lunes, mayo 24, 2021

LAS CLASES ONLINE EN SECUNDARIA Y EL PARIPÉ COMO IDEOLOGÍA

Hay algo en que coinciden el gobierno más progresista de la historia de España y las autonomías más cercanas al pensamiento neoliberal de la historia de España. Ese algo es curiosamente la idea de que la solución a la pandemia han sido las clases semipresenciales, añadiendo la transmisión de la clase por vía telemática a los alumnos que no están presentes en ese momento en el aula. Consiste en que el profesor da la clase normal, a los alumnos allí situados físicamente y que son la mitad del grupo, y a través de una cámara se transmite esa misma clase a los alumnos que en ese momento están en su casa. 

 Esto se presenta como si fuera una solución al problema de la pandemia. Pero, es un paripé.

Efectivamente, las clases online así realizadas no son más que un paripé educativo cuya finalidad no es que el alumno aprenda o que el profesor pueda desarrollar su tarea docente, sino mantener contentos a los padres y aparentar que se está haciendo algo en el campo de la educación. Y es un paripé porque resulta un imposible pedagógico y un imposible laboral para el profesorado.

 Es un imposible pedagógico porque o das clase presencial o das clase online: son dos cosas distintas. Intentar hacer las dos a la vez es, ha sido, tarea imposible. Efectivamente, una clase online no se puede dar como si fuera una clase presencial y, lógicamente, una clase presencial no se puede dar como una clase online. Pero, precisamente, es lo que se está haciendo a diario. Se trata así de pedirle al profesorado que realice algo imposible. Por eso, pedirlo es un paripé.

 Además, es un paripé, o diciéndolo más correctamente: una sobreexplotación, en relación al trabajo realizado por el profesorado. Efectivamente un profesorado sobresaturado de horas lectivas, que ya en sí mismas no se pueden preparar bien, se le exige que además doble la preparación de sus clases, doblando así su trabajo. De esta forma, los profesores estemos trabajando más que nunca y con resultados mucho peores que nunca en lo educativo.

Pero, si la educación telemática simultánea con la presencial resulta absolutamente inútil, ¿por qué se está haciendo?

El primer motivo es a corto plazo: para mantener la sobreexplotación horaria y laboral de los padres, que no pueden atender a sus familias en casa y por lo tanto de lo que se trata es de llenar o sustituir la vigilancia familiar de los niños. Es la escuela como aparcamiento. La idea básica así es que mientras los padres han tenido que ir a trabajar, ya saben: o economía o salud, los niños debían estar vigilados de alguna forma y esto es lo que cumplen las clases presenciales como paripé. El viejo y real “Gran Hermano te vigila”.

 El segundo motivo es la preparación para un nuevo modelo educativo que cada vez que puede anuncia la inútil ministra de Educación. Se trata de ese modelo en el cual van a desaparecer las materias concretas y los contenidos culturales en aras de una serie de competencias, cuya única finalidad real es convertir a los alumnos en sujetos perfectamente adaptados a las nuevas condiciones del mercado laboral y del mercado de consumo. Las competencias educativas así, como explicamos en uno y dos, son en realidad nada más que un proceso para la creación de un nuevo sujeto del nuevo capitalismo. Y las clases online lo que están haciendo es servir como prueba para después generar inmensos grupos de alumnos que los profesores tengamos que atender, unas veces de forma  presencial y otras telemáticamente, aumentando radicalmente la ratio, ahorrándose una cantidad ingente de dinero en la educación y al tiempo generando un nuevo modelo educativo alejado de la tradición académica y cercano a la conformación de una modelos adaptativos. El poder lo llama hiperaulas, en realidad es almacén.

 Pero, ¿se podía haber hecho otra cosa?

Por supuesto, del mismo modo que en Infantil o en Primaria se han reducido los grupos, se podía haber hecho en Secundaria y en Bachillerato. Y para esto hay espacios de sobra, porque se podría incluso haber doblado el turno viniendo unos alumnos por la mañana y otros por la tarde, aumentando la plantilla de profesores, y reduciendo de esta forma cada una de las ratios de las aulas. Y si esto lo he hecho así no es porque el Estado no tenga dinero, como demuestra que el Estado gasta el dinero allí adónde quiere y sin problemas como puedan ser por ejemplo en el rescate bancario, el rescate de las autopistas de peaje o la operación Castor, sino porque esto podría presentar un peligroso precedente en relación a la ratio del alumnado. Y esto se ha visto muy bien con el nuevo anuncio de que las ratios no se reducen para el próximo curso. Volvemos, pues, a la a-normalidad.

 Y ya acabamos. Todo este modelo educativo actual, donde lo que menos importa es que el alumno aprenda y lo que más interesa es que se conforme como individuo adaptable, va a ser el modelo educativo del futuro. No se cansa de advertirlo la inútil ministra de Educación en cada uno de sus tuits con tono profético a la par que festivo y pensamiento positivo barato. La idea, efectivamente, es la destrucción de la escuela como transmisora de conocimiento y su sustitución como un método de coaching, o sea: adiestramiento, para la conformación de un nuevo modelo de individuo adaptable perfectamente a todo el proceso social.

 En 1984, George Orwell imaginaba un mundo totalitario basado en el control absoluto a través de cámaras donde el Gran Hermano lo veía todo. Las cámaras han venido para quedarse y cada instituto se parece cada día más a esa distopía. Pero mientras que 1984 se presentaba a sí mismo como tal horror, en nuestros institutos se presenta como un modelo cargado de luz, aulas diáfanas y actividad innovadora atendiendo a las competencias. Puro dominio totalitario de los individuos para el desarrollo del sistema capitalista.