Cuando
se analiza un tema se parte siempre, se quiera o no, de una serie de ideas
previas que aunque no se expliciten están ahí. Precisamente, lo interesante de
analizar una teoría no es solo lo que ella misma particularmente dice sino también
los fundamentos de la misma y el grado de coherencia que se mantiene entre esos
fundamentos y los análisis hechos sobre los problemas y la búsqueda de
soluciones. Es decir, lo que marca la diferencia radical entre diversas teorías
son también los fundamentos.
¿Cuál
es la diferencia entre un análisis de izquierdas y uno de derechas? ¿Qué sería
lo que hace que se pueda decir que esta reflexión es de derechas y esta otra es
de izquierdas? A veces, las preguntas más simples son las fundamentales. Porque
igual una diferencia fundamental entre la izquierda y la derecha está en los
fundamentos de dichas visiones que conllevan una manera diferente de analizar
los temas.
¿Pero,
no íbamos a hablar de Cataluña y de eso que se llama soberanismo?
Efectivamente, el tema de este escrito es intentar explicar qué sería y por qué
un análisis de izquierdas sobre el soberanismo catalán y qué sería y por qué un
análisis de derechas. Y lo vamos a hacer analizando desde lo fundamental, es
decir: seremos radicales e iremos a la raíz del problema.
¿Cuál
es la diferencia de fundamento entre la izquierda y la derecha? Rápidamente
alguien podría decir que es que la derecha va con los ricos y la izquierda con
los pobres. Pero, esto es no decir nada pues la derecha estaría también en
contra de la pobreza y del sufrimiento. Hay que buscar en otro sitio y es desde
dónde se construye el discurso, es decir: analizar su fundamento.
La
izquierda tiene su fundamento en la idea de sujeto moderno concebido por la
Filosofía a partir del siglo XVII. Esto a su vez implica una triple
consecuencia.
Por
un lado, la idea de que la realidad debe ser creada desde la racionalidad
propia de ese mismo sujeto y que, por tanto, no existe un orden previo que deba
ser respetado. Esto, a su vez, implica la destrucción de las esencias en la
naturaleza y en la historia y la defensa de la idea de progreso.
Pero,
esta construcción racional podría ser considerada subjetiva pues aparentemente procedería
de la razón de cada uno. Sin embargo, segundo, la idea de la Modernidad es que
la Razón es la misma para todos -y por eso la importancia que tomará la ciencia
como forma universal de explicación-, lo que implicaba la universalidad del
sujeto y de ahí la idea de igualdad y el cosmopolitismo ilustrado.
En
tercer lugar, está la autonomía como clave de ese sujeto: debe pensar y actuar
por sí mismo. Y esta autonomía implica necesariamente la negación de que la
soberanía de los actos resida en otros y no en él mismo. Por ello, el sujeto
moderno defenderá en el discurso social la idea de ciudadano frente al
heterónomo súbdito.
Frente
a estas ideas que fueron el génesis de la izquierda surgen las ideas
conservadoras que -aunque no necesariamente pues hay un pensamiento derivado en
conservador desde la Modernidad como el liberalismo por ejemplo- parten de los
supuestos opuestos.
Efectivamente,
el conservadurismo tiene como fundamento básico la existencia de un orden
natural. Este orden natural no debe ser entendido solo como una creencia de que
la naturaleza rige la vida humana sino como la idea fundamental de que existen
estructuras, naturales o históricas, previas a lo sujetos y que tienen
características esenciales que contienen un valor moral positivo y que por tanto
deben gobernar a las personas. Estas esencias histórico-naturales, como por
ejemplo la familia o la pertenencia a un pueblo/patria, son elementos
fundacionales y tienen un valor moral positivo a priori que debe respetarse. De
esta forma, ese orden natural previo es bueno moralmente y toda acción en su
contra es negativa. Lo fundamental así no es la autonomía sino la heteronomía
con respecto a ese orden previo y a sus esencias históricas. El sujeto debe
respetar aquello que se constituyó antes de su racionalidad. Y por eso se
llaman conservadores.
Así,
la diferencia entre derecha e izquierda en relación, por ejemplo, a la idea de
nación se corresponde precisamente con
esta diferencia en el sentido de fundamento y en concreto al enfrentamiento entre
razón y autonomía frente a orden natural y heteronomía.
La
derecha cree que la nación se funda en la existencia previa y esencial de un
pueblo. Así, este pueblo tiene una idiosincrasia, una forma ser, propia y
característica que le hace diferenciarse de otros pueblos (que, por supuesto,
siempre reúnen menos virtudes aunque no se explicite). Así, el orden natural
previo ha generado una esencia que es el pueblo catalán, por ejemplo, y que
tiene un valor moral excelente pues ser catalán es lo que debe ser, como hecho moral,
cualquiera que viva en Cataluña para ser
completo y bueno: cumplir su esencia previa y externa. Es decir, lo a priori
determina al individuo imponiendo la heteronomía sobre él.
Sin
embargo, en la visión de izquierdas el pueblo es la ciudadanía sin mas que se
construye desde derechos y deberes y cuya finalidad no es el desarrollo de una
esencia preexistente sino la creación de una nueva sociedad justa que permita,
precisamente, el desarrollo pleno del sujeto. No existe un apriori sino que lo
que se busca es una forma nueva donde debe predominar la autonomía y la
universalidad.
Y
ahora volvamos al tema.
Cuando
se defiende el derecho a decidir del pueblo
catalán solo se puede hacer desde una perspectiva conservadora pues implica
necesariamente asumir la existencia a priori del sujeto de dicha acción: existe
efectivamente un pueblo catalán a priori. Y como consecuencia esto requerirá
creer en una esencia histórica previa a los individuos que además se debe
imponer sobre ellos por su valor moral extraordinario: un orden natural que se
debe cumplir. La esencia ser catalán
exige su cumplimiento sobre los individuos: la heteronomía de lo apriori se
impone sobre la construcción de la autonomía. Creer eso se llama Pensamiento
Conservador.
Este
11 de septiembre, miles de catalanes, que se consideran de izquierdas, cantarán
emocionados una tonadilla patriótica sobre labriegos y hoces y mirarán
embelesados un trapo con rayas. Pero al atento pensamiento de izquierdas, que
también debe asumir a la Filosofía que desde sus orígenes avisó ya contra el
mito al distinguir la verdad de la apariencia, solo se le aparecen presuntos catalanes
y, también, presuntos españoles. En realidad, en verdad, nada de patrias, nada
de pueblos.
Pero,
en realidad también y sobre todo, presuntos izquierdistas.
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