La llamada ley SOPA está a punto de ser aprobada en EEUU. La ley Sinde, en España. Y me imagino que otras leyes similares, en todo el mundo (bueno, menos donde no hacen falta como Corea del Norte, Irán, China o Cuba). Yo tengo un blog gratuito en internet -pues casi pongo el enlace- y una página web gratuita para mis alumnos -nota: este año me han vuelto a imponer un patético libro de texto-. Incluso, publico gratis -obsérvese la astucia para la autopromoción-. Seguramente, por lo primero o lo último nadie me pagaría, y hasta lo entiendo; pero, seguramente por lo segundo, sí. Es gratis y seguirá siendo gratis, al menos mientras la ley lo permita.
Estaría bien que los autodenominados creadores -¿si lo hago gratis, lo de publicar no se emocionen, no soy creador?- se decidieran: o crean cultura o crean mercancías. Si deciden lo primero, debería primar la difusión. Si deciden lo segundo, ya lo demuestran los muertos de hambre en el mundo, el precio. Ese es el auténtico problema.
Estaría bien que los autodenominados creadores -¿si lo hago gratis, lo de publicar no se emocionen, no soy creador?- se decidieran: o crean cultura o crean mercancías. Si deciden lo primero, debería primar la difusión. Si deciden lo segundo, ya lo demuestran los muertos de hambre en el mundo, el precio. Ese es el auténtico problema.
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