En el artículo anterior, desarrollábamos cómo había cambiado la clase trabajadora desde el Capitalismo Clásico al Nuevo Capitalismo. Explicábamos allí que este cambio había producido una nueva clase social atomizada en sus intereses socioeconómicos y, frente al trabajador/proletario de la época clásica, un nuevo sujeto productivo: el consumidor. Toca ahora, tras el análisis anterior, ver cómo la izquierda respondió a este proceso.
Empecemos
este análisis.
También a
partir de los años 70 del pasado siglo, la izquierda fue inclinándose
progresivamente hacia los grupos llamados minorías. Estos serían el feminismo,
el ecologismo, los inmigrantes, los homosexuales, etc. Se hizo, pensando en
ellos, un discurso donde se pretendía que la izquierda, una vez conquistada la
clase obrera, se convirtiera también en dominante dentro de estos colectivos. Así,
la izquierda se volvió feminista luchando contra el heteropatriarcado -sea lo
que sea eso-, exigió ser ecologista y verde, recogió las reivindicaciones de
los grupos inmigrantes, estableció puntos en común con los colectivos
homosexuales y atendió a todas las minorías luchando por sus derechos.
Indudablemente, esto fue una labor necesaria por su parte, pues los derechos
civiles son parte fundamental del discurso progresista. Pero el conflicto vino
cuando este discurso se convirtió en el hegemónico de la izquierda olvidando
así a la clase obrera como tal y dejándola huérfana de un referente
intelectual.
De repente,
la clase trabajadora afectada por el auge del Nuevo Capitalismo y con él de su
crisis como clase fundamental del sistema productivo, veía que las cuotas femeninas
en los consejos de dirección de la empresas eran más importantes que, por ejemplo, las cuotas de acuerdo al origen
social, curiosamente inexistentes y que nadie defiende, o que los
inmigrantes acaparaban las ayudas y
servicios sociales sociales frente a sus familias, o reventaban las condiciones laborales en ciertos sectores al
trabajar en cualquier condición. Y lo que importa aquí no es si esto
era cierto o no con los
datos macroestadísticos, sino que la percepción, y con ella el discurso
hegemónico, se percibía así por parte
de la clase trabajadora. Y ahí
comienza, a su vez, la percepción social de abandono.
Mientras la clase obrera creía
percibir, por ejemplo, que la llegada masiva de inmigrantes producía una
perjuicio en sus condiciones de trabajo y laborales pues competían como mano de
obra más barata, la izquierda nunca fue capaz ni tan siquiera de hablar de eso
sino de mantenerse en la defensa de los derechos colectivos de las minorías y
no hablar para nada, tal vez por no saber qué decir, en cuanto a los derechos que comenzaban a perderse para las mayorías: como mucho citó
pedantemente el llamado “multiculturalismo” –sea lo que sea eso-. De este modo,
la clase obrera se fue sintiendo poco a poco olvidada en el discurso y
arrinconada en la práctica social, puesto que las políticas
promovidas por la izquierda parecían solo tener sentido para los grupos
minoritarios. Así la clase obrera, que era una clase tradicional y esto es muy
importante no olvidarlo, se sintió huérfana del referente social que hasta entonces había tenido lo cual,
unido al problema de la heterogeneidad anteriormente citado, la convirtió en un grupo social sin rumbo y sin nadie que fuera capaz
de comprender sus intereses o hacerselos comprender a esa misma clase. La
condición social de trabajador, que la izquierda había identificado en el
discurso con la de revolucionario, pasó a segundo o tercer término frente a los
nuevos referentes de izquierdas en el discurso: había que ser multicultural,
feminista, ecologista y demás. Y no había que ser “maruja”, que curiosamente
era la burla clasista de las mujeres tradicionales de la clase obrera.
Como consecuencia de todo esto, el
movimiento feminista, el ecologista, los colectivos homosexuales o los
colectivos de inmigrantes reconocían, como tales
sujetos colectivos, cuál era su referente social y por
lo tanto apoyaban a los movimientos de izquierdas como su defensa frente al
modelo tradicional y conservador de la derecha. Sin embargo, la clase obrera, abocada ahora a peores
condiciones laborales, a una precarización sin comparación en el pasado inmediato
y a observar como sus hijos iban
a tener peores condiciones que ellos mismos, no encontraba referente alguno que
defendiera sus derechos y que les dijera en primer lugar qué estaba ocurriendo y en segundo
lugar les propusiera una serie
de medidas para atajar la situación. De hecho, la izquierda se volvió
feminista, ecológica, negadora del heteropatriarcado, favorable a la
multiculturalidad, partidaria de la autodeterminación de los pueblos oprimidos
por los estados centrales, y un montón de cosas más a costa de olvidar en su discurso las condiciones
socioeconómicas de la clase trabajadora de las cuales nunca hablaba.
De esta forma, la crisis que sufrió
la clase trabajadora en su conjunto no fue respondida en absoluto por los
movimientos de izquierdas que habían pasado de ser partidos políticos de la
clase trabajadora a reconvertirse
en movimientos sociales de reivindicación de minorías. A ojos de la clase
trabajadora, y tal vez objetivamente, los partidos políticos de izquierdas habían dejado dejaron de ser
partidos políticos de clase para convertirse en voluntariosas ONGs.
Y ese fue el hueco que vio la extrema
derecha para introducirse. A través de un discurso muy simplista, pero
respondiendo a todas y cada una de las preguntas e inquietudes de la clase
trabajadora, fue capaz de generar en esta una sensación de respuesta ante el
conflicto que se le presentaba. Así, la extrema derecha comenzó una fácil pero
efectiva búsqueda de culpables para la situación. Presentó al colectivo
inmigrante como un enemigo de las condiciones sociales de la clase trabajadora,
cosa que la propia clase trabajadora percibía como primera impresión al tener
la sensación de que las ayudas sociales y la precarización del empleo tenía que
ver con la aparición de los emigrantes. E igualmente, como factor populista, presentó
a la economía internacional como un enemigo frente a la economía nacional
anterior, que había permitido el auge de las mejores condiciones posibles para
la clase trabajadora, consiguiendo arrastrar el voto de la clase obrera. De
esta forma, la clase obrera se sintió reconfortada con un discurso
nacionalista, antiglobalización y contraria a las instituciones política,
partidos y sindicatos, que la habían llevado curiosamente a prosperar.
Así, la
extrema derecha se presentó ante la clase obrera como el proyecto antisistema,
como aquello que los políticos establecidos, en los cuales incluían y
posiblemente con razón a los partidos y sindicatos de izquierdas, no querían. Y
lo hizo consolando y rellenando el vacío de una izquierda que había abandonado
a la clase trabajadora.
Pero todo
ello sólo fue posible por dos motivos. El primero, por el declive de las organizaciones
sindicales que perdidas como referente social ante la atomización del empleo,
se convirtieron en una especie de club de ofertas para sus afiliados y en una
empresa de generar cursos de formación para la bonanza e interés de sus propios
cuadros organizativos. Por otro lado, porque los partidos de izquierda habían
dejado en realidad de ser partidos políticos, y con ello de tener una
preocupación socioeconómica por la clase trabajadora, y se habían convertido en
movimientos sociales de defensa de las minorías. Así, la clase trabajadora había
perdido un referente en la lucha laboral y otro en la lucha política y este
referente vino ser cubierto por la extrema derecha y las medidas populistas de
derechas de gente como Le Pen, los Verdaderos
Finlandeses o Donald Trump.
En Física
es conocido el llamado disco de Newton. Consiste en un círculo dividido en
siete cuñas y pintada cada una de ellas con los colores del arco iris. Al
hacerlo girar rápidamente, el círculo presenta un anodino color blanco. Del mismo
modo, la izquierda pasó de roja a multicolor hasta lograr, ante el cambio
vertiginoso del Nuevo Capitalismo, quedarse en blanco para las respuestas.
La extrema
derecha miente, pero gana. La izquierda, frente a la situación, habla de
derecho a decidir y feminizar la política. Mirarse el ombligo impide ver el
horizonte.
4 comentarios:
Genial la comparación del “disco de Newton” con la izquierda. Me parece muy acertada.
Un Oyente de Federico
Leídas las dos entradas, y aunque el discurso me parece acertado en lo general, creo que yerra en algún concepto muy importante. Ni los sindicatos se desorientaron debido a la atomización, ni la izquierda se perdió defendiendo minorías y olvidando a la clase trabajadora. Los sindicatos han sido comprados por el Sistema, y su función ha pasado a ser precisamente la de servir de freno a la clase trabajadora, algo que han hecho con absoluta eficacia. Los partidos socialdemócratas también han sido comprados por el Sistema, tienen deudas con los bancos, y sus dirigentes reciben retiros dorados por parte de las multinacionales por los servicios prestados. Los partidos más a la izquierda se conforman con la vida cómoda de los diputados, se pierden en discursos denunciando al Sistema, pero procuran que nada cambie. La izquierda en general se queda en blanco porque sus organizaciones tradicionales han sido absorbidas por el Sistema.
Si se lee el programa de Le Pen, se podrá comprobar que junto con las propuestas xenófobas, hay otras clásicas de la izquierda. En España tenemos un fenómeno diferente, que no aparece en su entrada (a no ser que lo considere incluido en las izquierdas tradicionales), que es Podemos. Para mí, la gracia de Podemos es que si sus bases consiguen el poder para controlar el partido, puede dar muchas sorpresas, pues al Sistema le resulta más fácil absorber a líderes concretos que a una organización difusa. De cualquier forma, creo que no nos va ser útil al 100% analizar el pasado, porque lo que se nos viene encima no se parece a nada conocido, y por ello las soluciones deberán ser también algo completamente nuevo. Tenemos que desaprender lo aprendido y aprender a mirar la realidad con ojos nuevos. Si no, no entenderemos nada.
...Con faldas y a lo loco... No he podido evitarlo.
El caso es que con este análisis casi parece que Podemos es la vía para la resurrección del PSOE...
Si el exceso de nichos que el PSOE quisó acaparar se transfieren a Podemos (que es lo que pretende) se podría restablecer la situación original, eso sí, siempre que el PSOE se lo "curre"...ya se sabe "...hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio..."
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