En el primer artículo de esta serie analizamos
las diferencias que a nivel histórico habían acontecido entre la superstición y
la religion. En el segundo,
reflexionamos cómo estas diferencias en la actualidad ya no existían y
ambas realidades habían llegado a igualarse. Pero dejábamos a propósito sin
analizar un hecho que buena parte de la crítica presenta como incontrovertible:
la existencia de un sentimiento religioso en la propia naturaleza humana.
Para analizar esto primero debemos explicar qué
se entiende en un sentido general por este sentimiento religioso.
De inicio, se trataría no tanto de un contenido
como de un anhelo. Quienes defienden la existencia de semejante sentimiento no
hablan por supuesto de que se trate de la presencia de Dios en nuestra alma
sino de que hay un anhelo de apertura en nuestra conciencia racional. Una necesidad
de algo más.
En segundo lugar, señalan que este anhelo de apertura lo es hacia lo absoluto. Y este
absoluto implica lo trascendente.
En tercer lugar, careciendo de contenido este
anhelo no puede ser satisfecho por la argumentación racional sino que sólo
puede expresarse más allá de ella. Así,
este sentimiento no busca una respuesta racional sino una emoción de
plenitud. Y esta respuesta es dada no por lo comprensible, que seria limitado, sino por aquello que está
fuera de esa comprensión: lo inefable.
De esta forma,
y como resumen de la teoría del sentimiento de apertura, podríamos decir
que según esta teoría existe en el ser humano un sentimiento vital e
innato, en su propia constitución como
tal ser humano, por la que busca ir más
allá de sí mismo y su realidad inmanente. A su vez, este sentimiento no puede
ser respondido por una argumentación racional y su meta es así inefable. Este
sentimiento nos conduce, por tanto y
necesariamente, a la trascendencia.
Nos toca ahora a nosotros analizar esto. Y
empezaremos resumiendo nuestra tesis para luego desarrollarla. Nuestra
argumentación es la siguiente. Creemos
que sí existe ese sentimiento de apertura,
ahora lo llamaremos así pero luego precisaremos. Pero, consideramos no
remite necesariamente a lo trascendente y, a su vez, creemos que dicho
sentimiento ha sido perfectamente cubierto por el desarrollo del Nuevo Capitalismo
y hace innecesaria la religión.
Vamos a explicarnos. Y para ello lo mejor será
ir por partes. Hablemos ahora del sentimiento de apertura.
Admitimos,
en primer lugar, que en el ser
humano existe un sentimiento de apertura. Por tal, entendemos una tendencia natural y característica
de la especie biológica no sólo a relacionarse con el entorno, como cualquier otro animal, sino a ir más allá de dicho entorno y
explorar lo que está detrás del horizonte. De hecho, esto ya se ve en la Odisea y en ese otro clásico que es Start Trek. Así, en un primer momento,
el deseo de apertura implica el anhelo de ir más allá.
Pero en la descripción de los defensores del
sentimiento religioso se señala que este anhelo es hacia lo absoluto. Y que
este absoluto haya su respuesta en lo trascendente. Y es aquí donde conviene ir
con cuidado pues ambas cosas se unen con excesiva alegría.
Efectivamente,
el anhelo de apertura es inagotable. Esto quiere decir que en la especie
humana no existe la satisfacción final pues los anhelos se trasladan siempre
hacia el futuro. Como bien señalaba Ortega,
el ser humano vive no en el
presente sino proyectado siempre hacia el futuro. Y es por eso mismo por lo que
el ser humano ha respondido a este anhelo permanente con la religión.
Históricamente, la religión no sólo ha
dotado de sentido, falso pero respuesta al fin y al cabo, al estado presente de
la realidad sino que también lo ha hecho para ese futuro.Y esta respuesta en la
proyección de futuro no sólo ha sido satisfecha, como cabría pensar en una
aproximación superficial, con la
invención de la vida de ultratumba,
lugar común de las religiones intelectualmente más avanzadas, sino en
algo más concreto: la respuesta al
sentido del mundo que garantizaba a su vez un mañana. La presencia de una
divinidad cuidaba el pasado, el presente y el futuro y el sacrificio era su
pago por dicho trabajo.
Además, el éxito de la religión también fue porque lograba unir
el aspecto intelectual con el emocional. El intelectual con el cada vez mayor desarrollo cultural del contenido de las religiones, en
cuanto a su complejidad que no necesariamente su verdad. El emotivo por su aspecto tranquilizador y
consolador ante la realidad.
De esta forma, la religión daba una respuesta
satisfactoria a esa proyección constante al futuro que tiene la propia
conciencia humana. Pero, y esto es la parte fundamental del problema, no era
porque el anhelo de futuro exigiera necesariamente la respuesta desde lo
trascendente sino porque la invención de este más allá lograba responderla en
un contexto histórico determinado. Por tanto, si ese contexto cambiara podría
surgir otra respuesta que satisfaciera a su vez ese deseo incluso de forma
inmanente. Y es importante el empleo del termino satisfacer, pues lo que importa aquí no es su verdad o no
como respuesta sino su capacidad de dar sentido al sujeto.
¿Cual era el contexto histórico que favoreció a
la religión como respuesta a la proyección hacia el futuro? La respuesta es la
propia limitación de la vida material que solo podía desarrollarse en el
presente. Efectivamente, la vida
material de los sujetos a lo largo de la historia ha sido un estado de
presente. Los modelos productivos existentes anteriores al Capitalismo se
desarrollaban en una vida que carecía de futuro. Y eso era así por dos motivos
fundamentales.
En primer lugar, por la escasa proyección vital
de los individuos que sabían limitada su existencia a su condición de
nacimiento pues la movilidad social era prácticamente nula. Los individuos no
eran más que copias de sus abuelos, sus padres e incluso sus hijos, así sin
cambio. Los individuos no desarrollaban su vida hacia delante sino en un estado
de permanencia que no era sino copiar la vida anterior. Y además, ese era el
ideal de vida: la tradición.
En segundo lugar, porque el sistema productivo
lo era fundamentalmente de subsistencia y la producción no era sino de
productos diarios que carecían de futuro. El sistema productivo mismo
carecía en su desarrollo de la creación
de nueva realidad, limitándose a
repetirse. Sólo a raíz del advenimiento del capitalismo, la producción superó
la limitación temporal del estado presente pues su límite ya no estaba en la
propia, y fundamentalmente ajena por la
explotación de clase, supervivencia sino en la máxima producción posible para
un mercado insaciable. El tiempo de la producción se convirtió en un futuro
permanente.
De esta forma, en los sistemas anteriores al
capitalismo, donde el campesino llevaría una vida idéntica a su padre o su
abuela y seria imitada por su hija y su nieto, el futuro solo podía existir
para la inmensa mayoría de la población como algo ajeno a la realidad inmanente
pues en esta no se atisbaba ni un mínimo rastro de él. La promesa de un futuro
que pertenecía a otro mundo creado por la fantasía y que se situaba en lo
trascendente, era un éxito garantizado. La religión triunfa en la pobreza
material e intelectual.
Pero ahora, situemos ese sentimiento de
apertura y proyección al futuro en un mundo material de producción incesante de
riquezas, donde el presenta no sea lo
fundamental sino el futuro. Pongamos a los seres humanos en una realidad
material, es decir: un sistema
productivo proyectado hacia adelante
¿Por qué seguir buscando ese anhelo de apertura en algo trascendente cuando
está a mano en la vida cotidiana?
Y esa nueva realidad ya no es una utopía inalcanzable sino el mundo diario: el Nuevo Capitalismo. Y así la realidad inmanente puede responder al anhelo de apertura. Y cómo lo hace será objeto de nuestro artículo y ya último, a Dios pongo por testigo, de esta serie.
3 comentarios:
Y el capitalismo mató a Dios...
No viene al caso, pero me ha recordado a esta secuencia https://youtu.be/Ajuz67ah8Vc. Por cierto, a parte de Star Trek muy recomendable para este tema Stargate Universe...
No tengo yo tan clara esa sustitución. Más allá de la nueva capacidad de progreso personal que aparentemente permite tener una vida presente más satisfactoria, que no requeriría de esa apertura transcendente, el problema de base sigue ahí. Es el miedo.
Nuestra mayor diferencia con el resto de animales creo que es el que seamos, no ya conscientes del futuro esto también es así en otros, el problema es que somos conscientes de que tenemos "fecha de caducidad" sabemos que vamos a morir, y esa incertidumbre constante es la generadora del miedo, del no saber aprovechar al máximo cada momento, de perder a seres queridos, de enfermar y vivir casi a cámara lenta la tortura de la muerte. Creo que es aquí donde surge ese anhelo, esa búsqueda de una solución a semejante agonía. Y es aquí donde hacen "negocio" los dioses y religiones varias.
La sustitución a través de un sistema de consumo, aunque garantizara una salud, una ausencia de dolor en la enfermedad, una compensación diaria, etc, no llenará ese anhelo por la no mortalidad (no deja de ser curioso que parte de las investigaciones se encaminen precisamente en esta dirección).
La eliminación definitiva de una fantasía, convertida casi en fobia, pasa no solo por no hacer de la muerte el centro de la vida, quizás si esa última fase, obligatoria para todos, la tuviéramos bajo control podríamos centrarnos en la vida, en una vida de calidad de la que disfrutar al máximo, sabiendo, que llegado el momento, también dispondremos de una muerte de "calidad"... Y si esto mismo lo tenemos para nuestros familiares el sufrimiento se reduce considerablemente...
Es la idea de la necesidad de dioses y religiones la que debemos eliminar. Nuestra vida es plena sin ellos.
Me parece incuestionable esta explicación suya del auge de la laicidad.
Yo ya la estoy utilizando en conversaciones con amigos. No todo es futbol.
No le cito a Ud. como autor, para que crean que es cosa mía y vean lo profundo que puedo llegar a ser.
Esto junto a las “11 Hipótesis sobre el capitalismo” y lo de los “Tunicados”, da mucho juego en las reuniones sociales.
Un Oyente de Federico
Comparto su argumento a cerca de cómo la inmanente realidad en este Nuevo Capitalismo satisface el deseo de apertura de nuestra especie. Cabe analizar hasta qué punto nos hace monigotes y marionetas del poder que mueve esta supuesta "novedad" de mundo. Muy sugerente y acertado. Aunque siempre discutible algunos puntos.
Acabo de descubrir que usted tiene este blog. Fui alumna suya en el IES Alameda de Osuna.
Nuestro mejor profesor de filosofía, sin duda.
Yo sí le citaré en mis conversaciones pues es imposible olvidar aquellas clases...y aquellos monigotes que empezaban todos apoyados en una barra para hacernos llegar a los grandes filósofos y las últimas y primeras preguntas...al menos existen personas capaces de avivar ese deseo en jóvenes.
Saludos
Me alegro "infinito" de ver que sigue con fuelle.
Un abrazo.
Publicar un comentario