La
Grecia antigua, la comprendida en el periodo clásico, es una peculiaridad. Esto
quiere decir que es un hecho relativamente extraño para la historia del
momento. Por supuesto, no hay que leerlo en clave mística pues entes extraños
en la historia siempre han existido. Lo que llama la atención en realidad no es
que haya algo peculiar en un momento histórico concreto, pues es algo que
siempre ha ocurrido, sino que esa
peculiaridad triunfe. Y que surja en
ella, o mejor aún gracias a ella, una nueva forma de pensar que transformará
radicalmente el futuro.
Como
todos saben, y si no pues a leerlo
ahora, la Filosofía nace en Grecia en el siglo VI a.C. Es este un siglo
fundamental para la formación de occidente en concreto, entendido como una
mentalidad determinada frente a oriente, y para la humanidad en general por dos
motivos. El primero, la derrota del Imperio Persa en las guerras médicas. El
segundo, el ya citado surgimiento de la Filosofía.
¿Qué
significan estos dos acontecimientos?
Las
guerras médicas implican la condición de posibilidad para que occidente pueda
distinguirse de oriente. Efectivamente, la victoria griega permite el
desarrollo cultural heleno no solo de forma autónoma sino con la conciencia de su
individualidad: lo griego no solo
será diferente al mundo oriental sino que a partir de entonces, evitando la
conquista persa, podrá seguir siéndolo y hará de la proclamación de esa
diferencia un rasgo esencial incluso cuando, como en los orfismo o en Platón,
adopte ideas orientales. Así, la victoria militar frente a persas es una
condición histórica necesaria para generar la posibilidad de que surja aquello
que hará de occidente una forma nueva y distinta de pensar: la Filosofía.
Porque,
el auténtico acontecimiento crucial es la aparición de la Filosofía. Y La Filosofía
surge frente al mito, como es sabido. Y esto, no por repetido, sigue siendo
importante por varias razones.
La
primera que cabe destacar es que el pensamiento y la Filosofía no pueden ni
deben identificarse sin más. Si pensar y filosofar fueran lo mismo, la
consecuencia histórica sería que la Filosofía existiría desde siempre y en todo
lugar. Por ello, solo desde la perspectiva capaz de distinguir esta, la
Filosofía, de aquél, el pensamiento, puede explicarse el hecho de que la Filosofia
tenga partida de nacimiento. Porque el mito, no lo olvidemos, es también
pensar. Y por ello, se deduce fácilmente, hay entonces diferentes formas de
pensar. Pero, eso no debe conducirnos, al menos de principio pues si no sería
un prejuicio, a defender que todas valen lo mismo. Y tampoco, pues sería
también prejuicio, que unas son mejores que otras. Son dos maneras por ahora
solo distintas.
Pero,
¿mito?, ¿Filosofía? ¿De qué hablamos? Hablamos efectivamente de dos formas
distintas de pensar. Pero también, todo hay que decirlo, hablamos de las dos
maneras fundamentales desde las que se puede pensar. Porque el pensamiento
mítico o la Filosofía no son solo contenidos sino formas de pensar. Y lo que
sucedió en Grecia en el siglo VI a.C. fue que esas dos maneras se distinguieron
definitivamente y se enfrentaron.
La
principal diferencia entre el pensamiento mítico y el filosófico es lo que se
podría llamar actitud de desapego. Efectivamente, los dos tipos de pensamiento
buscan explicar lo que ocurre en el mundo, sin duda, pero con una diferencia
fundamental.
El
pensador mítico vive el mundo como un hogar, como un lugar al cual él pertenece
sin duda alguna y que le da sentido. Así, el mítico cree ser una parte más de
una realidad que se le presenta como construido por fuerzas sobrenaturales: por
ello, presupone la idea de que existe una conexión mística entre él y la
realidad. Surge así un ideal de identidad en el cual el ser humano no se
disocia del mundo externo sino que se siente no solo una parte de él sino
perfectamente integrado. Del mismo modo que el hombre interactúa con los hechos
naturales, los dioses también lo hacen, pero con superpoderes, y por eso mandan:
yo mando sobre mi rebaño y la divinidad sobre mí. Así, el elemento sobrenatural
como la forma más evidente de explicación, surge y genera nuevas
características: el hombre –y la mujer- mítico acaba rindiendo culto. El
fundamento último de la realidad, aquello que la da sentido, es la existencia
de seres superiores.
Pongamos
un ejemplo para explicarnos, y de paso así yo lo entiendo: el mito de Adán y
Eva. Ambos están en el paraíso, y su pecado, como en la hibris griega, será pretender
llegar a ser como Dios comiendo del árbol de la ciencia del bien y del mal -el
conocimiento- y siendo expulsados antes de que lo hagan del árbol de la vida -la
inmortalidad-, de forma similar al castigo de Prometeo. Así, el mito presenta
una doble realidad. Primero, porque lo que se niega es la posibilidad de que
los humanos trasciendan a su lugar en el cosmos llegando a conquistar el puesto
de los dioses -lo que por supuesto implica la sumisión social como consecuencia
política. Segundo, implica intelectualmente que lo que ya es -la realidad tal y
como es ahora- lo debe ser para siempre pues se trata de la creación de lo
divino.
Así,
el pensamiento mítico es la pura identificacion con lo real. Para él, la
pregunta tiene un límite: se acaba en el
propio fundamento de esa misma divinidad. La mentalidad mítica se pregunta,
pero pone límites a su pregunta: es miedosa.
Por
ello, la mentalidad mítica puede extenderse más allá de la mera particularidad
religiosa. Efectivamente, por extensión, y creemos que es una extension
coherente, el modelo del pensamiento mítico puede aplicarse a toda aquella
forma de pensar que es incapaz de distanciarse de sí misma y tener espíritu
crítico. Pensamiento mítico es aquél que no se plantea sus propios fundamentos
sino que los da por hecho. Es aquél, que no se discute a sí mismo.
Y
frente a él surgió algo radical. Y fue tan radical porque no fue una respuesta
sino una pregunta. Si el mito se define por su límite, la primera acción de la
Filosofía será precisamente saltarse ese límite. La llamada pregunta por el Arché –por aquello que
en último lugar constituye la realidad- será radical porque la respuesta mítica
vendría de suyo: la voluntad de los dioses. Sin embargo, un grupo de griegos en
el siglo VI a.C. se la hicieron públicamente. Y con ello iniciaron un proceso
que creó una forma nueva de pensar: aquella que se cuestionaba todo. Y el
primero de todos fue un tal Tales…
2 comentarios:
¿Esto que esplica Ud. aquí ya no va a poder ser explicado a los alumnos durante el bachillerato?
De ser así me parece trágico.
Un Oyente de Federico
No,hay que contarles cosas de empresas.
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