Llevamos
dos artículos.
En
el primero,
defendíamos que la actual epidemia no iba a provocar una crisis del
Capitalismo.
En el segundo, analizábamos como era
seguro que desarrollará aún más el proceso de Precarización.
Toca
ahora, explicar cómo sería posible una defensa efectiva frente a este proceso
de precarización. Es decir, cómo crear las condiciones sociales y económicas,
las condiciones objetivas y estructurales, que impidan dicho proceso: no se
trata, por tanto, de hacer un llamamiento al cambio de conciencia y otras
ñoñerías. Además, como ya advertimos, la propuesta no va a ser revolucionaria,
cosa hoy en día imposible incluso no deseable viendo las alternativas, sino en
un modelo posible de contenido reformista.
Así,
en primer lugar, vamos a resumir cuáles eran las causas de esta precarización.
En segundo lugar, vamos a explicar cómo la derecha ha jugado perfectamente con
la globalización. Y, en tercer lugar, vamos a presentar una posible acción de
política progresista para parar esta precarización.
El
proceso de precarización ha sido posible, pero no necesario, por la
globalización capitalista. La globalización la entendemos doblemente: primero,
su extensión geográfica como único sistema económico mundial; segundo, su
expansión en la explotación capitalista a través del binomio trabajo/consumo a
toda la vida humana y la constitución ya de la vida como mercancía. De esta
forma, el consumo resulta así un elemento fundamental en el desarrollo y
expansión del Capitalismo. Y como ya contábamos, con la irrupción de los países
emergentes, con una enorme cantidad de potenciales consumidores, se puede
generar la precarización del hasta ahora exclusivo mercado de consumo
occidental, pues su lugar en el mercado ya está siendo sustituido con creces
por esta nueva población. De esta forma,
se explica la posibilidad del proceso de precarización, pues ya es posible
reducir las condiciones económicas de los países occidentales y, para conseguir
esto, será necesario a su vez recortar sus derechos sociales y políticos.
Y
ante esta situación, la derecha ha actuado de una forma inteligente para apoyar
dicho proceso. Realizó un traslado paulatino de las decisiones económicas a
instituciones internacionales sin ninguna representatividad, generando, de este
modo, que la economía, como el control del déficit por ejemplo, fuera dirigida
por la propia oligarquía, que dominaba esos organismos internacionales que a su
vez se imponía a los gobiernos elegidos
democráticamente. De esta forma, la derecha eliminó a los gobiernos
representativos y democráticos, que se veían ahora reducidos a meros
consumidores de deuda en el mercado. Y así, la derecha, a su vez, comprendió que cuanto menos representativas y
más poderosas fueran estas instituciones internacionales que atesoraban ahora
el poder, más fácil sería este proceso de precarización. La derecha ha
convertido, frente a la apatía de una izquierda enredada en ñoñerías y
cursiladas, a la Unión Europea en un mercado económico de mercancías libres,
pero restringido para la participación política. Y de esta forma la derecha ha
ganado la batalla de la globalización.
Pero
añadíamos también en nuestro artículo anterior, que este proceso de precarización era una posibilidad del Capitalismo, apoyada
por la oligarquía europea, pero no una
necesidad estructural del mismo. Es decir, hay alternativa. Y todavía se puede
responder.
¿Cuál
es la alternativa? Se trata de responder realmente a la globalización económica
y eso sólo se puede hacer con la
globalización política. Se trata en definitiva de responder al mercado
transnacional de las mercancías con un espacio transnacional de la democracia.
Se
escuchan muchas voces en contra de la Unión Europea y todas ellas tienen razón
en todo excepto en una cosa: no comprenden que la Unión Europea puede
convertirse en un mecanismo privilegiado para el desarrollo de una respuesta
progresista ante el proceso de precarización. Efectivamente la Unión Europea es
ahora un mercado exclusivamente de mercancías y es la oligarquía la más
interesada en que siga siendo solo así. Y por eso mismo, ahora se trata de
generar que esa misma Unión Europea se
convierta en una institución política real, una institución representativa: se
trata de generar, como ya hemos dicho
en otra ocasión,
Europa como un país. Y no se trata de hacer una especie de estados confederados
europeos o una alianza temporal de naciones, sino precisamente generar una
estructura nacional única con un parlamento nacional único y elegido libremente
y de forma directa por los ciudadanos que son ya únicamente europeos. Solo así
existirá una estructura política con la suficiente fuerza para hacer frente al
proyecto de precarización y con el suficiente poder como para poder enfrentarse
a los mercados.
Y
esta fuerza no estará bajo la ilusoria
confección del discurso emancipador y la buena voluntad, o no, de los
gobernantes, sino bajo una cuestión económica, es decir: poder real. Por un
lado, su capacidad industrial y económica como gigante productivo; por otro, su
importancia en el consumo mundial al aumentar exponencialmente el número de
consumidores regidos necesariamente por
una misma regla y política nacional. Se
trata, en definitiva, de unificar un mercado europeo económico y político con
un mercado europeo ciudadano y democrático: Europa, un solo país.
Y
no debe considerarse una utopía, sino la única solución posible y factible al
problema de la precarización desde la izquierda. Nada puede sustituir, ni tan
siquiera, fíjese la autoproclamada izquierda, una batucada en la manifa de las doce,
a la fuerza de un estado nacional compuesto de cientos de millones de
productores y consumidores que pueden votar libremente a unos únicos
representantes. Europa como país es la única posibilidad que se tiene de
controlar los efectos de la precarización
Y
concluimos –nota de ustedes: ¡¡¡por fin!!!-.
La
actual epidemia no va a causar una crisis en el Capitalismo.
La
actual epidemia no va a ser aprovechada
para hacer una sociedad disciplinaria de los cuerpos, bobalicona conclusión de
la biopolítica, sino para aumentar el proceso de precarización que permitirá a
la oligarquía mejorar su rapiña económica.
La
izquierda sólo tiene una respuesta. Del mismo modo que hay una
internacionalización económica, tiene que haberla política. Europa es ya un
mercado, debe ser ahora una democracia única. No es la revolución, no es el fin
del Capitalismo pero, sin duda, sí es parar un proceso de precarización que va
ganando por goleada. Y es generar una oportunidad: es hacer política para
seguir haciendo democracia.
Y
ya.
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