lunes, enero 13, 2014

UNA PEQUEÑA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA/4: MITO Y FILOSOFÍA

La Grecia antigua, la comprendida en el periodo clásico, es una peculiaridad. Esto quiere decir que es un hecho relativamente extraño para la historia del momento. Por supuesto, no hay que leerlo en clave mística pues entes extraños en la historia siempre han existido. Lo que llama la atención en realidad no es que haya algo peculiar en un momento histórico concreto, pues es algo que siempre ha ocurrido,  sino que esa peculiaridad  triunfe. Y que surja en ella, o mejor aún gracias a ella, una nueva forma de pensar que transformará radicalmente el futuro.

Como todos saben, y si no pues a  leerlo ahora, la Filosofía nace en Grecia en el siglo VI a.C. Es este un siglo fundamental para la formación de  occidente en concreto, entendido como una mentalidad determinada frente a oriente, y para la humanidad en general por dos motivos. El primero, la derrota del Imperio Persa en las guerras médicas. El segundo, el ya citado surgimiento de la Filosofía.

¿Qué significan estos dos acontecimientos?

Las guerras médicas implican la condición de posibilidad para que occidente pueda distinguirse de oriente. Efectivamente, la victoria griega permite el desarrollo cultural heleno no solo de forma autónoma sino con la conciencia de su individualidad: lo griego no solo será diferente al mundo oriental sino que a partir de entonces, evitando la conquista persa, podrá seguir siéndolo y hará de la proclamación de esa diferencia un rasgo esencial incluso cuando, como en los orfismo o en Platón, adopte ideas orientales. Así, la victoria militar frente a persas es una condición histórica necesaria para generar la posibilidad de que surja aquello que hará de occidente una forma nueva y distinta de pensar: la Filosofía.

Porque, el auténtico acontecimiento crucial es la aparición de la Filosofía. Y La Filosofía surge frente al mito, como es sabido. Y esto, no por repetido, sigue siendo importante por varias razones.

La primera que cabe destacar es que el pensamiento y la Filosofía no pueden ni deben identificarse sin más. Si pensar y filosofar fueran lo mismo, la consecuencia histórica sería que la Filosofía existiría desde siempre y en todo lugar. Por ello, solo desde la perspectiva capaz de distinguir esta, la Filosofía, de aquél, el pensamiento, puede explicarse el hecho de que la Filosofia tenga partida de nacimiento. Porque el mito, no lo olvidemos, es también pensar. Y por ello, se deduce fácilmente, hay entonces diferentes formas de pensar. Pero, eso no debe conducirnos, al menos de principio pues si no sería un prejuicio, a defender que todas valen lo mismo. Y tampoco, pues sería también prejuicio, que unas son mejores que otras. Son dos maneras por ahora solo distintas.

Pero, ¿mito?, ¿Filosofía? ¿De qué hablamos? Hablamos efectivamente de dos formas distintas de pensar. Pero también, todo hay que decirlo, hablamos de las dos maneras fundamentales desde las que se puede pensar. Porque el pensamiento mítico o la Filosofía no son solo contenidos sino formas de pensar. Y lo que sucedió en Grecia en el siglo VI a.C. fue que esas dos maneras se distinguieron definitivamente y se enfrentaron.

La principal diferencia entre el pensamiento mítico y el filosófico es lo que se podría llamar actitud de desapego. Efectivamente, los dos tipos de pensamiento buscan explicar lo que ocurre en el mundo, sin duda, pero con una diferencia fundamental.

El pensador mítico vive el mundo como un hogar, como un lugar al cual él pertenece sin duda alguna y que le da sentido. Así, el mítico cree ser una parte más de una realidad que se le presenta como construido por fuerzas sobrenaturales: por ello, presupone la idea de que existe una conexión mística entre él y la realidad. Surge así un ideal de identidad en el cual el ser humano no se disocia del mundo externo sino que se siente no solo una parte de él sino perfectamente integrado. Del mismo modo que el hombre interactúa con los hechos naturales, los dioses también lo hacen, pero con superpoderes, y por eso mandan: yo mando sobre mi rebaño y la divinidad sobre mí. Así, el elemento sobrenatural como la forma más evidente de explicación, surge y genera nuevas características: el hombre –y la mujer- mítico acaba rindiendo culto. El fundamento último de la realidad, aquello que la da sentido, es la existencia de seres superiores.

Pongamos un ejemplo para explicarnos, y de paso así yo lo entiendo: el mito de Adán y Eva. Ambos están en el paraíso, y su pecado, como en la hibris griega, será pretender llegar a ser como Dios comiendo del árbol de la ciencia del bien y del mal -el conocimiento- y siendo expulsados antes de que lo hagan del árbol de la vida -la inmortalidad-, de forma similar al castigo de Prometeo. Así, el mito presenta una doble realidad. Primero, porque lo que se niega es la posibilidad de que los humanos trasciendan a su lugar en el cosmos llegando a conquistar el puesto de los dioses -lo que por supuesto implica la sumisión social como consecuencia política. Segundo, implica intelectualmente que lo que ya es -la realidad tal y como es ahora- lo debe ser para siempre pues se trata de la creación de lo divino.

Así, el pensamiento mítico es la pura identificacion con lo real. Para él, la pregunta  tiene un límite: se acaba en el propio fundamento de esa misma divinidad. La mentalidad mítica se pregunta, pero pone límites a su pregunta: es miedosa.

Por ello, la mentalidad mítica puede extenderse más allá de la mera particularidad religiosa. Efectivamente, por extensión, y creemos que es una extension coherente, el modelo del pensamiento mítico puede aplicarse a toda aquella forma de pensar que es incapaz de distanciarse de sí misma y tener espíritu crítico. Pensamiento mítico es aquél que no se plantea sus propios fundamentos sino que los da por hecho. Es aquél, que no se discute a sí mismo.

Y frente a él surgió algo radical. Y fue tan radical porque no fue una respuesta sino una pregunta. Si el mito se define por su límite, la primera acción de la Filosofía será precisamente saltarse ese límite. La llamada pregunta por el Arché –por aquello que en último lugar constituye la realidad- será radical porque la respuesta mítica vendría de suyo: la voluntad de los dioses. Sin embargo, un grupo de griegos en el siglo VI a.C. se la hicieron públicamente. Y con ello iniciaron un proceso que creó una forma nueva de pensar: aquella que se cuestionaba todo. Y el primero de todos fue un tal Tales…  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Esto que esplica Ud. aquí ya no va a poder ser explicado a los alumnos durante el bachillerato?
De ser así me parece trágico.

Un Oyente de Federico

Enrique P. Mesa García dijo...

No,hay que contarles cosas de empresas.