lunes, junio 03, 2013

¡¡QUE SE JODAN!! (un programa de gobierno)

La derecha siempre se ha presentado a sí misma como mejor gestora que la izquierda: era su, aparente, valor electoral máximo. Este lema publicitario le ha permitido ir ganando poco a poco el voto de la clase media pues esta veía ya consolidada su condición social a través de los servicios públicos que le permitían ascender socialmente y por los que, creyendo en su eternidad, pretendía ahora pagar menos impuestos. Así, la corriente política que llevara adelante este proyecto -mantener un nivel de servicio social suficiente para hacer posible que la clase media medrara y al tiempo bajar los impuestos para lograr su beneficio particular- se convertía en su principal opción política. La propia conquista política de la izquierda, el estado del bienestar, era ahora la clave para que el voto acabará en la derecha una vez las necesidades de esa misma clase media ya estaban, aparentemente, cubiertas.

Yo soy de clase media –me avergüenzo de ello porque soy un tío de izquierda radical: querría ser de clase muy alta como la luna ¡ay!, ¡ay!- y viajo en metro –me avergüenzo de ello porque soy un tío de izquierda radical: me gustaría viajar con chófer privado porque es mi sueño, como la luna ¡ay!, ¡ay!-. El metro de Madrid, justo es reconocerlo, funcionaba muy bien: tiempo pasado. Era un metro moderno, relativamente cómodo y con una muy buena frecuencia de paso: otra vez pasado. Además, su precio, sin ser barato, no era excesivo: ya la melancolía me asalta. Así, ese metro, obra básicamente del PP, era el ejemplo que la propia derecha ponía de su política social.

Sin embargo, ahora ocurre algo curioso que se puede tomar como paradigma de la nueva situación: el metro de Madrid es malo en su servicio y carísimo. Esto sí es presente.

El metro de Madrid ha sido recortado, como la sanidad o la educación, y el metro de Madrid, como todo el servicio de transporte, ha subido escandalosamente su precio. Es decir, se empeora el servicio y a la vez se paga más. La frecuencia de los trenes ha subido, tardan más en llegar, y con ello, pues el principal factor de competencia del metro es su rapidez, se ha empeorado radicalmente. Además, al bajar la frecuencia, es decir: menos trenes por hora, sube el nivel de ocupación por cada vagón y con esto la incomodidad, dándose una curiosa paradoja: se sube el precio  y a cambio se da peor servicio que cuando era más barato. La gestión de la derecha como desastre.

De esta manera,  ningún usuario del transporte público se ha visto beneficiado con el gobierno actual de la derecha. Es más, todos ellos, sin excepción, han sido perjudicados incluida, fundamentalmente, la clase media. Pero, esto mismo pasa en sanidad o en educación o en pensiones o en prestaciones sociales: se pagan más impuesto que nunca y se recibe el peor servicio. ¡¡Que se jodan!! ha pasado de ser el grito estentóreo de una hija de papá histérica a programa de gobierno.

Pero, ¿por qué la derecha ha cambiado su política social? Porque, efectivamente, aquí ha habido un cambio radical en los intereses políticos de la propia derecha. Hasta no hace poco el metro de Madrid era la joya de la comunidad, el ejemplo de la gestión derechas: el mejor metro, decían, del mundo. ¿Por qué dejar ahora que se hunda? ¿Acaso no son conscientes de que actuando así van a perder sin duda las siguientes elecciones?

Resulta extraordinariamente erróneo pretender analizar los hechos sociales como realidades particulares sin conexión con el conjunto. Esto nos lleva a una especie de solipsismo –yo tampoco he sabido nunca lo que es, pero ha quedado bien- en que estos hechos aparecen como aislados y producto exclusivo de la pura voluntad individual. Nosotros creemos, frente a lo anterior, que un hecho social debe ser explicado desde esa misma sociedad como un todo. Pero sin pasarse, porque efectivamente si resulta equivocado lo anetrior resulta ridículo reducirlo todo al sistema capitalista: el fallo es el sistema no se puede convertir en un mantra. El análisis debe ser  mas fino si quiere ser verdadero.

Analicemos. El proyecto de precarización tiene que ver con todo esto: una realidad solo se entiende en conjunto. Aunque hayamos hablado mucho aquí de él -tampoco se nos ocurren muchas más ideas-, no está de más resumirlo. La tesis fundamental de este proyecto es la conversión de Europa, especialmente la del sur y el este, en una realidad socioeconómica como China, aprovechando el tirón del consumo de los países emergentes. Y esto implica  algo novedoso en política y por lo que a la derecha social, aunque como veremos no al PP, le da ya igual ganar las elecciones.

A raíz del pacto del euro, inicio político de la precarizacion europea, los partidos políticos de derechas ya no necesitan ganar elecciones para gobernar -aunque sí para seguir colocando a su gente-. Efectivamente, el gobierno de políticas de derechas viene dado a priori desde Bruselas. Así, da igual perder o ganar las elecciones siguientes, excepto para mantener cargos de poco trabajo y jugoso sueldo en lo público que tanto se critica -y por eso el PP toca educación o sanidad, donde ellos no pueden medrar, pero mantiene todo un elenco de puestos nombrados a dedo en las  empresas públicas, las administraciones o las diputaciones-. Por todo esto, la política adquiere una nueva realidad.

La macropolítica ya no interesa porque la soberanía nacional ha sido cedida, ilegítimamente, a Bruselas. Por tanto,  la política de derechas se hará aunque sus partidos políticos pierdan las elecciones nacionales. Ganar las elecciones, como consecuencia, ya no es una prioridad para la oligarquía social sino un hecho accesorio. La política económica, que es la clave de cualquier política, está prefijada para cumplir el interés de esa misma  oligarquía social, que no es otra cosa que el proceso de precarización. La oligarquía cree, razonablemente, que su destino triunfante está escrito y que ya no solo en España, sino en Europa también, vuelve a amanecer.

Sin embargo, para un partido político como el PP, entendido como institución determinada, es decir: como sujeto social, sigue siendo necesario ganar las elecciones por el interés concreto de sus integrantes que, por supuesto, viven mejor por ejemplo de diputados o senadores -trabajo arduo donde los haya- que de trabajadores a los que se les podría aplicar su propia reforma laboral -en clave política pepera, no se joden-. Por eso, la micropolítíca sigue siendo importante y por eso el PP hace ridículos guiños al electorado y promete todo para el año de advenimiento del 2015: año electoral. Y mientras llega fecha tan señalada el gobierno funciona como si fuera un protectorado, asumiendo la hermosa metáfora de Rajoy, de la Unión Europea.

Por esto, el metro de Madrid se hunde y por esto se le puede dejar que se hunda. Imagino que el de Barcelona, también. Y el de cualquier otra ciudad española. Como se hunde la educación pública, es decir: universal, o la sanidad pública, es decir universal. Permitir su hundimiento ya no tiene precio social pues la política responsable de ello seguirá mientras se mantenga la situación en Bruselas: es irrelevante lo nacional. La soberanía ha pasado del pueblo a las coles: cero absoluto para la democracia.

Pero eso no quiere decir que todo esto no tenga remedio. Repetimos -ya saben que tenemos pocas ideas-: todo el proceso es reversible pues no responde a una necesidad del sistema capitalista, en cuyo caso habría que cambiar el propio sistema, sino a un interés de la oligarquía europea. Pero solo es reversible desde un pensamiento de izquierdas que se plantee como auténticamente supranacional. Si Bruselas es el problema Bruselas se convierte en la solución. Esto no se refiere a que la izquierda proclame la ñoña solidaridad entre los países del continente o resucite lemas paletos como la Europa de los pueblos. Todo eso no es más que política decimonónica en el siglo veintiuno y por eso es falsa. La solución debe ser algo más radical: política de izquierdas para el siglo veintiuno.

La realidad marca la política. La realidad actual es la de una economía mundial. Hay que asumir esa economía mundial para derrotar el interés de rapiña de la oligarquía. Por ello, la izquierda tiene que dejarse de tonterías y construir una opción real de, al menos, reforma y que tenga en cuenta está economía internacionalizada. Los pueblos nacionales están en el basurero de historia, al lado del folclore y en el mismo estante que la religión: lo paleto no salva.

No seremos nosotros los que lloremos la inutilidad del sentimiento paleto. Y menos cuando ese sentimiento le hace el juego al interés de la oligarquía al dividir el mercado de mercancías. Efectivamente, en el Capitalismo la realidad social no es sino un mercado y el tamaño del mismo es clave para desarrollar el proceso de precarización. Un mercado pequeño es fácil de dejar a un lado pues se convierte en prescindible frente al auge de solo el veinte por ciento de la población de los países emergentes o los BRIC. El nacionalismo juega así a favor de la precariedad al atomizar la fuerza que el mercado interior de consumo pueda tener contra esa misma precarización. Va en contra de la creación de un mercado interior tan numeroso que resulte irremplazable. Y esto es clave para esta lucha. Es momento, en realidad lo fue hace mucho por motivos intelectuales pero ahora también políticos, de quitarse la boina calada hasta las cejas y abandonar el terruño.

Las condicines reales marcan la política. Y la única  forma de parar este proceso de precarización es convertir al continente europeo en un país único donde Bruselas sea un gobierno elegido por la soberanía popular. Ese es el auténtico proyecto político inmediato –sí, inmediato- para la izquierda. Mientras tanto, sin embargo, una monja y un economista hacen un manifiesto por la Cataluña independiente y la autoproclamada izquierda lo difunde orgullosa por internet al tiempo que IU asume el derecho a decidir de eso que se llama pueblo catalán. Y por encima de ellos, como suprema figura de esa izquierda  radical, el personaje paleto  interpretado por el gran actor Paco Martínez Soria, guíña un ojo a la oligarquía mientras se recoloca la boina, o la barretina. Pero eso sí, con gesto rebelde.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres de lo más sectario y reaccionario que hay en Internet. Una especie rara de fascista.

Mezclas a la torpe Andrea Fabra con un jipi powerflower chupiguay y a una monja cristiana. Ridiculizando cualquier intento democrático de intentar entorpecer las contrarreformas de la oligarquía tanto desde la derecha como por la izquierda.

Eres un monstruo, auténtica basura intelectual.

Anónimo dijo...

Me apena y me preocupa el que pueda causar en Ud. desaliento el que entradas de contenido tan denso como esta y tan bien redactadas, no tengan más comentarios, hasta ahora, que el de un comisario político y el de un facha.

Por la precisión y realismo de su análisis, debería de ser motivo de un debate de gente de más capacidad intelectual, o al menos de alguna capacidad intelectual.

Aprovecho para reiterarle mi agradecimiento, porque sus textos, sin duda, forman parte de lo que me hace mejor persona.

Un Oyente de Federico

Anónimo dijo...

Una buena exposición de Comunista de los de La Hoz y el Martini que es el tipo de comunista que mas abunda, sin ninguna duda.

Dubitador dijo...

Comparto la idea de que para resolver el problema de Europa hay que hacer mas Europa, o sea unos verdaderos Estados Unidos de Europa.
Para ello necesitamos una lengua comun no contaminada con imbecilidades y canalladas del pasado, ya que los resabios nacionalistas -o mejor dicho tribales- no desapareceran, incluso se reprodujeron el los EEUU volviendo a aparecer la cretinez esa de identificar idiosincrasias culturales, psicologicas y cuasigeneticas habitantes de entidades trazadas con tiralineas cuya antiguedad no supera los 200 años.

El ingles no vale como lengua comun, precisamente porque es ingles, es propiedad de ellos, el verdadero acento y modismos son los de ellos, similar a como pretendemos los españoles respecto al castellano de hispanoamerica.

Hay que enseñar desde el parvulario una interligua, pues a esa edad se aprende cualquier lengua por pura exposicion.

Sin embargo... tampoco soy muy optimista, ya que en España tenemos una interligua, una lengua que todos conocemos y nos permite comunicarnos y sin embargo alguien que venga de otra region y conserve el acento delator ya no es tenido como tan "de aqui"