La teoría política no sería la misma sin la presencia de Maquiavelo. Todavía se discute si Maquiavelo lo que hizo fue prescribir lo que debería ser la política o realmente, y desgraciadamente, sólo describió cómo actuaba realmente el político. Personalmente, y de acuerdo a hechos que no vienen al caso, yo considero que Maquiavelo en realidad no estaba de acuerdo con el Príncipe, pero fue su mejor analista. Y para Maquiavelo, la finalidad última de la política, casi de forma segura desgraciadamente, es el poder. Esto implica por un lado conseguirlo y por otro lado mantenerlo. Y siempre es pertinente recordarlo para analizar la actualidad
La creencia de que la política y
su discusión debe reducirse exclusivamente a su marco jurídico es un terrible
error en un doble sentido. Primero, porque reduce la política al estrecho
margen de la norma jurídica y esto no puede ser así. Creer que la política debe
estar limitada a la discusión judicial, en cuanto a su desarrollo, es limitar
la propia necesidad de reformas a lo estrecho que, lógicamente, es el marco
jurídico de una constitución o de un país. No se trata con esto, por supuesto, de
defender que la política en democracia deba saltarse la ley, sino de defender
que el debate político no puede limitarse al debate jurídico de si una norma es
o no constitucional. Por lo tanto, reducir la cuestión de la amnistía al debate
de si es constitucional o no, como si el hecho de serlo la legitimara
intelectual, política y moralmente o, por el contrario, no serlo la deslegitimara
en todo, es un error político. Lo que diga la constitución y lo que interprete
el tribunal constitucional será sin duda un aspecto técnico del problema, pero
nunca y bajo ningún concepto un aspecto fundamental para la discusión de su legitimidad.
Por lo tanto, el auténtico
análisis sobre la amnistía no es el jurídico, que solo atañe a una parcialidad
del problema, sino algo que va mucho más allá ¿Es realmente una ley de amnistía
como de la que estamos hablando una medida democrática, primero, y de
izquierdas, después?
Sin duda alguna, en las próximas
jornadas, y ya también en las precedentes, escucharemos muchas ñoñerías en
relación a la amnistía. Desde, como ya se ha dicho por parte de Sánchez, que se
hace por el bien de todos hasta que es para integrar a Cataluña en el proyecto
de España. Esta ñoñería, sin duda, tiene una doble falsedad terrible y que
además es un insulto a cualquier idea democrática de la política. Por un lado,
confunde a Cataluña con las acciones realizadas por su burguesía y su
oligarquía, en resumen: por una casta, para conseguir un resultado de terminado
que solo les beneficiaba a ellos. Por otro lado, si este es el motivo de la
amnistía y todo estaba tan claro, lo que se tenía que haber hecho es haberla
presentado en el programa electoral del pasado mes de julio, y hacerlo así por todos
los actores implicados en ella, pues sin duda era y es algo muy importante y no
solo un apaño para mantener el coche oficial y el poder. Sin embargo, y sin
sorpresa, esto no fue así y ello nos lleva a pensar, que la amnistía ha sido
algo sobrellevado y cuya única y exclusiva finalidad es la mantenerse en el
poder del consejo de ministro más numeroso de la historia: mucho ministro,
mucho secretario de estado, mucho liberado, mucho favor...
Pero además no se trata de
cualquier adquisición del poder sino de una muy concreta. La amnistía, que se
presenta por la autoproclamada izquierda como una medida de contenido progresista,
no es sino una medida a favor de una casta. Se trata de salvar a una oligarquía
determinada, en este caso la de una región concreta, y para ello eliminar al
estado democrático. Así, esta amnistía lo que pretende es una especie de perdón
mutuo entre oligarquías nacionales y provinciales por el reparto, como entre
los grupos mafiosos, de favores: un pacto de y para el poder. Concluir que aquí
se está pensando en los respectivos ciudadanos es tan ingenuo que, como mínimo,
lleva al sonrojo -y aquí con un color auténtico ya perdido-. Pensar que esto es
de izquierdas, cuando es la forma típica de actuar de la derecha en el reparto
caciquil de cuotas de poder, es un insulto a la izquierda que una vez, frente a
la derecha que siempre vivió en el privilegio, fue la esperanza de la igualdad.
Pero además esta amnistía
presenta la negación de aquello que es fundamental en la democracia y que es la
división de poderes entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Es la
negación de dicha división, puesto que en la amnistía, dada en un régimen
democrático previo y por ello no confundir con la amnistía que se dio al
principio de la transición que sí tenía sentido, lo que se hace es precisamente
impedir la acción del Poder Judicial y, por lo tanto, en este caso concreto,
eliminar la división de poderes negando la actuación de uno de ellos. La
eliminación del Poder Judicial en este caso, con la prohibición de juzgar a los
presuntos delincuentes, no es sino la negación de la propia democracia, tal y
como por ejemplo está haciendo el derechista Netanyahu en Israel buscando
limitar los poderes del Tribunal Supremo, para el beneficio de una casta
privilegiada. Así, la aprobación de la
amnistía significa un debilitamiento, otro más, del proceso democrático.
Por último, la amnistía es el fin
del principio democrático de igualdad ante la ley. Efectivamente, el hecho de
que una oligarquía, una casta, quede exenta de aquello ante lo cual ningún otro
ciudadano está exento, por cierto del mismo modo a como el emérito se salva de
rendir cuentas ante la justicia, unifica así el discurso de una izquierda
caviar y una derecha caciquil: la ley es para los pobres.
En el Antiguo Régimen, también en
el de Franco pero ahora no hablamos de él, la aristocracia vivía en el
privilegio. Una de las claves de la democracia, y un ideal de aquello que
alguna vez fue la izquierda real, era sin embargo la igualdad ante la ley. La
amnistía es una casta autoproclamada progre con coche oficial salvando a sus
futuros compañeros de coche oficial por un favor futuro que ya no podrán negarse
a cumplir: todo como en las películas de la mafia. La amnistía, en definitiva,
no es más que la búsqueda incansable del poder personal. Nadie crea que se
trata de una medida política en el sentido del buen gobierno, sino que es una
medida política en el más puro sentido maquiavélico, de conquista y permanencia
en ese poder. Y por eso Maquiavelo, siempre Maquiavelo, sigue desgraciadamente,
incluso pensamos que para él mismo, tan vigente.
5 comentarios:
Hola. Comparto su análisis.
Me resulta muy curioso cómo la Izquierda se vanagloria de ser la defensora de la democracia (y los derechos de los más desfavorecidos) en cualquier país cuando, como dijo Savater hace poco en una entrevista, es actualmente el mayor peligro para ella.
En la película El fin de los días el Diablo le dice a un personaje que Dios y él son iguales, lo único que les diferencia es que él no ha tenido tan gran publicista. Cambia Diablo y Dios por Izquierda y Derecha y sirve la sentencia en su totalidad
Un saludo y felicidades por su divulgación de la filosofía
Pero, ¿la amnistía es la eliminación o el debilitamiento de la democracia? ¿O bien es el fin del principio democrático? Pero, ¿todo esto no paso con la amnistía del general Armada y la aministía fiscal de Rajoy? ¿No es de izquierdas evitar un gobierno de derechas? Porque, no hace falta ser el gran Rappel para saber que, de seguro, si gobierna Feijoo la igualdad va reducirse.
Lo que no es democrático (ni moral) es evitar a toda costa, incluso cometiendo ilegalidades, el gobierno de los otros. La alternancia está en la base de la democracia.
Me parece vergonzoso que los votantes de Sánchez se pasen por el forro todas las mentiras (perdón, cambio de opinión) que este señor nos ha dicho en su laaaarga legislatura y no le castiguen en las urnas. Me gustaría que sus malvados jefes y empresarios o el propio Estado (si son funcionarios o paniaguados con subvenciones varias) "cambien de opinión" respeto a sus sueldos, jornada laboral, vacaciones....No quiero ni una sola queja, a ver si solo van a poder cambiar de opinión los de determinada ideología
Sánchez va contra toda lógica. Ni el principio de no contradicción, ni el principio de identidad, ni el principio del tercero excluido. A tomar viento Aristóteles, ese fascista. La discrepancias políticas pueden debatirse, las discrepancias epistémicas, no. No se puede conversar con quien traiciona las leyes lógica, como no se puede navegar con quien desdeña las reglas de la física
Pues por ser una sedicente crítica de izquierdas recoge todo el argumentario del PP-Vox. Empiece dándose cuenta que Cataluña no es una "región" y que eso del nacionalismo burgués es un anàlisis decimonónico. Muchos jamás votaríamos a Puigdemont, pero nos duele su persecución.
La Extrema Derecha es y siempre ha sido La Izquierda.
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