Desde hace años han existido los botellones: no es algo nuevo. Y ahora también existen. Sin embargo, hay diferencias. Y las diferencias son importantes porque nos hablan de las causas de dicho botellón. Los botellones actuales tienen algunas características propias. Son en todavía, hay que recordarlo, una pandemia, se realizan masivamente en un sitio determinado y concreto e implican una actitud de desafío, pasivo u activo, a la autoridad.
Y por eso, surgen aquí dos cuestiones importantes.
¿Por qué se reúnen tantos miles de jóvenes a beber y a desafiar, cuando menos, a la autoridad política y pública, esto es importante, cuando sin embargo no se reúnen para manifestarse o para desafiar a la autoridad económica y empresarial que les sobreexplota en sus trabajos?
La segunda, también muy interesante, ¿por qué esta autoridad política cuestionada no actúa, como sí lo ha hecho repetidas veces en manifestaciones o huelgas, de un modo más contundente? ¿Por qué la juventud pija, sin razón, sí puede tomar las calles sin que nada, osssssea, les pase y no puede hacerlo, con razón o sin ella, una protesta política? Efectivamente, resulta curiosa la escasa capacidad de respuesta que se deja a la policía frente a estos pijos -nota: por cierto, desde aquí nuestra solidaridad con la policía y lo que tiene que tragar en estos casos- frente a la contundente, y a veces excesiva, respuesta ordenada a la policía en manifestaciones o en huelgas.
Y después de las pertinentes preguntas debe venir, sé que lo esperan ansiosos, la respuesta. Y curiosamente la respuesta es exactamente la misma para las dos cuestiones. Se trata de que estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo sujeto, más bien individuo, para un nuevo modelo social como es el Nuevo Capitalismo. Y se trata de que ese modelo está, para entendernos, subvencionado por el propio poder.
En varios de nuestros artículos hemos señalado la existencia de un nuevo modelo capitalista cuya explotación ya no se reduce al ámbito del trabajo, sino que se extiende también al consumo y que se unifica en la explotación de la vida humana como totalidad. Precisamente, esta explotación integral, y ya no de una parcela de la vida como era el trabajo sino de toda la vida en sí misma, es la clave para entender lo que está ocurriendo.
Además, hemos presentado la alineación negativa como el proceso ideológico en el mundo del Nuevo Capitalismo. Está alineación decíamos es realmente alienación porque el sujeto está totalmente dominado por el modelo social que se le impone, hasta el punto de determinar absolutamente su vida. Pero es negativa porque precisamente lo que este modelo social crea no es un estado de sumisión o entrega a esta misma sociedad totalitaria sino una exaltación del yo individual frente al todo social. Así, los sujetos dominados por el totalitarismo del Nuevo Capitalismo no desfilan al paso de la oca formando una masa, como en el totalitarismo de antaño. sino que muestran su (falsa) rebeldía en lo político y social exaltando su individualidad y, con ello, presentándose como extraños y ajenos al modelo social.
Surge de esta manera una nueva ideología, entendiendo este término como la creación de una conciencia que permite la dominación. Esta ideología ya no tiene un contenido concreto sino que es solo la exaltación del yo como algo independiente y superior a lo social. El yo pasa a ser la nueva ideología en tanto que su exaltación cotidiana es una falsificación de su situación real: usted y yo, y ese “yo” es muy importante asumirlo como tal, no somos más que mercancías y nuestra única importancia real es serlo. Es decir, la única importancia real y objetiva de los individuos en el Nuevo Capitalismo es su capacidad de crear beneficio capitalista ya sea en el trabajo o en el ocio, es decir: en su vida. De ahí que esa exaltación del yo que persigue la nueva ideología sea falsa. Sin embargo, y ese es su papel ideológico, el yo se convierte en la única realidad que percibe, con aires de superioridad impostados, los individuos de un mundo falso.
Volvamos al botellón.
¿Por qué ir al botellón y no a protestar contra sus condiciones socioeconómicas? Cada niñato y niñata -nota: obsérvese que somos inclusivos y superdeizquierdasosssssssea- que asiste al botellón lo hace reforzando la nueva ideología social: exige la primacía de su yo frente a la realidad social, que en realidad le determina como pura mercancía. Así, el enfrentamiento con la autoridad política, ya retrasada en el tiempo en cuanto a su todavía papel del bien común, es la consecuencia lógica de dicha ideología. El nuevo individuo, pues no es sujeto sino a lo sumo objeto indirecto, muestra su yo como oposición a las formas sociales que representan el mundo anterior a la nueva sociedad y que están representadas por las instituciones políticas, cada vez menos decisorias. Así, las mercancías, es decir: los jóvenes y jóvenes -nota: a veces en nuestro afán rebelde nos liamos- protestan airados ante quienes alguna vez les presentaron como ciudadanos, la autoridad política, pero callan con complicidad ante los representantes del poder que les da su auténtico sentido como mercancías: el poder económico.
¿Y por qué entonces en poder político no actúa? Por dos motivos. Primero, porque el poder político ya carece de autoridad propia. Segundo, porque no puede por menos de apoyar la propia ideología de la exaltación del yo. Frente a los manifestantes o huelguistas, que son vistos como algo anacrónico y que provoca desorden social, y por tanto no tienen derecho a parar la actividad capitalistas, los jóvenes del botellón son el futuro: mercancías idiotas.
Alfred Jarry escribió el ciclo teatral Ubú: extraordinario. En una de sus obras, Ubú encadenado, el batallón de los hombres libres hace instrucción militar para aprender a desobedecer: al servicio de la dominación. Hoy, la realidad imita a la ficción o, tal vez, sólo haya ficción en creerse persona en la única realidad del Capitalismo.
1 comentario:
Menuda puta mierda de artículo
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