Imaginen la escena. Un profesor de
universidad va a dar una charla sobre su último libro y un grupo de autoproclamadas
feministas histéricas le impiden hablar al público que ha ido allí a
escucharle.
Imaginen la escena. En un aula se va a
hablar sobre la diversidad sexual, la homosexualidad o la heterosexualidad y un
grupo de progenitores, lo de autoproclamados vamos a dejarlo para su vida
privada, histéricos impiden a sus hijos estar presentes.
Probablemente, si usted va de progre le
parezca bien lo primero y mal lo segundo. Probablemente, si usted va de persona
familiar con sentido común, de derechas de toda la vida vaya, le parezca mal lo
primero pero un derecho lo segundo.
Pero si usted es una persona que cree que
debemos pensar críticamente le parecerán mal las dos.
El pin parental, en realidad censura
parental de Vox-PP-Ciudadanos, no es un arma para enfrentarse al
adoctrinamiento sino que es el puro adoctrinamiento pues busca impedir conocer
algo. Y con ello impide pensar sobre eso mismo y tomar una opinión
fundamentada. Es decir, no se trata de una medida educativa sino que pretende evitar
la educación. Por eso, el autodenominado pin parental va en contra del derecho
del niño, pues le impide formarse una opinión propia y, con ello, a ser
educado.
Expliquemos. La educación no es neutral
sino que se basa en un modelo determinado de ser humano. En el caso de la
educación en democracia este modelo es, o debe serlo, la Ilustración, donde el
conocimiento es indispensable para el pensamiento autónomo y crítico. La
educación, y así lo afirma por ejemplo la constitución en su artículo 27, por
tanto no es neutral y aséptica sino que parte de una concepción previa
combativa: La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la
personalidad humana. De este modo, la educación fija un ideal que se basa en el
pleno desarrollo, y no en un desarrollo parcial o limitado por censuras. Y la
censura es aquí un aspecto fundamental. El veto o la censura parental a
determinadas actividades es la negación en sí misma de ese pleno desarrollo, pues
su objetivo es que el sujeto vea restringido su conocimiento.
Pero, alguien podría argüir la
legitimidad de dicha restricción pues se trata de sujetos menores de edad y
bajo tutela, que por ejemplo tienen restringido igualmente otras actividades.
Resulta claro que los menores no son
sujetos de pleno derecho y, por tanto, deben ser tutelados. Esto implica,
frente a los adultos, que se les puede, y debe, restringir el acceso a ciertos
contenidos inadecuados para su edad. No se trata sólo –nota: rebeldía frente a
la RAE- del alcohol, el porno o el juego, que no se pueden concebir como
contenidos educativos, sino también, como hacen los programas escolares,
incluso de contenidos excelsos culturales: la infancia debe leer cuentos y no
Dante. Así pues, parece claro que se pueden restringir contenidos a los menores
también por motivos formativos. Sin embargo, estas restricciones no se hacen
por censura ni eliminación de contenidos, es decir: por pensar que dichos
contenidos deban ser ocultados por su maldad intrínseca otorgándose así el
estado una capacidad censora, sino por motivos cronológicos: los niños no
pueden todavía entender a Dante o al porno. Por tanto, la restricción se hace
porque el sujeto al que se le aplica no puede todavía comprender el objeto
restringido y, de hecho, todo el proceso educativo debe ser para que llegue a
comprenderlo y se forme su opinión propia sobre el tema.
Por ello, por este ser para la plenitud,
la tutela no es propiedad de los padres sobre los hijos. La propiedad se define
como la posesión de un objeto. Sin embargo, los seres humanos no deben ser
propiedad de nadie. Los niños, aunque no lo parezca a primera vista ni a segunda,
son seres humanos y por consiguiente no pueden ser propiedad de sus padres y,
también importante, tampoco del estado. Los padres tienen la tutela en el
sentido de que son responsables de poner las condiciones para que los niños
puedan desarrollarse plenamente. Y desarrollarse plenamente no puede implicar
la censura con la finalidad de que no puedan escuchar otras opiniones distintas
a las de su familia, pues eso negaría la plenitud del desarrollo,
convirtiéndolo en parcialidad. La tutela así es mucho más que la propiedad: la
propiedad no implica deberes de humanización, la tutela sí. Y por eso ser
padres es más, mucho más, que ser propietarios.
Y ahora está el estado. Del mismo modo
que la familia no puede impedir que el niño escuche otras opiniones ajenas a
las suyas, el estado no puede imponer opiniones ni censurarlas. Por ello, en
primer lugar, no debe haber materias que carezcan de un contenido académico y se centren en contenidos ideológicos como
fue, en parte, Educación para la ciudadanía, y por lo que ya estuvimos en contra. El estado tiene la obligación de
formar a los ciudadanos, no de adoctrinarles, para alcanzar la plenitud anteriormente descrita.
Por ello, las materias que carecen de contenido académico no deben existir ni
plantearse.
Pero, ¿entonces la educación reglada se debe
limitar a aspectos académicos? Por supuesto, sería ingenuo pretenderlo así,
pues esa plenitud de la que se habla si bien debe basarse en el conocimiento no
puede limitarse a él. Por eso, la enseñanza pública sí puede educar en valores
y no es neutral en los mismos. Y como consecuencia, las charlas que se realizan
en el centro, fuera del contenido académico, deben tener esta consideración ¿Y
cuál es el límite ideológico de estas charlas? Pues depende. Cuando su
contenido es formativo, es decir buscan desarrollar ciertos valores, estos
deberán ceñirse al consenso constitucional: por eso las charlas sobre igualdad
y diversidad sexual cumplen ese cometido y ante ellas no cabe la censura previa.
Cuando las charlas tienen un contenido informativo, por ejemplo yo podría
invitar a alguien de Vox o Podemos para que explicara su idea de España o hacer
un debate o invitar a determinado pensador, entonces su función es presentar
distintas opciones de pensamiento y se presentarán en el sentido de dicha
realidad: no como un discurso verdadero, como hacemos cuando explicamos matemáticas
o física o una materia académica, sino como una opinión para reflexionar y que
con diferentes opiniones el alumno vaya formando su pensamiento propio. Y los
padres no podrán prohibirlo pues hacerlo sería cercenar, por evitarles conocer
otras teorías, la plenitud del proceso educativo.
Pero, este artículo no podía acabar sin
decir algo más –nota: lo sé, soy muy pesado-
Sin duda alguna, hay infinidad de problemas educativos más importantes
que este ¿Cuál es entonces la finalidad política de toda esta polémica? Resumo:
pura basura propagandística.
A Vox le interesa estar permanentemente
en el candelero con cuestiones de política ideológica y no hablar de economía
para ocultar sus ideas neoliberales extremas. Y, del mismo modo, esto le viene
muy bien a PSOE y Podemos y su autoproclamado gobierno de progreso. En vez de
tener que dar la cara sobre sus políticas contrarias al profesorado, aquí
seguimos con 20 horas y con 35 alumnos en clase, el autoproclamado gobierno de
progreso está encantado de meterse en batallitas ideológicas donde sabe, y este
artículo es un ejemplo, que contará con diversos apoyos. Todo, pura ideología
para ocultar lo fundamental.
Y ya terminamos –nota: ¡¡¡Gracias a
Dios!!!-. Usted puede formar de un piquete autoproclamado progresista para
impedir hablar a alguien. Usted puede firmar un papel para impedir que sus
hijos escuchen a alguien. Usted, pretende limitar el conocimiento en ambos
casos y, por ello, usted en ambos casos es un reaccionario. Agradezca que
exista la educación pública y su profesorado para que su pobre descendencia no
sea como usted.