Lo
necesario es aquello que es de una manera y solo puede ser de dicha manera. Lo
contingente, sin embargo, es aquello que siendo de una manera podría ser de
otra. Así lo que nos planteamos aquí es qué es necesario en el Capitalismo y
qué es contingente. Es decir, que es aquello que necesariamente debe ocurrir en
un sistema capitalista y que, aunque pueda llegar a ocurrir, no resulta algo
obligatorio.
Hay
tres cosas absolutamente necesarias en el Capitalismo: mercancía, explotación y
alienación. Estos tres elementos son su sagrada
familia. Se observará que no hemos incluido la lucha de clases, la
ideología -aunque luego matizaremos esto-, ni la pobreza o la desigualdad. No
lo hemos hecho porque esto es contingente, es decir, pudiera pasar, pero no es
necesario que acompañe al Capitalismo. Pero, sin explicarlo, tampoco es decir
mucho. Por tanto, si lo que pretendemos es pensar y no lanzar consignas al
aire, nos corresponde desarrollar esto.
La
mercancía es una necesidad del Capitalismo. Por mercancía entendemos que los
objetos concretos no tienen valor por lo que son como tales objetos en el
mercado –tenedores, salchichas u obras de arte-, sino que tienen valor en su
abstracción que además tiene un contenido objetivo. Y ahora seré sincero, si lo
ha entendido es usted mi héroe. Expliquémoslo mejor por tanto.
Un
objeto tiene eso que se llama valor de uso que es para lo que sirve -un
cuchillo para cortar, un bolígrafo para escribir,… -. Sin embargo, al intercambiar
productos de forma universal este valor de uso ya no puede ser prioritario pues
resultaría imposible armonizar las situaciones de necesidad de ese uso con la
oportunidad de conseguirlas en el momento adecuado. Así, surge una nueva
realidad que es el valor de cambio: lo prioritario es ahora qué puedo conseguir
a cambio de los objetos. Pero, esto bien podía ser el trueque, que ha
pertenecido a todas las relaciones económicas de la historia la humanidad, y no
ser una necesidad del Capitalismo. Efectivamente, el Capitalismo no lo es por
usar este valor cambio sino por ir más allá añadiendo un nuevo paso. Y lo hace
generando una abstracción absoluta en ese valor de cambio que va a consistir en
ya no situar este cambio en la necesidad personal y el acuerdo intersubjetivo sino
en una abstracción absoluta, universal, objetiva e igual para todos: es ahí
cuando surge la mercancía. Y su mejor ejemplo es, sin duda, el dinero y, en
concreto, el papel moneda: algo que en sí mismo carece de valor de uso, bueno
para esnifar cocaína quizás, y cuyo valor
está constreñido a leyes que escapan a la mera intersubjetividad. Así, y con
esto, toda la producción ya estará dirigida a la producción de mercancías, es
decir de productos que generen valor y por tanto capital. Incluso, habrá una
producción fundamental, y casi esotérica, cuya materia prima de transformación será
el propio dinero, no real, para producir más incluso en el futuro aún no
existente: la producción financiera. De esta forma, el Capital se define como
"un inmenso arsenal de mercancías” y no como un mercado de cosas concretas.
En
segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, aparece un factor necesario de
la creación incesante de esas mercancías que es la explotación creciente. De
nuevo, ¿qué significa esto? Sin duda, todo sistema económico existente hasta la
fecha ha explotado a los individuos. Pero lo fundamental del Capitalismo no es
solo la explotación como necesidad sino la propia obligación sistemática de su
carácter creciente. El Capitalismo consigue su finalidad, capital y beneficio
–nota: no son necesariamente lo mismo pero para ahora sirve así- con la
creación de mercancías. Esto implica que dicha producción de mercancías debe
ser incesante. Y por ello la explotación, también. Y aquí hay, en el tema de la
explotación, una diferencia fundamental entre cualquier sistema anterior y el Capitalismo.
Efectivamente, la finalidad última de cualquier sistema anterior es la
supervivencia ociosa, en cuanto a no ser fuerza productiva, de la oligarquía.
Sin embargo, en el Capitalismo, la finalidad última no es esta sino la
producción incesante de mercancías para la producción de capital como fin en sí
mismo, independientemente de que dicha producción beneficie o perjudique a la
propia oligarquía. Por eso, el Capitalismo no solo admite y precisa la
mecanización sino que necesita permanentemente aumentar la producción de
mercancías para conseguir ese aumento del capital. Y, a su vez, con ello
precisa el aumento constante de la explotación. Los sistemas cuya finalidad es
el sustento de la oligarquía son estables, el Capitalismo es creciente. Y con
ese crecimiento lo es también el crecimiento de la explotación.
Y
este crecimiento de lo mercantil llega a una cima fundamental con la conversión
de todo en mercancía: productos universalmente intercambiables que producen capital.
Y así de nuevo el Capitalismo da un paso más allá en su explotación frente a sistemas
anteriores. Efectivamente, los sistemas anteriores explotaban solo el trabajo
humano pues con ello conseguían su finalidad que en conseguir una sobreproducción
para la subsistencia de la oligarquía. Sin embargo, el Capitalismo llevará la
explotación a cada momento de la existencia explotando ya no el trabajo solo
sino la vida humana como totalidad. Surge la vida como producción de capital
con la existencia económica del trabajo y el ocio: cada instante de la vida
genera capital. Así, la explotación significa el empleo económico de lo humano ya
no solo para la producción de mercancías sino la conversión de la propia vida
humana en mercancía.
Y,
en tercer lugar, el Capitalismo debe producir alienación. Ah, sí, sí
alienación, Pero, ¿a qué nos referimos cuándo hablamos de alienación? La
alienación, grosso modo, es la pérdida de la autonomía del sujeto al situar
este sus características propias en otro objeto distinto a él y, por tanto,
perderlas –nota: sonará pedante pero la alienación en esto y no la pérdida de
libertad del individuo, y luego veremos que esto es clave-. En el Capitalismo,
esta alienación se da porque se genera un sujeto independiente a las acciones
humanas, el propio sistema capitalista, que impide el desarrollo de la autonomía
de los sujetos. Y esto es novedoso en su totalidad porque ese mismo sujeto es
una construcción histórica de la Modernidad –y aquí está el problema- y no
existía, por tanto, antes de dicho momento. Es decir, el resto de sistemas
económico no tienen alienación Pero además, y como novedad en el Capitalismo avanzado,
se da lo que nosotros hemos llamado alienación
negativa. Esta alienación es la existencia de un yo absoluto y prístino
construido sobre, precisamente, la pérdida de la autonomía. Efectivamente, la alienación negativa se genera cuando el
sujeto encuentra su autenticidad en su exclusiva esfera personal, dando por
supuesto que todo lo demás, la realidad social
y económica, es falsa y carente de autenticidad. Así, la exaltación del
yo conduce a una alienación negativa porque la existencia de ese mismo yo niega
no el solidario nosotros, como cree
el biempensante izquierdista, sino la propia realidad del individuo como sujeto
al negarle el enfrentamiento con la realidad que le constituye como tal sujeto.
Así, al negar el enfrentamiento con la realidad y encontrar su identidad en una
presunta vida interior, en un pensarse a sí mismo sin relación con nada más, el
sujeto pierde su autonomía y se aliena en sí mismo. Pero, a su vez, ese sí mismo
ya no es más que mercancía. Es, si se permite la pedantería, el sueño del primer
motor inmóvil aristotélico que se piensa a sí mismo en su absoluta felicidad pero conducido en la inmensa cadena de montaje
del Capitalismo.
Así,
el Capitalismo tiene como elementos
necesarios la mercancía como figura absoluta, la explotación como forma
económica y la alienación como hecho social. Y son estos sus componentes
necesarios, es decir: no puede haber Capitalismo sin ellos. Sin embargo, otros
componentes son contingentes: puede haber Capitalismo sin ellos. Y eso –como la
lucha de clases, la ideología, la pobreza o la desigualdad- ya lo contaremos en
otro momento. Porque, entre usted y yo, ¿hay alguien todavía ahí?
1 comentario:
Sí, todavía seguimos aquí. No se menosprecie.
Su redacción es ágil y amena, faci de seguir hasta para los que somos más limitados.
La pregunta que siempre me hago cuando Ud. plantea su hipótesis sobre el capitalismo actual, diferenciandolo del capitalismo decimonónico es: ¿Estamos mejor o peor? ¿El que los productores ya no seamos desechables, se puede decir que es un logro de la clase trabajadora?
Un Oyente de Federico
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