Una anécdota. En un colegio de Madrid
un grupo de profesores ha sido expedientado y sancionado por los comentarios
vertidos en conversaciones privadas realiza a través del sistema de mensajería
whatsapp. Y nadie ha emitido queja alguna sobre los derechos civiles.
Segunda anécdota. Hará un año que se
descubrió que los servicios secretos estadounidenses espiaban conversaciones
privadas alegando seguridad nacional. Uf, qué escándalo.
Efectivamente, ya sabe usted qué
generará mayor preocupación democrática.
Pero decir esto sería decir poco.
Porque aquí lo interesante, una vez más, es profundizar en el tema. Y esto nos
lleva a dos preguntas: la primera, sobre la vida privada y la distinción entre
lo personal y lo público.
La segunda, sobre el ideal de individuo. Y como yo tengo una vida vacía, y hoy
no juega el Madrid, voy a contestar.
Como gente ordenada que somos empezaremos por la primera.
Un principio básico de la sociedad democrática frente al totalitarismo
es la distinción vida privada
y vida pública. Vida pública es aquella
que yo realizo
cumpliendo un rol
social institucional. Por tal,
se entiende un conjunto de expectativas y acciones que no elijo libremente
sino que vienen impuestas de manera externa y obligatoria. Por ejemplo, cuando
yo trabajo como profesor actúo
bajo un rol
social que me impone sus
características
y
que si no cumplo seré calificado como mal profesor. Ese conjunto de
roles y expectativa es lo que constituye la vida pública donde, por supuesto,
cada uno cumple diversos
y diferentes roles.
La vida privada podemos definirla como aquella donde yo actuó de
acuerdo a expectativas y papeles propios. Por supuesto,
sería ingenuo pretender
una separación
radical entre los papeles y expectativas públicos y privados, pues
están interconectados,
pero es totalitario identificar
sin más
uno y otro. Y lo es porque lo que desaparecería
es la individualidad concreta para transformarse la propia vida en un
rol social.
Pongamos un ejemplo. Cuando actúo como
profesor cumplo, como ya hemos indicado, un rol social público sobre el que se me juzga y
que debe ser independiente a mi opinión personal. Por ese
rol debo tratar con justicia a mis alumnos independientemente del color de la piel y si no lo hago debo ser sancionado
pues al aceptar el trabajo acepto el rol.
Pero cuando
yo actúo en mi vida privada podré pensar como un racista y serlo
pues las relaciones que establezca ahí con otros no son obligatorias para
ellos, es decir: dadas por el ámbito social, sino voluntarias en cuanto a
relaciones personales.
¿Pero cuál
será el límite o frontera de toda
esta actuación? En
otras palabras, ¿cuándo será legítimo sancionar mi vida privada?
Lo será cuando mi vida privada como tal intervenga en la vida pública de forma efectiva y no como mera
expresión. Un ejemplo: yo podré desear matar a alguien
-tal vez a usted querido lector- e incluso comentar en público que
ojalá se
muera. Pero solo
habrá legitimidad para sancionarme si lo intento o
le amenazo, pues la amenaza incluye implícitamente la promesa de
la acción, ya que con ello habré sobrepasado del ámbito de lo
privado, las relaciones voluntarias, a lo público, las relaciones sociales.
Asi lo que yo diga en una conversación privada no puede ser objeto de
sanción pero sí lo que realice en mi rol social. Yo podré odiar
al "niño guarro", que
probablemente sea odioso, y
expresarlo en privado pero no podré, como profesor, discriminarle. Y si la
sociedad me sanciona por emitir una opinion privada será un síntoma de
totalitarismo.
Pero,
el segundo aspecto es aún más interesante -y están pensando que eso no
resultara difícil-. Y tiene que ver con la idea de la bondad universal e
inmediata.
Cada
sistema económico necesita y genera un modelo de personalidad determinado y una
moral concreta. Por supuesto, esto no quiere decir que la naturaleza humana sea
absoluta moldeable -pues, nos guste o no, existe un soporte biológico
incuestionable- pero sí que una parte relevante de dicha personalidad tiene un
factor social fundamental. Y se está
generando un nuevo modelo de personalidad que es, paso a paso, una adaptación
al Nuevo Capitalismo y de este proceso
este caso es un ejemplo interesante.
La
moral implica una forma de relación social. Así, distintos modelos morales
conllevan, tanto como consecuencia como causa, diferentes realidades sociales.
Y hoy está cambiando el modelo moral.
Para
explicar esto lo mejor será comparar. El modelo moral anterior se basaba en una
recompensa pospuesta como era el reino de los cielos y en la idea, básicamente,
de vencer la tentación. Efectivamente, lo que había que hacer era posponer la
recompensa en los actos vitales huyendo de lo inmediato para llegar al paraíso
celestial. Es decir, como la recompensa final y trascendente era tan grande, tooooda la eternidad, había que dejar de
lado las pequeñas recompensas diarias que se presentaban en forma de tentaciones.
Y este modelo moral se correspondía fielmente con los sistemas económicos anteriores al Nuevo Capitalismo. Para una economía
basada en la explotación del trabajo resultaba importante un ideal social de
posposición de la recompensa pues la idea contraria, el ideal de la recompensa
inmediata, no resultaba compatible con la miseria y explotación.
Sin
embargo, el Nuevo Capitalismo se basa en el consumo como desarrollo económico.
Y esto implica lógicamente que no se podrá posponer la recompensa, pues entonces
no se consumiría, sino que habrá que generar un ideal de la inmediatez. Cumpliendo
el Apocalipsis, ya hay un nuevo Cielo
que ha bajado a la tierra: y muchos más.
Así,
y como consecuencia, la moral debe cambiar y debe desaparecer la idea de culpa pues
esta implica el arrepentimiento por la acción y en el consumo la accion debe
ser permanente y repetida. A su vez, la idea de perdón, que implica la ineficacia
de la acción, al ser traducida en el consumo por la devolución de la mercancía,
también debe ser desterrada. Por último, la idea de tentación no puede formar
parte del hecho moral pues entonces el sujeto buscaría superar la pulsión de
consumir. De esta forma, si la moral anterior al Nuevo Capitalismo se establece
sobre la Teleología, la búsqueda de un fin, la actual solo se puede basar en la
inmediatez del tiempo presente. O mejor dicho, en la pura ausencia de una temporalidad
donde todo se presenta como un ahora pues la compra actual no puede ser tomada
como meta definitiva.
Y
una moral sin finalidad solo admite tres posibilidades. O se defiende una ética
kantiana del deber, pues el deber se hace por deber; o una ética nietzscheana
del superhombre; o una ética de la santidad donde el deseo y el bien coinciden.
La
primera, no se puede defender porque la idea del sujeto como fin en sí mismo
contraría hasta la médula al propio Capitalismo. La segunda, se puede defender
a nivel teórico, queda guay y super rebelde, pero a nivel social es imposible y
el
superhombre acaba llamando a la policía -o prestando sus prismáticos de ópera
para disparar, como Schopenhauer, cuando
vienen los pobres-. La tercera es la solución.
¿Qué
entendemos por ideal de santidad? No se debe pensar en algo místico o trascendente
sino en una configuración de la personalidad moral basada en la inmediatez de
la conciencia. El consumo perfecto parte de una estructura psicológica que
emula al conductismo: ante un estímulo dado (la mercancía) se debe dar una
respuesta determinada (la compra). Cualquier hecho que medie entre estos dos
polos estorba: la complejidad sobra y la conciencia es ahora complejidad.
La
santidad como nueva estructura moral responde a este esquema. La idea básica es
que entre el deseo del sujeto y su realización no debe existir censura -que es
la forma de mediación moral a través de la conciencia- y por lo tanto lo que
desee el sujeto deberá ser bueno en su inmediatez. Como lógicamente esto es imposible
de conseguir y corre peligro la estabilidad social entonces se llevará a cabo
una triple tarea. Primero, el sujeto como tal se sentirá superior al pensar que
todo él es bueno y no reconocer como parte de sí los malos pensamientos, es
decir a admitir la tentación, sino a cargarlo en la culpabilidad social. Segundo,
socialmente surgirá una ficción a través de la imposición de un puritanismo
social extremo que convierta todo en neutro. Así por ejemplo, surgirá un lenguaje correcto
que, junto a cosas interesantes, llevará su radicalidad moral a extremos y extremas
ridículos y ridículas. Igualmente, otra forma de llevarlo a cabo será la reducción
del campo moral autónomo a una esfera personalísima y no pública donde la moral
personal será sustituida por una rígida normatividad de costumbres correctas que pueden incluso detallar
el peso mínimo de las modelos -mientras
que curiosamente cada vez se flexibilizan más las relaciones laborales-.
Así,
se afianza lo que nosotros hemos llamado alienación negativa. Los individuos se
sienten absolutamente ajenos al proceso social al que miran como inferior a su
propia vida de autenticidad, cuando en realidad es lo que los constituye, pues
comprenden y se mofan en privado de la hipocresía social mientras en público la
mantienen. La distinción entre vida personal y vida social se acrecienta y el
sujeto, ante una vida social normativizada hasta el exceso, solo se siente
verdadero en eso que se llama la autenticidad de su conciencia y reconoce lo
social como lo falso. El sujeto se siente a sí mismo como santo frente a un mundo
injusto. La inmediatez de su pensamiento le acostumbra así a actuar sintiéndose
una ficción en lo social pero auténtico en su vida: el individuo se siente como
puro en su conciencia. No comprende, en definitiva, que es parte del mercado.
A veces, las anécdotas desvelan la
realidad. La censura social, cada día más extendida, si bien nos retrotrae a
épocas anteriores no es idéntica. Antiguamente era un agente activo de la dominación,
hoy es una consecuencia del proceso de dominio. La generación de una nueva personalidad
es un proceso necesario del nuevo sistema económico pero como consecuencia. Analizarlo
es nuestra tarea. En breve, aunque se acercan épocas futbolísticas, más.
3 comentarios:
Llevamos muchos siglos confundiendo términos:
Creemos que el estar domesticados nos hace civilizados.
Creemos que ser pelotas obedientes nos hace santos.
Al fin y al cabo eso es lo que buscan de nosotros a través de religión, política, filosofía, economía, etc.
Buscan nuestra mas absoluta obediencia.
Totalitarian science lets you know you’re living in a totalitarian society.
¿Cree que en un cargo público la relación entre vida pública y privada es aún más estrecha que la de cualquier otro individuo? En otras palabras, ¿estan los escratches -por ejemplo- justificados a los cargos públicos por dicho cargo?En su opinión ¿son los datos de hacienda secretos hasta que esta involucrado un cargo público?
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