miércoles, mayo 10, 2006

RAZONES DE UNA HUELGA

Hoy hay convocada una huelga en la educación no universitaria pública madrileña. Los motivos de la huelga, los pueden ustedes ver aquí
Mi opinión básica sobre la enseñanza pública, que sólo sirve actualmente para garantizar el privilegio de una clase funcionarial de profesores, está aquí.
Y soy muy discrepante con varios puntos de la reivindicación sindical, aunque con otros esté plenamente de acuerdo. Y además me ha parecido un desastre la forma en que ha sido hecha la convocatoria y el trabajo sindical previo de concienciación e información.
Sin embargo, hago huelga.
¿Por qué?
Aunque sea miembro de CCOO que nadie piense en razones de disciplina. Hace tiempo ese espíritu esclavo abandono mi mente.
Tampoco es, como ya he dicho, porque esté de acuerdo con toda la reivindicación, pues no se da el caso.
Ni, en este caso, porque esté de acuerdo con un importante número de las reivindicaciones señaladas.
Las razones van un poco más allá. Y son porque lo que está aquí en juego, en una pequeña escaramuza pero importante para la guerra, es la concepción del estado. Lo que está detrás de esta confrontación es, ni más ni menos, que la pervivencia, en el caso español el afianzamiento, de un modelo de estado que interviene en la estructura social o bien la elección de un modelo nuevo cuya única función es la seguridad (en cuanto poder coercitivo) y la, si acaso, caridad (en cuanto asistencial pero no por un derecho ciudadano sino por una compasión). Efectivamente, el sector del PP encabezado por la señora Aguirre, y que representa la vanguardia de ese nuevo modelo que no solo es del PP, está preparando el salto al poder nacional y, para ello, utilizando a Madrid como laboratorio, está planteando sus medidas neoliberales. Y la idea clave es eliminar el estado como interventor. O dicho de otro modo: el estado deja de tener un liderazgo social y se convierte en asistencial: llega donde a la iniciativa privada –traducimos: al beneficio empresarial - no le interesa por no ser rentable y además lo hace, como finalidad última, para evitar el conflicto social. Así, en la visión del estado que se está imponiendo -y a la que no es ajena la izquierda con la proliferación de esas nuevas monjitas que son las ONG o la sustitución de vocablos como justicia por solidaridad- la idea de la escuela pública sobra y se impone la concertada. Y, si bien en este problema concreto no es ajeno a la existencia de un cuerpo de funcionarios que solo piensan en trabajar lo menos posible y defender sus privilegios, no deberíamos centrarnos ahora, aunque sí inmediatamente después, ahí. Porque en la disputa nadie va contra el privilegio, ni el PP ni los mismos sindicatos, sino que se pretende, frente a la justicia, su implantación definitiva. Es decir: el sueño por parte de una clase media y alta, de la que por cierto participa en su mayoría ese funcionariado docente cargado de privilegios y que será al final la que vote, de tener unos servicios sociales excluyentes para el resto y cubiertos por la empresa privada, a costa del estado que así reinvierte en la economía capitalista pero sin ningún control sobre ella, frente unas clases bajas abocadas a la beneficencia pública. Y esto en la educación significa algo doble: por un lado la existencia de una escuela privada (y concertada) que da servicio a la case media eliminando a los elementos socialmente no deseados y garantizado la homogeneización clasista; y, por otro, una red pública subsidiaria que sirva exclusivamente para los elementos divergentes ya sea social o localmente.

No creemos, lo decimos sinceramente, que el funcionariado de la pública, al fin y al cabo clase media autosatisfecha, haga huelga frente a lo expuesto anteriormente. Y tampoco pensamos que los sindicatos, cada día más convertidos en corporaciones de intereses privados olvidando su papel de clase (al menos en UGT y CCOO) tengan en cuenta lo anterior. Al fin y al cabo el sueño de la mayoría del profesorado de la pública es trabajar poco y cobrar mucho, y a eso se le llama dignificación docente. Pero también sabemos que los contrarios aquí no son mejores, aunque, tal vez, tampoco peores. Sin embargo, las circunstancias puntuales nos llevan a tomar partido. Y consideramos, también quizás erróneamente, que esta vez debemos apoyar la huelga. Y no porque sea lo mejor para nosotros, que ya disfrutamos de una condición de privilegio que nos avergüenza, sino precisamente por nuestros alumnos. Porque si es cierto lo que hemos dicho antes, y que se resumiría en los primeros pasos de la eliminación definitiva del papel social de liderazgo del estado, su mundo será más triste.

Así, hoy estamos en huelga. Y no con orgullo. Y no por nosotros, que repetimos estamos avergonzados ante nuestro privilegio sobre el resto de los trabajadores. Sino por una cierta obligación en nuestro papel de funcionarios. Porque lo somos al dar fe del estado. Y la mejor fe es su defensa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado este texto. Pena que es un canto en el desierto.

Imperialista dijo...

Ah, está muy bien, claro que sí. Por nuestros alumnos, hoy no damos clase. Es muy justo. Y muy coherente, muy solidario -con perdón- con los padres y madres -¿o era madres y padres?- que tienen la inmensa suerte de llevar a sus hijos a un colegio público.

Imperialista dijo...

Y para el docente que no tenga hijos, matrícula gratuita en la universidad para los sobrinos o la hija de algún vecino. Todo sea por la enseñanza pública.

¿Por qué no lo llaman huelga contra doña Esperanza? Quedaría más claro.