sábado, febrero 11, 2017

MAQUIAVELO VUELVE DANDO LECCIONES SOBRE PODEMOS

La idea clave de la filosofía política de Maquiavelo, olvídense ustedes de ñoñerías, es que la finalidad última del Príncipe es mantener y acrecentar su poder. Es decir, que toda institución con poder tiene como objetivo primordial, al cual va a sacrificar todos las demás, seguir manteniéndose con dicho poder o acrecentarlo. Y esta finalidad última, si bien Maquiavelo por motivos históricos la sitúa en la figura personalizada del príncipe, la sociología posterior nos ha señalado que pertenece no tanto a las voluntades particulares sino a la institución como pura entidad objetiva y, por lo tanto, como sujeto. Esto quiere decir que las instituciones con poder, como por ejemplo un partido político determinado, tiene como finalidad lograr más poder y que este objetivo no es necesariamente la finalidad de cada uno de los individuos que la conforman. Las personas pueden ser idealistas, o no. Lo maquiavélico no son los individuos sino las instituciones políticas. Y en esta tensión permanente entre la institución como sujeto y los ideales personales, la política se desarrolla. Y nos ayuda a usted, a mí y a todos.

Todo lo que ahora está ocurriendo en Podemos, como todo lo que ocurrió antes en el PSOE, es producto de las primeras elecciones celebradas en diciembre del 2015. Efectivamente, en esas elecciones es donde se dibuja perfectamente el futuro panorama político español y en concreto la crisis a las que se van a ver abocados tanto el Partido Socialista como posteriormente Podemos. Cuando Pedro Sánchez, para salvar su liderazgo, procede a intentar conseguir llegar al gobierno, Podemos se niega a darle su apoyo. En una versión infantil del asunto, el equipo de Sánchez pretendería llegar al Gobierno para salvar a España del Partido Popular y Podemos se negaría a apoyar al Partido Socialista porque consideraba que no podría cumplir con él su proyecto de transformación de la sociedad española. No está mal, si se cree en los cuentos de hadas sin embargo la realidad es otra.

Pedro Sánchez era consciente, como después se demostró, de que la única forma que tenía de salvar su liderazgo era conseguir llegar a ser presidente de gobierno pues el Partido Socialista no hubiera podido prescindir entonces de él como secretario general. Eso explica su insistencia en llegar a dicho cargo y también que estuviera dispuesto a pactar con Ciudadanos. A su vez, que Podemos no pactara con el PSOE no se explica por una especie de pureza ideológica, sino porque consideraba que en unas segundas elecciones conseguiría superar al partido socialista en votos y escaños y entonces se situaría como la fuerza fundamental de la izquierda española y no sólo de ella sino también como el proyecto alternativo al Partido Popular. Por lo tanto, en ambos casos se trataba de una lucha por mantener y acrecentar el poder. Y lo que ocurre, y que explica todo lo que ha pasado después, es que el cálculo era erróneo, se había desarrollado  mal la primera condición que Maquiavelo había puesto al gobernante que era la astucia, y todo el proyecto fracasa tanto para Pedro Sánchez como para Podemos.

Efectivamente, los dos grupos políticos bajan su número de votos en las siguientes elecciones y por lo tanto disminuyen su capacidad de poder. Y aquí vuelve de nuevo Maquiavelo.

Esto ocasiona un cataclismo que en ambas organizaciones es aprovechado por el sector que busca incrementar su poder para poner en jaque al que hasta entonces había dominado la institución. Se declara una guerra civil cuya finalidad última tampoco es mantener la pureza de la institución y los grandes ideales, sino conquistar el poder por parte de unos y mantenerlo por parte de otro.

La historia del PSOE ya la conocemos y sabemos que en breve Susana Díaz, probablemente la más inútil de todos los posibles candidatos a acceder a la secretaría general, nos dirá que llevada por su obligación política va a intentar conseguir el máximo puesto de representación del mismo. Y habrá gente que la crea.

Pero lo que nos interesa ahora es la historia de Podemos. Recordemos algo fundamental de nuevo: el maquiavelismo no se aplica directamente a los individuos, que podrán ser egoístas o altruistas, idealistas o interesados, sino que se aplica a la institución y a la lucha institucional. Cuando Podemos hace la apuesta por el sorpasso y se niega a apoyar a Pedro Sánchez por ello, hábilmente el sector errejonista vincula esta decisión a la figura personal de Pablo Iglesias. Esto es así porque sabe que si triunfa, y hubiera habido sorpasso, la situación hubiera sido la misma para ellos pero que si fracasara, tal y como realmente ocurrió, la situación les beneficiaría de forma extraordinaria con vistas al próximo congreso que debía celebrarse. Así los errejonistas actuaron hábilmente de acuerdo al principio de la astucia maquiavélica: dejaron manos libres al príncipe para que éste actuara conociendo que ninguna circunstancia, ni el éxito ni el fracaso, les restaba poder aunque una les permitiría acrecentarlo.

Lo cierto, es que el sorpasso no se da, la unión con IU genera más problemas que soluciones, aparte de hacer desaparecer a IU, y el paraíso se rompe. Y es ahí donde surge el conflicto. El sector errejonista ve la oportunidad de acrecentar su poder y el sector Iglesias ve la amenaza de reducirlo.  Y para mantener su poder, el sector Iglesias, la corte, busca identificar el liderato con el equipo del líder y es ahí cuando estalla auténticamente el conflicto. Pues el conflicto en Podemos no es sobre la figura de Pablo Iglesias, que todos los podemitas están dispuestos a asumir cuando menos y probablemente a poner una foto suya encima del televisor quitando la del Che Guevara. El problema de poder es la corte que rodea al Príncipe. Es decir, el problema surge en la institución y no en las personas.

Así, el auténtico problema en Podemos estalla por el control de la institución, en este caso del grupo político. Los errejonistas se vuelven absolutamente democráticos porque comprenden que con este procedimiento su poder aumenta o al menos son capaces de cortar el poder del otro colectivo. A su vez, los pablistas de pronto descubren las excelencias del centralismo democrático, ya no se llama así, porque entienden, y con razón, que una institución absolutamente democrática reducirá el poder del líder que curiosamente es de los suyos. De esta forma, la lucha no se ejercita entre Errejón e Iglesias, sino que se ejercita entre sus respectivas  cortes. Y esto, una vez más, lo ha visto muy bien el propio equipo de Errejón, bastante más espabilado por cierto que el de Iglesias, al centrarse en la diferencia entre el órgano de gobierno del partido y el secretario general, solo, y ese solo es tramposo, luchando por lo primero y dejando libre el campo al glorioso Pablo Iglesias para que siga siendo el jefe, aunque eso sí, buscando reducir su mandato en tiempo.

Y todo esto explica también el comportamiento del tercer sector en pugna, que aunque minoritario es muy importante, como son los Anticapitalistas. Efectivamente, el partido Anticapitalista ya existía antes de la formación de Podemos y su poder político era nada o poco. Sin embargo al integrarse en Podemos consigue una cuota de poder relativamente importante, infinita en comparación a la anterior, y por lo tanto su interés como institución es mantener dicho poder o acrecentarlo. Para mantenerlo le basta con que Pablo Iglesias siga siendo secretario general, eso le garantiza una guerra permanente con el PSOE y por lo tanto que un posible pacto PSOE-Podemos se dificulte. Pero la situación del nuevo Congreso lleva los anticapitalistas a algo más y es a comprender que, si gana el equipo de Errejón, ellos a la larga van a perder poder pues este es más partidario de abrirse al sector que actualmente vota PSOE e incluso de llegar a acuerdos con el Partido Socialista haciendo prescindible absolutamente al sector de extrema izquierda que electoralmente en España es mínimo. Por ello los anticapitalistas, debajo de su mascarada de presentarse a todo como organización independiente, buscan la victoria de Pablo Iglesias en todos los frentes pues es su forma de mantenerse poderosos.

Pero toda esta situación maquiavélica no es solamente aplicable a la institución Podemos, repetimos que no necesariamente a las personas que pueden estar en Podemos por motivos absolutamente altruistas o idealistas como creemos que la mayoría lo están, sino que también afecta al resto de los partidos políticos en cuanto a lo que vaya a pasar en Vistalegre.

Efectivamente, el sector del Partido Socialista que actualmente gobierna la institución y todo el sector Susana Díaz están deseando que gane por aplastante mayoría Pablo Iglesias. Esto es así porque saben que al ganar deberá girar a la izquierda y radicalizar el discurso. Así curiosamente, lo que interesa a Susana Díaz y su grupo es la victoria del sector más radical de Podemos pues les aleja de su cuota de mercado electoral. Diciéndolo en palabras maquiavélicas: les garantiza mantener y probablemente acrecentar su poder. Aunque nunca llegue al gobierno.

Pero lo mismo pasa exactamente con el Partido Popular y con Ciudadanos, que también desean de todo corazón que gane Pablo Iglesias.
El Partido Popular sabe que está en el poder porque no hubo pacto en las primeras elecciones generales entre el PSOE y Podemos y por lo tanto le interesa que no exista posibilidad alguna de haberlo. Y la mejor garantía para ello es que Pablo Iglesias tenga todo el control del movimiento político y no sólo sea su secretario general. Del mismo modo, Ciudadanos, que poco a poco se va convirtiendo cada vez más en un apéndice del Partido Popular que era para lo que estaba pensado, ve como la negativa de Podemos a pactar le llevaría ser el único partido bisagra que permitirá gobernar o al PSOE o al Partido Popular, convirtiéndose así en imprescindible para ambas formaciones y por lo tanto en mimado por ellas.

Sin embargo, al sector de Pedro Sánchez del PSOE le interesa sobremanera que triunfe el aparato político de Errejón pues le permitiría presentarse al propio Partido Socialista como el dirigente que ha parado a Podemos en el sorpasso y como el único que a su vez es capaz de pactar con ellos y conseguir gobernar en España. De esta forma, Pedro Sánchez apoya a Errejón no porque considere que su discurso es más afín en lo político y en lo social sino porque, como institución política y repetimos que no necesariamente de forma personal, considera que sus posibilidades de mantener y acrecentar el poder son mayores.

Y Maquiavelo solo diría una cosa más: que gane el mejor. Porque hay que ser deportivos.

1 comentario:

loli loligo dijo...

La astucia, pues no se si les falta o les sobra...depende del criterio con el que se quiera interpretar.
Si la idea era conseguir un gobierno de izquierdas (unidos todos) les ha faltado(pero claro es que no es lo que querían).
Si solo se pretende estar, "porque yo lo valgo", sí la han tenido, pero a corto plazo. Es una estrategia que se volverá contra ellos, en cualquier caso creo que han demostrado cual es su punto central de interés, y no son los ciudadanos.

Lo malo es que somos nosotros los que seguiremos sufriendo la "astucia" de los políticos...