Desde los años setenta del pasado siglo -nota: yo ya había nacido advierto- el Neoliberalismo ha ido poco a poco dominando al Capitalismo y el discurso socioeconómico. Y sin duda alguna, podríamos señalar varios hitos en esta paulatina conquista, como pudieran ser por ejemplo los gobiernos de Thatcher y Reagan o la actuación del FMI. Estos hitos podrían ser denominados positivos no en el sentido de que hayan traído algún beneficio, más bien al contrario, sino en el sentido de que fueron propuestas políticas concretas ejercidas en determinadas circunstancias y que se han hecho desde la acción planificada y constante de los gobiernos.
Pero donde realmente se nota
que un pensamiento y una acción política se ha vuelto hegemónico, es decir:
domina socialmente, no es tanto en la acción de este o aquel gobierno sino en
la reacción universal de todos los gobiernos e instituciones,
independientemente de sus ideologías profesadas públicamente, frente a los
problemas estructurales y las crisis que puedan surgir.
En este mismo blog ya
analizamos como la crisis del 2009 no fue tanto una crisis
económica como como una reestructuración del Capitalismo desde la perspectiva
neoliberal. Y ahora
pretendemos analizar como la epidemia del covid-19 está siendo aprovechada de
nuevo para la imposición del Neoliberalismo. Y lo decimos así porque, no lo vamos
a explicar pero sí al menos señalar, el Neoliberalismo no es la única expresión
del Nuevo Capitalismo, sino sólo la que mejor responde a la rapiña de la
oligarquía -pero, eso es otra historia de la que ya hablamos en uno y dos-.
Para hacer este análisis,
vamos a centrarnos en cuatro aspectos fundamentales: la consagración de la
Razón Instrumental, algo en común con todo Capitalismo; el triunfo definitivo
de un nuevo discurso ideológico que busca su conversión en sentido común -en
palabras cultas: la hegemonía-; el nuevo ideal de una sociedad segregada; y,
cuarto, la inutilidad de la política, con el ejemplo de los líderes populistas,
frente al dominio económico.
La Razón Instrumental es
algo intrínseco al Capitalismo. Y lógicamente, como desarrollamos aquí, la crisis sanitaria producida por el
covid-19 se está tratando desde ella: lo fundamental no es evitar la muerte o
el contagio sino mantener en marcha el beneficio económico capitalista. Y es
importante denominarlo como el beneficio económico capitalista y no como economía
a secas, porque la producción económica podría tener como finalidad el
beneficio de todos con mayor inversión social, invirtiendo más en sanidad en
educación o en el cuidado de los ancianos, por ejemplo. Si embargo, de lo que
se trata aquí, y esto es la primera consecuencia neoliberal de la crisis
sanitaria, su prioridad absoluta, es que el beneficio capitalista no decaiga. Y
el segundo punto, fundamental y que ya estamos viendo, es aumentar el ritmo de privatización
para la desaparición de lo público, pues el ideal neoliberal no es adelgazar el
estado sino lo público.
En segundo lugar, y de esto también hemos hablado, el Neoliberalismo está alcanzando la
hegemonía ideológica absoluta, es decir: se está convirtiendo en el sentido
común desde el cual se juzga la realidad. Este nuevo sentido común es la idea
de que la sociedad en realidad no es más que un conjunto de individuos que se
relacionan libremente entre sí y que cada uno de ellos, a través de su esfuerzo
personal, acaba recibiendo aquello que se merece en la carrera meritocrática.
La falsedad de este discurso resultaría evidente a cualquiera que se preocupara
de analizarlo con un mínimo de detenimiento: pura basura ideológica cuyo lema
máximo es la autoayuda y las chorradas tipo “amo de mi destino y capitán de mi
alma”. Sin embargo, el bombardeo masivo, tanto por parte tanto de los medios de
comunicación como de los políticos, señalando que la causa exclusiva de los
rebrotes está en el comportamiento individual de los ciudadanos, y no en las
estructuras socioeconómicas como puedan ser las aulas, donde desaparece la
distancia de seguridad, los atestados transportes públicos o el empleo
precario, convenve paulatinamente a la gente. Así, la hegemonía ideológica del
discurso neoliberal va entrando en la conciencia hasta constituirla
absolutamente y los individuos acaban, ingenuamente, creyendo tener el mando de
su propia vida, tal y como señala toda esa basura de autoayuda, y que, como
consecuencia, reciben lo que merecen. Incluso, creen que podrán alcanzar todos
sus sueños, cuando en realidad estos se reducen a alucinaciones frente a la
cruda realidad de su explotación.
El tercer elemento, algo que
no ocurría en Europa desde los años 60, es la definitiva asunción de la
existencia de guetos y el control del centro de la ciudad por las clases altas.
A través del confinamiento, como en Madrid. que siempre ha liderado toda la implantación
neoliberal en España, se busca la segregación social absoluta entre la clase
oligarca y sus secuaces más directos y el resto de la población. El
confinamiento de los barrios obreros de Madrid, abandonados a su suerte en
servicios y en transporte público, con viviendas inhabitables y un alto grado
de afinamiento, no es más que el reflejo de una oligarquía neoliberal que viendo
imposible la construcción de un centro urbano físicamente cerrado, ha decidido
la expulsión de los pobres de dicha hábitat. Y así empezó con la gentrificación
de la zona centro y los precios prohibitivos de la vivienda en propiedad, lo
que garantizaba la movilidad de los pobres y su desplazamiento paulatino a la
periferia, para pasar ahora directamente al confinamiento. No se trata, por
supuesto, de que el confinamiento vaya a ser eterno, sino de generar la
mentalidad social, recuerden la hegemonía, de que cada uno debe estar en su
lugar natural. Y por eso se despliegan más policías y no más sanitarios o
profesores.
Y en cuarto lugar, está la irrupción
de determinados líderes políticos populistas y absolutamente inútiles y que,
sin embargo, se mantienen en el poder sin que la propia oligarquía, que sería
la primera interesada en eliminarlos para mantener el orden, haga nada contra
ellos. La presencia de líderes populistas e imbéciles en zonas economías
importantes, como Donald Trump, Boris Johnson, Bolsonaro o nuestra castiza
Ayuso, demuestra a las claras que la política ha dejado de tener importancia
sobre la economía. La economía ya no se controla ni se intenta controlar desde
las instituciones políticas, sino que son las instituciones económicas las que
dirigen a través del control de organismos internacionales sin ningún tipo de
representatividad democrática, como la Comisión Europea, el Banco Central
Europeo o el Fondo Monetario Internacional,. Por esta razón, y como los estados
nacionales pierden su poder de ejecución, sus gobernantes pueden ser patanes
absolutos: es el fin de la política.
El círculo neoliberal se va cerrando
poco a poco sobre las sociedades avanzadas, construyendo un nuevo modelo social
basado en una oligarquía dirigente a cuyo servicio hay una casta política, de
todos los colores, cada vez más inservible. El Neoliberalismo ha venido aquí
para quedarse. Y la patética actuación de la izquierda centrada exclusivamente en
discursitos sobre género, nacionalismo paleto, la vuelta a la naturaleza y la
censura cultural no hace sino darle mayor capacidad de acción. El
Neoliberalismo gana por goleada y usted y yo perdemos.
1 comentario:
Sorprendente que alguien como usted, que perpetúa el estado de las cosas con su voto en las elecciones, se sorprenda de que la ideología dominante siga ganando terreno. Hoy es el neoliberalismo, ayer fue el fascismo. No son sino dos caras de la misma moneda. Piense en dejar de legitimar la democracia burguesa con su voto y sálgase de las retóricas que impone la clase dominante. El estado de bienestar, lo "público" -una migaja que la burguesía lanza sus subalternos y a las clases desposeídas para reforzar el compromiso de los primeros y evitar la rebelión de los segundos- su sueño más húmedo, nunca volverá porque su creación estuvo sujeta a determinaciones históricas que ya están extinguidas. Hágale un favor a los obreros y demás clases desposeídas y escriba para sacar a cualquiera que lea sus textos de la fe ciega en que hemos llegado, con la demoracia burguesa, al fin de la historia política.
Un saludo.
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