En su obra CONTRIBUCIÓN A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA
POLÍTICA, en la Introducción que aparece al final del mismo texto, Marx
se plantea una pregunta sencillamente genial: ¿por qué nos sigue gustando el
arte griego?
La pregunta guarda relación con
la idea del contexto histórico. Efectivamente, si una obra de arte pertenece a
un contexto histórico determinado y se ciñera a él, lógicamente al cambiar de
época, como ha ocurrido entre el mundo griego clásico y nosotros, las obras de
arte ya no nos tendrían nada que decir excepto por su propio contenido
histórico concreto dentro de una erudición. Sin embargo, como bien señala Marx,
hay obras de arte griegas que nos siguen
hablando y nos siguen conmocionando más allá del academicismo historicista
–nota: por cierto, conocer algo como academicismo historicista es muy importante,
quede claro-. Hay obras de arte griegas, para decirlo con claridad, que nos
ponen los pelos como escarpias por la emoción que nos causan. La pregunta, por
lo tanto, es por qué si no están en nuestro contexto.
Como ya saben, desde hace tiempo
está habiendo una polémica, que no solo se ciñe a esa extraordinaria película
que es Lo que el viento se llevó,
sobre el contenido de las obras de arte. Para un nuevo puritanismo que está
surgiendo, hay obras de arte que tienen un contenido inapropiado, aquello que
nos contaba la totalitaria iglesia sobre contrario a la moral y las buenas
costumbres, y por lo tanto debe o prohibirse su difusión o al menos advertir al
público con un cartelito.
Ya hemos hecho un análisis
político de esto en nuestro espacio de RadioSofía titulado RADIOSOFÍA: LA CENSURA Y LOS NUEVOS
PURITANOS , donde explicamos que este afán desmedido de censura esconde
en realidad un ataque directo a la Ilustración y su defensa de la salida de la
minoría de edad. Los nuevos puritanos desean la censura eclesial, pero en plan
pijoprogre.
Sin embargo, lo que nos interesa
ahora no es el análisis sociopolítico de esto y sus consecuencias, ya realizado
brevemente por otra parte en el vídeo citado, sino el análisis estrictamente estético. Es
decir, plantearnos el problema del análisis de la obra de arte.
Lo que vamos a defender es que
ninguna obra de arte auténtica como tal obra de arte, y lo primero será
necesariamente definir este concepto, puede tener un contenido contrario al
propio elemento de la emancipación humana.
Es decir, una obra de arte no podrá ser racista ni totalitaria, por
ejemplo, como tal obra de arte. Y defenderemos también que esto no tendrá que
ver con su contenido concreto, la historieta
presente en ella, donde sin duda podrá haber elementos contextuales propios,
sino a su significado como tal obra de arte. Y que esa diferencia entre el
contenido concreto y el contenido como arte es la clave que explica por qué nos
sigue gustando el arte griego y, por consiguiente responder a qué es el arte.
Y para ello, y lo primero de
todo, será necesario distinguir representación estética de obra de arte. Pues
si bien toda obra de arte es una representación estética, no toda representación
estética será una obra de arte.
Distingamos, pues, obra de arte
de representación estética.
Una representación estética es
una representación simbólica de algo realizada sobre un material y se da en
cualquier sociedad humana. Sin embargo,
una representación artística o una obra de arte implica al menos dos cosas
fundamentales.
En primer lugar, que el sujeto
que la juzga, y por lo tanto la sociedad a la que pertenece dicho sujeto, tenga
el concepto de arte como una idea que va más allá del mero simbolismo estético
de lo representado. Es decir, que se considere que la obra de arte no tenga la
finalidad exclusiva y última de la representación de algo ajeno a ella, por
ejemplo representar un episodio histórico o religioso, sino que se presenta a sí misma socialmente
como obra de arte. Así, cuando vamos al Museo del Prado y vemos Los fusilamientos del tres de mayo, no
lo hacemos por el afán de conocer ese hecho histórico, sino por la forma de la
representación en sí misma y su belleza –nota: luego analizaremos este
criterio-. De esta manera, la obra no se juzga por si lo que se representa o si
esta es verdad o no, como ya percibió Aristóteles, sino por la forma en qué se
representa.
Y en segundo lugar, que dentro
del proceso de división social del trabajo que se da en dicha sociedad, haya una
esfera para calificar explícitamente el trabajo de estos como artistas. Así
pues, para que haya una obra de arte ya sea en cuanto a su producción ya sea en
cuanto a su contemplación, es necesario un hecho histórico concreto que es la
existencia de una sociedad que reconozca al arte como tal dentro de la esfera
de la producción. Y por lo tanto, no estamos hablando aquí de un idealismo o de
un romanticismo espiritualista sino de una serie de condiciones materiales y
productivas concretas para que pueda haber arte. Y además, como luego veremos,
esto será crucial. Por ello, podremos calificar una obra del antiguo Egipto
como arte, aun cuando allí no se le considerara como tal.
Por tanto, la concepción social
de la existencia del arte y su presencia con un apartado propio dentro de la
esfera productiva, y con ello en la división social del trabajo, son factores
fundamentales para el arte. Así, toda producción de alguien que pertenezca al
gremio dentro de división social del mundo artístico y sea reconocida por el
mercado del arte, la institución actual valorativa, será considerada socialmente
como una obra de arte, como muy bien señala Dickie
y la Teoría Institucional del arte.
Sin embargo, parece evidente que
si bien socialmente y en sí mismo todo lo que haga un artista podrá
considerarse como arte dentro del campo de la esfera de la división del trabajo,
no será así en el criterio estético. Es decir, seamos sinceros, no todo lo que
hacen los artistas, la mayoría de las cosas en realidad, son obras de arte en
su sentido cualitativo que todos entendemos como algo superior. Por lo tanto, si bien las razones sociales y
económicas son fundamentales en la creación del arte como concepto y realidad
no es razón suficiente para que algo sea una obra de arte y nos conmueva. El
arte es algo más.
Y todo esto nos lleva a la
conclusión de que la pregunta de Marx con la que iniciábamos este artículo sigue
vigente: por qué nos sigue gustando el arte griego o por qué una película de
John Ford es una obra de arte y cualquiera de Tarantino, no –nota: o incluso
varias de John Ford-.
Pero eso como siempre lo vamos a
resolver en el próximo artículo donde intentaremos presentar una teoría sobre
qué hace que algo sea una obra de arte: qué es ese algo más. Ya les imagino
esperando ansiosos…
6 comentarios:
Pues mire, aquí toda explicación será de agradecer por mi parte. Todo enlace a obras de autores será celebrado... y es que yo no entiendo el arte.
No quiero decir que me parezca absurdo, irrelevante o nada semejante, no, no. Es que no tengo conocimiento, base, formación, llámelo como guste. Y por desgracia me hace no saber apreciar lo que veo, no lo comprendo, sé que se me escapa lo que pretendía transmitir, y me da rabia,mucha rabia y envidia. Ver qué otros disfrutan y se deleitan ante algo que a ti te deja que igual es muy frustrante.
Así que espero sacar mucho provecho de todo lo que vaya explicando.
¿Cómo encaja Marx en el arte lo del valor y la plusvalía?
Un Oyente de Federico
Ya está ya lo he encontrado:
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-69962017000300130
Pero me espero por si lo trata Ud. en la continuación. Segura que lo explica mejor.
Un Oyente de Federico
Pues D. Oyente, yo creo que eso es un problema en Marx. Desde luego, todo en Marx puede adquirir forma de mercancía, incluyendo el arte, pero que algo tenga forma de mercancía no implica que lo sea. Es decir, que hay algo oculto detras de la mercancía (por ejemplo, trabajo explotado) y eso se da también en el arte. De eso trata el artículo.
Oiga, Doña Loli Loligo, que de eso no vamos a ir. Ya si eso, a lo mejor un día en youtube
Gracias, pues ya sabe, youtube le espera...y yo también.
En cualquier caso toda explicación suya siempre ayuda a abrir horizontes...
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