lunes, abril 17, 2017

CURSO VI EXPERIENCIAS DOCENTES EN FILOSOFÍA

Este martes 18 empezamos.
Profesores que de verdad están en un aula cuentan lo que de verdad hacen.
Mire las ponencias y aún está a tiempo de apuntarse (o de venir a alguna suelta si no puedes venir a todas).
Y no lo dude: es gratis porque ninguno cobramos nada.
Y firme y difunda porque seguimos luchando: bit.ly/1kn6WFC
Así #SalvemosLaFilosofía
#NoalaLomce



Seguro que tiene usted algo que le interesa...

viernes, abril 14, 2017

RELIGIÓN Y NUEVO CAPITALISMO/1: RELIGIÓN Y SUPERSTICIÓN

En este texto, y aprovechando que es eso que se llama Semana Santa y que el Pisuerga pasa por Valladolid, vamos a intentar explicar nuestra posición sobre el hecho religioso. Para ello vamos a dividir nuestro artículo en tres partes fundamentales. La primera será distinguir entre religión y superstición. La segunda será plantear si la religión en el mundo actual ha devenido o no en una mera superstición perdiendo aquello que la hizo diferente. Y, la tercera, y la que podríamos llamar de forma pedante más filosófica, será cuestionar el llamado hecho religioso como tal y si existe o no la necesidad en el ser humano de creer en un mundo trascendente y en entes espirituales.

La superstición y la religión tienen elementos comunes y a su vez elementos que las hacen diferir una de otra, en cuanto a su contenido histórico concreto. Ambas se remiten a una relación entre el mundo material y la existencia de otra realidad superior que ejerce cierta influencia o determinismo, mayor o menor, en nuestro propio mundo. La superstición lo hace a través de unas creencias muy elementales basadas en mecanismo de causa y efecto en las cuales la realización de ciertos actos o de ciertos eventos que sucedan implican un resultado determinado que procede directamente de una relación extraordinaria entre este mundo y otro mundo superior que es capaz de dirigirlo. Así, por ejemplo, que la sal se derramó sobre la mesa implicará mala suerte de acuerdo a un criterio causa y efecto, la causa es que la sal se derrama y el efecto sería la mala suerte. Y esta conexión se produce porque existe una conexión de este mundo con otro que es capaz de dirigirlo y por ello llevarlo hasta esos momentos de escasa fortuna.

La religión tiene en común con la superstición esta relación entre nuestro mundo y otro aparentemente superior, incluso en aquellas doctrinas que solo utilizan a Dios como causa eficiente del universo y luego no interviene. Pero, además incluye elementos nuevos que sin duda hacen que se diferencie de una mera superstición.

El primer elemento diferenciador es la creciente tendencia de la religión a desarrollar una complejidad intelectual cada vez más elevada históricamente. Así, si se comparan las religiones de sociedades más primitivas con la religión cristiana, musulmana, judía o budista se observa una complicación teológica creciente en la que los hechos del mundo yo no se explican por una relación directa entre la causa y el efecto sino a través de intermediaciones cada vez más complicadas. Así, la complejidad intelectual, lo que no quiere decir que tenga más verdad, es una de las primeras diferencias entre religión y superstición.

La segunda diferencia fundamental, que guardan relación con la anterior, es el hecho histórico mismo de cómo la religión se establece como una institución social superando el mero ámbito individual y concreto y yendo a situarse como un reglamento de normas sociales y una manera determinada de socialización. Y esto ocurre siempre y necesariamente en la religión pues no existe religión alguna que no pretenda ser un hecho social e histórico que determine a la propia sociedad. Cualquier religión pretende no solo dar una serie de normas al individuo concreto sino generar una comunidad de fieles mientras que la superstición pertenece al ámbito estrictamente individual. De hecho, para que superstición individual pase a ser un tabú social necesitará necesariamente el apoyo de una religión y así, por ejemplo, los ritos religiosos tiene una base en la propia superstición, como se puede ver por ejemplo en las famosas procesiones de Semana Santa, pero implican algo más: un hecho social determinado que señala quiénes forman parte del colectivo y quiénes no.

La tercera diferencia, y esto ya lo vio muy bien Fraser en La rama dorada, es que la relación que mantiene el individuo con la superstición o con la religión es diferente. Con la superstición, el individuo mantiene una relación en la que intenta aprovechar los poderes sobrenaturales que se representan, o que aparentan representarse, para su propio beneficio intentando con ello lograr una vida material mejor. Sin embargo, en el progresivo desarrollo de abstracción que ha sufrido las religiones, y en este aspecto resulta muy interesante comparar las religiones paganas que eran un mero proceso de chantaje y soborno entre hombres y dioses con la religión cristiana, el espíritu religioso ha ido más allá de la mera relación comercial con el mundo trascendente y se ha situado en una relación familiar con él.

Entendemos como relación familiar aquella en la cual dos sujetos, en este caso uno natural y otro sobrenatural, no solo se relacionan para buscar mutuamente beneficio sino en aras de una relación afectiva emocional en la cual existe una preocupación entre uno y otro. De esta forma, la religión presenta una forma de relación normalmente basada en la pleitesía que los seres humanos rinden a un dios poderoso, y en eso está con la superstición en cuanto a un mundo ingobernable desde lo humano,  pero añadiendo la imagen de que esa realidad sobrenatural tiene una preocupación amorosa hacia el propio mundo material. Esto, por ejemplo, se ve reflejado perfectamente en la devoción a la virgen María dentro de la religión católica, que es una devoción ajena a cualquier realidad intelectual o trascendente, y se convierte en una pura relación sentimental materno filial.

Así, no se puede identificar meramente la superstición con la religión pues si bien ambos tienen elemento en común como la creencia en un mundo inexistente no refieren dicha creencia ni a las mismas causas ni producen las mismas consecuencias. Pero esto no quiere decir que en el devenir histórico la propia religión por alguna causa no pueda haberse convertido nada más que una mera superstición en el sentido de transformarse en una creencia cuyo desarrollo, tanto histórico como intelectual, se encuentra ya agotado y conduce necesariamente a su autodestrucción.


De hecho, lo que nosotros vamos a pretender en el siguiente artículo de esta serie, va a ser intentar demostrar como el desarrollo histórico e intelectual de la propia religión ha devenido a ésta en mera superstición antiilustrada y que por lo tanto debe ser abandonada no solo por aquel individuo que no tenga fe sino por todo individuo que crea que la razón debe regir el pensamiento humano y que la emancipación  de los individuos es una necesidad histórica concreta. Pero que nadie se asuste porque esto lo haremos otro día, aunque en breve.

jueves, abril 13, 2017

martes, abril 04, 2017