Si bien hemos hablado en repetidas ocasiones de este tema, nunca lo hemos hecho de una forma sistemática. Ante los nuevos, pues ya los hizo el pasado año, recortes de Aguirre en educación la pregunta que se debe hacer es qué idea está detrás de estos recortes y si estos recortes responden a una estrategia mayor o bien son fruto de la coyuntura económica. Por ello, la pregunta a contestar es cuál es la idea de educación, en cuanto a enseñanza reglada, que está detrás de la política Aguirre. Y esta pregunta es triple: primero, cuál es la idea que tiene de la educación como servicio, como infraestructura social; segundo, cuál es su idea como currículo, es decir: qué se debe estudiar y para qué; y, tercero, cuál es su futuro.
La idea que tiene Esperanza Aguirre sobre la educación como servicio público, en cuanto a su infraestructura y quién debería de ofrecerla, deriva consecuentemente de su idea de estado ya descrita aquí. Aguirre no es contraria a que haya una enseñanza pública gratuita y financiada vía estado sino a que dicho servicio lo preste directamente la administración pública. Su ideal social es que grandes corporaciones empresariales sean contratadas por el estado para dar dicho servicio, por ejemplo la iglesia católica en España. Al tiempo, eso generará un lobby empresarial que apoyaría al propio gobierno a cambio de las concesiones previstas. Y además, se eliminaría un producto como los sindicatos que se nutren fundamentalmente del empleo público. De hecho, este proceso de lobbies y favor por favor ya se ha visto cuando Aguirre ha permitido, en un hecho sin sentido en una mentalidad auténticamente liberal, que la iglesia católica utilice absolutamente gratis los centros públicos para sus fines privados durante este mes de agosto para la visita de su máximo ejecutivo –nota: también lamado vicario de Cristo en la tierra o papa-. Así, al igual que en sanidad, no se trata de la eliminación de los servicios públicos gratuitos tanto como de su negociación y subcontratación. Pero, por supuesto, dicha negociación sí puede derivar, y ahora veremos que así ocurre, con la negación de su prestación universal tal y como la conocemos por no generar ésta suficiente negocio. Y quedar así aquellos problemas no rentables, enfermedades crónicas por ejemplo o alumnos con diversas dificultades, fuera del circuito normalizado y pasado a una red absolutamente pública y secundaria cuya finalidad sea más asistencial que sanitaria o educativa. Es decir, lo que este modelo necesariamente implica, como se ve en el modelo sanitario estadounidense, es al menos la creación de una doble vía de servicio: uno, normalizado y gestionado por la privada que gana dinero con ello merced al interés gubernamental en la creación de lobbies y a la selección de los alumnos –y en sanidad de los pacientes-; y dos, una red pública subsidiaria y de carácter meramente asistencial cuya función es cubrir estos derechos fundamentales en el grueso de la población que no producen beneficios.
La segunda idea, que guarda relación con esta más de los que parece, es en lo que se refiere a qué se debe estudiar. Esperanza Aguirre ha realizado un firme apoyo a la enseñanza privada y cuando ha actuado en la pública lo ha hecho a través de la especialización curricular como serían los centros bilingües. Ello implica que los alumnos de estos centros darán, excepto lengua y matemáticas, sus clases en inglés con lo que su nivel bajará, aún más, en todas las materias -pero, al menos esperemos, su inglés mejorará algo y podrán decir las mismas tonterías bilingüísticamente-. Aguirre sabe que saber de historia, ciencias naturales o, por supuesto, filosofía no es importante para la vida social pero sí lo es de inglés. ¿Y por qué inglés es más importante que las otras materias? ¿Por qué no hay institutos filosóficos o literarios o astronómicos? Porque la educación no es la formación cultural sino la preparación, como decía curiosamente la LOGSE, a la vida activa: o sea, producción. Así, la especialización productiva genera una doble vía: los preparados para la producción de mayor nivel (privada –también por papá y mamá, para qué engañarnos-, concertada y pública especializada); y la masa manufacturera –o sea, los futuros poco cualificados, para la pública-. Y esto se certifica con la nueva normativa de este año donde se señala que hasta el 35% del currículo podrá ser elegido por el centro, lo que derivará aún más en la especialización. Así, y curiosamente Aguirre y el espíritu de la LOGSE están de acuerdo: lo importante no son los contenidos sino los procedimientos. Y están de acuerdo porque ambos, y esto no es curioso,defienden la educación como adiestramiento productivo.
¿Cuál es entonces el futuro de la educación pública? Eso no es tan importante como el futuro de la educación, es cierto. Pero lo es, a la vez, porque la educación pública resulta, cuando menos, la única forma de educación de un sector mayoritario de la sociedad. Y su futuro es tenebroso. La idea de Aguirre es simple: una doble vía en dos aspectos. Por un lado, una enseñanza privada, financiada con dinero público directamente –la concertada- o indirectamente a través del cheque escolar –ya presente en la educación infantil- a la que se une una selección de públicos bilingües, tecnológicos y demás pijerías; por otro, el resto de los públicos que cubre las necesidades de la población más pobre. El servicio es universal en cuanto que todos estarán escolarizados, pero cada uno en su sitio. Las élites del mañana en un lado, la chusma en otro. Y la Comunidad de Madrid, o el gobierno de la nación en la esperanza de Aguirre, como paladín frente a la rebelión de las masas.
En el monumento a Lincoln contó Martin Luther King que tuvo un sueño: los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de sus antiguos amos se daban la mano. Cada noche, probablemente, Aguirre tiene otro. Y es muy distinto.
La idea que tiene Esperanza Aguirre sobre la educación como servicio público, en cuanto a su infraestructura y quién debería de ofrecerla, deriva consecuentemente de su idea de estado ya descrita aquí. Aguirre no es contraria a que haya una enseñanza pública gratuita y financiada vía estado sino a que dicho servicio lo preste directamente la administración pública. Su ideal social es que grandes corporaciones empresariales sean contratadas por el estado para dar dicho servicio, por ejemplo la iglesia católica en España. Al tiempo, eso generará un lobby empresarial que apoyaría al propio gobierno a cambio de las concesiones previstas. Y además, se eliminaría un producto como los sindicatos que se nutren fundamentalmente del empleo público. De hecho, este proceso de lobbies y favor por favor ya se ha visto cuando Aguirre ha permitido, en un hecho sin sentido en una mentalidad auténticamente liberal, que la iglesia católica utilice absolutamente gratis los centros públicos para sus fines privados durante este mes de agosto para la visita de su máximo ejecutivo –nota: también lamado vicario de Cristo en la tierra o papa-. Así, al igual que en sanidad, no se trata de la eliminación de los servicios públicos gratuitos tanto como de su negociación y subcontratación. Pero, por supuesto, dicha negociación sí puede derivar, y ahora veremos que así ocurre, con la negación de su prestación universal tal y como la conocemos por no generar ésta suficiente negocio. Y quedar así aquellos problemas no rentables, enfermedades crónicas por ejemplo o alumnos con diversas dificultades, fuera del circuito normalizado y pasado a una red absolutamente pública y secundaria cuya finalidad sea más asistencial que sanitaria o educativa. Es decir, lo que este modelo necesariamente implica, como se ve en el modelo sanitario estadounidense, es al menos la creación de una doble vía de servicio: uno, normalizado y gestionado por la privada que gana dinero con ello merced al interés gubernamental en la creación de lobbies y a la selección de los alumnos –y en sanidad de los pacientes-; y dos, una red pública subsidiaria y de carácter meramente asistencial cuya función es cubrir estos derechos fundamentales en el grueso de la población que no producen beneficios.
La segunda idea, que guarda relación con esta más de los que parece, es en lo que se refiere a qué se debe estudiar. Esperanza Aguirre ha realizado un firme apoyo a la enseñanza privada y cuando ha actuado en la pública lo ha hecho a través de la especialización curricular como serían los centros bilingües. Ello implica que los alumnos de estos centros darán, excepto lengua y matemáticas, sus clases en inglés con lo que su nivel bajará, aún más, en todas las materias -pero, al menos esperemos, su inglés mejorará algo y podrán decir las mismas tonterías bilingüísticamente-. Aguirre sabe que saber de historia, ciencias naturales o, por supuesto, filosofía no es importante para la vida social pero sí lo es de inglés. ¿Y por qué inglés es más importante que las otras materias? ¿Por qué no hay institutos filosóficos o literarios o astronómicos? Porque la educación no es la formación cultural sino la preparación, como decía curiosamente la LOGSE, a la vida activa: o sea, producción. Así, la especialización productiva genera una doble vía: los preparados para la producción de mayor nivel (privada –también por papá y mamá, para qué engañarnos-, concertada y pública especializada); y la masa manufacturera –o sea, los futuros poco cualificados, para la pública-. Y esto se certifica con la nueva normativa de este año donde se señala que hasta el 35% del currículo podrá ser elegido por el centro, lo que derivará aún más en la especialización. Así, y curiosamente Aguirre y el espíritu de la LOGSE están de acuerdo: lo importante no son los contenidos sino los procedimientos. Y están de acuerdo porque ambos, y esto no es curioso,defienden la educación como adiestramiento productivo.
¿Cuál es entonces el futuro de la educación pública? Eso no es tan importante como el futuro de la educación, es cierto. Pero lo es, a la vez, porque la educación pública resulta, cuando menos, la única forma de educación de un sector mayoritario de la sociedad. Y su futuro es tenebroso. La idea de Aguirre es simple: una doble vía en dos aspectos. Por un lado, una enseñanza privada, financiada con dinero público directamente –la concertada- o indirectamente a través del cheque escolar –ya presente en la educación infantil- a la que se une una selección de públicos bilingües, tecnológicos y demás pijerías; por otro, el resto de los públicos que cubre las necesidades de la población más pobre. El servicio es universal en cuanto que todos estarán escolarizados, pero cada uno en su sitio. Las élites del mañana en un lado, la chusma en otro. Y la Comunidad de Madrid, o el gobierno de la nación en la esperanza de Aguirre, como paladín frente a la rebelión de las masas.
En el monumento a Lincoln contó Martin Luther King que tuvo un sueño: los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de sus antiguos amos se daban la mano. Cada noche, probablemente, Aguirre tiene otro. Y es muy distinto.