domingo, enero 23, 2022

SEXTA OLA DE COVID Y VALOR DE LA VIDA HUMANA

En el Nuevo Capitalismo, la vida humana es una mercancía. Eso le hace diferente a cualquier otro sistema donde solo una parte de ella, el trabajo, lo era. Sin embargo, ahora toda la vida humana y cada uno de sus momentos responden a ese criterio mercantil. Y lo hace o bien directamente en la producción capitalista, vendiendo su trabajo cada día, o bien produciendo beneficio en el consumo. Usted y yo somos, por lo tanto, mercancías y como tales tenemos un valor determinado: y nada más.

¿Cuánto vale una vida humana? ¿A cuanto cotiza la persona? En realidad, eso depende del Mercado. Y es lo que nos está demostrando cada día la epidemia de COVID y sus diferentes olas, porque en cada una de ellas el valor de los seres humanos, el suyo y el mío y el de todos, ha ido decreciendo  

En la primera ola, la vida humana estaba en su precio más alto y por lo tanto perderla era una acción de mercado impropia: podía crear una situación de pánico que siempre es mala para las finanzas. Si bien se dejó morir a un montón de ancianos, que en la perspectiva mercantil eran inservibles ya para la producción y poco útiles para el consumo e incluso deficitarios al cobrar una pensión, el temor a provocar un mal ajuste financiero cuando el número de muertos aumentara entre la población útil para la producción y altamente rentable para el consumo, hizo que los gobiernos de todo el mundo tomaran medidas drásticas desde restricciones hasta el confinamiento. Fue un buen momento para el mercado de vida humana, y si yo fuera un emprendedor o hubiera recibido Emprendimiento en vez de una materia como Filosofía o Ética,  hubiera comprado acciones de vida humana y habría especulado hábilmente con ellas.  

A partir de esa primera ola, y de acuerdo con el mercado bursátil, la vida humana fue perdiendo valor, especialmente cuando la selección de la mortandad se fue haciendo cada vez más específica y se pudo comprobar económicamente qué un número determinado de muertes resultaba más rentable que la paralización de la propia economía capitalista. Entre el debe de los fallecidos y damnificados y el haber de los beneficios económicos, salía claramente vencedora la producción capitalista frente a las personas. Así, a partir de las siguientes olas se fue volviendo cada vez más laxa la lucha contra la epidemia por parte de las administraciones, y de cualquier ideología, situando ya como una prioridad absoluta el beneficio económico de las otras mercancías y bajando, con ello, en el mercado bursátil el valor de la mercancía persona.

Y en la actualidad, con la sexta ola, las acciones bursátiles de la vida humana ya apenas tienen valor, están prácticamente por los suelos. Ni yo, que no di Emprendimiento, las compraría.

De esta forma, en la sexta ola la vida humana vale poco. La baja laboral se ha convertido en una vergonzante autobaja con un diagnóstico casero: ¿recuerdan a nuestra abuelita diciendo este niño tiene fiebre? Y el alta laboral ya no guarda relación con el médico o la salud, sino que se autodiagnostica por las horas perdidas de producción laboral y se adelanta cada vez más en consecuencia. La libre marcha de la economía -traduzco: del beneficio capitalista- implica la libre expansión del virus: caiga quien caiga. Como ha dicho Ayuso, la lideresa de los empresarios autonómicos, hubo un tiempo en que fueron presidentes de las autonomías y tenían un cargo político y no meramente administrativo contable, el mejor hospital es la casa: en breve, ya no habrá hospitales públicos.

La sanidad desmantelada. La educación destruida. Las pensiones y los salarios en permanente pérdida adquisitiva. Los consejos administrativos de la empresas autodenominadas partidos y sindicatos de la autoproclamada izquierda callados o discutiendo de la diversidad y el bienestar animal.  No hay dinero público para servicios sociales. Sólo hay 35.000 millones para ayudar a la banca, que retira sucursales y abandona a los viejos, ya saben: mercancías prescindibles, que se unen a los 54.000 millones que ya les dieron antes y el estado considera perdidos, sin que ni siquiera haya desahuciado para resarcirse ningún chalet o, al menos, un yate pequeñito. Y solo hay, por ahora, 1.000 millones para rescatar a las empresas de las autopistas.

La nueva sociedad de dominio está aquí. Y usted y yo estamos en el stock de mercancías esperando no ser eliminadas.

¿Cuánto vale la vida humana? Si yo hubiera comprado acciones de vidas humanas, sin duda estaría vendiéndolas y cambiándolas por criptomonedas o empresas energéticas o algo así. Por algo, desde luego, con más valor en el Mercado.

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