pretender dotar al perro de sentimientos humanos situándolo así en el fenómeno que se llama antropomorfización. Ciertamente, los perros no son seres humanos sino sólo perros. Pero son, nada más y nada menos, que perros. Y les queremos porque no son humanos sino perros.

Nuestro perro se llamaba Ethan Edwards. No es difícil averiguar que era un homenaje a esa obra de arte que es Centauros del desierto, de John Ford. Sinceramente diré que no era el más listo y en varias ocasiones nos ocurrió que él pasaba por un lado de una farola, yo por el otro y la correa se quedaba enganchada en el medio impidiéndole continuar y quedándose sin saber qué hacer. Orgulloso, reconozco que yo tardaba menos en solucionar el problema.

Ethan tenía diecisiete años y dos meses y quince días. El pasado 30 de julio, a las 4’20 de la madrugada lo sacrificamos para evitar su sufrimiento por una enfermedad repentina. Incluso en eso cuidamos su desamparo y fuimos contra la naturaleza, maestra de la indiferencia. Incluso en eso el perro, nuestro perro, nos hizo humanos.

Hay gente que cree que la muerte es un tránsito: la superstición es libre. Ethan Edwards ha dejado de existir. Han pasado 13.700 millones  de años desde el inicio de nuestro universo. Diecisiete años no son, desde luego, muchos en comparación. Pero, qué duda cabe, al caminar por la calle y pasar junto a una farola se echa de menos ayudarle a resolver por qué lado salir de ella.

Adiós, Ethan Edwards.           




domingo, agosto 02, 2015

LO QUE DA LA LOMCE

Averigüe usted, querido lector, cuál de estas dos teorías es de obligada oferta en cada curso según la LOMCE.

a) Esta
b) O esta otra

Ya lo saben ustedes: esto se llama excelencia educativa.