martes, mayo 05, 2020

EPIDEMIA Y CAPITALISMO/y 3: UNA PROPUESTA PARA DESPUÉS DE LA EPIDEMIA

Como todos los grandes filósofos de nuestra época están opinando del coronavirus y diciendo bobadas, no podía yo faltar a esta cita para hacer lo mismo que las mayores cabezas pensantes. Así pues, heme aquí por tercera vez.
Llevamos dos artículos.
En el primero, defendíamos que la actual epidemia no iba a provocar una crisis del Capitalismo.
En el segundo, analizábamos como era seguro que desarrollará aún más el proceso de Precarización.
Toca ahora, explicar cómo sería posible una defensa efectiva frente a este proceso de precarización. Es decir, cómo crear las condiciones sociales y económicas, las condiciones objetivas y estructurales, que impidan dicho proceso: no se trata, por tanto, de hacer un llamamiento al cambio de conciencia y otras ñoñerías. Además, como ya advertimos, la propuesta no va a ser revolucionaria, cosa hoy en día imposible incluso no deseable viendo las alternativas, sino en un modelo posible de contenido reformista.
Así, en primer lugar, vamos a resumir cuáles eran las causas de esta precarización. En segundo lugar, vamos a explicar cómo la derecha ha jugado perfectamente con la globalización. Y, en tercer lugar, vamos a presentar una posible acción de política progresista para parar esta precarización.
El proceso de precarización ha sido posible, pero no necesario, por la globalización capitalista. La globalización la entendemos doblemente: primero, su extensión geográfica como único sistema económico mundial; segundo, su expansión en la explotación capitalista a través del binomio trabajo/consumo a toda la vida humana y la constitución ya de la vida como mercancía. De esta forma, el consumo resulta así un elemento fundamental en el desarrollo y expansión del Capitalismo. Y como ya contábamos, con la irrupción de los países emergentes, con una enorme cantidad de potenciales consumidores, se puede generar la precarización del hasta ahora exclusivo mercado de consumo occidental, pues su lugar en el mercado ya está siendo sustituido con creces por esta nueva población.  De esta forma, se explica la posibilidad del proceso de precarización, pues ya es posible reducir las condiciones económicas de los países occidentales y, para conseguir esto, será necesario a su vez recortar sus derechos sociales y políticos.
Y ante esta situación, la derecha ha actuado de una forma inteligente para apoyar dicho proceso. Realizó un traslado paulatino de las decisiones económicas a instituciones internacionales sin ninguna representatividad, generando, de este modo, que la economía, como el control del déficit por ejemplo, fuera dirigida por la propia oligarquía, que dominaba esos organismos internacionales que a su vez se  imponía a los gobiernos elegidos democráticamente. De esta forma, la derecha eliminó a los gobiernos representativos y democráticos, que se veían ahora reducidos a meros consumidores de deuda en el mercado. Y así, la derecha, a su vez,  comprendió que cuanto menos representativas y más poderosas fueran estas instituciones internacionales que atesoraban ahora el poder, más fácil sería este proceso de precarización. La derecha ha convertido, frente a la apatía de una izquierda enredada en ñoñerías y cursiladas, a la Unión Europea en un mercado económico de mercancías libres, pero restringido para la participación política. Y de esta forma la derecha ha ganado la batalla de la globalización.
Pero añadíamos también en nuestro artículo anterior, que este proceso de precarización  era una posibilidad del Capitalismo, apoyada por  la oligarquía europea, pero no una necesidad estructural del mismo. Es decir, hay alternativa. Y todavía se puede responder.
¿Cuál es la alternativa? Se trata de responder realmente a la globalización económica y eso sólo se puede  hacer con la globalización política. Se trata en definitiva de responder al mercado transnacional de las mercancías con un espacio transnacional de la democracia.
Se escuchan muchas voces en contra de la Unión Europea y todas ellas tienen razón en todo excepto en una cosa: no comprenden que la Unión Europea puede convertirse en un mecanismo privilegiado para el desarrollo de una respuesta progresista ante el proceso de precarización. Efectivamente la Unión Europea es ahora un mercado exclusivamente de mercancías y es la oligarquía la más interesada en que siga siendo solo así. Y por eso mismo, ahora se trata de generar que esa misma Unión Europea  se convierta en una institución política real, una institución representativa: se trata de generar, como ya hemos dicho en otra ocasión, Europa como un país. Y no se trata de hacer una especie de estados confederados europeos o una alianza temporal de naciones, sino precisamente generar una estructura nacional única con un parlamento nacional único y elegido libremente y de forma directa por los ciudadanos que son ya únicamente europeos. Solo así existirá una estructura política con la suficiente fuerza para hacer frente al proyecto de precarización y con el suficiente poder como para poder enfrentarse a los mercados.
Y esta fuerza no estará  bajo la ilusoria confección del discurso emancipador y la buena voluntad, o no, de los gobernantes, sino bajo una cuestión económica, es decir: poder real. Por un lado, su capacidad industrial y económica como gigante productivo; por otro, su importancia en el consumo mundial al aumentar exponencialmente el número de consumidores regidos necesariamente  por una misma regla y política nacional.  Se trata, en definitiva, de unificar un mercado europeo económico y político con un mercado europeo ciudadano y democrático: Europa, un solo país.
Y no debe considerarse una utopía, sino la única solución posible y factible al problema de la precarización desde la izquierda. Nada puede sustituir, ni tan siquiera, fíjese la autoproclamada izquierda, una batucada en la manifa de las doce, a la fuerza de un estado nacional compuesto de cientos de millones de productores y consumidores que pueden votar libremente a unos únicos representantes. Europa como país es la única posibilidad que se tiene de controlar los efectos de la precarización
Y concluimos –nota de ustedes: ¡¡¡por fin!!!-.
La actual epidemia no va a causar una crisis en el Capitalismo.
La actual epidemia no  va a ser aprovechada para hacer una sociedad disciplinaria de los cuerpos, bobalicona conclusión de la biopolítica, sino para aumentar el proceso de precarización que permitirá a la oligarquía mejorar su rapiña económica.
La izquierda sólo tiene una respuesta. Del mismo modo que hay una internacionalización económica, tiene que haberla política. Europa es ya un mercado, debe ser ahora una democracia única. No es la revolución, no es el fin del Capitalismo pero, sin duda, sí es parar un proceso de precarización que va ganando por goleada. Y es generar una oportunidad: es hacer política para seguir haciendo democracia.
Y ya.

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