Con un panorama electoral
próximo y tras el desastre social y económico del PP parecería sencillo para la
izquierda ganar las próximas elecciones. De hecho, y según todas las encuestas publicadas, al menos el 50% del
electorado se reparte entre PSOE, Podemos e IU.
Miel sobre hojuelas: la
izquierda gana.
Sin embargo, empezamos a
sospechar, al final gobernará el PP. Y precisamente, lo que pretendemos
contestar aquí es qué nos lleva a pensar esto.
Empecemos por algo obvio.
Resulta interesante observar cómo en la derecha el control del PP es absoluto,
como lo demuestra el fracaso de VOX en las peores condiciones posibles para el
partido en el poder. Efectivamente, el PP aglutina un amplísimo espectro
político que va desde la derecha tardofranquista hasta la neoliberal pasando por
la democracia cristiana. Y da igual lo que haga, y mira que ha hecho, que el
apoyo persevera.
Sin embargo, no resulta así -y
en cierta medida afortunadamente- en la izquierda sino todo lo contrario. Admitiendo
que el PSOE, hay que hacerlo, es un partido de centro y situándonos sólo en la
izquierda política vemos cómo están IU, que ya es de por sí una coalición de partidos,
EQUO, PODEMOS y, ahora, el futuro nuevo partido de Tania Sánchez -por cierto,
qué mal jugó sus cartas-. Y lo interesante de esto es ver que en sus ideas y
programas básicos, al menos en lo que se vislumbra pues la estrategia de PODEMOS,
y ya veremos en el grupo de Sánchez, es no tener programa, no hay apenas
diferencia entre unos y otros. Y la pregunta así surge inevitable
¿Por qué si no hay apenas diferencia
tiene que haber para las mismas ideas una oferta tan extensa?
Precisamente lo que vamos a
intentar explicar es esto. Y como vamos a hablar no solo de instituciones sino
también de personas queremos dejar algo claro. No es relevante para el análisis
si lo aquí descrito ocurre de forma consciente o no, si lo aquí presentado
resulta fruto del egoísmo, la incapacidad o el más alto idealismo, sino que lo que importa es que si realmente
ocurre debe haber una explicación más allá de lo coyuntural o lo personal. La cuestión
a responder es, por tanto, qué condiciones objetivas, fuera de conspiraciones
personales, hacen que esto suceda.
Igualmente, es importante
señalar que cuando hablamos en Sociología de condiciones objetivas no nos
referimos necesariamente a condiciones materiales o empíricas, sino también al
conjunto de creencias que conforman a un grupo social y le llevan a actuar de
determinada manera de forma coherente. Por ejemplo, la ideología racista de los
nazis explica coherentemente y de forma objetiva el genocidio judío y que este no pasase a
segundo plano priorizando el objetivo de ganar la guerra, como hubiera parecido
normal a un observado imparcial.
Y ahora analicemos ¿Por qué la
división extrema de la izquierda? Varias son las razones que lo explican. Y
todas ellas siguen un hilo coherente.
En primer lugar, destaca como
idea principal la concepción de la política y su función social. Para la
derecha, la política es una subdivisión del poder económico ya detentado y cuya
finalidad última es la gestión favorable de esta hegemonía social dada. La política, por tanto, es un ejercicio
subsidiario y cumple un doble papel: por un lado, debe mantener las condiciones
para que esta hegemonía social no se reduzca e incluso se expanda; por otro, no
debe interferir en su desarrollo económico. Así, la función social de la
política para la derecha es conservar el statu quo de la situación de dominio
y, como máximo ideal muy quijotesco, desarrollarlo. Sin embargo el ideal
político de izquierdas es la transformación social -ya revolucionaria, ya
reformista- de la sociedad. Así, la política cobra un papel extraordinario y
primordial sobre cualquier otro hecho social como, por ejemplo, la economía la
cual debe ser dirigida por aquella en aras del cambio. La función social de la
política no es de servidumbre sino de dominio.
Y esta idea principal va a explicar
en su desarrollo la división de la izquierda.
De acuerdo a su idea general de
política, para la derecha el gobierno no sobrepasa el concepto de negociado.
Efectivamente, si la derecha tiene una concepción de la política no como un
medio de transformación sino de conservación de patrimonio entonces el máximo
órgano de esta actividad no será sino parecido al albacea testamentario que preserva
las posesiones entre las diferentes
generaciones familiares -nota: y de ahí la diferencia fundamental entre el
antiguo liberalismo, que necesitaba ser revolucionario, y el actual neoliberalismo, que ya puede ser
conservador-. Así, el pensamiento de derechas lleva a la idea de que la
política cumple el papel de junta gestora de los accionistas: el primer ministro es el fideicomiso de la herencia recibida y
por traspasar y carece, es que debe carecer, de la energía del líder pues su
papel no en el de transformar la realidad sino exclusivamente gestionarla de acuerdo a la idea de la
rentabilidad. Y en rentabilidad el 1% es mucho. De esta forma, aquellos que se
sienten brillantes no buscan la carrera política, reserva de los mediocres y funcionarios, sino el mundo de los negocios y la empresa: el ideal
del líder. Piensen fríamente cuántos líderes políticos carismáticos de
derechas, exceptuando claro está Rajoy, pueden ustedes recordar en, por
ejemplo, los últimos cien años. Y ahora asómbrense porque para la derecha, tan
huérfana, Aznar es uno de ellos.
A continuación, piensen en
líderes de izquierda y vean cómo su mente se llena de rostros -e incluso alguno
puede estarlo en su camiseta muy, pero que muy rebelde-. Para la derecha el
político no pasa del funcionario administrativo; para la izquierda es el líder.
Efectivamente, la idea de política en la izquierda es primordial pues ella es el
ideal de transformación social. Con ello, el gobierno, al igual que el partido,
es un elemento prioritario pues es la cabeza de dicha transformación. Y esto se
ve muy bien, como ya hemos señalado, en que mientras la derecha tiene en su héroe
en al empresario exitoso, el héroe de la izquierda es el líder político.
De esta forma surgen dos
elementos nuevos: el primero es la idea de líder; el segundo, la idea de
pureza.
La idea del líder surge como
desarrollo coherente –que no quiere decir necesariamente único- de esa defensa
de la política como elemento fundamental. Efectivamente, si la función política
es la fundamental, quien la lleve a cabo será el mejor. Así, para la izquierda
el héroe es ese líder como para la derecha lo es el empresario exitoso, pero
esto no tiene solo un matiz religioso, una relación exclusiva con la idea de
mesianismo como equivocadamente se ha señalado a veces, sino que es coherente
–aunque tampoco hubiera sido la única salida coherente- con el relato
presentado. Por ejemplo, hace poco, en
las elecciones europeas el partido PODEMOS, formado sobre círculos y asambleas
y etc, ponía en sus papeletas la foto del líder. Pero esto no debe entenderse
solo como borreguismo, que también, sino coherencia: el líder es la mejor
persona.
Y también coherente resulta la
idea de superioridad moral. Como la izquierda se presenta a sí misma como transformación
social frente a la injusticia, surge una idea moral de la política. Para la
derecha, por su propia idea de política como gestión de la realidad, no existe
una correlacion necesaria entre dicha gestión y un criterio moral. Y esto se
observa claramente al ver cómo tras la II Guerra Mundial, y ante la necesidad
la derecha de un criterio moral, se tuvo que echar mano de la religión para cubrir
ese hueco con la democracia cristiana. Sin embargo, la izquierda en sus
orígenes ya tiene una estructura moral pues ella misma surge contra la
injusticia. De esta forma, la izquierda es intrínsecamente un discurso moral y,
como consecuencia, se presenta a sí misma como superior moralmente frente a la derecha que solo tiene una
respuesta técnica. Y esto, a su vez, refuerza la idea de liderazgo pues el
líder, héroe de la izquierda, es aquel que se preocupa por los otros frente al
egoísta empresario, héroe de la derecha. Efectivamente, la política es lo
excelso y quien se dedica a ella es el mejor tambien porque no busca su interés
personal sino que se sacrifica por el de todos. De esta forma, quien se
sacrifica es el bueno. Y así, en un proceso de retroalimentación, surge una visión
moral -y moralista que no es lo mismo- de la política frente a la técnica de la
derecha.
Y ahora por fin la respuesta:
¿por qué hay tal división de la izquierda?
Primero, porque al priorizar la idea
de política sobre cualquier otra el más mínimo cambio en su contenido se
convierte en sacrilegio: la política pierde su contenido racional y se sacraliza.
Así, lo curioso es que la política ya no acaba respondiendo a la realidad, sino
solamente a las ideas que se convierten en lo fundamental.
Segundo, como las ideas son lo fundamental, y no la
realidad, los acuerdos solo se pueden establecer sobre ideas. Pero, a su vez como
las ideas son lo fundamental y no hay criterio para medirlas, pues la realidad
ha dejado de ser clave, no pueden
cambiarse con lo cual se entra en un círculo vicioso donde la negociación es imposible.
Tercero, a su vez, como el
líder es el mejor resulta imposible que
no sea líder lo que limita el acuerdo. No es que el líder sea un engreído, que
también, sino que sinceramente se siente representante de las ideas y por eso
no puede perder fuerza: él es las ideas y las ideas son sagradas. Conclusión: él,
o ella, es sagrado.
Cuarto, y en resumen, cada grupo
de izquierdas piensa que lo suyo es la Verdad; cada grupo de derechas piensa en
la rentabilidad. Y la rentabilidad se negocia, la Verdad no.
Frente a la junta de accionistas
de la derecha, donde el interés pegado a la burda realidad marca el acuerdo, la
izquierda presenta sus altos ideales, donde la realidad queda desdibujada
frente al proceso conceptual al que ya no le hace falta lo empírico de lo
sublime que es. Por supuesto, sería injusto e ingenuo presentar la idea de la
derecha como ideal a seguir, pero es también injusto para la realidad seguir
viviendo en un mundo de ideales donde cada detalle impide el acuerdo para
precisamente actuar sobre esa realidad. Y así mientras la izquierda discute la
derecha gobierna.