El
presente artículo pretende desarrollar cómo el feminismo se ha acabado
convirtiendo en una ideología -en el sentido marxista del término: una idea que
socialmente sirve para ocultar la explotación socioeconómica-, y cómo puede ser
salvado aún de este lamentable final. Para ello, analizaremos, en primer lugar,
por qué hoy el feminismo es una ideología para, al final, señalar cómo se
podría salvar de ese fin y cumplir su importante función de lucha por los
derechos civiles.
La
tesis fundamental es que el auge del feminismo, patrocinado además desde los
centros de poder, lo que hace socialmente es ocultar los problemas
socioeconómicos fundamentales que aquejan a la construcción de la sociedad del
Nuevo Capitalismo, suscribiendo dichos problemas, de origen y consecuencia
social y económica, exclusivamente a un conflicto entre hombres y mujeres,
posible de resolver por ese mismo Capitalismo. La idea básica, que vamos a
demostrar, es la sustitución de toda lucha socioeconómica -donde la igualdad tenía un contenido
fundamentalmente económico y social y se relacionaba prioritariamente con la
desigual distribución de la propiedad de los medios de producción- por otra
donde la igualdad se reduce a una
relación exclusiva entre hombres y mujeres, y que acabará felizmente cuando
haya un 50% de oligarcas y oligarcos en el IBEX.
El Nuevo Capitalismo está desarrollando un cambio fundamental
en la forma de explotación dentro de las sociedades desarrolladas. Dentro de
este cambio, destaca el que hemos llamado proceso de precarización (explicado también en este blog).
Este hecho, que como ya hemos analizado no es una necesidad estructural del
sistema pero sí un anhelo de la oligarquía, se inició, antes había habido ya
conatos, con la crisis y se desarrolla actualmente con su supuesta superación,
que en realidad no es sino el proceso de asentamiento de un nuevo modelo
social.
Frente
a este hecho, y criticando los primeros recortes, se dio un intento de
respuesta social, basado en la idea de igualdad socioeconómica, que pareció
germinar en toda Europa y EEUU. Era un conjunto de distintos colectivos y
grupos que protestaban contra este proceso de precarización. Incluso, tuvieron
un amplio auge y apoyo social. Parecía, pues, que podía haber una respuesta al
intento oligarca de reducir los derechos sociales, políticos y económicos en
los países desarrollados con el pretexto de la crisis.
Y
curiosamente, o no, es entonces cuando surge esa ola imparable de feminismo y
perspectiva de género. Efectivamente, el extraordinario auge propagandístico del
feminismo coincide con los intentos, ya perdidos, de protesta social, económica
y política frente a la precarización. Y, poco a poco pero con paso firme, el
feminismo desbancó a esa crítica socioeconómica y apareció como el gran modelo
social y político de problematización y respuesta:
de problematización, porque todo análisis social con relevancia pública quedó
reducido al problema del género; de respuesta, porque la solución al problema
social, también y lógicamente, se arreglaría, pero sólo ideológicamente, con el
glorioso advenimiento de la cuota igualitaria, especialmente por supuesto en la
oligarquía, algo que ese mismo Capitalismo sí podía desarrollar. Así, se
acallaban las voces que pretendían hablar de economía o sociedad. El feminismo
lo tiñó todo y su discurso pasó del campo parcial, pero fundamental para la
democracia auténtica, de la lucha por los derechos civiles a una especie de
ideología que impregnaba la totalidad y sustituía a cualquier otro discurso. El
patriarcado -también ampliamente desenmascarado aquí en uno,
dos
y tres- se convirtió en la causa social que explicaba
la historia, desplazando a la posesión desigual de la propiedad de los medios
productivos que había sido la clave de los movimientos de izquierdas. Y,
sorprendentemente o no, la palabra igualdad
vino a significar ya no un motivo social y económico, sino solo una función de
género y cuotas de poder en la oligarquía (el famoso techo de cristal).
De
esta forma, el feminismo ha acabado ocupando el espacio que antes se reservaba
a la lucha socioeconómica en los movimientos autodenominados progresistas. Y
precisamente esta ocupación del espacio público, permanente y reiterada, es lo
que ha acabado convirtiendo al feminismo en una pura ideología que se
desarrolla desde los propios poderes fácticos, como demuestra que los grandes
poderes sociales, como los gobiernos o las organizaciones políticas, o los
grandes poderes económicos, como por ejemplo Ana Botín, no tengan ningún reparo
en declararse feministas. Y por supuesto, lo falso no es que Ana Botín sea
feminista, que puede serlo perfectamente si está de acuerdo con la igualdad
efectiva de hombres y mujeres desde una perspectiva absolutamente democrática
como lo estoy yo –nota: desterremos esa fea costumbre de la superioridad
moral-, sino que lo interesante es cómo
ya solo se habla de feminismo.
Además,
y como buena ideología, el feminismo ofrece más a las élites, femeninas en este
caso, que al resto de la población, incluyendo lógicamente a las mujeres de
clase trabajadora. Efectivamente, basta ver cómo un mantra básico y fundamental
de la ola feminista es romper el techo de
cristal para darse cuenta de su carácter preferentemente elitista: ni usted
-que es un pobre individuo, ya sea hombre o mujer, reducido a mercancía- ni yo
-que aún siendo muy viril soy eso mismo también, pero en plan intelectual
salao- ni tan siquiera soñamos con el techo sino, como mucho, con tener un
suelo firme en la época de la precarización. Sin embargo, las élites pretenden
alcanzar el techo, al menos un chalé o un ático una vez renunciado el asalto a
los cielos, para ser consejeras del IBEX35, rectoras de universidad, directoras
de institutos de género o presidentas de grandes corporaciones: oligarcos y
oligarcas para todas y todos. Una buena ideología tiene que parecer crítica, pero
menos. Una ideología perfecta tiene que dar esperanza a los desheredados, pero
al tiempo no resultar peligrosa para los dominantes. El cristianismo prometía
el cielo en la vida eterna…, tras el valle de lágrimas sólo para unos en el
único mundo que existe: perfecto sistema para la dominación. El feminismo
promete su lenguaje inclusivo y una igualdad entre hombres y mujeres, pero sólo
en las reuniones de la alta sociedad mientras camareros y camareras, la plebe
con esa -e final tan querida por los
más autoproclamados progresistas, sirven el cóctel. Por eso, el discurso no se
centra en temas fundamentales, el derecho de las mujeres a poder ejercer su
vida personal, incluyendo la maternidad o el cuidado de personas queridas, sin
perjuicio laboral y económico, lo que iría contra los intereses de la clase
dominante, sino a cosas como techos de
cristal, curiosamente asunto de una oligarquía mínima, y a la
visibilización de la propia oligarquía femenina en la historia. El feminismo se
ha convertido en una teoría al servicio de las mujeres de la clase dominante.
Resumamos,
el feminismo ha hegemonizado el discurso político, llevando a que todo sea
aparentemente una lucha por la igualdad de hombres y mujeres, sin tener en
cuenta ningún elemento económico. El feminismo ha devenido así en ideología
porque oculta y expulsa del discurso cualquier cuestión económica sobre la
propiedad de los medios de producción y la desigualdad económica y social. La
presencia del feminismo, y sus por otra parte justas reivindicaciones ahora traicionadas,
se ha convertido en una ideología porque lo que hace es ocultar que detrás del
problema de la desigualdad social no está la cuestión de género, sino la
distribución y dominio de los medios productivos. Y así, cuando toda la acción
política queda reducida a una parcialidad del problema, la política de
emancipación queda amputada de su carácter de totalidad. Y esto, se demuestra
filosóficamente al negar la idea de verdad objetiva y situarla en la
perspectiva de género. Ya no se trata de construir un discurso verdadero, tal y
como lo pretendía la emancipación ilustrada, sino un discurso parcial asumible
como cualquier otra mercancía en el mercado cultural. Un discurso que presente
la perspectiva de género para ocultar su auténtica perspectiva de clase y clasa
social dominante y dominanta. Un discurso para todas y todos pero que oculta su
carácter de sólo para pocas y pocos.
El
feminismo ha devenido en ideología y ese es su drama. Y el mayor drama de esto
es que a quién más daño hace esta conversión en ideología es precisamente a los
derechos de las mujeres. Resulta evidente, y negarlo es estúpido, que las
mujeres cuentan con menos derechos efectivos y cotidianos que los hombres tanto
en sentido laboral, con la maternidad, el cuidado y la brecha laboral
fundamentalmente, como en la vida cotidiana. Así, el feminismo entendido como
la igualdad real de hombres y mujeres en derechos formales y efectivos está
lejos de cumplirse y, por ello, es un movimiento de derechos civiles
fundamental. Y, también por ello, son justas sus reivindicaciones. Pero,
precisamente el abandono de su esfera como movimiento de derechos civiles para
pasar a ser movimiento político global es lo que le convierte en ideología.
El
otro día volví dando un largo paseo del madrileño distrito de Usera, una zona
obrera de Madrid y donde fui encantado a dar una charla y volví aún mejor, a mi
casa, otra zona obrera de Madrid: en total, unos diez kilómetros. Comencé sobre
las 19’30 y llegué hacia las 21’30. El googlemaps me decía por dónde debía ir.
Y crucé lugares mientras pensaba que si fuera mujer no me hubiera atrevido. Esa
es parte también, junto a las ya expuestas y varias más, de la terrible
discriminación contra las mujeres. Pero, nunca olviden que lo hice, y lo
tendría que hacer igual una mujer pero con mucho más miedo, porque hablo,
trabajo y vivo en esos barrios.
Algo
más, mucho más, que ser mujer u hombre nos define: nuestra condición social.
Y
nuestra condición social es un producto socioeconómico y no de género o de
sexo.
Recuérdalo
tú y recuérdaselo a otros.
1 comentario:
He leído varias veces su texto y me parece impecable y ajustado a la realidad. Quizá es que no lo he comprendido bien. Soy consciente de mis limitaciones y pudiera ser.
Desde mi perspectiva me parece evidente que lo que era una lucha social lo han transformado en una ideología que se ha instalado en el poder y se ha convertido en incuestinable, porque, además, es punitiva.
Se castiga a quien cuestione esa ideología incluso a quien no quiera comulgar con ruedas de molino y se niegue a digerir las aberraciones de la realidad que conlleva.
Hace unos días la vicepresidenta del gobierno Doña Carmen Calvo, autodenominada doctora en derecho constitucional decía:
“la Constitución Española, en el artículo 14, sólo dice que está prohibida la discriminación por sexo, pero nuestra Constitución no tiene planteado todavía el principio fundamental de la igualdad entre hombres y mujeres como la tienen otras constituciones europeas”
El artículo 14 de la Constitución Española es uno de los más claros, de los que no se necesita ser jurista o tener estudios superiores para comprenderlo. Está redactado de tal manera que no deja resquicio a ambiguedades:
“Artículo 14. Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”
Quizá el que el artículo no utilizara el lenguaje inclusivo y pusiera “Los españoles y las españolas” lo hace incomprensible para el pensamiento feng shui de la vice.
Es obvio que no se cumplió la profecía marxista de que, en el capitalismo, los obreros vivirían cada vez peor y supondría el fin de este, dando paso a la revolución socialista. Ocurrió justo lo contrario, el crecimiento económico desde los 50 del siglo pasado, mejoró notablemente imposibilitando esa revolución socioeconómica.
Quizá no lo han dado todo por perdido y pudiera ser que atacando a la “superestructura” con esta ristra de paraciencias ideológicas que criminalizan, cultura, lengua, religión, trabajo, familia, costumbres, sexualidad, relaciones... y con mayor énfasis en la educación; todo con lo que se consiga debilitar (de hecho así lo va pareciendo) la sociedad hasta que la precarización afecte en lo socioeconómico, de tal modo que retrocedamos siglos, haciendo posible la añorada revolución.
¿Y despues que?
Pues a ver los videos de Juego de Tronos en el chalet de Galapagar
Un Oyente de Federico
Publicar un comentario