jueves, diciembre 25, 2014

UNA PEQUEÑA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA/7
LOS PRESOCRÁTICOS/3: PARMÉNIDES

En nuestro artículo anterior comenzábamos a reseñar el pensamiento de los Presocráticos, en concreto de aquellos que denominabamos monistas pues defendían que sólo había un Arjé. Pero, acabábamos dicho artículo señalando que nos quedaba aún por hablar de uno de ellos, y tal vez el más importante: Parménides.

Efectivamente, en este artículo vamos a analizar el pensamiento de Parménides y esperemos que al final del mismo nuestros lectores, pocos pero excelentes pero pocos, entiendan por qué le dedicamos un capítulo aparte a este pensador.

¿Qué hace a Parménides tan especial? Antes de nada conviene señalar un aspecto fundamental para toda esta serie, especialmente una vez que entramos en autores. Lo que convierte en especial a un autor en la Historia de la Filosofía –y especialmente en nuestra pequeña historia de la filosofía- no es en absoluto que estemos más de acuerdo con él que con otros sino la importancia objetiva que su pensamiento tuvo para el desarrollo de nuestra disciplina. Por importancia objetiva entendemos que sin ese autor que analizamos la Historia de la Filosofía seguramente hubiera tomado otra dirección -tal vez una que nos gustara más, seguramente una que nos gustase menos-.  Por ello, consideramos que el autor resulta imprescindible para la evolución de la propia filosofía pues la marca, y ello a pesar de que todas sus teorías resulten profundamente erróneas.

Y ahora toca contestar a la misma pregunta anteriormente descrita pero ya con un sentido más concreto: ¿qué hace a Parménides tan especial?

La grandeza filosófica de Parménides radica en que por primera vez se  van a presentar dos problemas fundamentales en el desarrollo del pensamiento filosófico. En primer lugar, la distinción entre el pensamiento puramente racional y el conocimiento sensible; en segundo lugar, y relacionado evidentemente con lo anterior, la diferencia que Parménides va a marcar entre apariencia y realidad. Comencemos, por tanto, a analizar la importancia de Parménides.

Parménides va a reflexionar sobre lo que llama doble vía de la Verdad y la Apariencia. Así, será el primer autor de filosofía que se preocupará de lo que va a ser a partir de entonces uno de los principales problemas epistemológicos. Por tal palabra, epistemología, que resulta sumamente extraña, debemos entender aquello que hace relación al problema relacionado con el conocimiento del mundo exterior. La epistemología, a pesar de lo que dice el maravilloso enlace, es así el análisis del conocimiento y de qué y cómo podemos conocer.

Sobre esto, Parménides va hacer una distinción que va a ser  fundamental en toda la historia de la filosofía posterior entre Apariencia y Realidad.

La apariencia no enseña lo que el objeto realmente es sino solo lo que parece -ciertamente nuestros lectores ya habrán descubierto por qué se llama apariencia-. Un lobo disfrazado con piel de cordero nos parecerá un cordero, pues esa es su apariencia, pero el hecho de que lo conozcamos de una manera no le hace ser de la misma sino que seguirá siendo realmente un lobo. De esta manera, existe una distinción entre apariencia, lo que parece ser, y la realidad, lo que verdaderamente sea.  O diciéndolo en un lenguaje que va a resultar imposible para Parménides pero que sin embargo es deudor de su obra: no existe una identificación plena y sencilla entre nuestra representación mental de la realidad y la realidad como tal. O dicho aún de otro modo: nuestra visión del mundo no se corresponde necesariamente con la realidad del mundo.

Así, esta primera diferencia parmenídea entre apariencia y realidad va a resultar fundamental para toda la Historia de la Filosofía pues va a permitir independizar al pensamiento de la pura imagen mental que obtenemos a través los sentidos. Diciéndolo de nuevo con un ejemplo: desde ahora, el hecho de que veamos una pared blanca no va a implicar necesariamente que tengamos que creer que la pared es blanca.

En segundo lugar, vamos a analizar la separación radical que realiza Parménides como consecuencia de lo anterior entre el conocimiento sensible y el conocimiento racional. Entendemos por conocimiento sensible aquel que es fruto directo e inmediato de los sentidos. Es, por ejemplo, conocimiento sensible todas aquellas representaciones mentales que se producen como consecuencia del ejercicio de los sentidos: ya sea la vista, fundamentalmente, pero también cualquiera de los otros cuatro -nota: soy muy listo y sé que hay más -. Frente a lo anterior, entendemos como conocimiento racional aquel que es fruto de la pura especulación abstracta, cuyo inicio puede estar o no en lo percibido por los sentidos, y que nos habla de razonamiento y no de imágenes mentales.

Debido a la distinción apariencia -lo que las cosa nos parece ser- y realidad -lo que realmente son- y la separación entre conocimiento sensible y racional llegará a una conclusión: ambas distinciones están relacionadas. Y Parménides no duda en relacionarlos de forma exclusiva: el pensamiento racional nos permite conocer la realidad  y los sentidos nos engañan con la apariencia.

De esta manera, Parménides ha presentado un juego de dobles parejas que será fundamental en la Filosofía: por un lado, la razón va unida a la verdad; por otro, los sentidos van unidos al error. Y estas dobles parejas enseguida se unirán en un trío -insaciables ellas-. Razón y realidad se unen a verdad mientras que sentidos y apariencia se unen a falsedad. Y esta será la clave de todo el pensamiento griego -veremos posteriormente que rota por la Modernidad-: la Realidad es racional.

A partir de aquí, y llevando la tesis hasta el extremo, Parménides llegará a una sorprendente conclusión. Si los sentidos se unen a la falsedad toda la información que nos den será apariencia y por tanto falsa.

¿Cuál es la información que nos dan los sentidos? Los sentidos nos presentan que existen muchos seres particulares, una pluralidad de individuos concretos. Pero ya sabemos que esto es una apariencia, como un espejismo, y que no debemos fiarnos. Por tanto, la única forma de saber qué hay realmente es acudir a la argumentación racional. Y esta nos explica, oh sorpresa, que la realidad plural no puede ser real y que en realidad, observen la palabra,  solo existe un Ser, una única realidad. Pero, ¿por qué?

Comencemos con la argumentación. Si existiera una pluralidad de seres todos ellos serían ser, pues esto es necesario para que existieran. Pero, la separación entre dos seres, que es lo que permite que haya dos y no solo uno pues si no estuvieran separados no habría dos sino uno solo, también debería existir pues si no fuera así no separaría nada: si entre uno y otro no hubiera nada lógicamente, y atención a esta palabra, no habría separación. Así, la separación debe ser también ser. Y si la separación es ser y los particulares son ser lógicamente no hay separación pues en realidad, obsérvese como hemos pasado de lo lógico a lo real, todo es ser. Y, como conclusión racional frente a la evidencia de los sentidos, todo es una única realidad: el Ser.

Juegue en casa a Parménides. Hoja de papel y un lapicero. Dibuje ahora un objeto y luego otro y un tercero, y si está inspirado un cuarto, quinto... Ahora mire el papel y verá una pluralidad de cosas ante su vista. Sin embargo, y realmente -otra vez la palabreja- solo habrá un papel. La pluralidad de cosas no es algo real sino   apariencia mientras que lo único real lógicamente es el soporte para el objeto.

Así, Parménides ha llegado a un aspecto radical del pensamiento filosófico. Lo que Parménides ha planteado es una absoluta separación entre la realidad empírica, es decir la perceptible a través de los sentidos, y la racionalidad: la realidad si es verdadera es racional y no lo es solo por   ser empírica, perceptible por los sentidos. La pregunta, ahora, queda en el aire y es un paso más sobre la anterior pregunta por el arjé. Efectivamente, en esta primera pregunta se planteaba el origen y sustrato de la realidad; en la nueva pregunta de Parménides hay algo más radical: ¿qué es y cómo es la realidad? Y es más radical porque no se puede responder con una mera descripción de lo que percibimos.

Ahora lo sabemos: Parménides ha iniciado la Epistemología y a través de ella ha creado la Metafísica. Y su pregunta doble, ¿qué es la realidad auténtica y si se puede conocer realmente? exige, esa es la historia de la filosofía, una respuesta. Y pronto comenzarán incluso mientras él está pensando dada por coetáneos suyos.


jueves, diciembre 04, 2014

CASTA Y UNIVERSIDAD

1.- La Casta es muy mala.
2.- El único sitio de España donde no hay Casta es en la Universidad.
3.- Hola, soy Íñigo Errejón.
4.- Y la culpa de todo la tiene la Casta que me acusa de ser Casta.
y 5.-Porque en la Universidad no hay Casta.

SOMOS ARISTOCRACIA.

miércoles, diciembre 03, 2014

FÚTBOL: BORREGOS Y AFICIONADOS

Ante otra muerte relacionada con un partido de fútbol cuando menos hay que explicar algunas cosas. Especialmente hay que explicarlas cuando a nosotros nos gusta el fútbol y, de hecho, somos socios de un equipo: en concreto el Real Madrid ¿Tiene algo que ver el asesinato o ayer de una persona con el fútbol? Sería muy fácil sin duda señalar que no, que es producto de unos grupos incontrolados que matarían igual en cualquier otro sitio. Sin embargo, y a los hechos nos remitimos, resulta que en la rebajas, en los paseos en barca, en el hipódromo o incluso en las manifestaciones políticas no existe tal número de muertos como en los partidos de fútbol. Por tanto, e indudablemente a tenor de los hechos, el futbol guarda relación con esas muertes.

Pero, decir que el futbol guarda relación con ella  es igual a no decir nada. Porque de lo que se trata ahora es no sólo de señalar sino de explicar qué relación guarda el fútbol con los asesinatos y la violencia que se genera alrededor de él. Precisamente, este artículo va a tratar de explicarlo.

Comencemos por el primer responsable: la prensa. La prensa ha generado una importancia extraordinaria en torno al fútbol. La calificamos como extraordinaria porque nos resulta incomprensible desde todo punto de vista  que un telediario pueda empezar por un partido de fútbol que ni tan siquiera se ha jugado y, poniéndonos incluso en el para más laxo posible, ni genera un campeón en una competición. Sí están atentos a sus pantallas verán que cualquier partido acaba resultando ser el partido del año, lo que hace, curiosamente, que al año pueda haber al menos una decena de partidos de ese mismo año. Pero no es sólo eso en lo que interviene la prensa, sino también en una idea que se está generalizando sobre lo que es un buen aficionado al fútbol. Efectivamente, la prensa está señalando un nuevo ideal de aficionado al fútbol. Para la prensa el buen aficionado debe ser aquel que asista al estadio a animar a su equipo con cánticos, cuantos más horteras mejor, y que deje a un lado todo criterio crítico sobre el futbol desplegado por sus jugadores. Frente a eso, el buen aficionado según la prensa debe ser aquel que busque animar a sus jugadores hasta el último aliento: una horterada épica. Es decir: la prensa admira al borrego que pagando una entrada carísima nunca dejará solo, como dice la repugnante y ñoña hinchada de Liverpool, a su equipo. Ese tipo ignorante y acrítico, ese modelo de cualquier régimen totalitario, no cabe duda que es el aficionado favorito de la prensa deportiva. No hay más que ver que ésta ha acabado convirtiéndose en una misma prensa forofa dejando a un lado su característica crítica o neutral y pasando a ser una prensa adscrita a un equipo concreto. Algo, que comenzó en provincias y ha acabado siendo un rasgo general de toda la prensa deportiva no sólo española sino mundial. Así, la prensa busca un ideal de aficionado que es aquel que, como ella misma dice, siente por encima de todo los colores. Es decir, que no piensa durante el partido.

El segundo responsable son los propios jugadores de los equipo de futbol que están encantados con que los aficionados se transformen en un bloque de borregos acríticos y siempre fieles. Quienes cobran un dinero muchas veces escandaloso, de acuerdo sus escasas virtudes futbolísticas, podrían tener problemas ante una afición verdaderamente entendida y técnica que señalara sus más que numerosos defectos ante sus escasas virtudes. No hay más que ir a los campos de España para ver que una inmensa mayoría de los jugadores no son sino unos tuercebotas esforzados, sin duda honrados profesionalmente pero desde luego muy lejos de lo que es un ideal del futbolista, que sin embargo están encantados de que la afición sienta profundamente los colores y anime ante cualquier adversidad: especialmente si esta es fruto de la propia inutilidad de los jugadores. Es decir, que la afición no les pida responsabilidades de acuerdo a lo que son: profesionales de un trabajo. Por eso, los futbolistas cuando acaban los partidos lanzan su camiseta no a los aficionados sino a aquellos que más cantan, berrean y otras formas de identificación característicamente primitiva. No hay que olvidar, en este caso, que el sector de la afición madridista favorita de un tipo como Mourinho y  que le homenajeó al final, al entrenador que menos títulos ha ganado con el Madrid en relación a sus año el ejercicio, fueron los hoy afortunadamente defenestrados ultrasur cuyo conocimiento del fútbol cabría en un billete de metro, en un sello de corren o incluso en su propia materia gris. Así, los profesionales del deporte, jugadores y entrenadores y demás integrantes de esta profesión, buscan igualmente una afición aborregada, que no les exija nada de acuerdo a sus portentosos sueldos sino sólo una máscara de lucha y un besarse el escudo cuando meten un gol como si no supiéramos que cobran por hacerlo.

El tercer responsable es sin duda la propia estructura de los clubes. Es sin duda ingenuo pretender que los grupos ultras viven ajenos a la estructura característica de un club de fútbol. Ultras hay en todos y cada uno de los clubes y éstos los han financiado, sostenido, alentado y soportado. Al fin y al cabo, como se demuestra en el Atlético de Madrid, en el Barcelona o en el Real Madrid, si bien en los dos últimos hay que reconocer que ya no últimamente, la estructura administrativa de los clubs ha utilizado los ultras como una especie de guardia pretoriana dispuesta siempre a defender a la directiva de turno por encima de la defensa de los intereses del club como institución. Así, resulta repugnante que los propios clubes se presenten como víctimas de aquello que ellos mismos no sólo han creado sino que protegen y defiende.

Pero detrás de todo esto existe también un anhelo de falsedad. Este es el anhelo de la inexistencia de la responsabilidad individual, de la idea de que en el fondo los individuos no son más que un proceso social sin voluntad propia. El principal responsable de los hinchas radicales son precisamente los hinchas radicales. Hay que ser sencillamente un imbécil integral para pelearse por un partido de fútbol o para insinuar ni tan siquiera que lo más importante de tu vida es tu gusto por un equipo de eso que se llama balompié. No cabe duda de que pueda haber gente cuya vida sea tan pobre que lo más importante en ella sea una acción que se realiza cada domingo por otros que no es él mismo, y si tiene suerte y es hincha de un equipo con poder económico también a mitad de semana. De esta forma, sí bien indudablemente se puede hacer un análisis sociológico de la hinchada futbolística, también resulta extraordinariamente falso pretender que el comportamiento individual de un conjunto de cretinos no es responsabilidad también, aunque seguramente no sólo, de esos mismos cretinos. Es ingenuo pretender que las cosas ocurren ser una relación con la sociedad, pero también pertenecen al ámbito de la ingenuidad intentar explicar todo desde una perspectiva puramente social, sin contar con la intervención de los individuos. No cabe duda de que para ser ultra de un equipo de futbol hay que ser un imbécil integral.


Mañana jueves, en el recreo, volveremos a tener nuestra tertulia deportiva. Mañana el tema es quién es el mejor jugador del mundo. Nuestros contertulios expertos, alumnos del instituto entre primero de ESO y bachillerato o, opinarán sobre el tema y luego nuestro público también reflexionará sobre ello. Estaremos muy alejados de lo que se pretende ahora sea un aficionado de fútbol: pretendemos no cantar, animan, berrear sino reflexionar sobre este deporte. Tal vez, alguna prensa deportiva nos pudiera presentar como traidores. Pero en realidad lo hacemos porque nos gusta el fútbol.