La filosofía trata sobre el deber hacer, la política sobre el poder hacer. Las dos, no se dude, hablan sobre la realidad, pero lo hacen de distinta manera. La primera la analiza de forma radical, es decir: desde su raíz, y su único tribunal es la verdad. La segunda, sin embargo, tiene como tribunal la posibilidad real de su acción y el resultado final. La política, en términos futbolísticos, es resultadista: solo se juzga por lo que se consigue.
El reciente fallecimiento de Fraga y la histérica reacción de la mayoría de la opinión publicada y política, desde la hagiografía vergonzosa a la condena ñoña, nos permite plantearnos esta cuestión: ¿qué debemos decir ante su muerte? Pues curiosamente lo mismo que diremos ante la, esperemos que alejada, muerte futura de Santiago Carrillo.
¿Fraga y Carrillo comparados? Efectivamente. Los dos fueron políticos oportunistas, los dos defendieron dictaduras sin pestañear, los dos estuvieron implicados en crímenes por los que nunca respondieron ni presentaron muestras públicas de arrepentimiento. Los dos, en fin, son demócratas sobrevenidos y circunstanciales adaptados a la fuerza. Y los dos son protagonistas, junto con otros, del paso de una España dictatorial a una España democrática. Y a los dos algo de eso les debemos.
¿Era Fraga, es Carrillo, un demócrata? Por supuesto que no. ¿Ayudó Fraga a la democracia? Por supuesto que sí. ¿Debemos homenajear su figura? No, claro que no. ¿Debemos darle las gracias? Tampoco, porque todo lo que hizo no lo hizo por la libertad ni por nosotros sino por él. ¿Hizo algo por nosotros? Sí. Expliquémonos.
Fraga no era un demócrata. Nadie que entrara en el gobierno de Franco como y cuando él entró, no olvidemos que no fue al final sino en su apogeo (1962), podía serlo. Tampoco era un fascista, en un sentido amplio del término pues Franco tampoco lo era, sino algo que la tradición política española conoce muy bien: un liberal autoritario como Cánovas -algo que Franco no era tampoco-. La ideología de Fraga, como la de los nuevos cachorros del franquismo encabezados intelectualmente por Fernández de la Mora, era la defensa de una sociedad liberalizada en sus costumbres, con una libertad de pensamiento en las élites sociales, la aristocracia del espíritu, pero sin democracia política -todo, muy orteguiano-: era la defensa de una sociedad gobernada por ellos. Así, para este colectivo Franco sería una especie de general Serrano que permitiría, una vez muerto, una restauración donde curiosamente ellos mandarían en beneficio del populacho y, por supuesto, de la oligarquía de la que formaban parte. Y tan poca era la capacidad de análisis político profundo de Fraga que no comprendía que la coyuntura política y social hacía ya imposible ese sueño para él y pesadilla para nosotros.
Así las cosas, Fraga se encuentra con una transición a la democracia que no desea, liderada además no por él, que como Areilza se sentía ya llamado a dirigir España, sino por lo que él considera un advenedizo sin capacidad: Suárez -algún día este país agradecerá a Suárez todo lo que le debe-. Y ahí Fraga pudo hacer dos cosas: o bien mantenerse en su integridad personal y cerrar su carrera o bien traicionarse y entrar en el juego. Entró, por supuesto, en el juego porque a veces el ansía de servir desinteresadamente al país coincide con la ambición personal.
¿Por qué lo llamamos entrar en el juego y no luchar por la libertad? En 1976 las cortes franquistas se habían hecho el harakiri al votar la Ley de Reforma Política que comenzaba la democracia española. ¿Afán democrático? No, afán de supervivencia. La oligarquía de origen franquista- política, económica y eso que se llama espiritual o iglesia católica- había comprendido que su supervivencia pasaba por la compatibilidad con la democracia. Quien no lo entendió así, desapareció. Y ahí está el origen democrático de Fraga: oportunismo. De pronto, el fiel ministro de Franco se despertó demócrata de toda la vida, como por otra parte media España incluida la izquierda hasta entonces totalitaria, y decidió prolongar su carrera.
Pero si Fraga era un oportunista, ¿por qué no se fue, como hizo un importante grueso del franquismo, a la UCD? Por tres motivos: primero, por el desprecio que todos los que se consideraban estadistas tenían al advenedizo Suárez; segundo, porque Fraga sabía que irse a UCD era para ser segundo y él se sentía llamado, como Churchill pero en provincias, a ser líder; y, tercero, porque midió mal su fuerza.
Si ha habido en este país una figura vilipendiada por derechas franquistas y autoproclamadas izquierdas ha sido Suárez. Y ese desprecio llegaba a lo personal: cuando todos se imaginaban como héroes un muchachito de Ávila lo era. Demasiado para el ego de quien creía haber nacido para ser Churchill. Era necesario fundar un partido que jugara con la ambigüedad del respeto al dictador y, al tiempo, la adaptación a la democracia: nació Alianza Popular.
Pero su nacimiento implicó un error de cálculo. Fraga creyó que España era franquista o mejor aún: que él era España -no hay que olvidar que presumió de que la calle era suya-. Sin embargo, AP, entre la nostalgia y la presunta aceptación democrática, solo tenía una fortaleza: no era su electorado, escaso, sino la aún poderosa oligarquía franquista. De hecho, tan poco calado social tenía que el gran estadista nunca tuvo el poder democráticamente y su partido tardó más de 20 años en conseguirlo.
Y así, como representante de esa oligarquía franquista que quería adaptarse, pero no demasiado, Fraga entró a formar parte del proyecto constitucional. Y ahí estuvo, por fin, su auténtico papel democrático. Fraga pudo tensar la cuerda, irse. Se quedó. Muchos miembros de su partido le dejaron solo. Él siguió defendiendo el proyecto. De pronto, pudo ser oportunismo pudo ser responsabilidad, España tuvo algo que agradecer a Fraga. Y cuando decimos España, aquí no somos paletos, no decimos sino usted y yo. Y mi posibilidad ahora de escribir esto.
La filosofía es hermosa porque carecemos de responsabilidad: nadie nos escucha. La política es triste porque todos la sufren. La filosofía es dura porque la verdad es su vida. La política es leve porque admite la circunstancia. Pero admitirla no es necesidad: unos políticos la aprovechan para algo de progreso y otros no. A veces si querer. Sin embargo, quienes lo hacen son mejores. Estoy seguro de que si Fraga hubiera sido presidente del gobierno en lugar de Suárez la transición no se hubiera realizado. Estoy convencido de que si Fraga fuera presidente del gobierno y tuviera poder para ello estaría prohibido este blog, y cualquier elemento de la libertad de expresión, como ya hizo antaño. Sin embargo, también sé que el papel de Fraga en la transición acabó siendo positivo por las circunstancias. Pero también por su respuesta a las mismas. Es la paradoja.
Hoy en día un montón de pijos autosatisfechos critican la transición. Sin duda ellos lo hubieran hecho mejor. Sin embargo, jamás en su historia España -o sea: usted y yo- hemos disfrutado de tanta prosperidad y paz. Si yo fuera un pijo autosatisfecho, pero indudablemente progresista, no dudaría en desear que Fraga se pudra en el infierno. Si perteneciera a la oligarquía, o fuera un perro fiel de ella, no dudaría en exaltarle. Soy, sin embargo, un mediocre. Por eso, solo puedo al conocer su muerte desear que descanse, para siempre, en paz.
El reciente fallecimiento de Fraga y la histérica reacción de la mayoría de la opinión publicada y política, desde la hagiografía vergonzosa a la condena ñoña, nos permite plantearnos esta cuestión: ¿qué debemos decir ante su muerte? Pues curiosamente lo mismo que diremos ante la, esperemos que alejada, muerte futura de Santiago Carrillo.
¿Fraga y Carrillo comparados? Efectivamente. Los dos fueron políticos oportunistas, los dos defendieron dictaduras sin pestañear, los dos estuvieron implicados en crímenes por los que nunca respondieron ni presentaron muestras públicas de arrepentimiento. Los dos, en fin, son demócratas sobrevenidos y circunstanciales adaptados a la fuerza. Y los dos son protagonistas, junto con otros, del paso de una España dictatorial a una España democrática. Y a los dos algo de eso les debemos.
¿Era Fraga, es Carrillo, un demócrata? Por supuesto que no. ¿Ayudó Fraga a la democracia? Por supuesto que sí. ¿Debemos homenajear su figura? No, claro que no. ¿Debemos darle las gracias? Tampoco, porque todo lo que hizo no lo hizo por la libertad ni por nosotros sino por él. ¿Hizo algo por nosotros? Sí. Expliquémonos.
Fraga no era un demócrata. Nadie que entrara en el gobierno de Franco como y cuando él entró, no olvidemos que no fue al final sino en su apogeo (1962), podía serlo. Tampoco era un fascista, en un sentido amplio del término pues Franco tampoco lo era, sino algo que la tradición política española conoce muy bien: un liberal autoritario como Cánovas -algo que Franco no era tampoco-. La ideología de Fraga, como la de los nuevos cachorros del franquismo encabezados intelectualmente por Fernández de la Mora, era la defensa de una sociedad liberalizada en sus costumbres, con una libertad de pensamiento en las élites sociales, la aristocracia del espíritu, pero sin democracia política -todo, muy orteguiano-: era la defensa de una sociedad gobernada por ellos. Así, para este colectivo Franco sería una especie de general Serrano que permitiría, una vez muerto, una restauración donde curiosamente ellos mandarían en beneficio del populacho y, por supuesto, de la oligarquía de la que formaban parte. Y tan poca era la capacidad de análisis político profundo de Fraga que no comprendía que la coyuntura política y social hacía ya imposible ese sueño para él y pesadilla para nosotros.
Así las cosas, Fraga se encuentra con una transición a la democracia que no desea, liderada además no por él, que como Areilza se sentía ya llamado a dirigir España, sino por lo que él considera un advenedizo sin capacidad: Suárez -algún día este país agradecerá a Suárez todo lo que le debe-. Y ahí Fraga pudo hacer dos cosas: o bien mantenerse en su integridad personal y cerrar su carrera o bien traicionarse y entrar en el juego. Entró, por supuesto, en el juego porque a veces el ansía de servir desinteresadamente al país coincide con la ambición personal.
¿Por qué lo llamamos entrar en el juego y no luchar por la libertad? En 1976 las cortes franquistas se habían hecho el harakiri al votar la Ley de Reforma Política que comenzaba la democracia española. ¿Afán democrático? No, afán de supervivencia. La oligarquía de origen franquista- política, económica y eso que se llama espiritual o iglesia católica- había comprendido que su supervivencia pasaba por la compatibilidad con la democracia. Quien no lo entendió así, desapareció. Y ahí está el origen democrático de Fraga: oportunismo. De pronto, el fiel ministro de Franco se despertó demócrata de toda la vida, como por otra parte media España incluida la izquierda hasta entonces totalitaria, y decidió prolongar su carrera.
Pero si Fraga era un oportunista, ¿por qué no se fue, como hizo un importante grueso del franquismo, a la UCD? Por tres motivos: primero, por el desprecio que todos los que se consideraban estadistas tenían al advenedizo Suárez; segundo, porque Fraga sabía que irse a UCD era para ser segundo y él se sentía llamado, como Churchill pero en provincias, a ser líder; y, tercero, porque midió mal su fuerza.
Si ha habido en este país una figura vilipendiada por derechas franquistas y autoproclamadas izquierdas ha sido Suárez. Y ese desprecio llegaba a lo personal: cuando todos se imaginaban como héroes un muchachito de Ávila lo era. Demasiado para el ego de quien creía haber nacido para ser Churchill. Era necesario fundar un partido que jugara con la ambigüedad del respeto al dictador y, al tiempo, la adaptación a la democracia: nació Alianza Popular.
Pero su nacimiento implicó un error de cálculo. Fraga creyó que España era franquista o mejor aún: que él era España -no hay que olvidar que presumió de que la calle era suya-. Sin embargo, AP, entre la nostalgia y la presunta aceptación democrática, solo tenía una fortaleza: no era su electorado, escaso, sino la aún poderosa oligarquía franquista. De hecho, tan poco calado social tenía que el gran estadista nunca tuvo el poder democráticamente y su partido tardó más de 20 años en conseguirlo.
Y así, como representante de esa oligarquía franquista que quería adaptarse, pero no demasiado, Fraga entró a formar parte del proyecto constitucional. Y ahí estuvo, por fin, su auténtico papel democrático. Fraga pudo tensar la cuerda, irse. Se quedó. Muchos miembros de su partido le dejaron solo. Él siguió defendiendo el proyecto. De pronto, pudo ser oportunismo pudo ser responsabilidad, España tuvo algo que agradecer a Fraga. Y cuando decimos España, aquí no somos paletos, no decimos sino usted y yo. Y mi posibilidad ahora de escribir esto.
La filosofía es hermosa porque carecemos de responsabilidad: nadie nos escucha. La política es triste porque todos la sufren. La filosofía es dura porque la verdad es su vida. La política es leve porque admite la circunstancia. Pero admitirla no es necesidad: unos políticos la aprovechan para algo de progreso y otros no. A veces si querer. Sin embargo, quienes lo hacen son mejores. Estoy seguro de que si Fraga hubiera sido presidente del gobierno en lugar de Suárez la transición no se hubiera realizado. Estoy convencido de que si Fraga fuera presidente del gobierno y tuviera poder para ello estaría prohibido este blog, y cualquier elemento de la libertad de expresión, como ya hizo antaño. Sin embargo, también sé que el papel de Fraga en la transición acabó siendo positivo por las circunstancias. Pero también por su respuesta a las mismas. Es la paradoja.
Hoy en día un montón de pijos autosatisfechos critican la transición. Sin duda ellos lo hubieran hecho mejor. Sin embargo, jamás en su historia España -o sea: usted y yo- hemos disfrutado de tanta prosperidad y paz. Si yo fuera un pijo autosatisfecho, pero indudablemente progresista, no dudaría en desear que Fraga se pudra en el infierno. Si perteneciera a la oligarquía, o fuera un perro fiel de ella, no dudaría en exaltarle. Soy, sin embargo, un mediocre. Por eso, solo puedo al conocer su muerte desear que descanse, para siempre, en paz.
8 comentarios:
Muy buen articulo Sr Mesa.
Me ha llamado la atención este párrafo:
"La filosofía es hermosa porque carecemos de responsabilidad: nadie nos escucha. La política es triste porque todos la sufren. La filosofía es dura porque la verdad es su vida. La política es leve porque admite la circunstancia. Pero admitirla no es necesidad: unos políticos la aprovechan para algo de progreso y otros no. A veces si querer. Sin embargo, quienes lo hacen son mejores."
Es muy posible que no lo haya entendido bien, pero paree decirnos que si la filosofía trabaja con juicios absolutos, la política permite que la circunstancia matice esos juicios, y que lo que en filosofía es inadmisible por falso, en política es admisible por útil, por eficaz, por oportuno.
No sé si se da cuenta de lo que dice, don EP, pero a mí me parece terrible, y sobre todo, me parece que se trata de una justificación patética del generoso juicio histórico que le ha hecho a Fraga. Cuando muera Carrillo -yo, como ni soy ñoño, ni le conozco, ni le valoro demasiado, no voy a decir que espero que sea lo más tarde posible, porque me parece un poco hipócrita, y además porque me da igual- ya diremos lo que haya que decir de él. Aunque ya avanzo que yo a Carrillo más que como un criminal, le veo como un tipo extremadamente mediocre, y espero que cuando tenga usted que juzgar a Carrillo lo haga con el mismo criterio de que la circunstancia matiza el juicio moral, tan cómodo para justificarlo casi todo, desde la transición española, hasta las cámaras de gas.
Manuel Fraga fue, antes que nada y principalmente, un criminal. Un tipo que ordenó varias veces matar gente, un tipo que utilizó el poder del estado para amenazar a los ciudadanos personalmente, incluso realizando llamadas telefónicas a los familiares de las víctimas de su policía, para que acallaran sus quejas públicas o se atuvieran a las consecuencias. Además, es posible que fuera un oportunista, o que de rebote algún acto suyo resultase beneficioso para España (usted y yo, y mi posibilidad de escribir esto, que yo tampoco soy un paleto), o que tuviera rencillas con otros dirigentes franquistas, pero lo que le define políticamente, por lo que debería pasar a la historia, es po rhaber sido un criminal.
En cuanto a Suárez y la transición, yo también admiro a Suárez, pero creo que llamar pijos autocomplacientes a los que critican la transición es muy injusto. Yo creo que de haber vivido aquellos años habría militado en el PCE, y habría apoyado la transición como hizo el PCE en aquel momento. por lo que sé de usted, usted también. Pero hoy han pasado muchos años y sabemos cosas que entonces no sabíamos. Sin entrar a realizar juicios absurdos de la transición, que no llegan a ninguna parte, sabiendo a dónde hemos llegado hoy, yo no habría apoyando la creación del régimen que tenemos actualmente, que no es democrático en absoluto, por mucho que usted y yo podamos hoy escribir esto.
Buenas, Don Epé. Bastante de acuerdo en muchas cosas, pero no en todas. Usted es más o menos de mi quinta y sabe que Fraga lideraba aquello de la "apertura" en el tardofranquismo que estaba todos los días en la prensa de los primeros años 70. Era el líder de los que desde dentro trataban de darle una salida democrática al régimen, ante la oposición del búnker. Tanto es así que como usted sabe, aquel intento terminó con Fraga en el dulce destierro de la embajada británica para que no pudiera seguir intoxicando. En cambio considero que la figura de Fraga en la transición está muy sobrevalorada. Muy a su pesar tuvo un papel insignificante por sus propios errores, yendo de la mando de auténticos carcamales del régimen y manteniendo vicios autoritarios que nunca terminaría de abandonar.
No creo que las figuras de Fraga y Carrillo sean comparables tampoco. Carrillo tiene responsabilidades directas en el asesinato de más de 5.000 personas, pero a cambio su papel en la transición sí que fue protagonista y esencial para su éxito final. Sin Carrillo la transición no hubiera sido la misma, y puede que incluso hubiera fracasado. Sin Fraga nada hubiera cambiado, o incluso puede que en determinados aspectos fuese un estorbo.
@sabiopelotas
http://qulturaparatorpes.com/
Oiga, don Pelotas: ¿lo de las responsabilidades directas en aquellas 5.000 muertes de Carrillo está comprobado, o nos limitamos a dar por buenos los panfletos de Pío Moa y César Vidal?
Le prometo a usted que no hay doble intención en mi pregunta, es que es tan trabajoso y hay que separa tanto grando de tanta paja para averiguarlo por mí mismo que me fiaría de usted si me dice que lo tiene claro.
D. Anónimo: gracias.
D. Ricardo: lo lee usted perfectamente. Y las circunstacias no matizan todo. Señalo que Frga tiene delitos de sangre y que no era demócrata. No entiendo, entonces, el jucio benévolo del que me acusa. No lo es en absoluto, como no lo será con Carrillo (y yo sí esperó que se muera lo más tarde posible, porque morirse es desaparecer para siempre). Otra cosa es que aquí no haya la ñoña utilización de términos grandilocuentes.
En cuato a que el régimen actual no es emocrático, si me dice con qué compara lo discutimos. Es tan democrático, o más, que cualquier régimen europeo. Por supuesto, eso no quiere decir que sea para estar contento, pero juzgando de donde venimos no parece tampoco poco.
D. Sabiopelotas: los aperturistas no eran demócratas. Estaban cerca de la idea orteguiana de aristocracia, el ejemplo en Fernández de la Mora, y por eso Fraga se envolvió con ellos. Su ideal era, en realidad la restauración. Lo de Carrillo lo admito, lo de directa no lo creo pero tampoco me parece aquí el momento de discutirlo, si se admite que Fraga apoyó una dictadura terrible y asesina que hundió a España.
Caramba, don EP:
1.- Morirse no es desaparecer para siempre, como muestra el hecho de que estamos aquí hablando sobre Fraga, que se ha muerto, pero no ha desaparecido para siempre.
2.- Precisamente porque desde cierto punto de vista puede entenderse que morirse es desaparecer para siempre, lo que importa es vivir. Y don Santiago Carrillo ha ha vivido. Por lo tanto, importa poco (salvo a sus allegados) que a los 88 años se muera antes o después.
3.- Evidentemente, en comparación con la dictadura franquista o con la teocracia iraní, por citar sólo dos ejemplos de los posibles, nuestro sistema político (y el del resto de democracias a las que se puede homologar) es mejor. Eso no le convierte en democrático.
Vaya hombre. Se me había olvidado ni intervención y no sabía que me habían contestado. Mis disculpas.
Don Ricardo: Carrillo debería ser el principal responsable político de los asesinatos de Paracuellos. El sigue insistiendo en que no se enteró de nada, pero es imposible de creer cuando en ambos bandos se sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo y hasta la comunidad internacional estaba al corriente. Nunca lo sabremos con seguridad, porque como usted sabe no fue juzgado en su momento por la Ley de Amnistía y Garzón ya no podrá hacerlo tampoco. Ah, no, que esos 5.000 muertos iba a misa, perdón.
Don Epé: Los aperturistas de los primeros años 70 claro que en su mayoría eran demócratas. Si hasta Suárez fue ministro del movimiento. Lo que sucede es que mientras algunos se dedicaban a perder el tiempo jugando a los clandestinos en bares de universidades y asambleas, otros trataban de reformar el régimen desde dentro. Suárez fue ministro del movimiento y Don Torcuato Fernádez Miranda, que fue el gran ideológo de nuestra transición, también.
http://qulturaparatorpes.com/
Adolfo Suarez fue ministro de jornada responsable de sustituir a Fraga mientras el estaba en Alemania durante los llamados sucesos de Vitoria. Estos supusieron el asesinato a sangre fría de cinco personas que asistieron a la asamblea convocada esa tarde en la parroquia de San José. Gasearon la iglesia y a la salida ametrallaron a sangre fría a la población. En las grabaciones de radio de la policía se escucha pedir un policía a su mando que consiga la orden de poder usar armas de fuego y se consiguió. El responsable de tal orden en tal momento incluso directo si hacemos caso a la teoría de la obediencia debida que exime de responsabilidad al ejecutor y atribuye la responsabilidad al mando que da la orden.
Me pregunto si es usted capaz de seguir manteniendo la afirmación de que hay tanto que agradecer a este "demócrata". ¿Agradecemos entonces al maltratador que deje de pegar a su mujer y le otorgue la libertad de poder salir de su casa o el derecho a la integridad física o psíquica?
Sabiopelotas, los sucesos de Paracuellos del Jarama sucedieron durante una guerra y se fusiló a gente que se levantó en armas contra un régimen democrático.
Los asesinatos que se cometieron desde que acabó la guerra, los desaparecidos, los detenidos, los niños robados, etc, esos son aquellos que quiso investigar Garzón. Se pueden criticar muchas cosas a Carrillo, pero muchas y es cierto que cometió asesinatos de la oposición política del PCE en el exilio, pero no los sucesos de Paracuellos que sin prueba alguna al más puro estilo franquista se le atribuyen. Y Garzón, creador de la doctrina del "todo lo que no acepte la del 78 y hable Euskera es ETA"tres cuartos de lo mismo. Recordemos el 18/98.
Don Enrique, me parece gratuito que generalice usando el termino "pijo" a aquellos que afirmamos que de los lodos de La Transición vienen los barros de ahora.
Cuando quiera le explico los métodos usados por la policía nacional en detenciones vistas con mis propios ojos en este régimen democrático.O simplemente le puedo poner los enlaces de los vídeos.
Buenas noches y buena suerte
MQM
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