Seamos
sinceros: la izquierda siempre ha tenido una actitud acomplejada frente a ETA.
Al fin y al cabo, pensaba la autoproclamada izquierda, los muchachitos de ETA
eran asesinos por el malvado estado español que les obligaba a ejercer la
violencia. De hecho, si no hubiera sido así, sin duda los pistoleros de ETA
hubieran sido pastores, curas o incluso alguno hubiera llegado a tener algún
trabajo de tipo intelectual como por ejemplo escritor nacionalista. Eso sí,
todos hubiera seguido siendo muy vascos.
Por
ello, resulta indispensable hacer un homenaje a una obra de teatro que se está
poniendo actualmente en Madrid. Se trata de la obra de Albert Camus llamada Los justos. Como todos los escritos de Camus
resulta, aunque esta menos y sea un gran texto, un poco farragosa -nota: Camus
es sin duda admirable personalmente pero como escritor a veces, seamos sinceros,
resulta bastante pesado- pero lo interesante es la representación que la compañía 611Teatro
ha hecho. Efectivamente, la versión que fuimos a ver ayer, ha situado la obra
de teatro en el contexto de los terroristas de ETA durante la transición española
y resulta, sencillamente, excelente.
Muchas
veces, ocurre que la versión de una obra de teatro acaba convirtiéndose en una
obra de teatro radicalmente distinta a lo que el autor pretendía. Este hecho
nos parece, si no se avisa claramente, una clara falta de respeto al espectador
sobre todo cuando la obra se presenta bajo un título y un autor atrayente, como
es este caso. Sin embargo en la adaptación que vimos ayer en El Matadero de Madrid,
no solamente se respeta el espíritu de la obra sino que ella misma sirve para
plantear estéticamente todo el problema que el terrorismo en general, y el
terrorismo de ETA en particular, presenta en una democracia.
Hemos
escrito plantear estéticamente. Y
ahora vendría otro problema, que es el intento de convertir las obras de arte
en un discurso argumentativo. No es, que nadie se asuste, éste el caso. Lejos
de convertir Los justos en un
discurso racional sobre el problema de la violencia, la compañía tiene la
capacidad escénica de convertirlo en un espectáculo teatral, en aquello que
todos vamos y deseamos ver. Esto es importante: cuando voy al teatro no quiero
una argumentación racional, pues para eso me lee un libro de Filosofía que
seguroesmás profundo racional y argumentativamente, sino que espero un
espectáculo teatral: una experiencia estética. Y esto último implica una serie
de sentimientos y experiencias que no espero ni deseo encontrar –ñoñerías las
justas- en un texto de filosofía. Por supuesto no es que renunciemos a la
racionalidad en el arte, pero, también por supuesto, deseamos señalar que el
arte no es el lugar del concepto sino de la conmoción estética.
Todo
ello lo logra sin duda la obra Los justos.
Digamos que desde la puesta en escena que con su minimalismo consigue plasmar
la angustia moral hasta la interpretación excelente de los actores, nunca sobreactuados
como resulta excesivamente frecuente sino siempre en una justa medida, la obra de teatro nos lleva hasta un proceso
de conmoción que exige el inicio el proceso conceptual.
Escribo
este artículo tarde, pues creo que la obra se la llevan la semana que viene de
Madrid, y no sé si seguirá de gira, pero
también es verdad que estuve ayer en el teatro viéndola –eso sí, después de ver
el futbol por supuesto-. Sólo puedo por tanto recomendarla encarecidamente y ello, resumo, por dos motivos.
El
primero: es importante, pero en el caso de una obra de arte no es lo más
importante en su juicio, por su valentía política al reflejar un tema ante el
que todavía existe un extraordinario complejo en la izquierda. Ayudemos a
superarlo: ETA es una banda de asesinos.
El
segundo, y el más importante en cuanto a nivel artístico, porque sin duda Los justos es una obra de teatro plena,
que se disfruta en cuanto a ser obra de teatro.
Si pueden, no se la pierda.
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