La
gente, y yo soy gente, solemos utilizar los términos sin pararnos a pensar en
su definición exacta. Así, utilizamos los términos clase media y clase
trabajadora como expresiones excluyentes. Además, vemos como en el discurso
político la expresión clase trabajadora va desapareciendo y sonando a
antiguo, situando una primacía política, en cuanto a público de
referencia, en la clase media.
Por
este motivo, tal vez sea hora de señalar con precisión qué significa cada uno
de estos términos y analizar con cuál debería trabajar la izquierda si quiere formar una política
progresista y emancipatoria.
En
primer lugar, definamos clase trabajadora. Para ello, no hemos encontrado mejor aproximación que la
definición que da Engels en los Principios
del Comunismo
(1847). En este texto la define así:
El proletariado es la clase social que
consigue sus medios de subsistencia exclusivamente de la venta de su trabajo, y
no del rédito de algún capital; es la clase, cuyas dicha y pena, vida y muerte
y toda la existencia dependen de la demanda de trabajo, es decir, de los períodos
de crisis y de prosperidad de los negocios, de las fluctuaciones de una
competencia desenfrenada.
Analizando
esta afortunada definición vemos que serían clase trabajadora aquellos
individuos que cumplen estas características.
Primera,
que necesiten trabajar para vivir de manera permanente, pues no pueden recurrir
a otros medios económicos, como tener rentas o propiedades, para su
subsistencia a largo plazo. Por ello deberán vender diariamente su fuerza de
trabajo.
Segunda, y como consecuencia de lo anterior, que su
existencia concreta y las condiciones en que se desarrolla la misma tiene que
ver con la demanda del mercado de trabajo y las condiciones que este marca. Es
decir, no pueden dejar de trabajar pues su vida, en las condiciones dadas,
depende de la renta conseguida por un salario y dejar de recibirlo implicaría
su depauperación absoluta, con lo cual están expuestos permanentemente a las
fluctuaciones del mercado laboral y sus condiciones. Así, su vida, en el
sentido literal, depende del mercado laboral. Y su existencia cotidiana de las
condiciones de contratación de dicho mercado.
Por
consiguiente, en esta definición, clase trabajadora sería todos aquellos
sujetos que si dejaran de trabajar, y de percibir por tanto su salario durante
un periodo prolongado de tiempo, no podrían mantener el nivel medio de renta y
caerían por debajo del umbral de pobreza (que, recordemos, es el 60% de la
renta media nacional).
Así
pues, clase trabajadora es un concepto centrado fundamentalmente en la
relación necesaria existente que se da entre la condición laboral del sujeto y
la subsistencia económica. O para decirlo de otra manera: ligado
fundamentalmente a la explotación diaria y necesaria en el mercado de trabajo.
Cuando esta relación es de condición necesaria, el sujeto necesita trabajar
para vivir, es clase trabajadora. Cuando es una relación subsidiaria, el sujeto
puede elegir entre trabajar o no pues su renta está asegurada por cualquier
otra forma, no estaría integrando la clase trabajadora.
Lo
fundamental, en definitiva, para definirse usted como clase trabajadora es que tiene que vender la fuerza de trabajo
diariamente como una mercancía sujeta a las condiciones del mercado. La pérdida
de empleo, es decir que nadie quiera la única mercancía que posee y de cuya
venta depende su subsistencia, es por
ello un drama.
¿Y
ahora qué es la clase media? Si la clase trabajadora se define por su relación de dependencia con el
mercado laboral, la clase
media se define por su nivel de renta, sin importar de dónde salga dicha renta. Así, la
mayoría de los economistas definen clase media como aquella que tiene una renta
determinada que se sitúa entre el 60% y el 150% de la renta media nacional. Si
la renta mediana española es de unos 14.000 euros anuales, la renta de la clase
media estaría entre tener unos ingresos per cápita, es decir personales, de
8.500 a 35.500 aproximadamente.
De
esta forma, y curiosamente, se pueden dar a partir de aquí bastantes paradojas
como que, por ejemplo, haya clase trabajadora que sea clase media, que haya
clase trabajadora que no sea clase media, por abajo o por arriba, o que haya
clase media que no sea trabajadora. Es decir, que necesariamente no hay una
identificación entre clase trabajadora y clase media. Pero sí puede haber
coincidencias.
Por
ejemplo, un asalariado que gane más de 35.500 euros al año puede ser clase
trabajadora pero no clase media. Es lo primero, clase trabajadora, porque la
condición de su supervivencia depende de la venta de su fuerza de trabajo y por
tanto de las condiciones del mercado laboral donde debe acudir a venderlo y
venderse. Sin embargo, como sobrepasa el umbral de renta, no será ya clase
media.
Otro
por ejemplo, sería un rentista o un
propietario inmobilario, ese típico especulador que vive de los alquileres de
sus propiedades, y que probablemente los haya heredado de papi y mami , podrían
ser clase media pero no clase trabajadora pues su mercado de supervivencia es
la especulación inmobiliaria y no lo laboral.
Un
nuevo por ejemplo, sería un
trabajador que podría ser clase media, por nivel de renta, y a la vez clase
trabajadora, pues su supervivencia depende de su venta de su fuerza de trabajo
y por ello de las condiciones establecidas en el mercado laboral, pero cobra
una renta salarial suficiente para llegar a ese umbral económico.
De
esta manera, la clase trabajadora y la clase media son dos categorías sociales
diferentes en su propia realidad y como tales categorías sociales pueden tener intereses
distintos. Y es aquí donde está la clave del problema político.
Y
vamos a adelantar nuestra opinión, que argumentaremos próximamente. Los
intereses de la clase trabajadora son de tradición progresista e izquierdista,
en cuanto implican una intervención estatal y una regularización de la
economía, la producción y el mercado laboral. Sin embargo, los intereses de la
clase media se acercan al desmantelamiento del estado social y de la política
fiscal pues su carácter económico basado exclusivamente en la renta, y no en el
trabajo necesariamente, implica el cuidado egoísta singular de esa misma renta.
Y por eso, la actual política tiende a hablar de clase media y no de clase
trabajadora en el proceso de asunción, primero y auge después del nuevo
Capitalismo.
Lo
que vamos a defender aquí es que para la izquierda, su sujeto político debe ser
la clase trabajadora y no la clase media -y por cierto tampoco deben ser los
grupos de la diversidad muy diversa-. Pero, ¿por qué?
Esto, en el próximo artículo.
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