La idea clave de la filosofía política de
Maquiavelo, olvídense ustedes de ñoñerías, es que la finalidad última del Príncipe
es mantener y acrecentar su poder. Es decir, que toda institución con poder
tiene como objetivo primordial, al cual va a sacrificar todos las demás, seguir
manteniéndose con dicho poder o acrecentarlo. Y esta finalidad última, si bien
Maquiavelo por motivos históricos la sitúa en la figura personalizada del
príncipe, la sociología posterior nos ha señalado que pertenece no tanto a las
voluntades particulares sino a la institución como pura entidad objetiva y, por
lo tanto, como sujeto. Esto quiere decir que las instituciones con poder, como
por ejemplo un partido político determinado, tiene como finalidad lograr más
poder y que este objetivo no es necesariamente la finalidad de cada uno de los
individuos que la conforman. Las personas pueden ser idealistas, o no. Lo
maquiavélico no son los individuos sino las instituciones políticas. Y en esta
tensión permanente entre la institución como sujeto y los ideales personales,
la política se desarrolla. Y nos ayuda a usted, a mí y a todos.
Todo lo que ahora está ocurriendo en Podemos,
como todo lo que ocurrió antes en el PSOE, es producto de las primeras elecciones
celebradas en diciembre del 2015. Efectivamente, en esas elecciones es donde se
dibuja perfectamente el futuro panorama político español y en concreto la
crisis a las que se van a ver abocados tanto el Partido Socialista como
posteriormente Podemos. Cuando Pedro Sánchez, para salvar su liderazgo, procede
a intentar conseguir llegar al gobierno, Podemos se niega a darle su apoyo. En
una versión infantil del asunto, el equipo de Sánchez pretendería llegar al
Gobierno para salvar a España del Partido Popular y Podemos se negaría a apoyar
al Partido Socialista porque consideraba que no podría cumplir con él su
proyecto de transformación de la sociedad española. No está mal, si se cree en
los cuentos de hadas sin embargo la realidad es otra.
Pedro Sánchez era consciente, como después se
demostró, de que la única forma que tenía de salvar su liderazgo era conseguir
llegar a ser presidente de gobierno pues el Partido Socialista no hubiera
podido prescindir entonces de él como secretario general. Eso explica su
insistencia en llegar a dicho cargo y también que estuviera dispuesto a pactar
con Ciudadanos. A su vez, que Podemos no pactara con el PSOE no se explica por
una especie de pureza ideológica, sino porque consideraba que en unas segundas
elecciones conseguiría superar al partido socialista en votos y escaños y
entonces se situaría como la fuerza fundamental de la izquierda española y no
sólo de ella sino también como el proyecto alternativo al Partido Popular. Por
lo tanto, en ambos casos se trataba de una lucha por mantener y acrecentar el
poder. Y lo que ocurre, y que explica todo lo que ha pasado después, es que el
cálculo era erróneo, se había desarrollado mal la primera condición que Maquiavelo había
puesto al gobernante que era la astucia, y todo el proyecto fracasa tanto para
Pedro Sánchez como para Podemos.
Efectivamente, los dos grupos políticos bajan
su número de votos en las siguientes elecciones y por lo tanto disminuyen su
capacidad de poder. Y aquí vuelve de nuevo Maquiavelo.
Esto ocasiona un cataclismo que en ambas
organizaciones es aprovechado por el sector que busca incrementar su poder para
poner en jaque al que hasta entonces había dominado la institución. Se declara
una guerra civil cuya finalidad última tampoco es mantener la pureza de la
institución y los grandes ideales, sino conquistar el poder por parte de unos y
mantenerlo por parte de otro.
La historia del PSOE ya
la conocemos y sabemos que en breve Susana Díaz, probablemente la más
inútil de todos los posibles candidatos a acceder a la secretaría general, nos
dirá que llevada por su obligación política va a intentar conseguir el máximo
puesto de representación del mismo. Y habrá gente que la crea.
Pero lo que nos interesa ahora es la historia
de Podemos. Recordemos algo fundamental de nuevo: el maquiavelismo no se aplica
directamente a los individuos, que podrán ser egoístas o altruistas, idealistas
o interesados, sino que se aplica a la institución y a la lucha institucional.
Cuando Podemos hace la apuesta por el sorpasso
y se niega a apoyar a Pedro Sánchez por ello, hábilmente el sector errejonista
vincula esta decisión a la figura personal de Pablo Iglesias. Esto es así porque
sabe que si triunfa, y hubiera habido sorpasso,
la situación hubiera sido la misma para ellos pero que si fracasara, tal y como
realmente ocurrió, la situación les beneficiaría de forma extraordinaria con
vistas al próximo congreso que debía celebrarse. Así los errejonistas actuaron
hábilmente de acuerdo al principio de la astucia maquiavélica: dejaron manos
libres al príncipe para que éste actuara conociendo que ninguna circunstancia,
ni el éxito ni el fracaso, les restaba poder aunque una les permitiría
acrecentarlo.
Lo cierto, es que el sorpasso no se da, la
unión con IU genera más problemas que soluciones, aparte de hacer desaparecer a
IU, y el paraíso se rompe. Y es ahí donde surge el conflicto. El sector errejonista
ve la oportunidad de acrecentar su poder y el sector Iglesias ve la amenaza de reducirlo.
Y para mantener su poder, el sector
Iglesias, la corte, busca identificar el liderato con el equipo del líder y es
ahí cuando estalla auténticamente el conflicto. Pues el conflicto en Podemos no
es sobre la figura de Pablo Iglesias, que todos los podemitas están dispuestos
a asumir cuando menos y probablemente a poner una foto suya encima del
televisor quitando la del Che Guevara. El problema de poder es la corte que rodea
al Príncipe. Es decir, el problema surge en la institución y no en las
personas.
Así, el auténtico problema en Podemos estalla
por el control de la institución, en este caso del grupo político. Los
errejonistas se vuelven absolutamente democráticos porque comprenden que con
este procedimiento su poder aumenta o al menos son capaces de cortar el poder
del otro colectivo. A su vez, los pablistas de pronto descubren las excelencias
del centralismo democrático, ya no se llama así, porque entienden, y con razón,
que una institución absolutamente democrática reducirá el poder del líder que
curiosamente es de los suyos. De esta forma, la lucha no se ejercita entre
Errejón e Iglesias, sino que se ejercita entre sus respectivas cortes. Y esto, una vez más, lo ha visto muy
bien el propio equipo de Errejón, bastante más espabilado por cierto que el de
Iglesias, al centrarse en la diferencia entre el órgano de gobierno del partido
y el secretario general, solo, y ese solo es tramposo, luchando por lo primero y
dejando libre el campo al glorioso Pablo Iglesias para que siga siendo el jefe,
aunque eso sí, buscando reducir su mandato en tiempo.
Y todo esto explica también el comportamiento
del tercer sector en pugna, que aunque minoritario es muy importante, como son
los Anticapitalistas. Efectivamente, el partido Anticapitalista ya existía
antes de la formación de Podemos y su poder político era nada o poco. Sin
embargo al integrarse en Podemos consigue una cuota de poder relativamente
importante, infinita en comparación a la anterior, y por lo tanto su interés
como institución es mantener dicho poder o acrecentarlo. Para mantenerlo le
basta con que Pablo Iglesias siga siendo secretario general, eso le garantiza
una guerra permanente con el PSOE y por lo tanto que un posible pacto PSOE-Podemos
se dificulte. Pero la situación del nuevo Congreso lleva los anticapitalistas a
algo más y es a comprender que, si gana el equipo de Errejón, ellos a la larga
van a perder poder pues este es más partidario de abrirse al sector que
actualmente vota PSOE e incluso de llegar a acuerdos con el Partido Socialista
haciendo prescindible absolutamente al sector de extrema izquierda que
electoralmente en España es mínimo. Por ello los anticapitalistas, debajo de su
mascarada de presentarse a todo como organización independiente, buscan la
victoria de Pablo Iglesias en todos los frentes pues es su forma de mantenerse
poderosos.
Pero toda esta situación maquiavélica no es
solamente aplicable a la institución Podemos, repetimos que no necesariamente a
las personas que pueden estar en Podemos por motivos absolutamente altruistas o
idealistas como creemos que la mayoría lo están, sino que también afecta al resto
de los partidos políticos en cuanto a lo que vaya a pasar en Vistalegre.
Efectivamente, el sector del Partido
Socialista que actualmente gobierna la institución y todo el sector Susana Díaz
están deseando que gane por aplastante mayoría Pablo Iglesias. Esto es así
porque saben que al ganar deberá girar a la izquierda y radicalizar el discurso.
Así curiosamente, lo que interesa a Susana Díaz y su grupo es la victoria del sector
más radical de Podemos pues les aleja de su cuota de mercado electoral. Diciéndolo
en palabras maquiavélicas: les garantiza mantener y probablemente acrecentar su
poder. Aunque nunca llegue al gobierno.
Pero lo mismo pasa exactamente con el Partido
Popular y con Ciudadanos, que también desean de todo corazón que gane Pablo
Iglesias.
El Partido Popular sabe que está en el poder
porque no hubo pacto en las primeras elecciones generales entre el PSOE y Podemos
y por lo tanto le interesa que no exista posibilidad alguna de haberlo. Y la
mejor garantía para ello es que Pablo Iglesias tenga todo el control del
movimiento político y no sólo sea su secretario general. Del mismo modo, Ciudadanos,
que poco a poco se va convirtiendo cada vez más en un apéndice del Partido
Popular que era para lo que estaba pensado, ve como la negativa de Podemos a
pactar le llevaría ser el único partido bisagra que permitirá gobernar o al
PSOE o al Partido Popular, convirtiéndose así en imprescindible para ambas
formaciones y por lo tanto en mimado por ellas.
Sin embargo, al sector de Pedro Sánchez del
PSOE le interesa sobremanera que triunfe el aparato político de Errejón pues le
permitiría presentarse al propio Partido Socialista como el dirigente que ha
parado a Podemos en el sorpasso y como el único que a su vez es capaz de pactar
con ellos y conseguir gobernar en España. De esta forma, Pedro Sánchez apoya a
Errejón no porque considere que su discurso es más afín en lo político y en lo
social sino porque, como institución política y repetimos que no necesariamente
de forma personal, considera que sus posibilidades de mantener y acrecentar el
poder son mayores.
Y Maquiavelo solo diría una cosa más: que
gane el mejor. Porque hay que ser deportivos.
1 comentario:
La astucia, pues no se si les falta o les sobra...depende del criterio con el que se quiera interpretar.
Si la idea era conseguir un gobierno de izquierdas (unidos todos) les ha faltado(pero claro es que no es lo que querían).
Si solo se pretende estar, "porque yo lo valgo", sí la han tenido, pero a corto plazo. Es una estrategia que se volverá contra ellos, en cualquier caso creo que han demostrado cual es su punto central de interés, y no son los ciudadanos.
Lo malo es que somos nosotros los que seguiremos sufriendo la "astucia" de los políticos...
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