Ante la reciente huelga
general se hizo una campaña buscando desincentivizarla basada en una llamada a
la caridad. La vieja huchita con carita china del Domund volvió a salir a
través de una petición, incluso
apoyada por un diario tan equilibrado y fuera de toda sospecha sectaria como es
La Razón –curioso nombre para quien debería llamarse El Dogma-, que señalaba que mejor que hacer huelga era
donar el dinero a un banco de alimentos o a, cómo no, Caritas. Y acababa
señalando su rechazo a los sindicatos. Así lo que la campaña planteaba era la
primacía moral de la acción caritativa
frente a la política. O tal vez, lo que en realidad señalaba era una defensa
extrema del statu quo actual.
Por esta doble posibilidad, parece conveniente
analizar la idea de caridad no tanto como ejercicio estrictamente individual
sino como modelo social a imponer. Y al analizarla, desmontar esta visión de
privilegio moral que luce la caridad presentando no solo su insuficiencia
frente a la acción política por la justicia social, que
resulta así superior moralmente, sino también su carácter integrador con el statu quo actual. A
partir de ahora analizaremos la caridad como hecho social.
¿Qué es la caridad? Por
supuesto, la caridad implica, y esa es su única verdad, una capacidad de sentir
con el otro, una compasión. Efectivamente, quien es sincero en su
caridad lo es por su capacidad de empatizar con el otro en, al menos, un cierto
grado. Pero sería erróneo identificar sin más la caridad con la compasión
porque la primera es solo una
forma de resolución, de varias posibles, de la segunda. Y no precisamente, como veremos, la más moral.
La caridad se fundamenta
sobre una acción individual exclusiva –aunque no por ello, por supuesto, ajena
al análisis social- más o menos encomiable, que incluso permite ir al cielo. Como tal acción individual se corresponde con
una interactuación determinada con el mundo desde una
perspectiva subjetiva en un doble sentido: como
acción y como fundamento teórico.
Como acción, quien es caritativo pretende cambiar un
momento de realidad pero no busca cambiar con ello, en su acción caritativa, ni
el momento anterior que produjo este ni los momentos posteriores acaecidos por el mismo. Así, la acción caritativa
soluciona el momento, lo cual por cierto individualmente no es poco, pero no
soluciona la situación estructural. De esta forma, la caridad como solución
resulta insuficiente, aunque pueda ser necesaria evidentemente en casos
concretos.
Y ahí entra el problema del
fundamento intelectual de la caridad cuando se quiere presentar como un proceso
social. Efectivamente, para la caridad no existe la injusticia sino exclusivamente
la situación de pobreza porque solo se puede hablar de injusticia cuando existe
un discurso social sobre la realidad. Y para dicho discurso es necesario
entender la realidad como una estructura interrelacionada de causas y efectos
con una temporalidad de sucesión. Con este discurso, en el que se tiene en
cuenta la estructura social, la partícula que une es porque como nexo causal; sin este discurso, como hace la caridad,
es y como mera sucesión de datos.
Para la caridad, hay pobres y ricos, y nada más que decir. Si acaso exclamar: ¡¡pobres
pobres!!
Y precisamente en esto se inscribe su defensa del status
quo. No se da esta defensa porque la caridad mitigue el sufrimiento de los
derrotados por el proceso objetivo de la precarización, como clama cierta izquierda
que parecería preferir su muerte por inanición para sacar fotos de pobres,
preferentemente en blanco y negro que siempre luce más aquí, y esperar así un levantamiento social por cierto
improbable. Esta crítica, efectivamente, equivoca su objetivo por un doble
motivo. Primero, porque deshumaniza precisamente a aquellos que presume
defender al utilizarles como medios, que sufran más para que su situación sea
insostenible, arrebatándoles su presente: bien está quien les ayude a seguir
viviendo. Segundo, porque los pobres nunca han sido elemento revolucionario
alguno y menos ahora: el capitalismo es más complejo que una lucha, o luchita,
de ricos y pobres.
La defensa del statu quo, eso sí, está en el discurso
implícito de la caridad como modelo social. Y con esto, y no curiosamente, la caridad se convierte
en una garantía de la realidad de dominación en un doble sentido.
Efectivamente, al presentar el mundo como ajeno a un proceso y solo como un perpetuo
presente, la caridad genera una mentalidad de fatalidad: la pobreza es vista
como una forma de ser sin conexión con circunstancias objetivas socioeconómicas.
La pobreza es así una manera de existencia y la riqueza otra. La caridad, de
esta forma, no desarrolla discurso explicativo sobre la realidad, un discurso filosófico explicando por qué hay lo que hay, sino
meramente un catálogo de buenas acciones. De hecho,
por eso el evangelio
únicamente es un conjunto de anécdotas bienintencionadas
de Jesús y hay que esperar primero a S. Pablo y luego a la patrística para que surja algo parecido a una doctrina
explicativa.
Pero algo más, y aquí está
lo segundo: la pobreza como forma de ser es vista como santa. Efectivamente, la
forma de la pobreza es presentada, por ejemplo en el cristianismo, como el
ideal de vida. Si no hay una explicación de la realidad como un desarrollo,
esta se presenta como un esencialismo: cada cosa cumple lo que debe ser. Así debe
haber ricos y pobres y, a través de la compasión, se está con los pobres porque son los que
sufren, pero no porque sea lo justo. El pobre Lázaro irá al cielo y el rico
Epulón al infierno, pero eso es venganza postrera y no justicia social: lo actual
es lo que debe ser.
Sin embargo, la justicia
social es al contrario. Y lo es tanto por la acción como por su discurso. En su
discurso porque para ella es necesaria, precisamente para dotarla de sentido,
la existencia de una racionalidad que sitúe razones y causas para poder definir
esa justicia. Efectivamente, frente al criterio subjetivo de la caridad, la
justicia social pretende un hecho objetivo: hay pobres y ricos por algo y al descubrir
sus causas se puede actuar. Por ello la realidad no se presenta como momento
sino como historia, como proceso de causas y efectos.
Pero, también la justicia
social es contraria a la caridad en su acción. Esta, la caridad, realiza una acción
concreta e individual, la justicia social busca cambiar la realidad injusta de
forma global. Y por eso, quienes nos consideramos, tal vez también de forma autoproclamada,
de izquierdas estamos contra esa idea de solidaridad que cubre el, escaso,
panorama intelectual de los actuales movimientos progresistas: no queremos
solidaridad, queremos justicia social. No queremos ser subjetivos, queremos
ser, nada más y nada menos, objetivos.
Pero,no deseamos acabar
este artículo -¿hay alguien ahí?- sin reponer objetivamente una injusticia.
Jesús no es una figura que intelectualmente nos resulte atrayente: bueno, tampoco está mal pero vaya... Sin embargo, aún hay algo en él contemporáneo. Recientemente
se anunciaba a bombo y platillo que Amancio Ortega había donado 20 millones a Caritas:
un ejemplo, se nos decía. Es ingenuo pensar que Jesús, hace dos mil años, podía
pensar en la caridad como actualmente pensamos. Pero, también es ingenuo que
una figura fundamental de la historia de occidente en este problema nada
tuviera que decir. Mucho del evangelio está pasado, pero sin embargo pervive
aquello que aparece cuando la caridad es estrictamente personal y hay compasión
–lo único cierto que pervive de Jesús-. Y también, sobrevive un pasaje sobre la
caridad como hecho social. Un pasaje extraño para el autobombo. Dice Jesús que
cuando deis limosna no seáis como los fariseos que mandan tocar la trompeta para que así se
conozca su acción; cuando vosotros deis limosna, remarcó, que no sepa vuestra
mano derecha lo que hace la izquierda. Es sin duda, actual; tal vez, por eso, ningún
obispo se lo remarcó a Amancio Ortega.
5 comentarios:
Fundamentalmente de acuerdo con su artículo. Y en cuanto a lo que comenta de la donación de Amancio Ortega, quizá habría que recordar algunos métodos que ha utilizado (y utiliza) para forjar la fortuna de la cual salieron esos 20 millones.
http://www.elblogsalmon.com/empresas/amancio-ortega-inditex-y-las-alabanzas
Ud considera el Catolicismo como un sistema social y eso no es así.
El Catolicismo es un sistema moral. El marxismo si es un sistema social y el Islamismo es un sistema social y moral.
Por eso el Catolicismo como sistema moral, puede convivir con el Marxismo como sistema social. La suma de los dos le daría, por ejemplo, la Teología de la Liberación. O con el Franquismo dio el Nacional Catolicismo. Con el liberalismo la Democracia Cristiana. Etc…
El Cristianismo no tiene que resolver los problemas sociales, eso es cosa de las autoridades políticas —“Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”—, pero si debe debe denunciar las injusticias y ayudar a resolverlas.
El Cardenal Herrera Oria decía “Primero ciudadanos y después católicos”
Hace poco, se comentaba aquí en su casa, el arrebato de Jesús en el Templo. Esa fue una reacción contra la injusticia. Contra una injusticia que está muy de actualidad ahora, la financiera.
Los que estaban a la entrada del Templo no eran mercaderes eran cambistas. Las ofrendas en las ceremonias hebreas habían de hacerse en moneda hebrea, el dracma, y los romanos la habían prohibido obligando a utilizar el denario romano.
Por tanto el judio que debiera hacer una ofrenda y no tuviera monedas hebreas tenía que comprarlas. Por tanto había de conformarse con el canje que los cambistas quisieran ponerle. El abuso en los tipos de interés fue lo que indigno al Cristo y los corrió a palos.
El Cristianismo es un sistema ético, adquirido y depurado por el método científico de “prueba y error” convertido en dogma.
La ayuda al “prójimo” —concepto de exclusividad cristiana— no es una opción. En la ética laica, la compasión, sería una opción aceptada o no por el individuo. El dogma cristiano no da opción, obliga.
Un católico no cree que donar veinte millones de euros a Caritas, sea un acto de “justicia social”. Y no le digo yo que no, a que entre los católicos haya algún limitado que si considere un acto de “justicia social”, lo de Sanchez Gordillo, el golpear trabajadoras de Mercadona, robar comestibles y repartirlo en ¿? (al final no nos enteramos de donde las repartió).
La donación del dueño de Zara a Caritas es una “ayuda” para paliar en algo, las consecuencias del saqueo que, los responsables de la “justicia social” el Gobierno Socialista, ha hecho de los fondos públicos.
Un Oyente de Federico
Yo no estoy de acuerdo en la visión que expone sobre la justicia social y el cristianismo.
Tampoco estoy de acuerdo con Don Oyente en que el cristianismo no es un sistema social; es más, desde el momento en que usted afirma que es un deber cristiano el denunciar las injusticias y ayudar a resolverlas, y que esto es una obligación moral, se está conviertiendo en un sistema social, en el que sus ciudadanos deben ser tratados con la dignidad que les es propia (en el cristianismo, por ser hijos de Dios). Por lo que está impulsando un sistema social concreto, sin desigualdades entre sus individuos. Luego, ocurre que desde este punto, el cristianismo puede entrar en contradicción con estos argumentos, y obligar a toda la sociedad a aceptar sus creencias (como ocurre con el Nacional Catolicismo o, en menor medida, pero apreciable, con la democracia cristiana).
En cuanto al texto, no creo que el cristianismo considere que todos debemos ser pobres, pasar hambre, vivir en la calle, etc. Esto me parecería como decir que en el marxismo, dado que la clase obrera explotada es la "ensalzada",todos debemos convertirnos en clase obrera explotada. No, han de desaparecer las clases burguesas explotadoras. De igual modo, el cristianismo lucha porque desaparezcan los ricos, opresores, frente al pobre, oprimido (y en general, cualquier forma de opresión, según el sermón de la montaña). Así, se condena a los ricos y se "ensalza" a los pobres, pero de ahí a concluir que todos debemos serlo, no lo creo, cuando el propio Evangelio, en analogía con las flores del campo o los pájaros, que no pasan hambre, etc (Mt 6, 26-33). Creo que el cristianismo lucha por la justicia social, y que lo de la "caridad cristiana" no es más que una excusa para que, los autoproclamados cristianos, pero satisfechos, mantengan sus conciencias tranquilas a cambio de un "poco de dinerillo".
¿Qué ven mis ojos en los comentarios?¿Qué el marxismo puede convivir con el catolicismo? O bien el que haya puesto ese comentario no tiene ni idea de lo que es el marxismo, o bien no lo entiende.
Las dos cosas, Don Anónimo, no tengo ni idea y tampoco lo entiendo.
Por eso me fio de lo que dicen los que considero tienen criterio claro sobre ello.
Sobre la Teología de la Liberación en la Wikipedia dice esto:
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La base teológica y conceptual
Resulta difícil definir a la Teología de la Liberación pero puede partirse de la base que busca un análisis profundo del significado de la pobreza y de los procesos históricos de empobrecimiento y su relación con las clases sociales.
Para llegar a ello, articula la teoría económica y social del marxismo y otras ideologías sociales,[cita requerida] con la visión espiritual profundamente trascendente del cristianismo.
El quehacer teológico se concibe como "reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la palabra".
Los derechos del pobre son derechos de Dios (Éxodo 22:21-23, Proverbios 14:31,17:5) y él ha elegido a los pobres (Santiago 2:5) y por tanto es él quien ha hecho la opción preferencial por los pobres para salvar a todos. Jesucristo se identificó con los pobres (Mateo 5:3) y claramente dijo que quien se relaciona con el pobre, con él mismo trata y a él mismo acepta o rechaza, a tal punto que ese relacionamiento será el criterio principal del Juicio Final (Mateo 25:31-46).
____________
Hay más ejemplo como la militancia en el PCE del Padre Llanos, etc…
Pero esta y su contexto me parecía mas apropiada al comentario del Sr. Mesa.
Un Oyente de Federico
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