miércoles, abril 13, 2022

LA NUEVA SUBJETIVIDAD Y EL ESPÍRITU DEL NUEVO CAPITALISMO/2


En el artículo anterior de esta serie, que ustedes no pueden perderse, analizábamos cómo la construcción de la subjetividad, del ideal del yo, tenía su raíz principal en la sociedad. Efectivamente, esta siempre había procurado construir una subjetividad determinada para el dominio. Sin embargo, de alguna manera, la subjetividad construida nunca había sido perfectamente adaptada. Y este proceso de tensión, vamos a analizarlo ahora a través del surgimiento del sujeto moderno, a partir del Renacimiento.

La Modernidad generó un nuevo tipo de sujeto frente al mundo anterior. Y, a su vez, este nuevo tipo de sujeto, como muy bien nos explica Weber, contribuyó a desarrollar el Capitalismo. Hasta aquí no habría problema. El conflicto surgió, sin embargo, por las propias características de este sujeto del que hablamos, que si bien es cierto hicieron posible sin duda alguna el desarrollo capitalista, a su vez fueron la condición de posibilidad de la crítica al mismo. 

Por ello, para poder seguir el análisis es necesario analizar, siquiera someramente, este sujeto moderno señalando sus características fundamentales.

En primer lugar, el sujeto moderno había generado un problema filosófico absolutamente nuevo: la primacía del sujeto sobre la realidad. Durante todo el mundo clásico y medieval la realidad se había constituido como el elemento fundamental de todo. La realidad se percibía como inmutable e imposible de transformar de una forma radical. Los individuos, así, debían adaptarse a ella y conformarse de acuerdo a ella. Sin embargo, el sujeto moderno se convirtió en protagonista absoluto que pretendía crear el mundo a su imagen y semejanza. De esta forma, la imagen del sujeto moderno era una transformación radical de la realidad.

Pero, a su vez, había algo más. Este sujeto transformador no lo hacía por el mandato de otro, por ejemplo el dios bíblico que había ordenado crecer y multiplicarse, sino desde su propia autonomía. El sujeto moderno ya no obedecía a Dios o al mundo, sino que se expresaba desde su propia subjetividad. Así, la autonomía era la segunda característica propia.

Y esta subjetividad, tercera característica, no era un relativismo sino, tan fuerte era, que se convirtió en una nueva objetividad. Lo que el sujeto moderno pretendía era una verdad en su sentido más fuerte. Así, no se trataba de que cada uno de los individuos explicaran el mundo de una forma peculiar sino que, lejos de eso, existía una objetividad en la explicación racional del mundo.

De esta manera, y como una rápida conclusión, la Modernidad postulaba una diferencia entre lo que las cosas eran y lo que deberían ser. Y es esta su clave. Efectivamente, el mundo se presentaba ante la Modernidad como un lugar donde su potencialidad solo podía ser conseguida a través de la acción del sujeto. Y esta acción debía corresponderse en el deber ser de la razón. Y de ahí el sueño moderno de la transformación racional del mundo cuya apoteosis intelectual se daría precisamente en la filosofía marxista y, paradójicamente, en el Capitalismo. Sin ese anhelo de transformación del mundo, efectivamente, el Capitalismo no hubiera sido posible.

¿Pero por qué el sujeto moderno, que repetimos había sido elemento fundamental en la creación del nuevo modelo social, acabó siendo contradictorio con el desarrollo del propio Capitalismo y, por tanto, con el que hemos denominado Nuevo Capitalismo? 

Estas características propias del sujeto le habían llevado a transformar la realidad de una forma radical: de hecho, como nunca antes ni en ningún lugar se había transformado en tan poco tiempo. Y ahí estaba en medio y como uno de los motores de este cambio un modelo de sujeto, presente en todas las actividades humanas como ideal, que era un sujeto fuerte.

Pero, y esto es importante en la historia, el propio Capitalismo se desarrolló de un modo concreto, siguiendo su propia lógica, e hizo que surgiera algo novedoso. Y este algo nuevo resultaba ahora incompatible con el sujeto propio que lo había históricamente creado. Como en el doctor Frankenstein, la criatura buscaba el fin del creador.

Efectivamente, el desarrollo del Capitalismo hace que a partir de la II Guerra Mundial surja en todo su esplendor una nueva forma económica que se estaba gestando desde hacía tiempo: el Nuevo Capitalismo. Su novedad respecto a todos los sistemas anteriores económicos consistía en que mientras estos solo explotaban al ser humano en una faceta de su vida, la producción laboral, el Nuevo Capitalismo logra la explotación perfecta: explotar cada instante de la vida humana, ya sea en el trabajo o en el ocio, convirtiendo así esa misma vida como tal en producción de beneficio económico capitalista. El Nuevo Capitalismo ha logrado así el sueño de la conversión del ser humano en su totalidad, y no solo de su faceta productiva y su trabajo, en una mercancía. Y este ser mercancía absoluta es la clave para comprender dos cosas. La primera, por qué el sujeto moderno acaba convirtiéndose en contradicción del Nuevo Capitalismo; segundo, por qué ahora, y al ser una contradicción, el Nuevo Capitalismo debe eliminarlo y, por tanto y de acuerdo a lo expresado, el sujeto del Nuevo Capitalismo debe ser construido de una forma radicalmente diferente.

Y ya seguimos otro día, a pesar de su impaciencia.

NOTA: Este artículo tiene tres partes:
LA NUEVA SUBJETIVIDAD Y EL ESPÍRITU DEL NUEVO CAPITALISMO/1
LA NUEVA SUBJETIVIDAD Y EL ESPÍRITU DEL NUEVO CAPITALISMO/2
LA NUEVA SUBJETIVIDAD Y EL ESPÍRITU DEL NUEVO CAPITALISMO/ y 3

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