domingo, enero 24, 2021

COVID19: SALVAR LA ECONOMÍA, MATAR A LAS PERSONAS.
CAPITALISMO Y MERCANCÍA HUMANA

Como todos los grandes filósofos de nuestra época están opinando del coronavirus y diciendo bobadas, no podía yo faltar a esta cita para hacer lo mismo que las mayores cabezas pensantes.

Al parecer, en estos tiempos de pandemia el dilema está entre salvar la economía y salvar vidas humanas. Efectivamente, al parecer hay un problema en tomar medidas que pudieran ayudar a reducir el número de contagiados y fallecidos, pues ello implicaría graves perjuicios para la actividad económica. Hasta aquí entraría la descripción y al parecer, otra vez, igualmente sólo podemos elegir entre una cosa o la otra. Pero nosotros, siempre atentos al pedanteo filosófico y al ser, vamos a ir un poco más lejos. De hecho, lo que va a pretender este artículo es plantearse la cuestión fundamental y radical sobre este tema: la cuestión real ¿Qué tipo de economía hay, en la cual su desarrollo entra en contradicción con salvar vidas humanas?

Comencemos planteando algo muy sencillo y es que, teóricamente, la economía debería ser algo que estuviera el servicio de los individuos y que, por lo tanto, les ayudara para poder llevar una vida mejor. Si este principio, que tanto se repite, fuera real, no entendemos cómo podría haber este absoluto dilema entre salvar vidas humanas y salvar la economía, pues sería la propia economía la que estaría siempre al servicio de los seres humanos y de cada una de las personas. Sin embargo, la propia existencia de la pregunta y del problema ya nos señala que esto no es así. El dilema salvar la economía o salvar vidas humanas muestra, bien a las claras, como la propia economía se ha convertido en algo ajeno al bienestar de los individuos y, por lo tanto, puede entrar en conflicto absoluto con ella, como se está viendo en la actualidad.

Pero también es falso hablar con las abstracciones características del discurso dominante. No estamos hablando de economía en abstracto, sino que estamos hablando de una economía en concreto y que resulta ser el Nuevo Capitalismo. Efectivamente, ya lo hemos analizado repetidas veces en nuestro blog, este es el sistema dominante y vamos aquí a resumirlo en la parte que nos interesa para este debate. 

La diferencia radical entre el Nuevo Capitalismo y todos los sistemas productivos anteriores, incluyendo el Capitalismo Clásico, es que en el Nuevo Capitalismo la vida humana en su totalidad se ha convertido en mercancía para beneficio capitalista y, por lo tanto, toda la vida humana, y con ello nos referimos no solo a esta en general sino a cada uno de sus momentos específicos, es producción de beneficio económico. De esta forma, la producción del Nuevo Capitalismo no es solamente la que se realiza en el terreno laboral, sino que es también, y fundamentalmente, la que se realiza en el consumo, que es, a su vez, cada uno de los momentos de la propia vida individual. Y es así, siguiendo este esquema, como podemos comprender el dilema que surge entre la economía y la propia salvación de las vidas humanas.

Efectivamente, el desarrollo capitalista ha llevado al triunfo de una economía que utiliza a la vida humana como tal, y no solo a su faceta productiva como había sido hasta ahora, como mercancía y generadora de beneficio económico. El sistema económico se ha emancipado absolutamente de cualquier tipo de servicio a los individuos, ante los que aparentemente se postra, y se ha convertido en el único fin en sí mismo de toda la realidad. Por lo tanto, cuando se habla de salvar la economía no se está hablando en realidad de salvar ciertos negocios de ciertas personas, sino de salvar la propia producción capitalista como tal. Y esto se ve en que sería muy sencillo confinar a toda la población y dar las ayudas pertinentes a aquellos pequeños negocios que  las necesitaran, cosa que por cierto se hace frecuentemente con las grandes corporaciones empresariales a las que se las restituyen sin problemas sus pérdidas, como hemos visto en el rescate bancario, el caso de las autopistas de peaje o en la operación Castor.

Pero lo importante es que eso no es el fin de la economía, es decir: si no nos confinan no es por la gente que tiene un bar o una tienda o un pequeño comercio, sino que es porque la propia sistemática del sistema, la estructura objetiva del mismo, está radicalmente en contra de ese proceso que permitiría salvar vidas. La muerte y desaparición de una serie de mercancías puede ser cubierta por otras mercancías, mientras que la muerte y desaparición del sistema no puede ser cubierto sino por un cambio radical en las condiciones económicas. Y, por lo tanto, entre la elección de salvar algunos integrantes del medio, que serían ya las propias vidas humanas convertidas en mercancía, o salvar el fin en sí mismo y la realidad absoluta que rige toda la realidad, el Nuevo Capitalismo, la solución es simple y elemental: salvemos el Capitalismo. Por lo tanto, la vida humana concreta, la suya o la mía o la de un anciano, baja su valor en el mercado hasta los suelos y ya nadie quiere comprarla: se nos deja morir. 

El triunfo definitivo de la razón instrumental, que ya hablábamos aquí, ha culminado con toda su crudeza en la pandemia. La muerte de miles de personas no importa siempre y cuando el sistema capitalista sea capaz de reproducirse y de garantizarse como tal. Las mercancías personas pueden ser reemplazadas por otras mercancías personas, sin embargo el sistema es insustituible. Como el alcalde de la película, nosotros somos contingentes y él es necesario. El dilema no es tal.

Cuando les vuelvan a hablar del dilema entre salvar la economía o la vida de las personas, por favor no olviden algo. Lo único que les están haciendo es una mala metáfora para decirles que del mismo modo que en el parchís se sacrifica una ficha para llegar a la meta, aquí se pueden sacrificar miles de personas, ya solo mercancías, para conseguir el triunfo definitivo del Nuevo Capitalismo. Y luego, eso sí, llorar en público mientras te cuentas veinte.


1 comentario:

Alberto dijo...

Magnífico artículo Enrique