En los dos anteriores artículos de esta serie hemos
presentado, primero, un resumen de nuestra idea de capitalismo para, luego,
analizar la crítica de Marx al mismo y señalarla como insuficiente. Toca,
ahora, realizar nuestra propia crítica y presentar el motivo de la maldad del
capitalismo. Y aquí la cosa, seguramente por nuestra propia incapacidad, se va
a complicar sobremanera.
Vamos a comenzar por la conclusión: el capitalismo es
moralmente malo porque impide el cumplimiento del sujeto moderno. Ah, clamarán
ustedes, qué interesante. Pero, no se vayan porque realmente lo es.
Efectivamente ya solo se puede estar contra el
capitalismo, con razón y desde una postura progresista, si se defiende la idea de sujeto: abstracción
frente a abstracción. Y vamos a intentar explicarnos.
Pero antes, ¿no es todo esto una entelequia? ¿No se trata
de un mero juego mental? Lejos de eso, es una crítica radical al capitalismo. La
moral no existe empíricamente sin más, sus juicios no son meras descripciones
del estado de cosas, sino que se basa en el juicio de valor: la moral no
describe sino que juzga. Y para juzgar se hace siempre desde un posicionamiento
previo. El posicionamiento de la izquierda tradicional contra el Capitalismo ha
sido la pobreza en las condiciones de vida de las clases populares: las clases
populares eran pobres (descripción) y a la izquierda le parecía mal esto
(juicio de valor) porque partía de que todos los seres humanos eran iguales
(posicionamiento previo). Sin embargo, esta situación ha cambiado, por la
necesidad del propio Capitalismo y tal y como hemos analizado varias veces en
este blog, y ahora resulta absurdo seguir manteniendo esto como criterio moral
pues el nivel de vida ya no es ese: el desarrollo del capitalismo es
incompatible con la pobreza. Y, curiosamente además y como analizábamos en el
anterior artículo de esta serie sobre Marx, tampoco Marx mantenía ese criterio.
Nuestra tesis ahora es sencilla: la crítica radical al
Capitalismo está en la defensa del Sujeto moderno y la demostración de la
imposibilidad del mismo en este sistema. Por tanto, y como necesidad y cortesía,
habría que explicar qué entendemos por ambos términos. El segundo, Capitalismo,
creemos que ya ha sido convenientemente explicado en este blog y lo hemos
resumido en el primer artículo de esta serie. Corresponde ahora, pues, analizar
el primero, el sujeto. ¿Qué es el sujeto moderno?
En primer lugar, sujeto y ser humano no son sinónimos.
Ser sujeto es una forma de ser humano, por tanto no todo ser humano es sujeto:
de hecho, ninguno realmente lo es -pero, de esto ya hablaremos-. Lo que
caracteriza a un sujeto no es la pertenencia, pues, a una especie biológica o a
un grupo sino su racionalidad. Por ello, y como ejemplo, un extraterrestre
puede ser tan sujeto como uno de Palencia. Así, la primera característica del
sujeto moderno es la racionalidad: para ser sujeto moderno hay que ser,
condición indispensable, racional.
En segundo lugar, es la autonomía otra característica del
sujeto moderno. Frente a la autonomía, que sea el propio sujeto el que decida
por sí mismo, surge la heteronomía, que sea alguien ajeno al sujeto quien
decida sobre él. Así, por ejemplo, una ética es heterónoma cuando alguien ajeno
al individuo decide lo que está bien o mal: por ejemplo, en las religiones. De
esta forma, el sujeto moderno, como señalaba Descartes, solo creerá aquello que
le indique su razón y por ello defenderá su autonomía.
Pero, y esta es la
tercera característica fundamental, la autonomía no conduce al relativismo
subjetivista sino al universalismo. Precisamente por ello en la filosofía
moderna ocupa un lugar importante el estudio de las matemáticas -buen salto,
¿eh?-. Efectivamente, las matemáticas serían el ejemplo de una ciencia
absolutamente autónoma, sus objetos solo existen en la mente racional, pero a
la vez universal: solo cabe una respuesta correcta y que, como luego veremos,
tiene además una consecuencia práctica en la física y la tecnología. Así,
cualquier sujeto puede hacer matemáticas pero, al tiempo, todos deberán llegar
a la misma conclusión: es racional, autónoma
y universal.
Y por eso, me van a permitir el excurso filosófico, el
análisis de las matemáticas es fundamental en la filosofía moderna desde un
punto de vista novedoso frente al pensamiento anterior. Para la filosofía que
analizó las matemáticas anteriormente, las matemáticas eran fundamento de lo
real. Para la filosofía moderna, son una característica del sujeto y por eso su
posibilidad, y no ellas mismas, son, a su vez, el ejemplo de un saber autónomo
y universal: una demostración de que el sujeto es posible.
Y unida de nuevo a su autonomía y a su racionalidad surge
otra característica fundamental del sujeto: su capacidad de transformación de
la realidad. Efectivamente, el sujeto
moderno busca transformar radicalmente el mundo. No solo pretende convivir con
la realidad sino dominarla: incluso en eso están las matemáticas y, por supuesto,
la filosofía. La realidad así se convierte en el campo de acción de esa
autonomía racional, el lugar donde el sujeto desarrolla su acción creando algo
nuevo: el ejemplo más claro, el auge de las ciudades. Por eso, de este sujeto
surge la ciencia como nueva explicación del mundo físico y su aplicación
práctica con la tecnología.
Sobre estos cuatro pilares -racionalidad, autonomía,
universalidad y capacidad transformadora- se constituye el ideal de sujeto
moderno. Pero este ideal, y por eso lo llamamos así, no es una realidad
histórica, sino un proyecto filosófico que extiende su proyecto hacia todos los
saberes como el arte, la figura del artista como héroe moderno, o la ciencia o
la política.
Así, a partir del siglo XVII, el sujeto surge como ideal
dando sus primeros pasos conscientes cuando Descartes realiza en su obra una
acción hasta entonces inédita: separar radicalmente el pensamiento de la
realidad extramental. Con ello, escinde al sujeto del resto del universo y
rompe la línea grecocristiana, y que rige aún con más fuerza en el resto de las
culturas, de un individuo integrado plenamente en el universo. Así, ahora, el
sujeto se enfrentará radicalmente al mundo para construirlo a su imagen y
semejanza: D. Quijote, Hamlet o Robinson Crusoe; pero también la ciencia o el
arte; y por supuesto, la filosofía.
Muy bien, ya hemos demostrado lo que sabemos -cinco años
de carrera y un doctorado han dado para 706 palabras-, pero ¿esto qué tiene que
ver con el capitalismo? Tiene que ver con lo siguiente. Si en primer lugar
podemos demostrar que ser sujeto es más progresista que no serlo y que se
constituye como condición necesaria de la libertad humana real. Si, en segundo
lugar, demostramos que el capitalismo es incompatible con esa forma de ser e
impide su surgimiento y desarrollo. Entonces, podremos concluir algo: el
capitalismo es malo pues excluye la posibilidad de la emancipación humana. Pero
esto, a su vez, nos lleva a otro problema: el capitalismo puede ser
perfectamente admisible si no se defiende la idea de sujeto y, como
consecuencia, es la idea de sujeto la clave de la crítica: una abstracción solo
se responde con otra abstracción.
Por eso, todo esto nos lleva ahora, una vez explicado lo
que es el sujeto, a tener ahora que responder a las siguientes cuestiones.
La primera,
explicar por qué habría que defender la idea de sujeto desde una perspectiva
de izquierdas. Y eso incluye demostrar que la idea de sujeto no es un mero
juego mental o filosófico sin consistencia real.
La segunda, analizar cómo cualquier otro posible análisis
aparentemente crítico acaba cayendo necesariamente en el reformismo o en un
pensamiento reaccionario.
La tercera, analizar la incompatibilidad del capitalismo
con la idea de sujeto. Porque si es posible ser sujeto en el Capitalismo toda
la crítica perdería su radicalidad.
A todo ello nos pondremos en breve. El verano es largo y
nuestra vida interior escasa.
2 comentarios:
¡Interesantísimo! Muchas gracias.
Lo mismo digo. Muchas gracias.
Por primera vez entiendo esa frase de Orwell en 1984:
"Libertad es poder decir 2 + 2 = 4"
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