domingo, septiembre 22, 2013

DERECHO A DECIDIR Y TOTALITARISMO

Parece una cosa muy simple. Si vivimos en una democracia, Cataluña –siempre triunfant, por supuesto- debe tener derecho a decidir. El pueblo catalán tiene el derecho, al parecer sin duda, de poder votar si desean o no seguir siendo parte de España –perdón, del estado español- pues lo contrario iría contra las más elementales normas de una democracia.
¡Negar la voz al pueblo catalán nunca!
La idea es sencilla.

Parece muy simple. En el firmamento el sol se mueve cada día, desplazándose de este a oeste. Por tanto,  al parecer sin duda, el sol gira alrededor de la tierra pues de lo contrario iría contra las más elementales normas del sentido común.
¡Ir contra el sentido común nunca!
El lema se expresa con sencillez.

Pero, a veces lo más sencillo no lo es. Si algo nos demuestra la Filosofía es que el pensamiento sencillo la mayoría de las veces está cargado de errores: demasiado simple. De hecho, este texto pretende -porque yo soy un tío muy complejo- intentar desmontar el primer párrafo escrito y demostrar que el llamado derecho a decidir no es democrático. Y no solo eso -¿ven mi complejidad?- sino que es antidemocrático. O sea, que eso que se llama el pueblo catalán, y como tal pueblo catalán, no debe tener voz en una democracia: complejo.

Hay dos maneras, grosso modo, de definir pueblo. Una procede del pensamiento ilustrado y otra, la nacionalista, del romanticismo.

La primera, la ilustrada, sería la unión de los ciudadanos. Ciudadano es aquel que vive en un estado democrático y lo forma teniendo, a su vez, los derechos de una democracia. Por ejemplo, yo soy ciudadano español porque vivo en España y tengo DNI español. Aquí, lo único que se pide para ser ciudadano es ese hecho: tener el DNI. Puedo creer en lo que quiera, comer lo que quiera o ser como quiera: mi forma de ser no implica mi unión o separación del pueblo. Es decir, en la idea de ciudadano ilustrada no se pide homogeneidad, puedo ser como quiera: mi autonomía está salvada. Pero hay más. Este estado no es nunca, por ejemplo, una unidad de destino en lo universal sino solo la unión de los ciudadanos en una entidad jurídica concreta. Es decir, su fundamento, en el sentido incluso ontológico –lo sé, qué complejo soy- son los propios ciudadanos. Por eso, la soberanía reside en el pueblo: en el conjunto de los ciudadanos.  Y en el conjunto de ellos quiere decir de todos ellos.

La concepción que surge con el romanticismo es muy diferente. La pertenencia al pueblo es por una serie de características determinadas que se identifican con una entidad existente previa de carácter esencial: el pueblo y la nación. Normalmente, estas características  son la lengua, las costumbres y, guste  o no, la raza al menos en tanto que implica la existencia de un tipo determinado de ser humano que por su forma característica de ser -catalán, vasco o español- se diferencia sustancialmente de los otros seres humanos. Así, en esta visión se defiende una idiosincrasia propia de un colectivo que se presenta como unidad y que exige de suyo la homogeneidad de los individuos y su sumisión a ese sujeto colectivo que es el pueblo. De esta manera, ser español catalán o vasco  -o gallego que casi nunca les contamos, o turolense que a estos sí que nunca- implica que la forma de ser del individuo debe amoldarse, y se amolda, a esas características previas al mismo. Ser catalán –o español, vasco, turolense, gallego…- es la forma correcta, la mejor forma, de ser humano: aceptar lo que viene impuesto.

Y surge así la diferencia fundamental entre ambas concepciones. Mientras que la versión ilustrada es inductiva, la romántica es deductiva -cuánta complejidad, pienso mientras me miro en el espejo-. Pero, ¿esto qué quiere decir?

Para el pensamiento ilustrado el sujeto colectivo se debe construir, teóricamente al menos, a partir de la unión de los individuos. Es decir, el sujeto colectivo se debería constituir desde la autonomía de los sujetos particulares y son estos su fundamento. Y la clave es porque así no se pierde la autonomía propia de cada sujeto.

Sin embargo, en la idea romántica es la lógica deductiva lo que prima. Lo primero es el colectivo,  que se pierde en la historia -o, mejor aún, en el mito- y la identidad de los propios individuos viene dada por su pertenencia a dicho colectivo. La lógica deductiva aquí expuesta resulta, por tanto,  totalitaria pues es el sujeto colectivo -el pueblo- el que da sentido a los particulares –los individuos- y se convierte en su fundamento.  La identidad nacional es lo prioritario: el Visça Catalunya!, tan parecido al iArriba España!,  es la negación de la autonomía de los sujetos que allí viven.

Muy bien, muy listo -¿a que sí?-, pero todo esto ¿qué tiene que ver el derecho a decidir?. Pues ahora vamos

Cuando se nos dice que el pueblo catalán tiene derecho a decidir sobre su futuro es bueno ver que el sujeto de la frase es el pueblo catalán -sí, resulta evidente que no solo sé de Filosofía, soy un hombre del Renacimiento-. Así, lo que se nos pide de forma previa es admitir que existe a priori algo así como el pueblo catalán: el derecho a decidir es un círculo vicioso. Y como consecuencia lógica, implicita o explícitamente, se nos pide aceptar la concepcion deductiva del romanticismo y, con ella, su visión totalitaria.

Pero alguien podría decir que no y que se debe entender por pueblo catalán una mera propuesta inductiva realizada a partir de los individuos que viven en Cataluña. Sin embargo, esto se podría demostrar fácilmente como falso. Efectivamente si pensaran realmente esto quienes creen en el derecho a decidir, tendrían que admitir ese derecho para cualquier otro colectivo inductivo -desde ciudades, comunidades clubes de petanca  o cualquier otro- pues no habría diferencia entre unos y otros. Sin embargo al negarse a ello, solo tiene derecho a decidir el pueblo catalán como un todo,  están señalando implícitamente que cuando hablan de el pueblo catalán no se refieren a algo inductivo, como podría ser un mero conjunto de personas, sino a una entidad realmente existente y sustancial, la nación catalana, que es el sujeto. Es decir, se pide admitir primero la existencia de dicha nación y, con esto, la concepción totalitaria del nacionalismo.

De todo este se derivan así dos cosas.

La primera es que no se debe admitir el llamado derecho a decidir pues para admitirlo sería necesario defender ese sujeto previo que es el pueblo catalán, lo que implicaría, a su vez, la aceptación del pensamiento mítico nacionalista que es radicalmente falso. El sueño de la Razón produce monstruos, así que es mejor que aquella no duerma nunca vigilando al pensamiento mítico que incluso ahora se disfraza de izquierdista.

La segunda, más grave, es que el derecho a decidir es contrario a la democracia, y por ello al ideal emancipador de la izquierda, porque presupone, como hemos analizado, una concepción totalitaria de la sociedad y de las relaciones de los sujetos. Efectivamente, defender esta concepción implica que los individuos son secundarios frente a las llamadas patrias. Diciéndolo en plata: solo se puede defender el derecho a decidir de Cataluña si a su vez se defiende que España es una unidad destino en lo universal, que Estados Unidos tiene un destino manifiesto o que Alemania, ¡Alemania! por encima de todo. El espíritu del totalitarismo en estado puro.

Los adolescentes se creen rebeldes, pero en realidad son conformistas. Sus anhelos de rebeldía acaban en un cúmulo sentimental cuyo fin es ser arropados en la camita por mami. La autoproclamada izquierda se siente muy radical pero todo acaba ante trapos con rayitas y tonadas patrióticas -por supuesto, siempre que no sean españolas- que emocionan su corazón. Pero esas emociones paletas son la defensa de que los individuos no valen nada frente a los entes creados por la superstición y la ignorancia: los llaman patrias, también los llaman pueblos.

De 1861 a 1865 una terrible guerra civil asoló EEUU.  Los estados del Sur habían proclamado su derecho a decidir, cual buenos nacionalistas: querían tener esclavos para sus plantaciones de algodón. Frente a la dulce tierra de Dixie, con esclavos y todo pues más románticos no se puede ser, Lincoln era el presidente del Norte industrial. En Gettysburg, tras una terrible batalla, dio un discurso breve. Y curiosamente, no le dedicó gran cosa al amor patrio, su indisoluble unidad ni su glorioso pasado y futuro heroico. En vez de eso, señaló algo que siempre me intrigó: que aquellos soldados muertos defendiendo a la Unión lo habían hecho por un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Murieron defendiendo la democracia.

La democracia es ese gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. La democracia no existe para la patria o la nación sino para la sociedad. En realidad los demócratas no tenemos patria ni nación, tenemos sociedad. Y en ella, en el anhelo de una sociedad libre, queremos ingresar cada vez a más sujetos para que a su vez sean libres. La racionalidad es universal y la democracia debe ser universal: por eso no admitimos patrias o pueblos previos a esa misma racionalidad. Los totalitarios lloran con trapos, folclore y tonadillas patrias mientras los demócratas nos emocionamos con la historia universal del arte y del pensamiento.
Por fin, entiendo qué quería decir Lincoln.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay textos que demuestran que eres un reaccionario y un totalitario. Éste, es uno de ellos.

En una región de España, el gobierno autonómico plantea preguntar a la población mediante un referéndum si quieren o no seguir participando en un proyecto llamado España. Podrían preguntar si prefieren PEPSI o COCA COLA. Podrían preguntar cualquier cosa...

El problema para ti no deriva de la Ilustración o del Romanticismo. Eso son falacias. El verdadero problema, lo que te da miedo. Es que el pueblo conteste de forma negativa y mayoritaria a esa pregunta. Lo que te repugna es la propia democracia en si misma. Lejos de tu proyecto elitista, de gobierno de una minoría ilustrada. Es el miedo y el odio a la democracia. El rechazo a que la chusma opine. La chusma debe obedecer o ser forzada a obedecer. Y nunca, debe ser oída su voz al menos de manera oficial y por los medios de comunicación.
Cómo cuando el PP decía que la Constitución era como la Biblia inmutable e intocable, hasta que a PPSOE le convino modificarla en Agosto de manera express, derrumbando un mito construido a base de mentiras y amenazas.
Hace 10 años si se hubiese autorizado esa consulta: la gran mayoría de los catalanes hubiera optado por España. Gracias a la oposición de gente como tú. Hoy probablemente, si se hiciese la consulta la mayoría de catalanes optaría por apoyar que Cataluña se escindiría de España.

Heráclito decía que todo fluia,que todo estaba en constante cambio. Parménides que el ser era inmutable.

La izquierda debe apoyar el cambio: mejorar las cosas. De ahí viene el nombre de la izquierda, fueron los escaños situados a la izquierda los contrarios a mantener los privilegios reales.

La derecha lucha por mantener intocables los privilegios de los poderosos y si es posible... Aumentarlos.

Pienso que en este país deben cambiar las cosas. Usted piensa que sigue siendo inaceptable plantear a los ciudadanos una pregunta para que ellos decidan, porqué tal vez decidan mal, porqué son menores de edad, chusma ignorante.

Pienso que usted, no quiere que nada cambie, que la gente debe seguir aceptando el status quo y debe seguir callando.

No importa lo que usted piense, porqué no va a poder evitar que pase lo que tenga que pasar.

"No hay nada más poderoso que una idea a la que ha llegado su tiempo."
Victor Hugo.

Anónimo dijo...

Esplendido su articulo

Pedro dijo...

Hola Enrique,

Su artículo es excelente y lo he compartido en twitter y facebook como corresponde.
No obstante me temo que la mayoría no va a entender nada de lo que ha dicho. Véase el primer comentario como ejemplo, todo él llena de una convicción en la inevitabilidad de un destino mítico y predeterminado.

Saludos,

chure dijo...

Es curioso que los partidos gobernantes, incluidos los de izquierda, nunca se hayan molestado en preguntar nada a la ciudadanía, mucho menos en todas las innumerables ocasiones en las que la han recortado derechos y libertades. Eso sí, cuando unas élites deciden preguntar a unos ciudadanos si quieren cambiar a sus amos viejos por otros nuevos, ahí sí; eso para la auto-proclamada izquierda es el súmum de lo democrático. Oponerse a eso de de fascistas.
Es tentador, pero también muy ingenuo caer en el ardid de creer que si el mundo no me gusta, siempre puedo inventarme un país (más pequeño, manejable y cercano) en el que se puedan llegar a cumplir mi programa político de máximos, o mis delirios, que para el caso podría ser lo mismo.
El primer comentario tachaba a D. EPMesa de inmovilista. Yo digo que si la secesión catalana sale adelante, precisamente todo seguirá siendo exactamente igual. Igual, salvo por el hecho de que ahora habremos dividido irremediablemente nuestras fuerzas, seremos menos numerosos y más débiles frente a las élites en la defensa de lo único que nos hace a todos, catalanes y no catalanes, indistinguibles entre nosotros, nuestros derechos y libertades.
D. EPMesa defiende desde aquí un verdadero cambio radical. No un cambio cosmético, como el de la construcción de fronteras artificiales, sino fundamental, centrado en las relaciones entre individuos que conforman una sociedad.
Mientras la auto-proclamada izquierda siga centrada como está, en todos los pequeños detalles y en todas las grandes poses, el poder establecido puede sentirse confortablemente a salvo.
"Divide et vinces"

Anónimo dijo...

"Pero alguien podría decir que no y que se debe entender por pueblo catalán una mera propuesta inductiva realizada a partir de los individuos que viven en Cataluña. Sin embargo, esto se podría demostrar fácilmente como falso. Efectivamente si pensaran realmente esto quienes creen en el derecho a decidir, tendrían que admitir ese derecho para cualquier otro colectivo inductivo -desde ciudades, comunidades clubes de petanca o cualquier otro- pues no habría diferencia entre unos y otros. Sin embargo al negarse a ello (...)"

"Al negarse a ello"

¿Se niegan a ello? ¿Quienes lo piden para sí lo niegan para otros?

No hay por qué negarse a ello. No lo hagamos pues.

Anónimo dijo...

Se puede defender una cultura, incluso enfrentarla a otra, desde el hecho cierto de que es la suma de normas morales o costumbres que han hecho prosperar a un grupo social. Por lo que la imposición de otra cultura considerada peor sería un impedimento o un retroceso en el progreso de ese grupo social.

Desde esta consideración, el grupo social autodenominado “Catalanes”, no propone u opone, como motivo de su segregación una cultura mejor, más progresista o libertadora (como sabiamente aclara Don Enrique) , sino todo lo contrario.
Su propuesta de sedición la basan, al menos aparentemente, en sutiles diferencias locales como que bailan la sardana, comen butifarra y conocen una lengua romance diferente a la castellana, pues su proyecto social manifiesto, como nación catalana, no difiere ni en en un ápice del que comparten como ciudadanos de la nación política española.

Antes he dicho “al menos aparentemente”, porque mi convencimiento de que el verdadero motor que impulsa a los autodenominados “Catalanes” no es otro que la GENÉTICA.
Desde principios del siglo XX se popularizo la genética y el determinismo genético entre la progresía científica y política. Incluso los comunistas hablaban de “la psicología de los pueblos” y los arqueólogos que hasta entonces buscaban civilizaciones perdidas en parajes remotos, se pusieron a cavar en el patio de su casa buscando su homoantecesor superior e incompatible con el de sus vecinos.
Desprestigiada la raza como argumento, por las atrocidades nazis, los autodenominados “Catalanes” ocultaron la genetica, debajo de la sardana, la butifarra o su lengua romance, pero sin renunciar a ella, ni mover un milimetro la frontera genética de su patio.

El mismo caso es el de los autodenominados “Vascos”, si el trazado de su patio coge Navarra no es por sus ricos espárragos, sino porque ahí esta el origen de la raza vasca.

El fundamento de la nación vasca es el racialismo de Sabino Arana (PNV).
Y el fundamento de la nación catalana es el racialismo de Pere Mártir Rosell i Vilar (ERC).
Observe Ud. que en esto del gusto por la raza no hay diferencias entre izquierda y derecha.

Los Gallegos, no lo basan su proyecto nacional en su raza, pero si en la de los vascos y catalanes. Como ellos tienen nación nosotros también.
Lo malo es que, si bien tienen izquierda nacionalista que se ocupe de las labores de comisariado politico-social les falta la derecha nacionalista que se ocupe de las finanzas.

Los andaluces son otra cosa. Su proyecto nacional tiene otros fundamentos más sublimes y espirituales: el Islam y la gracia. Su parte financiera la ponen los vascos, los catalanes, los madrileños...

Un Oyente de Federico