miércoles, septiembre 10, 2014

CATALUÑA: ANÁLISIS DE IZQUIERDAS, ANÁLISIS DE DERECHAS

Cuando se analiza un tema se parte siempre, se quiera o no, de una serie de ideas previas que aunque no se expliciten están ahí. Precisamente, lo interesante de analizar una teoría no es solo lo que ella misma particularmente dice sino también los fundamentos de la misma y el grado de coherencia que se mantiene entre esos fundamentos y los análisis hechos sobre los problemas y la búsqueda de soluciones. Es decir, lo que marca la diferencia radical entre diversas teorías son también los fundamentos.

¿Cuál es la diferencia entre un análisis de izquierdas y uno de derechas? ¿Qué sería lo que hace que se pueda decir que esta reflexión es de derechas y esta otra es de izquierdas? A veces, las preguntas más simples son las fundamentales. Porque igual una diferencia fundamental entre la izquierda y la derecha está en los fundamentos de dichas visiones que conllevan una manera diferente de analizar los temas.

¿Pero, no íbamos a hablar de Cataluña y de eso que se llama soberanismo? Efectivamente, el tema de este escrito es intentar explicar qué sería y por qué un análisis de izquierdas sobre el soberanismo catalán y qué sería y por qué un análisis de derechas. Y lo vamos a hacer analizando desde lo fundamental, es decir: seremos radicales e iremos a la raíz del problema.

¿Cuál es la diferencia de fundamento entre la izquierda y la derecha? Rápidamente alguien podría decir que es que la derecha va con los ricos y la izquierda con los pobres. Pero, esto es no decir nada pues la derecha estaría también en contra de la pobreza y del sufrimiento. Hay que buscar en otro sitio y es desde dónde se construye el discurso, es decir: analizar su fundamento.

La izquierda tiene su fundamento en la idea de sujeto moderno concebido por la Filosofía a partir del siglo XVII. Esto a su vez implica una triple consecuencia.

Por un lado, la idea de que la realidad debe ser creada desde la racionalidad propia de ese mismo sujeto y que, por tanto, no existe un orden previo que deba ser respetado. Esto, a su vez, implica la destrucción de las esencias en la naturaleza y en la historia y la defensa de la idea de progreso.

Pero, esta construcción racional podría ser considerada subjetiva pues aparentemente procedería de la razón de cada uno. Sin embargo, segundo, la idea de la Modernidad es que la Razón es la misma para todos -y por eso la importancia que tomará la ciencia como forma universal de explicación-, lo que implicaba la universalidad del sujeto y de ahí la idea de igualdad y el cosmopolitismo ilustrado.

En tercer lugar, está la autonomía como clave de ese sujeto: debe pensar y actuar por sí mismo. Y esta autonomía implica necesariamente la negación de que la soberanía de los actos resida en otros y no en él mismo. Por ello, el sujeto moderno defenderá en el discurso social la idea de ciudadano frente al heterónomo súbdito.

Frente a estas ideas que fueron el génesis de la izquierda surgen las ideas conservadoras que -aunque no necesariamente pues hay un pensamiento derivado en conservador desde la Modernidad como el liberalismo por ejemplo- parten de los supuestos opuestos.

Efectivamente, el conservadurismo tiene como fundamento básico la existencia de un orden natural. Este orden natural no debe ser entendido solo como una creencia de que la naturaleza rige la vida humana sino como la idea fundamental de que existen estructuras, naturales o históricas, previas a lo sujetos y que tienen características esenciales que contienen un valor moral positivo y que por tanto deben gobernar a las personas. Estas esencias histórico-naturales, como por ejemplo la familia o la pertenencia a un pueblo/patria, son elementos fundacionales y tienen un valor moral positivo a priori que debe respetarse. De esta forma, ese orden natural previo es bueno moralmente y toda acción en su contra es negativa. Lo fundamental así no es la autonomía sino la heteronomía con respecto a ese orden previo y a sus esencias históricas. El sujeto debe respetar aquello que se constituyó antes de su racionalidad. Y por eso se llaman conservadores.

Así, la diferencia entre derecha e izquierda en relación, por ejemplo, a la idea de nación se corresponde  precisamente con esta diferencia en el sentido de fundamento y en concreto al enfrentamiento entre razón y autonomía frente a orden natural y heteronomía.

La derecha cree que la nación se funda en la existencia previa y esencial de un pueblo. Así, este pueblo tiene una idiosincrasia, una forma ser, propia y característica que le hace diferenciarse de otros pueblos (que, por supuesto, siempre reúnen menos virtudes aunque no se explicite). Así, el orden natural previo ha generado una esencia que es el pueblo catalán, por ejemplo, y que tiene un valor moral excelente pues ser catalán es lo que debe ser, como hecho moral,  cualquiera que viva en Cataluña para ser completo y bueno: cumplir su esencia previa y externa. Es decir, lo a priori determina al individuo imponiendo la heteronomía sobre él.

Sin embargo, en la visión de izquierdas el pueblo es la ciudadanía sin mas que se construye desde derechos y deberes y cuya finalidad no es el desarrollo de una esencia preexistente sino la creación de una nueva sociedad justa que permita, precisamente, el desarrollo pleno del sujeto. No existe un apriori sino que lo que se busca es una forma nueva donde debe predominar la autonomía y la universalidad.

Y ahora volvamos al tema.

Cuando se defiende el derecho a decidir del pueblo catalán solo se puede hacer desde una perspectiva conservadora pues implica necesariamente asumir la existencia a priori del sujeto de dicha acción: existe efectivamente un pueblo catalán a priori. Y como consecuencia esto requerirá creer en una esencia histórica previa a los individuos que además se debe imponer sobre ellos por su valor moral extraordinario: un orden natural que se debe cumplir. La esencia ser catalán exige su cumplimiento sobre los individuos: la heteronomía de lo apriori se impone sobre la construcción de la autonomía. Creer eso se llama Pensamiento Conservador.

Este 11 de septiembre, miles de catalanes, que se consideran de izquierdas, cantarán emocionados una tonadilla patriótica sobre labriegos y hoces y mirarán embelesados un trapo con rayas. Pero al atento pensamiento de izquierdas, que también debe asumir a la Filosofía que desde sus orígenes avisó ya contra el mito al distinguir la verdad de la apariencia, solo se le aparecen presuntos catalanes y, también, presuntos españoles. En realidad, en verdad, nada de patrias, nada de pueblos.  

Pero, en realidad también y sobre todo, presuntos izquierdistas.
  

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