Según
parece lo más doloroso que le puede suceder a una persona es la muerte de su
hijo. Esto es así porque con ella se trunca la trayectoria del tiempo: todos
esperamos morir de viejos y, como consecuencia, esperamos que nuestros padres
mueran antes de nosotros. Y ellos también lo esperan. E incluso, y hay mucho de
humanidad en ello, lo desean.
Hay
mucha basura poética sobre la muerte: mucha cháchara pseudofilosófica. Morirse
es terrible porque cuando eso ocurre todo se acabó. Y todo es mucho. No hay
nada hermoso en morirse.
En el
Reino Unido unos jóvenes, otros jóvenes, han muerto en accidente de coche
mientras se filmaban drogados cometiendo todas las imprudencias imaginables.
Todos hemos visto vídeos de imbéciles integrales que orgullosos luego los
cuelgan en las redes sociales. Poniendo su vida en peligro, poniendo la vida de
otros en peligros. Pero, esta vez, un muro les paró. Y se acabó todo.
Hay una
frecuente queja en educación sobre los padres. Yo he debido tener suerte: la
inmensa mayoría eran buenos padres. Por supuesto,
había unos pocos malísimos.
Esos
jóvenes muertos en el Reino Unido tenían algo: unos padres. No sé si eran
buenos, como la mayoría, o malos, como una inmensa minoría. Pero han hecho algo
que no puede sino despertar nuestra admiración. Han permitido que ese vídeo que
grababan sus hijos drogados minutos antes de morir sea exhibido públicamente para evitar que otros jóvenes actúen así.
Las
redes sociales no borran. El olvido es imposible. Ese vídeo estará ahí. Y sus
padres verán cada vez a sus hijos solo segundos antes de morir. No les verán
estudiando, trabajando, ayudando a alguien, sino drogados y conduciendo
temerariamente. Eso fue lo último que
hicieron. Y probablemente sea, además, injusto porque la mayoría de sus
momentos no fueron así.
Y ahora
alguien puede pensar: pero su ejemplo servirá de aviso y eso será un consuelo. Pues
no. Eso no resucitará a sus hijos. Ni les hará llorar menos. Ni disminuirá su dolor.
Hay algo
extraño en los seres humanos: es su empeño desconcertante en ir más allá de su
esfera personal. De sobrepasar su autosatisfecho egocentrismo.
De
romper su autolimitado confort.
Cuando
esos padres permiten que este vídeo se reproduzca para que no vuelva a ocurrir piensan, más allá
de su tristeza, en los hijos de los otros. Buscan que su dolor no se repita.
Nadie
es perfecto. A nadie se le puede pedir que actúe ejemplarmente en cada
situación. Pero, hay gente que de pronto
hace algo ejemplar. Algo que va más allá de lo normal, de lo común.
1 comentario:
triste esperanza
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