martes, abril 28, 2015

GUASAP, VIDA PRIVADA Y NUEVO CAPITALISMO

Una anécdota. En un colegio de Madrid un grupo de profesores ha sido expedientado y sancionado por los comentarios vertidos en conversaciones privadas realiza a través del sistema de mensajería whatsapp. Y nadie ha emitido queja alguna sobre los derechos civiles.

Segunda anécdota. Hará un año que se descubrió que los servicios secretos estadounidenses espiaban conversaciones privadas alegando seguridad nacional. Uf, qué escándalo.

Efectivamente, ya sabe usted qué generará mayor preocupación democrática.

Pero decir esto sería decir poco. Porque aquí lo interesante, una vez más, es profundizar en el tema. Y esto nos lleva a dos preguntas: la primera, sobre la vida privada y la distinción entre lo personal y lo público. La segunda, sobre el ideal de individuo. Y como yo tengo una vida vacía, y hoy no juega el Madrid, voy a contestar.

Como gente ordenada que somos empezaremos por la primera.

Un principio básico de la sociedad democrática frente al totalitarismo es la distinción vida privada y  vida pública. Vida pública es aquella que yo realizo cumpliendo un rol social institucional. Por tal, se entiende un conjunto de expectativas y acciones que no elijo libremente sino que vienen impuestas de manera externa y obligatoria. Por ejemplo, cuando yo trabajo como profesor actúo bajo un rol social que me impone sus características y que si no cumplo se calificado como mal profesor. Ese conjunto de roles y expectativa es lo que constituye la vida pública donde, por supuesto, cada uno cumple diversos y diferentes roles.

La vida privada podemos definirla como aquella donde yo actuó de acuerdo a expectativas y papeles propios. Por supuesto, sería ingenuo pretender una separación radical entre los papeles y expectativas públicos y privados, pues están interconectados, pero es totalitario identificar sin más uno y otro. Y lo es porque lo que desaparecería  es la individualidad concreta para transformarse la propia vida en un rol social.

Pongamos un ejemplo. Cuando actúo como profesor cumplo, como ya hemos indicado, un rol social público sobre el que se me juzga y que debe ser independiente a mi opinión personal. Por ese rol debo tratar con justicia a mis alumnos independientemente del color de la piel y si no lo hago debo ser sancionado pues al aceptar el trabajo acepto el rol. Pero cuando yo actúo en mi vida privada podré pensar como un racista y serlo pues las relaciones que establezca ahí con otros no son obligatorias para ellos, es decir: dadas por el ámbito social, sino voluntarias en cuanto a relaciones personales.

¿Pero cuál será el límite o frontera de toda esta actuación? En otras palabras, ¿cuándo será legítimo  sancionar mi vida privada? Lo será cuando mi vida privada como tal intervenga en la vida pública de forma efectiva y no como mera expresión. Un ejemplo: yo podré desear matar a alguien -tal vez  a usted querido lector- e incluso comentar en público que ojalá se muera. Pero solo habrá legitimidad para sancionarme si lo intento o le amenazo, pues la amenaza incluye implícitamente la promesa de la acción, ya que con ello habré sobrepasado del ámbito de lo privado, las relaciones voluntarias, a lo público, las relaciones sociales.

Asi lo que yo diga en una conversación privada no puede ser objeto de sanción pero sí lo que realice en mi rol social. Yo podré odiar al "niño guarro", que probablemente sea odioso, y expresarlo en privado pero no podré, como profesor, discriminarle. Y si la sociedad me sanciona por emitir una opinion privada será un síntoma de totalitarismo.

Pero, el segundo aspecto es aún más interesante -y están pensando que eso no resultara difícil-. Y tiene que ver con la idea de la bondad universal e inmediata.

Cada sistema económico necesita y genera un modelo de personalidad determinado y una moral concreta. Por supuesto, esto no quiere decir que la naturaleza humana sea absoluta moldeable -pues, nos guste o no, existe un soporte biológico incuestionable- pero sí que una parte relevante de dicha personalidad tiene un factor social fundamental.  Y se está generando un nuevo modelo de personalidad que es, paso a paso, una adaptación al  Nuevo Capitalismo y de este proceso este caso es un ejemplo interesante.

La moral implica una forma de relación social. Así, distintos modelos morales conllevan, tanto como consecuencia como causa, diferentes realidades sociales. Y hoy está cambiando el modelo moral.

Para explicar esto lo mejor será comparar. El modelo moral anterior se basaba en una recompensa pospuesta como era el reino de los cielos y en la idea, básicamente, de vencer la tentación. Efectivamente, lo que había que hacer era posponer la recompensa en los actos vitales huyendo de lo inmediato para llegar al paraíso celestial. Es decir, como la recompensa final y trascendente era tan grande, tooooda la eternidad, había que dejar de lado las pequeñas recompensas diarias que se presentaban en forma de tentaciones. Y este modelo moral se correspondía fielmente con los sistemas económicos  anteriores al Nuevo Capitalismo. Para una economía basada en la explotación del trabajo resultaba importante un ideal social de posposición de la recompensa pues la idea contraria, el ideal de la recompensa inmediata, no resultaba compatible con la miseria y explotación.

Sin embargo, el Nuevo Capitalismo se basa en el consumo como desarrollo económico. Y esto implica lógicamente que no se podrá posponer la recompensa, pues entonces no se consumiría, sino que habrá que generar un ideal de la inmediatez. Cumpliendo el Apocalipsis, ya hay un nuevo Cielo que ha bajado a la tierra: y muchos más.

Así, y como consecuencia, la moral debe cambiar y debe desaparecer la idea de culpa pues esta implica el arrepentimiento por la acción y en el consumo la accion debe ser permanente y repetida. A su vez, la idea de perdón, que implica la ineficacia de la acción, al ser traducida en el consumo por la devolución de la mercancía, también debe ser desterrada. Por último, la idea de tentación no puede formar parte del hecho moral pues entonces el sujeto buscaría superar la pulsión de consumir. De esta forma, si la moral anterior al Nuevo Capitalismo se establece sobre la Teleología, la búsqueda de un fin, la actual solo se puede basar en la inmediatez del tiempo presente. O mejor dicho, en la pura ausencia de una temporalidad donde todo se presenta como un ahora pues la compra actual no puede ser tomada como meta definitiva.

Y una moral sin finalidad solo admite tres posibilidades. O se defiende una ética kantiana del deber, pues el deber se hace por deber; o una ética nietzscheana del superhombre; o una ética de la santidad donde el deseo y el bien coinciden.

La primera, no se puede defender porque la idea del sujeto como fin en sí mismo contraría hasta la médula al propio Capitalismo. La segunda, se puede defender a nivel teórico, queda guay y super rebelde, pero a nivel social es imposible y   el superhombre acaba llamando a la policía -o prestando sus prismáticos de ópera para disparar, como Schopenhauer,  cuando vienen los pobres-. La tercera es la solución.

¿Qué entendemos por ideal de santidad? No se debe pensar en algo místico o trascendente sino en una configuración de la personalidad moral basada en la inmediatez de la conciencia. El consumo perfecto parte de una estructura psicológica que emula al conductismo: ante un estímulo dado (la mercancía) se debe dar una respuesta determinada (la compra). Cualquier hecho que medie entre estos dos polos estorba: la complejidad sobra y la conciencia es ahora complejidad.

La santidad como nueva estructura moral responde a este esquema. La idea básica es que entre el deseo del sujeto y su realización no debe existir censura -que es la forma de mediación moral a través de la conciencia- y por lo tanto lo que desee el sujeto deberá ser bueno en su inmediatez. Como lógicamente esto es imposible de conseguir y corre peligro la estabilidad social entonces se llevará a cabo una triple tarea. Primero, el sujeto como tal se sentirá superior al pensar que todo él es bueno y no reconocer como parte de sí los malos pensamientos, es decir a admitir la tentación, sino a cargarlo en la culpabilidad social. Segundo, socialmente surgirá una ficción a través de la imposición de un puritanismo social extremo que convierta todo en neutro.  Así por ejemplo, surgirá un lenguaje correcto que, junto a cosas interesantes, llevará su radicalidad moral a extremos y extremas ridículos y ridículas. Igualmente, otra forma de llevarlo a cabo será la reducción del campo moral autónomo a una esfera personalísima y no pública donde la moral personal será sustituida por una rígida normatividad  de costumbres correctas que pueden incluso detallar el peso  mínimo de las modelos -mientras que curiosamente cada vez se flexibilizan más las relaciones laborales-.

Así, se afianza lo que nosotros hemos llamado alienación negativa. Los individuos se sienten absolutamente ajenos al proceso social al que miran como inferior a su propia vida de autenticidad, cuando en realidad es lo que los constituye, pues comprenden y se mofan en privado de la hipocresía social mientras en público la mantienen. La distinción entre vida personal y vida social se acrecienta y el sujeto, ante una vida social normativizada hasta el exceso, solo se siente verdadero en eso que se llama la autenticidad de su conciencia y reconoce lo social como lo falso. El sujeto se siente a sí mismo como santo frente a un mundo injusto. La inmediatez de su pensamiento le acostumbra así a actuar sintiéndose una ficción en lo social pero auténtico en su vida: el individuo se siente como puro en su conciencia. No comprende, en definitiva, que es parte del mercado.


A veces, las anécdotas desvelan la realidad. La censura social, cada día más extendida, si bien nos retrotrae a épocas anteriores no es idéntica. Antiguamente era un agente activo de la dominación, hoy es una consecuencia del proceso de dominio. La generación de una nueva personalidad es un proceso necesario del nuevo sistema económico pero como consecuencia. Analizarlo es nuestra tarea. En breve, aunque se acercan épocas futbolísticas, más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Llevamos muchos siglos confundiendo términos:

Creemos que el estar domesticados nos hace civilizados.

Creemos que ser pelotas obedientes nos hace santos.

Al fin y al cabo eso es lo que buscan de nosotros a través de religión, política, filosofía, economía, etc.

Buscan nuestra mas absoluta obediencia.

Anónimo dijo...

Totalitarian science lets you know you’re living in a totalitarian society.

Anónimo dijo...

¿Cree que en un cargo público la relación entre vida pública y privada es aún más estrecha que la de cualquier otro individuo? En otras palabras, ¿estan los escratches -por ejemplo- justificados a los cargos públicos por dicho cargo?En su opinión ¿son los datos de hacienda secretos hasta que esta involucrado un cargo público?