martes, mayo 26, 2009

beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

La misa es el rito de la común unión. Efectivamente, a ella no se va discutir, a reflexionar o a pensar por uno mismo. Ni tan siquiera se va a escuchar y juzgar. Se va sólo a demostrar la pertenencia a la comunidad. Sin fisuras. Por eso la gente se arrodilla a la vez, por eso la gente se pone en pie a la vez, por eso la gente se sienta a la vez. Hay una imagen del presunto ser superior: el buen pastor. Y el pastor vive de sus ovejas.
En un balido.

Llego al estadio. Es el Santiago Bernabéu, pero podría ser cualquier otro campo. En mi asiento me encuentro un papel recubierto de plástico. Hay hasta instrucciones escritas en él. Se pretende que cuando salten los jugadores generosamente pagados yo extienda mi cartulina para que, junto con otros, formemos un bonito mosaico de apoyo al equipo. Porque todos somos del Madrid –o del Barcelona, o del Atleti, o del Valladolid,…- Sí, pero unos pagan y otros, generosamente, cobran. Si miran el partido por televisión no sé si podrán ver un pequeño agujero en el impresionante mosaico de la afición. Seguramente, espero, haya más. Uno de ellos soy yo.
Pero hay más balidos.

Usted era una persona preocupada por la política. Lo era y aún lo es. Usted era, y no hay ni un ápice de ironía en todo esto, alguien que pensaba, y con razón, que el compromiso social era algo fundamental de su propia vida. Y usted se afilió con toda su buena voluntad en un partido político que creía que pensaba con usted hasta que lograron que usted no pensara y fuera como ellos. Y a usted, un día, le pusieron justo detrás del que hablaba en el mitin. Y recuerda que aquel político, un líder sin duda carismático, le daba la espalda. Y a usted, ese día, le dieron una bandera de plástico. Y le dijeron que a una señal la ondeara. Y usted, que había ido a ver qué le decía su candidato se extrañó. Pero cuando el regidor le dio la señal ondeó la bandera mientras pensaba que era lo mejor para lograr los objetivos de sus ideas. Y así fue un día, y luego otro, y otro… Y ahora, usted va al mitin de su líder y ya va atrás. Y ya coge su bandera de plástico y ya tras la cuenta atrás la ondea sin cuestionarse nada. Y se siente feliz mientras a una señal del regidor, cuando justo la televisón entra en directo, usted ayuda a la causa. Y ayuda, sobre todo piensa, a la emancipación de la humanidad con su bandera de plástico. Y luego vota.
Y se le escapa un balido que nunca pensó que pudiera ser suyo.


Cada personaje que va en busca del mago de Oz a la Ciudad Esmeralda, pide algo. Dorita quiere volver a Kansas, el León pide valor, el Hombre de Hojalata un corazón. Y el Espantapájaros pide un cerebro porque cree que podría pensar cosas que nunca ha pensado y luego podría sentarse a pensar más. Pero todos ellos, como se ve a lo largo de la magnífica novela y de la extraordinaria película, ya tienen lo que buscan. Porque Oz no es más que una farsa y ese valor y ese corazón y ese cerebro están ya en ellos mismos, aunque escondidos, desde el principio.
Y porque hay otra respuesta que el balido.

lunes, mayo 25, 2009

HOMENAJE A DARWIN

Se cumplen ciento cincuenta años de la publicación del libro de Darwin El origen de las especies. Su aparición en 1859 es sin duda un hito en el pensamiento científico, pero ello quiere decir a su vez que lo es en la historia de la cultura humana. Efectivamente, Darwin es un ejemplo de como la ciencia no es un saber especializado, estrecho e instrumental frente a las cacareadas humanidades integradoras, sino un conocimiento indispensable para la emancipación humana. Y el homenaje que este artículo pretende rendir a la obra intelectual del naturalista británico intentará mostrar precisamente el vínculo que une a su idea evolucionista con el discurso de la Modernidad.

La idea de la evolución de Darwin es tan sencilla, aparentemente, que según cuentan hizo maldecir al también naturalista Thomas Huxley sobre cómo no se le había ocurrido antes a él. Pero eso es solo una apariencia que debe ser rápidamente desterrada. Pues detrás de toda la teoría darwinista sobre la selección natural y la evolución que los individuos sufren de forma independiente a su voluntad o a cualquier planificación hay algo profundamente moderno: la negación de la existencia de un plan en la naturaleza, ya divino o ya natural, y, al tiempo y de forma paradójica en su teoría, la emancipación de lo humano de ese mismo estado natural.

En primer lugar, la teoría darwinista niega la idea de esencia del fijismo, paradigma básico en la ciencia biológica de su época -donde ya habían surgido sin embargo ideas transformista- y que aún estaba en el fondo de la clasificación que Linneo habia llevado a cabo. La esencia era, desde la filosofía griega, la idea de aquello inmutable que hacía que una cosa fuera lo que es a pesar de los cambios aparentes, los accidentes, que pudiera tener. La esencia, así, permanecía inmutable y confería a su vez el carácter universal a la especie por participar cada individuo de dicha esencia. Sin embargo, en Darwin el cambio de los individuos, y no de la especie de forma universal, era la regla básica de la naturaleza e implicaba la desaparición del concepto de esencia: cada animal podía atesorar cambios sobre sus ascendentes que podían ser, en escasas ocasiones eso sí, la clave de su éxito. Y de esta forma se unía una nueva característica al mundo: su temporalidad pues los animales así cambiaban.

Pero, podría decir alguien, esto no es nuevo. Ya toda la física aristotélica fue un intento de engarzar el cambio en la naturaleza, y con ella el tiempo, con la esencia. Y para ello instauró, con cierta dosis platónica, la idea de la Teleología: existe un sentido en la realidad y todo es, o está, para algo. De esta forma cada ser, cada desarrollo en dicho ser -el paso de la potencia, lo que una cosa puede llegar a ser, al acto, lo que una cosa es: pasar de semilla a árbol- y cada parte de cada ser tenían una finalidad y la naturaleza poseía un sentido racional como sistema donde todo tenía su función. La naturaleza era racional.

De esta teleología a su vez derivaron dos tesis: la existencia de un plan en la naturaleza -trascendente y con implicaciones divinas mayormente o inmanente y con implicaciones materialistas-; y, segundo y unido a ella, los distintos grados de perfección en la naturaleza -la gran cadena del ser - donde unos seres vivos eran más perfectos que otros. Así, la naturaleza predarwinista era el lugar de la Racionalidad pura aplicada en pos del diseño guay de la creación. Y, lo que es muy importante, el ser humano formaba parte del engranaje crecionista, casi siempre divino, y de esa misma planificación. Tobo estaba en su sitio y desde la metafísica hasta la moral o la política se explicaban de acuerdo a esa esencia natural de una realidad cerrada. El mundo humano y el natural se identificaban y el mundo era lo que debía ser planificado, o al menos fundamentado, por Dios.

Con esta bella visión, sin embargo, ya había roto el pensamiento filosófico moderno. Efectivamente, y con Kant como exponente básico, la filosofía ya había señalado que el lugar de la racionalidad no era la realidad sino el sujeto: este daba, o debía dar, sentido al mundo. Y la revolución industrial había demostrado la posibilidad factica de esto y de la transformación de la realidad. Así la ciencia de la biología estaba por detrás del propio discurso que la había hecho nacer.

Hay dos formas de crítica. En la primera, que podríamos llamar explícita, la crítica aparece formulada como argumentación. En la segunda, la implícita, se presenta una teoría incompatible con otra ya establecida que de ser cierta la nueva hace falsa a la segunda. Darwin eligió esta segunda opción. Pero, ¿cómo hace falsa la evolución a la teoría del tiempo como sentido y a la idea de racionalidad de lo real? ¿Cómo desmiente a la metafísica clasica?

En la teoría de Darwin los seres vivos de una misma especie no nacen todos idénticos sino con modificaciones entre sí. Y estas modificaciones pueden ser de tres tipos: beneficiosas, perjudiciales o neutras. Pero la características citadas no lo son a priori, por esencia, sino por el factor azar. Efectivamente, como demostraba el célebre ejemplo de las polillas claras y oscuras, unas condiciones dadas en la especie podían resultar hoy beneficiosas y mañana, sin embargo, perjudiciales. El fijismo quedaba así roto. Pero a su vez se rompía la idea teleológica clave de la metafísica grecocristiana pues las variaciones no respondían a fin alguno, como aún creía por ejemplo Lamarck, sino que eran producto exclusivo del azar. Cada ser era en realidad ya una variación, un particular frente a su especie, que se enfrentaba a un mundo absolutamente cruel. Y no había, así, seres más perfertos que otros sino solo adaptaciones. Tan bien adaptada está la esponja como el chimpacé y, por tanto, ambos están igual de evolucionados. El mundo resultante lejos de la perfección de la creación era solo un medio en el que sobrevivir. Y si acaso llegaba a ser algo era a ser cruel y triste.

Porque, efectivamente, la crueldad del mundo era otra nueva característica que Darwin añadió a la naturaleza. La madre naturaleza era la más malvada de las madastras. La supervivencia del más apto implicaba la muerte del inaptado: no había piedad ni cuidado en el orden natural. De esta forma, Darwin, quien ya había borrado la idea de planificación de la naturaleza, destruía ahora la de un mundo natural que debía dirigir la racionalidad humana. La vieja idea clásica, grecocristiana, de que la vida humana debía ser regida por la esencia natural, basada en un concepto de la naturaleza como plan racional, sólo conduciría a un mundo cruel. Y por eso el rechazo de Darwin a la derivación que supuso de su teoría el darwinismo social: el mundo natural no debía ser el mundo humano.

Y es ahí donde Darwin culmina, científicamente, el discurso moderno. Mucho se ha hablado de que Darwin redujo al hombre a su condición de animal. Nada más lejos, sin embargo, de la realidad. Al señalar la naturaleza como algo alejado de la condición humana por su crueldad, Darwin emancipó lo humano, lo propiamente humano, de lo natural. Al romper la imagen de planificación racional en la naturaleza y al incluir una crueldad nunca vista como clave del proceso natural, Darwin reducía los valores tradicionalmente morales -como la compasión, la ayuda al débil o la propia racionalidad- al ámbito de lo humano en cuanto a cultura. Y al hacerlo así rompía con la idea de totalidad que exigía la propia creación divina pues el sujeto se emancipaba de ella y sus reglas: se emancipaba del creador divino. El mundo humano, la cultura alejada ya de la naturaleza, era lo único que tenía valor moral y lo único donde habitaba la racionalidad siendo la creación un mundo cruel. De esta forma el sujeto como tal ganaba su autonomía, pues la esfera racional quedaba reducida a él frente al mundo, frente a lo heterónomo que habitaba en la metafísica clásica donde Dios era la racionalidad y el hombre su criatura. Darwin había hecho ciencia así el discurso moderno.

Es una anécdota conocida. Compiten en debate el arzobispo de Oxford y el ya citado Huxley. El obispo ve el debate racional perdido e intenta el chascarrillo: ¿quién fue el mono, su padre o su madre? Y Huxley contesta: prefiero descender de un insignificante mono a ser de la familia de alguien que utiliza su conocimiento y poder para ocultar la verdad. Y es cierto: preferimos tener en nuestro árbol genealógico a un insignificante lemur que ser el fruto de un mal alfarero cruel y sus secuaces. Y tal vez en ese orgullo referido por Huxley de defender la búsqueda de la verdad como moral surja el mayor homenaje posible a Charles Darwin.

jueves, mayo 21, 2009

DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN/y 3: BUSCANDO UN SITIO

Porque hay cosas que ya no merece la pena considerar en serio.
Y por supuesto no nos referimos a los Hermanos Marx.

Una noche en la ópera, 1935. Dir: Sam Wood.Pero, los Hermanos Marx.

Y los partidos llegaron a acuerdos desde el respeto a sus profundas ideas y la convicción.

miércoles, mayo 20, 2009

DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN/2: NEGOCIANDO

Porque hay cosas que ya no merece la pena considerar en serio.
Y por supuesto no nos referimos a los Hermanos Marx.

Una noche en la ópera, 1935. Dir: Sam Wood.Pero, los Hermanos Marx.


Los partidos negocian desde los más sólidos principios.

martes, mayo 19, 2009

DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN/1: PROMESAS

Porque hay cosas que ya no merece la pena considerar en serio.
Y por supuesto no nos referimos a los Hermanos Marx.

Una noche en la ópera, 1935. Dir: Sam Wood.Pero, los Hermanos Marx.


Y una ayuda para el coche
y otra para las pymes
y nosequé de la vivienda
y que si un ordenador por alumno.

Y también, dos huevos duros.

domingo, mayo 17, 2009

VIDA INTERIOR/24: RECORDATORIO

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará.Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz


Y en homenaje a los alumnos.

Hoy es el día de San Crispín: el que sobreviva a este día y vuelva a casa sano y salvo, se elevará de puntillas cuando se nombre este día, engrandeciéndose ante el nombre de San Crispín. El que salga vivo de hoy y llegue a la vejez, todos los años, en la víspera de ese día, invitará a sus vecinos, y dirá: “mañana es San Crispín”; y luego se remangará y enseñará sus cicatrices. Los viejos olvidan: todo quedará olvidado, pero él recordará, mejorándolas, las hazañas que hizo ese día. y entonces nuestros nombres serán familiares en su boca como palabras caseras: el rey Enrique, Bedford, Exeter, Warwick, Talbot, Salisbury y Gloucester, todos seremos recordados de nuevo entre sus vasos rebosantes. Este relato contarán los hombres buenos a su hijo. Y jamás pasará el día de San Crispín, desde hoy hasta el fin del mundo, sin que seamos recordados en él nosotros pocos, felices pocos, grupo de hermanos; pues el que hoy vierta conmigo su sangre será mi hermano. Por villano que sea, este día le hará de noble rango. Y esos caballeros, que ahora duermen tranquilos en Inglaterra, se sentirán malditos por no haber estado aquí y considerarán mísera su valentía cuando con ellos hable alguno de los que con nosotros estuvo el día de San Crispín.
Shakespeare, Enrique V. Acto cuarto, escena III.


jueves, mayo 14, 2009

HUSO HORARIO

El pasado día 7 de mayo un grupo de trabajadores afectados por varias EREs -expedientes de regulación de empleo- se congregaron ante la Asamblea de la Comunidad de Madrid para exponer su problemática y protestar por su situación. Además, algunos de ellos accedieron a la tribuna del público. Durante la sesión hubo una serie de incidentes que obligaron a desalojar a los invitados y expulsar a un diputado socialista.

Y entonces, en hermoso acto solidario, los diputados de PSOE e IU decidieron abandonar el pleno en bloque e ir a la calle, ¿que ya es hora?, a apoyar a los trabajadores afectados.
Y allí también estaban los sindicatos, ¿que ya es hora?, UGT y CCOO.
Y luego la policía tuvo que cargar porque comenzó una lluvia de tornillos y piedras sobre la Asamblea.
¡La izquierda política y los sindicatos con los parados!
¡Oh, cuánta izquierda!

Pero solo una cosa más. Es Cataluña la región más afectada por ERES en el primer trimestre de 2009 con casi cuatro veces más parados por este procedimeinto que Madrid, que está en quinto lugar de España.

Bueno y otra. En Madrid -sí, ya lo imaginaban- gobierna el PP.

Pues eso, a la calle que ya es hora.
Pero cada uno en su huso horario: unos enseguida, otros más tarde o, tal vez, nunca.


martes, mayo 12, 2009

FUERA DE LA TORRE DE MARFIL: SER DIPUTADO

Es una vida dura. Uno entró en la lista electoral del partido por callarse y asentir lo que decía el jefe, por no tener una sola idea propia. Uno empezó desde abajo, tal vez desde algún ayuntamiento, y fue subiendo poco a poco sin que se oyera nunca su voz. Uno consiguió, por fin, escalar puestos: tal vez el primer año fuera de la oportunidad; luego, más cerca; al final, entró en el congreso.

Y uno se levanta cada mañana sabiendo que no va a decir nada. Y que en cinco años, o tal vez en uno, en el Parlamento nadie ha oído su voz y ni tan siquiera una sola idea suya. Porque además, cada cierto tiempo recibe un dossier con aquello que debe decir ante sus amistades o sus familias. Y vota siempre lo que le dicen. Y piensa siempre como el resto. Y cuando va a un mitin a uno le dicen cuándo aplaudir
una,
dos
y tres
plas, plas, plas
Y lo hace tan bien que le sientan de cara al público. Y agita su bandera. Y grita: ¡presidente!, ¡presidente!. Con otras voces.

Y ya han pasado cinco años. O solo lleva uno. Tal vez, nueve. O más. Y hoy, debate sobre el estado de la nación. Y ya le han dicho lo importante:
a uno,
a dos,
y a tres
plas, plas, plas.
Cuándo a uno le toca aplaudir cuando le digan y abuchear cuando se lo indiquen.

Y no como esos, sí tú intelectual de mierda, que viven en su torre de marfil.

Y todo, todo, por el compromiso político.

jueves, mayo 07, 2009

CLINT EASTWOOD Y DIOS

Los tejados de la ciudad de San Francisco estan dominados por dos elementos. Uno, es el rifle con mira telescópica de Scorpio, el asesino en serie dispuesto a ganar dinero con sus crímenes; otro, es un cartel con un lema: Jesús salva. El asesino Scorpio siempre vence sin embargo y la víctimas inocentes van cayendo una tras otra. Hasta que las salva Harry el sucio.

Si hay un autor, pues es autor, que haya tratado el tema de Dios a lo largo de su obra es sin duda Clint Eastwood. Cuando uno analiza sus grandes películas va comprendiendo que el tema de Dios, en concreto su ausencia real ante el mundo que le necesitaría, es una constante en el cine del director estadounidense. Así desde Harry el Sucio, dirigida por Siegel, la idea de un Dios ausente o cuando menos inactivo ante la permanente injusticia es constante en el universo intelectual de Eastwood: rezar es un sinsentido pues el buen Dios no escucha. Hay que actuar.

Si hacemos un somero repaso por las obras del autor veremos esto ejemplificado. En Sin perdón no hay expiación posible a pesar de la conversión de asesino a honrado padre de familia pero, además, William Munny irá al Infierno aunque –o tal vez porque- por una vez haga el bien. En Un mundo perfecto la humanidad y el amor no se encuentran en la familia del niño secuestrado, testigos de Jehova, sino que allí solo hay un fanatismo capaz de destrozar los inocentes sueños de una infancia: volar en helicóptero y vestirse de fantasma en Halloween. En Million dollar baby, el protagonista debe hacer el trabajo que Dios dejó incompleto, cuando un accidente dejó lisiada para siempre a la protagonista, y desobedeciendo al sacerdote que le indica que deje actuar a la misericordia divina mata a la boxeadora otra vez fracasada. Y en su última magnífica película, Gran Torino, debe actuar porque, como dice, rezó a Dios para que viniera la policia pero este no le escuchó. Y antes, y en esta misma película, se confesará no ante Dios sino ante el hombre.

Así, el tema Dios recorre explícitamente la obra de Eastwood. Y lo recorre en un sentido muy determinado: como ausencia, como silencio. Efectivamente, en toda la obra de Eastwood hay una crítica a ese ser omnipotente que se niega a actuar para socorrer a las víctimas. Y al tiempo, hay la idea de que el héroe es aquel que debe tomar el papel de actuar en su lugar. Si el cristianismo había sido la conversión del dios en hombre, aunque jugando con la ventaja inestimable de la resurrección, la obra de Eastwood es la conversión del hombre en Dios: pero que morirá, como en su ultima película, para siempre.

¿Pero es esto nuevo? Alguien podría estar pensando en autores cinematográficos académicamente clásicos como Dreyer o Bergman en este punto. Sin embargo, lo importante aquí es hacer un distingo. La ausencia de Dios en el cine de Dreyer, hablamos del autor en Ordet -que por cierto, acaba siendo pionera en las películas de zombis- y Gertrud, es una ausencia metafísica: la esencia mundo es la corrupción y el mal y por tanto la conciencia del sujeto debe ser la retirada de ese mundo, como en Gertrud, o la conversión a la fe del niño, el loco y el simple, como en Ordet. En realidad Dreyer, especialmente el último pues no es así curiosamente en Dies irae, es un premoderno luterano que considera el mundo como realidad esencial de pecado y por lo tanto no se puede cambiar. Así, ya solo caben las virtudes teologales: fe -esta especialmente-, esperanza y caridad.

Bergman es, sin embargo, no un premoderno sino un postmoderno. En su obra la ausencia de Dios es existencial y la viven los personajes como pérdida de sentido de sus vidas. Así, la existencia humana queda reducida a un silencio melancólico y efímero donde ya no hay construcción posible del mundo. Los grandes relatos han desaparecido y el mundo es un lugar para una vida individual y cargada de fragmentos sin hilazón entre sí. Por eso, los personajes de Bergman habitan en el silencio y en la inacción.

Pero, Dreyer y Bergman se parecen en algo y es en su carácter ontológico. Efectivamente, en ambos autores la realidad es inmutable en sí misma y se define por carencia de Dios: para el primero por ser lugar de pecado; para el segundo, por la propia inexistencia del ser superior. Y mientras que en Dreyer la única salida es la fusión personal y la sumisión inocente a Dios, la basura mística, en Bergman la solución pasa por asumir esa pérdida de sentido y vivir por ello en un tiempo ya sin sentido posible ni historia, la complaciencia posmoderna.

Pero, ¿y en Eastwood? La primera diferencia con los anteriores radica en la acción. Los personajes de Eastwood actúan en el mundo exterior de una forma decidida y para transformarlo: usan la violencia. Ellos se niegan a admitir esa ontología del mundo injusto que tanto los de Dreyer como los de Bergman asumen. Así, como ya hemos dicho, donde no llega Dios tiene el deber de llegar el protagonista. Y además este actuar no es solo un acto desesperado individual sino una idea sobre que el mundo podría ser de otro modo: y de ahí la insistencia de otro icono en el cine de Eastwood como es la bandera estadounidense como símbolo de una promesa de libertad no cumplida. Efectivamente, los tres directores podrían estar de acuerdo en que el mundo debería ser de otro modo pero solo Eastwood defiende que pobría ser de otro modo y al no serlo es culpable. Y es esta una diferencia fundamental pues la posibilidad abierta en ese poder ser implica a su vez una metafísica de la realidad: la realidad, al contrario que en Dreyer o Bergman, se puede transformar y es el sujeto, ya sujeto de la filosofía moderna, quien debe hacerlo. Y por eso en las películas Eastwood hay una tarea por hacer. Sin embargo, y como en el western, la tarea es triste pues implicará la propia exclusión del héroe del paraíso final: el uso de la violencia necesaria es sin embargo, su culpa. Y así en su último film, Gran Torino, explica porqué debe ser él el que actúe: porque, señala, yo ya tengo las manos manchadas de sangre. La ausencia de Dios, de esta forma, implica en Eastwood a su vez la posibilidad de humanizar el mundo. Y es, por tanto, radicalmente moderno al mostrar la incompatibilidad entre el proyecto del sujeto moderno, el proyecto ilustrado en definitiva que es el suyo, y la presencia de Dios.

Pero el lector se habrá percatado de que hemos saltado Mystic River. En efecto, pues en ella no se habla de la ausencia de Dios sino de su terrible presencia. Si se fijan en la película la presencia de Dios vaticina siempre el mal: el violador de niños muestra su anillo con una cruz, el mafioso, al final de la película, muestra su espalda desnuda y tatuada con otra cruz. Entre medias un reguero de víctimas inocentes bajo el signo, en clásica expresión, de la cruz. Y así Eastwood se vuelve a separar de Dreyer y Bergman. Pues mientras que para estos la presencia de Dios implicaría la presencia del sentido como hecho trascendente, pues ese sería el único sentido posible y eso les hace a ambos ser reaccionarios, sin embargo para él dicha presencia implicaría un mal: por eso Eastwood es un autor moderno –como lo es Shakespeare o lo es John Ford-. Efectivamente, si la Modernidad se define por algo es por la autonomía del sujeto y conocer que Dios implica necesariamente la heteronomía, la sujección a sus normas para la salvación y así el paraíso no es un mundo justo sino la contemplación de su beatífico rostro. Por eso, Eastwood como autor moderno, no solo señala la ausencia de Dios sino que presenta su desprecio hacia él: Dios y el sujeto son incompatibles. Y él, y yo, prefiere la acción del sujeto. Y por eso Eastwood es, también, cine clásico y por eso Eastwood es, también, Modernidad.

martes, mayo 05, 2009

DOS NOTICIAS: UNA BUENA Y UNA MALA

Como en el viejo chiste.

La buena: por primera vez un gobierno vasco está firmemente contra ETA. Y por primera vez gobiernan los que viven con escolta. O sea, los demócratas.

La mala: ha tardado mucho tiempo. ¿Y mientras tanto qué ha pasado? ¿No habrá tampoco aquí memoria histórica?

VIDA INTERIOR/23: DÍA DE LA MADRE (pero tarde)

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará.Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz



Al rojo vivo, 1949. Dirigida por Raoul Walsh e interpretada por James Cagney. Escena final.

¡Mamá, en la cima del mundo!