La
mejor forma para acabar con algo es atacar desde fuera y disolverlo desde
dentro. La política marcada por el desarrollo del Nuevo Capitalismo pretende,
como ya hemos dicho en repetidas ocasiones, acabar con todos los servicios
públicos para convertirlos en un negocio. Y entre estos servicios públicos a
privatizar hay tres fundamentales: pensiones, sanidad y educación. Lo que vamos
a desarrollar en este artículo es como la nueva convocatoria de cátedras en la
Educación Secundaria, la recuperación de la figura de los catedráticos en los
institutos, está pensada
fundamentalmente para destruir el sistema público educativo disolviéndolo desde
dentro.
Como
todo el mundo sabe, la educación pública como tal está en peligro con el
desarrollo neoliberal que se está dando del Nuevo Capitalismo. En concreto, en
España los ataques exteriores se producen en el proyecto de privatización
dirigido fundamentalmente, aunque no solo, con la enseñanza concertada. Los
ataques interiores, a su vez, se dan a través de los distintos proyectos
denominados de excelencia educativa, cuyo principal baluarte ha sido el bilingüismo,
desastroso pedagógicamente y repugnante socialmente. Con estos programas
autodenominados de excelencia se ha pretendido, efectivamente, disolver desde
dentro la educación pública como sistema, generando una segregación no solo del
alumnado sino también de los propios profesores y los centros rompiendo la
unidad del sistema. Y la nueva convocatoria de catedráticos lo que pretende es
emular este proceso de disolución interna y destruir la educación pública
también desde dentro, con la inestimable complicidad esta vez, activa o pasiva,
de los propios sindicatos y las asociaciones de profesores.
Pero,
¿por qué la nueva figura que se pretende instaurar del catedrático va en contra
de la educación pública?
Lo
que pretendemos defender aquí es que la figura de catedrático ha sido creada
para ayudar a la disolución interna de la enseñanza pública. Y esto se
demuestra porque esta nueva figura resulta innecesaria tanto administrativa
como pedagógicamente, con lo cual su existencia no puede deberse a estos
motivos sino a otros. Y el único posible, conociendo el modelo de privatización
que todas las administraciones llevan adelante, es la disolución del colectivo
del profesorado en una serie de castas o estamentos, que impida su unión contra
ese mismo proceso de destrucción de la
enseñanza pública.
En
primer lugar, la creación de una nueva figura administrativa, como es la de
catedrático, sólo se puede explicar si es necesaria. Esta necesidad solo podría
venir marcada por la aparición de una nueva necesidad que implicara la creación
de dicha figura. Sin embargo, la nueva figura administrativa del catedrático no
responde a ninguna necesidad que haya en los centros educativos. De hecho, los
catedráticos van a estar haciendo exactamente lo mismo que los profesores. Así,
la nueva figura administrativa, el nuevo cuerpo, no tiene ninguna función
novedosa que implique su creación. Sólo va a servir, y esa como veremos luego
es su real utilidad, para generar un grupo de élite que a partir de ahí, de su
origen, va a defender sus privilegios frente al resto de profesores
transformados ahora en sus enemigos: la disolución del sistema público desde
dentro. Una casta, en definitiva, con
unos privilegios concretos que sin embargo no responde antes estos privilegios
con un trabajo específico y de alta cualificación, pues sigue haciendo lo mismo
que ya hacía.
En
segundo lugar, tampoco la categoría de catedrático responde a una necesidad
pedagógica. Efectivamente, y como ya hemos visto, el catedrático no tiene
ninguna función especial y cualitativamente distinta en su docencia en
comparación con el profesor de secundaria. No se sabe muy bien si es que los
catedráticos van a tener mejor letra en
la pizarra, tal vez van a hablar en verso o van a tener un programa RaícesPlus, pero desde luego en ningún caso parece que
vayan a cumplir una función dentro de la enseñanza muy distinta a la que pueda
cumplir cualquier profesor o incluso ellos mismos como profesores.
Pero
si no tiene sentido administrativo ni tampoco sentido pedagógico, ¿Por qué se
ha creado la nueva figura? La respuesta que nos parece evidente es que con ella
se pretende generar esa disolución interna del profesorado como colectivo de
posible lucha dentro de la enseñanza secundaria. Y eso es lo que vamos a
explicar a continuación.
En
primer lugar, si, como ya hemos demostrado, el cuerpo de catedráticos no va a
generar ninguna función distintiva frente al de profesores, sin embargo sí va a
tener privilegios frente a ellos, con lo cual la unidad de intereses dentro del
claustro queda rota. Este modelo de disolución ya se realizó en el bilingüismo,
a nivel colectivo y general, y también
se generó, esta vez dentro de cada centro, con la conversión de los directores
en guardia de corps, o perros
guardianes, de la nefasta administración del Partido Popular. Se trata ahora de
dar un paso más allá y de generar incluso dentro de cada departamento, en la
propia sala de profesores, en el claustro y en cada grupo de profesores de
guardia, entre otras tareas, unas diferencias de casta o estamento, rompiendo
los intereses comunes del colectivo que podría luchar todavía por la enseñanza
pública.
En
segundo lugar, esta destrucción de la necesaria unidad de los profesores va a
permitir, como ya hemos visto, que estos ya no actúen como un solo cuerpo en la
defensa de sus derechos, sino como grupos con distintos intereses en busca de
distintos resultados. Esto generará, sin duda, una aún mayor ausencia de
respuesta ante los continuos ataques que la administración realiza contra la
enseñanza pública, pues cada uno de los grupos en los que ha sido dividido el
claustro de profesores responderá de diferente forma y de acuerdo a sus
diferentes intereses.
En
tercer lugar, la idea, reconozcámoslo, es genial frente a la reivindicación y
como ejemplo tomemos aquella que debe ser fundamental actualmente en todo el
profesorado: las 18 horas lectivas. Efectivamente, estamos viendo cómo se están
tomando una serie de medidas económicas ridículas -como la última paguita del 0’25%
de la masa salarial que son, oh dioses, 80 euros anuales- en un colectivo
laboral cuya prioridad no es precisamente la necesidad económica. Ahora se nos
paga con un nuevo cuerpo administrativo a su vez inútil. Y esto se hace con un
solo fin, que es callar la reivindicación actual básica del profesorado que es
las 18 horas lectivas, que serviría para mejorar las condiciones docentes y
así, a su vez, el servicio público. Generar una casta, pues eso es el cuerpo de
catedráticos, que va a acaparar los puestos de jefatura de departamento, con su
consiguiente reducción en horas lectivas, lo que va a hacer es separar a ese
grupo de la reivindicación general de las 18 horas. Y de, como ya hemos
señalado, cualquier otra reivindicación conjunta.
Además,
cuarta consecuencia, este cuerpo copará la Comisión de Coordinación Pedagógica,
órgano fundamental de gobierno pedagógico de los centros, uniéndose así a la guardia de corps de los directores en el
seguimiento de las directrices de la Administración, que no olvidemos busca la
destrucción del sistema público y la educación pública.
Pero
entonces, ¿quien se presente a catedrático es un miserable que pretende el
hundimiento de la educación pública? Este es otro de los errores que se suelen
cometer y que se sustenta en una ñoña ideología liberal. Nos explicamos
brevemente.
Se
está imponiendo una idea en el análisis social: los sistemas sociales no son
más que la mera suma de las voluntades individuales y, por lo tanto, los primeros carecen de
objetividad real. Esto es absolutamente falso pero, sin embargo y poco a poco y
a través, también, de los tontos mensajes de las redes sociales donde se nos
señala que si todos sonriéramos el mundo
sería un lugar mejor, o a través de las aparentes sesudas reflexiones de los
gurús de la opinión pública, se va imponiendo como explicación social. Frente a
esto, nosotros consideramos que los sistemas sociales no se explican en la suma
de sus elementos, sino que ellos mismos se conforman como una unidad de orden
superior con reglas propias. El hecho de que un profesor se presente a la
convocatoria de cátedras o se habilite para el bilingüismo, no habla de su
maldad o bondad personal, sino que habla de la destrucción de un sistema
público que no es capaz de garantizar los derechos de sus trabajadores ni el
servicio que debe generar a la sociedad. Si los profesores se presentan a estas
nuevas situaciones administrativas es porque el sistema público se está
hundiendo por razones objetivas, las fundamentales son el proceso de
privatización y la inoperancia sindical y de la izquierda, y se está empezando a presentar como la única
manera de salvación esta forma individual de acción: medrar administrativamente.
Sin
embargo, sí se puede juzgar
negativamente a las organizaciones sociales, sindicales y políticas ante esto.
Efectivamente, cuando los organizaciones sociales admiten todos estos sistemas
de segregación, o bien por activa apoyándolos o bien por pasiva sin ni tan
siquiera opinar, ahí sí que podemos
exigir responsabilidades políticas, pues ya no se trata, o no debería tratarse,
del interés personal enfrentado a una
maquinaria sistémica ante la cual no se puede actuar, sino de una organización que se aprovecha de esa misma situación de
descomposición de lo público para mantener su cuota de poder. Por todo ello, los
culpables de la destrucción de la enseñanza pública no debemos buscarlos en los
alumnos individuales, los profesores o los padres sino en esos sistemas,
empezando por la administración y acabando por los partidos políticos, sindicatos
y las asociaciones de padres, que debiendo haber garantizado el control
democrático y social de los servicios públicos, simplemente el cumplimiento del artículo primero de la
Constitución que señala que a España como un Estado social y democrático de
derecho, no han sido capaces de hacerlo. Y habría que empezar, por cierto, a
plantearse por qué.
Hay
una escena imborrable en esa película magistral que es Milagro en Milán. En ella, los pobres recién despiertos en sus
chabolas se mueven en grupo por el descampado buscando los rayos de sol que se
filtran a través de las nubes para calentarse. Persiguen los rayos de sol
incapaces ya de hacer algo más que adaptarse a la vida. Empezamos este artículo
señalando que la mejor forma de acabar con un sistema social es atacar desde
fuera y desde dentro. La educación pública está siendo atacada permanentemente
desde fuera y está siendo atacada desde dentro. Habría que responder con
contundencia, e inteligencia por cierto y no con cursilería, antes de que sea
tarde. O bien, buscar cada uno de nosotros un buen lugar cara al sol para el
futuro que se nos avecina.
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